viernes, 1 de enero de 2016

Hoy contemplamos la Navidad desde la Maternidad de María. Hacemos fiesta a la Virgen porque nos ha entregado a su Hijo, al Dios-con-nosotros, el mayor gesto de bendición que ha conmovido a la historia humana. Como apunta el Evangelio, María vivió su maternidad en actitud contemplativa: "Conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón"...

Celebramos el comienzo de un año con deseos, aspiraciones y esperanzas. Celebramos también la Jornada Mundial por la Paz. Y celebramos, sobre todo, la Maternidad de María. ¡Qué interesante y oportuno comenzar el año con una fórmula de bendición como la que aporta la primera lectura: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz». Esta bendición tiene mucho de oración, de protección y de generosidad por parte de Dios. Él se ha volcado con dones y favores, y lo sigue haciendo. Destacamos, sobre todo, la paz, un saludo que Dios nos repite cada año y que nosotros transmitimos como deseo y como necesidad; un don que está en nuestros sentimientos y en nuestras manos. La paz es lo mejor de la vida porque hace que se muevan todos los valores. Es una tarea personal y comunitaria: una reclama la otra. Al comienzo de un año conviene recordar también que el tiempo es un don, pero puede desperdiciarse si no se llena de orientación y de contenido. Cada año es una oportunidad que se nos brinda generosamente para mejorar la vida. Abramos el corazón y la conciencia a los planes de Dios y pensemos: — Cada año es un don: agradécelo. — Cada año es vida: saboréala. No es cuestión de llenar la vida de años, sino los años de vida. — Cada año es un reto: afróntalo. — Cada año es nuevo y distinto: valóralo. — Cada año es tiempo de gracia: celébralo. Y hoy contemplamos la Navidad desde la Maternidad de María. Hacemos fiesta a la Virgen porque nos ha entregado a su Hijo, al Dios-con-nosotros, el mayor gesto de bendición que ha conmovido a la historia humana. Como apunta el Evangelio, María vivió su maternidad en actitud contemplativa: "Conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón". El Evangelio señala, además, otros dos aspectos: En primer lugar, gente sencilla, como los pastores, está en la onda de la revelación de Dios. Los sabios y entendidos no conectan ni se asombran. En segundo lugar, Jesús fue circuncidado como cualquier otro judío. En aquella ceremonia se le puso el nombre revelado: Jesús, que significa "Dios salva". El nombre es ya un símbolo de su misión y destino. Digamos, por último, que la Maternidad de María es la fiesta más antigua de cuantas se celebran; la única fiesta mariana de los primeros siglos de la Iglesia: Madre e Hijo en profunda comunión de vida y de misión. Los primeros cristianos condensaban la significación de María en su maternidad divina ofreciendo y apoyando al Hijo redentor. Este título es el que da origen a tantas consideraciones y valoraciones de la Virgen. Es el título principal y preferido por los textos bíblicos que evocan a María. Todo ello nos lleva a constatar que en la historia de la Iglesia el pueblo creyente se dirigió muy pronto a María como Madre de Dios. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

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