domingo, 26 de noviembre de 2017

Es un gran acierto terminar el año litúrgico celebrando a Cristo Rey. Es un título que le ha dado la Iglesia, que Jesús se merece y que los cristianos resaltamos con sano orgullo. Pero, como casi todo en Jesús es diferente y chocante, lo cierto es que no vivió como rey, sino como servidor; su opción no fue el poder, sino la humildad y el desprendimiento; su trono fue la Cruz; y su corona, una de espinas. Desde ahí atrae... Así sobresale su testimonio...

COMENTARIO.- En efecto, Jesús se desmarca de los señoríos y reinados humanos. Aunque su "reino no tendrá fin" (Lc 1,33), no pretende ser como los de este mundo; tiene otras ideas y otras categorías: "sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos" (Mc 10,42-45). Jesús es reconocido como Rey y Señor porque ha servido a la humanidad como nadie, y porque su testimonio es una provocación a gastarse en misericordia, solidaridad y servicio hasta el martirio. Qué bendición para la historia si los cristianos fuéramos verdaderos testigos de este Rey, si miráramos a los demás con sus ojos y estableciéramos las relaciones motivados por la fe. Notemos que las lecturas presentan a Jesús como pastor y juez. La parábola evangélica lo sitúa juzgando a "todas las naciones". El juicio se reduce a una sola cuestión: el amor a los demás. Para Jesús la calidad de vida de una persona queda demostrada en si ama o no. Al dictar sentencia, tanto los de la derecha como los de la izquierda se sorprenden: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y...? Jesús se identifica con todos los desafortunados. El que ama cumple la ley entera (cf. Mt 22,40; Rm 13,10). Por tanto, lo que salva no son los deseos ni las palabras, sino las obras de amor y de misericordia. Lo que Dios espera preferentemente de nosotros es una solidaridad entrañable como la que destiló Jesús. P.Hidalgo

viernes, 24 de noviembre de 2017

Encuentro en el Aulario nuevo de la Universidad Pontificia de Salamanca - Migrantes, refugiados y victima de trata. Fabbio Baggio en un encuentro con 100 representantes institucionales,de asociaciones -civiles y religiosas- , delegaciones, obispos etc relacionados con los emigrantes ) presentando los 20 puntos para los pactos globales sobre emigrantes y refugiados y Recordando que el papa Francisco está preocupado por xenofobia y racismo en los católicos contra migrantes en Europa

La importancia del encuentro del 24 de Noviembre en el Aulario nuevo de la Universidad Pontificia de Salamanca contiguo a la residencia de las Operarias de la Conferencia Episcopal ( C/ Aleixandre 5) de 16 a 18 de la tarde . El P. Fabbio Baggio ( encargado directamente por el Santo Padre de la Sección Migrantes y Refugiados) nos detalló la configuración del Nuevo Dicasterio al Servicio del Desarrollo humano integral y su estructura . Asimismo informó del Proyecto de los Pactos Globales 2018 que se tendrán en la ONU sobre Migraciones y Victimas de la trata ( Septiembre 2018) donde el Santo Padre a través de la sección Migrantes y refugiados , y de Caritas Internacional quiere que la Iglesia participe activamente. Viernes 24 de Noviembre 2017 - Fabbio Baggio en un encuentro con 100 representantes institucionales,de asociaciones -civiles y religiosas- , delegaciones, obispos etc relacionados con los emigrantes ) presentando los 20 puntos para los pactos globales sobre emigrantes y refugiados y Recordando que el papa Francisco está preocupado por xenofobia y racismo en los católicos contra migrantes en Europa

sábado, 18 de noviembre de 2017

Verdaderamente, la vida es el mayor de los dones y el mayor de los riesgos. Es el talento inicial con capacidad para generar otros muchos talentos. Desarrollarla, hacerla fecunda es la gran misión y la primera responsabilidad de un cristiano. La propia vida nos pide laboriosidad mientras aguardamos el Día del Señor, como indica la segunda lectura. Por experiencia y por fe sabemos que la vida gana con la entrega, crece poniendo en juego sus oportunidades, se ensancha gozosamente cuando la invertimos en función de los demás. El que la guarda y la cobija tanto que no la hace rendir, la marchita de tal manera que termina arruinándola..

El canto de la sabiduría bíblica a la mujer contrasta con otros cantos de la vida moderna y postmoderna. Los valores que se resaltan en ella son los que en verdad embellecen a las personas. Tanto esta primera lectura como el Evangelio resaltan singularmente la laboriosidad, la habilidad, la responsabilidad con los dones recibidos; en definitiva el poner la vida al servicio de Dios y del prójimo. La parábola del Evangelio apunta a dos actitudes: la de quienes hacen rendir sus cualidades y carismas al servicio del bien común, y la de quienes entierran y hacen estéril lo que el Señor les dio. Siempre me ha gustado el testamento que el fundador del Movimiento Scout, Baden-Pawell, dejó a sus seguidores: "Creo que Dios nos ha puesto en este mundo encantador para que seamos felices y gocemos de la vida. Pero la felicidad no proviene de la riqueza, ni del tener éxito, ni dándose gusto a sí mismo... La manera de conseguir la felicidad es haciendo felices a los demás... Tratad de dejar el mundo en mejores condiciones que tenía cuando entrasteis en él. De esta manera cuando os llegue el momento de morir, podréis hacerlo felices, porque por lo menos no perdisteis el tiempo e hicisteis todo el bien que os fue posible". Verdaderamente, la vida es el mayor de los dones y el mayor de los riesgos. Es el talento inicial con capacidad para generar otros muchos talentos. Desarrollarla, hacerla fecunda es la gran misión y la primera responsabilidad de un cristiano. La propia vida nos pide laboriosidad mientras aguardamos el Día del Señor, como indica la segunda lectura. Por experiencia y por fe sabemos que la vida gana con la entrega, crece poniendo en juego sus oportunidades, se ensancha gozosamente cuando la invertimos en función de los demás. El que la guarda y la cobija tanto que no la hace rendir, la marchita de tal manera que termina arruinándola. No hay razones de peso que justifiquen el descuido o la holgazanería. No hay motivos para que la vida personal acabe en el chasco de la infecundidad. No, no hay excusa para el pecado de omisión, un pecado más frecuente de lo que creemos. Tal vez no le demos importancia. Sin embargo, sus nefastas consecuencias y su gravedad saltan a la vista en el deterioro de muchas personas y en el enrarecimiento de la vida social. El Evangelio descalifica contundentemente la actitud encogida, cobarde y mezquina de quien no quiso poner en funcionamiento el talento recibido: no fue fiel y cumplidor, no administró solícitamente lo que recibió como un regalo. ¿Quién de nosotros no se ve más o menos reflejado en esta foto? El plan y la gloria de Dios estriba en que pasemos por la vida dando fruto abundante y de manera permanente (Jn 15,8.16). La clave del acierto está en ser "fiel y cumplidor", como repite la parábola. Por tanto, en la Iglesia no debe haber nadie inválido, es decir, nadie debe decir: no sé, no valgo, no puedo... Es una insensatez indecente enterrar las cualidades y talentos. Todos sabemos, valemos y podemos hacer algo. Tampoco procede contentarse con lo mínimo, rebajar el compromiso, vivir comodonamente. Es una manera de enterrar los dones, que nos han regalado con otra finalidad: el bien común y el Reino de Dios. Ojalá nunca sintamos en el fondo de nuestra conciencia el reproche de la parábola, sino la felicitación por haber hecho rendir los talentos: "como has sido fiel en lo poco..., pasa al banquete de tu señor". P.Hidalgo

domingo, 12 de noviembre de 2017

Todos corremos el riesgo de abandonarnos cuando se debilita la esperanza. Lo más fácil es adormilarse y despreocuparse de todo. Pero, ¿no es ésa la tónica de los mediocres? Todas las generaciones hemos recibido los buenos consejos de la constancia, la paciencia, la atención, la responsabilidad..., para no perder el tren de la vida. Si perdemos ocasiones, en gran parte se debe a nuestro descuido e irresponsabilidad..

COMENTARIO Los libros sapienciales del Antiguo Testamento cantan a esa sabiduría integral, que ayuda ampliamente a las personas a conducirse por la vida. Quien la busca con verdadero deseo y buena intención, la encontrará, "pues a su puerta la hallará sentada". Ella misma nos busca, si nos encuentra dignos, y se nos muestra benévola, afirma la primera lectura. En efecto, si nos abrimos a esta sabiduría bíblica, dispondremos de muchos recursos para vivir con calidad. Más aún, sabremos enfocar y esperar la muerte como lo que verdaderamente es, según la fe: un encuentro amoroso con Dios, por quien aspira todo nuestro ser: "mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti". ¿No hemos soñado la muerte como un encuentro de comunión con el Dios que nos espera con los brazos abiertos? Sin duda este encuentro amoroso se dará si vivimos con las lámparas encendidas. He ahí una indicación de la sabiduría que revela la parábola evangélica. Nos habla de personas atentas y de personas descuidadas. Sólo las atentas están al tanto de los acontecimientos, mantienen un nivel de calidad, dan intensidad a los momentos concretos de la vida. A las personas descuidadas y desatentas les vencen los problemas. Y después vienen las quejas: "Señor, señor, ábrenos"... Todos corremos el riesgo de abandonarnos cuando se debilita la esperanza. Lo más fácil es adormilarse y despreocuparse de todo. Pero, ¿no es ésa la tónica de los mediocres? Todas las generaciones hemos recibido los buenos consejos de la constancia, la paciencia, la atención, la responsabilidad..., para no perder el tren de la vida. Si perdemos ocasiones, en gran parte se debe a nuestro descuido e irresponsabilidad. Sorprende en la parábola que unas doncellas no hayan querido compartir el aceite con las otras. Hay que decir que el matiz del compartir no es el que quiere destacar esta parábola. Lo que pretende Jesús es que reparemos en valores de tipo personal que dependen exclusivamente de nosotros: o uno es atento o es descuidado; o trabaja la calidad de su vida o se abandona. En esta responsabilidad nadie nos puede sustituir. Por tanto, no es propio de un cristiano andar por la vida despistado o adormilado. Un cristiano siempre debe ser un hijo de la luz. De ahí que acabe la parábola insistiendo en la vigilancia y en la vida atenta. P.Hidalgo