sábado, 23 de febrero de 2019

Jesús propone el ideal que ha ido fraguando en convivencia con Dios Padre; un ideal difícil, pero lleno de sensatez, que provoca ir más lejos en la práctica de la santidad, siempre atractiva y siempre exigente. Amar a los enemigos, prestar con generosidad, perdonar, bendecir, responder al mal con el bien... es la mentalidad que propone Jesús frente a otras doctrinas o filosofías de la vida...

El mensaje de la primera lectura es aleccionador: La venganza es de cobardes y destruye la convivencia; los valientes perdonan y con ese testimonio demuestran una categoría y elegancia de gran valor para la vida social. El perdón siempre hace pensar y es señal de gran espiritualidad y respeto. Este mensaje queda potenciado por el texto extraordinario del Evangelio. Jesús propone el ideal que ha ido fraguando en convivencia con Dios Padre; un ideal difícil, pero lleno de sensatez, que provoca ir más lejos en la práctica de la santidad, siempre atractiva y siempre exigente. Amar a los enemigos, prestar con generosidad, perdonar, bendecir, responder al mal con el bien... es la mentalidad que propone Jesús frente a otras doctrinas o filosofías de la vida. Esta mentalidad no es absurda, ni imposible de cumplir; al contrario, acerca el cielo a la tierra. Sin embargo, escasea, no es lo que se lleva. Por eso el Evangelio es noticia. Fijaos si es viejo. Pues todavía está poco ejercitado y en algunos todavía no se ha estrenado. El Reino que Dios sueña y por el que está vivamente interesado, para nuestro bien, se asienta en este talante. He ahí el espíritu que debe respirar toda comunidad cristiana y el comportamiento habitual de los verdaderos seguidores de Jesús. ¿Se reconoce e identifica a los cristianos por este modo de vida? Es verdad que estos valores los percibe cualquier persona por medio de su conciencia; por tanto, no son exclusivos de los cristianos. Pero en nosotros hay una motivación añadida: la fe, donde entra Dios como gran referencia. Si hemos experimentado personalmente que somos sus hijos, si hemos vivenciado que Dios es generoso y compasivo, ¿no vamos a proceder igual? Un cristiano, que medita el Evangelio, ha de respirar los valores evangélicos. Asegura un teólogo contemporáneo que este pasaje evangélico es sublime, pero molesto. Es tan sublime que resulta insoportable para nuestra ruindad. Al vernos tan lejos de este ideal, estamos tentados a pasar la hoja. Sin embargo, es un mensaje que tiene aplicación todos los días y a todas horas. Si los cristianos no vivimos habitualmente estos valores, estamos privando a la sociedad de una gran riqueza: la que sale inagotable y gratuitamente del Evangelio. P.Hidalgo

domingo, 17 de febrero de 2019

Hoy en el cumpleaños del Padre Antonio Rodriguez antiguo párroco de la Iglesia San José Obrero y Santa Rita en Vigo Galicia España

Esta es una foto del recuerdo (Año 2014) Parte del Coro de Inmigrantes "Alma Corazón y Vida" con el padre Antonio antiguo párroco de la Iglesia San José Obrero y Santa Rita en Vigo Galicia España Hoy domingo 17 de Febrero 2019 visitando al Padrecito Antonio por su cumpleaños , estaban presentes el Padre Santiago actual párroco de la Iglesia San José obrero y Santa Rita de Vigo, la hermana del Padre Antonio y parte del Coro de Inmigrantes "Alma, Corazón y Vida"

Ninguna otra página retrata a Jesús como las bienaventuranzas. Son su alternativa original, la espiritualidad desafiante que ha convencido y encantado a muchos, las líneas aparentemente torcidas que ayudan a ir derecho, la mentalidad que echa por tierra los falsos valores que pretenden imponerse socialmente...

La primera lectura contrapone dos tipos de personas: aquellas que se fían de Dios y siguen sus indicaciones por convencimiento, y aquellas que se apoyan sólo en los hombres apartando su corazón del Señor. Las primeras crecerán bien regadas y darán fruto, mientras que las segundas serán como cardos secos que no harán el bien ni dejarán hacerlo. ¿Demasiado fuerte este mensaje? Pues más crudo y atrevido es el evangelio de las bienaventuranzas, sobre todo éste de San Lucas que añade amenazas contra los ricos, los hartos... Para muchos es un pasaje difícil de encajar. Hay quien quisiera que no se le hubiera ocurrido a Jesús, porque menuda faena eso de cumplir las bienaventuranzas. A otros, cuando las meditan con sinceridad, se les cae la cara de vergüenza. Hay quien dice que es un ideal excesivo para el cuerpo y para el alma... Y hay quien considera que es la página más testimonial y revolucionaria del Evangelio. En efecto, ninguna otra página retrata a Jesús como las bienaventuranzas. Son su alternativa original, la espiritualidad desafiante que ha convencido y encantado a muchos, las líneas aparentemente torcidas que ayudan a ir derecho, la mentalidad que echa por tierra los falsos valores que pretenden imponerse socialmente. Hemos de estar muy agradecidos a Jesús por las bienaventuranzas, porque trazan los caminos de la verdadera felicidad. ¿Puede ser dichoso un pobre, un hambriento, uno que llora o uno que es odiado o perseguido? Jesús nos dice que sí, siempre que la causa sea la virtud. E indirectamente asegura: por el camino de los vicios nadie es verdaderamente feliz. Para Jesús el valor humano no está en el rico, en el que triunfa y es famoso a cualquier precio, en el que tiene poder e influencia y mira a los demás por encima del hombro, en el que se divierte descaradamente, en el que manda sin escrúpulos, en el que se ríe de los pobres, etc. ¿Genera más felicidad la sociedad de la abundancia que el Evangelio? ¿No seremos más felices teniendo menos y compartiendo más? El valor para Jesús está en el que elige ser pobre, desprendido, sencillo... Intentar la felicidad al margen de las bienaventuranzas es como querer respirar sin atmósfera. No, las bienaventuranzas no son ninguna tomadura de pelo. Son la mejor noticia del Evangelio, una fina espiritualidad que sólo los sensibles y los de corazón limpio pueden captar. Son el programa del Reino de Dios, el cuestionario que hemos de aprobar todos los que intentamos ser cristianos. Si el mensaje de hoy es, ya de por sí, inquietante, lo acentúa aún más la Campaña contra el Hambre que nos presenta la Organización Manos Unidas. La miseria y el hambre siguen siendo una vergüenza y un escándalo diarios. Basta abrir los ojos para observar que la solidaridad no crece ni se respeta la dignidad de los pobres. La gente normal y sencilla se conmociona ante este problema punzante; los políticos y los dirigentes de las multinacionales no; al menos no se nota. Los extremos se alejan: de un lado están los sectores y países de la técnica, el desarrollo, la comodidad, el consumo y hasta el despilfarro; de otro, los sectores y países del hambre, la injusticia, la miseria, la enfermedad, la muerte prematura... Sabemos muy bien que el hambre está matando a muchos seres como nosotros. Puede que nuestras conciencias se sientan momentáneamente sacudidas; pero el problema sigue ahí martilleando el alma. El amor cristiano, según el ideal y el testimonio de Jesús, no admite ninguna marginación; es compasivo ante el sufrimiento y la miseria humana. Manos Unidas nos lo recuerda todo el año pero de manera especial en este mes de febrero. ¿Qué podemos hacer nosotros? Lo primero: aprender de Jesús la dicha de ser pobre. Seguir a Jesús comporta aprender a ser pobre hasta elegir voluntariamente serlo. Quien vive el don de la pobreza evangélica contempla y utiliza los bienes materiales como un medio de comunión; no se hace esclavo de las cosas; no las busca con ansiedad. Quien se siente pobre, rehúye todo privilegio, entiende que la verdadera dignidad reposa en la sencillez y adopta una postura de igualdad con los demás. ¿Qué más podemos hacer? No habituarnos a las imágenes que nos llegan por los medios de comunicación, ni buscar justificaciones para no implicarnos pensando que la responsabilidad principal la tienen otros. Podemos hacer algo entre muchos para que el mapa de la pobreza y del hambre no siga creciendo. Ya lo dice el refrán: “Un grano no hace granero, pero ayuda al compañero". Tu testimonio puede crear estilo en tu ambiente. P.hidalgo

sábado, 9 de febrero de 2019

Dios sigue llamando y asombrando, porque no cuenta con personas ya hechas y santas, sino con personas limitadas que necesitan confianza y conversión. Jesús, experto en evangelización, nos dice que nosotros también valemos para evangelizar. Sólo nos pide que vivamos en estrecha comunión con Él y que nos fiemos de su palabra. Si trabajamos a una con Jesús, nos asombraremos muchas veces de cómo, a pesar de nosotros, se ensancha el Reino de Dios...

Comentario; La primera lectura presenta una experiencia impactante, un encuentro personal con Dios que cambia la vida, convierte el corazón y suscita un compromiso profético. Ante la contemplación de la santidad de Dios, Isaías se siente pequeño, pecador, asustado y casi incapaz de nada. Pero transformado por el amor de Dios, entierra los temores y le dice: "Aquí estoy, envíame". Cuando uno está convencido de la llamada de Dios, lo mejor es responder con fidelidad; Él hará el resto. San Pablo reconoce que la gracia de Dios ha provocado grandes logros y transformaciones en su persona. Confiesa que la muerte y la resurrección de Jesús es lo nuclear del Evangelio que se ha ido transmitiendo. Esta tradición coincide con lo que él ha vivenciado como seguidor de Jesús. Y basándose en su propio testimonio, asegura que experimentar a Jesús resucitado es el fundamento que mejor sostiene la fe. La escena del Evangelio denota, en primer lugar, que Jesús tenía don de gentes: La multitud se agolpaba a su alrededor. Enseñaba y realizaba gestos con especial convicción y autoridad. Por eso atraía, aunque muchas veces la gente no descubriera el sentido profundo de lo que hacía y enseñaba. Pero Jesús nunca se dejó encandilar por las multitudes; estuvo especialmente despierto para no dejarse engañar por los aplausos o la fama. La gente cambia fácilmente de opinión... Después, la escena del Evangelio cambia de decorado, se vuelve estrictamente marinera. La vida del mar, como la del campo, le sirvió a Jesús para muchos ejemplos y enseñanzas. En medio del lago invita a faenar a pleno día. No era lo normal. Además, habían pasado la noche entera bregando y el esfuerzo había sido baldío. No obstante, se fían y el resultado es sorprendente. Con Jesús nada hay imposible. Él aprovecha la ocasión para proponer a aquellos trabajadores otra vocación y otro oficio: ser pescadores de hombres. Parece que la decisión fue terminante: "dejándolo todo, le siguieron". Dios sigue llamando y asombrando, porque no cuenta con personas ya hechas y santas, sino con personas limitadas que necesitan confianza y conversión. Jesús, experto en evangelización, nos dice que nosotros también valemos para evangelizar. Sólo nos pide que vivamos en estrecha comunión con Él y que nos fiemos de su palabra. Si trabajamos a una con Jesús, nos asombraremos muchas veces de cómo, a pesar de nosotros, se ensancha el Reino de Dios... Jesús necesita colaboradores y nuestras comunidades también. Todos podemos compaginar el trabajo con la misión. Que nadie se desmarque, ni se desanime. Está más que comprobado que con Jesús somos fecundos y la misión es eficaz. Pero si cada uno va por libre y Jesús no está en medio, la comunidad no avanza ni sirve eficazmente al pueblo. Cuando experimentemos la dureza de la evangelización y no veamos resultados, al menos aparentemente, oremos. Es probable que Jesús nos diga: "Echad las redes otra vez". Y deberemos proceder como Pedro: "Maestro, porque tú lo dices, lo haremos". P.Hidalgo

domingo, 3 de febrero de 2019

Jesús no lo pudo pasar peor al comienzo de su misión en medio de su pueblo. Experimentó el contraste de su destino: Quiere gastar la vida en liberación de todos y, a cambio, irá encontrando amenazas. Por un lado, fue popular; pero, por otro, al ser independiente por fidelidad a Dios, tuvo que morder muy pronto el polvo de la incomprensión y del fracaso. ¿Por qué estas reacciones ante Jesús cargado de amor y de honradez?...

El profeta Jeremías siente que su vocación arranca del seno materno. Otros muchos han tenido una experiencia semejante. Tal impacto vocacional provoca firmeza, coraje y confianza, porque Dios acompaña y es la mejor garantía. El verdadero profeta es un creyente convencido, una persona independiente, crítica y atrevida, que obedece a los planes de Dios por encima de cualquier otra consigna, que arriesga y es fiel hasta el martirio. Apasionado por el Reino de Dios, el profeta se enfrenta a toda estructura injusta, que frene o lesione los derechos humanos, con el único objetivo de arreglar las situaciones. El profeta no busca el poder, ni sobresalir, ni llamar la atención... Es la conciencia más profunda y digna del pueblo, la alternativa a lo que no funciona como Dios manda. ¿Dónde están hoy los profetas? Jesús demostró serlo en medio de su gente. Cuando reveló su identidad en la sinagoga, al principio hubo asombro y hasta admiración: Hablaba como un verdadero profeta, "enseñaba con autoridad...: palabras de gracia salían de sus labios". Pero pronto comenzaron a dudar de Él. Y de la admiración se fue pasando al abucheo: "¿No es éste el hijo de José?". ¿Va a ser el Mesías este paisano nuestro? ¡Imposible! Y no descubrieron al Profeta encarnado en el pueblo. Al contrario, se calentaron tanto los ánimos que estuvieron a punto de despeñarlo por creído y embustero. Jesús lamentó profundamente su falta de fe y, basándose en esta experiencia de frustración, dejó una frase lapidaria: "Ningún profeta es bien mirado en su tierra". En efecto, los buenos profetas nunca lo han tenido fácil; al contrario, han sufrido toda clase de dificultades y desprecios. Sólo Dios les ha dado fuerza y esperanza. Jesús no lo pudo pasar peor al comienzo de su misión en medio de su pueblo. Experimentó el contraste de su destino: Quiere gastar la vida en liberación de todos y, a cambio, irá encontrando amenazas. Por un lado, fue popular; pero, por otro, al ser independiente por fidelidad a Dios, tuvo que morder muy pronto el polvo de la incomprensión y del fracaso. ¿Por qué estas reacciones ante Jesús cargado de amor y de honradez? El texto de la carta de San Pablo a los corintios es de lo más sublime y realista que se ha escrito sobre el amor. Es una descripción magistral del amor cristiano. Este amor es el don fundamental, el que da calidad y belleza a la vida. Sin este amor, uno es sólo fachada. Amar no es fácil para nadie, y menos cuando se trata de un amor sacrificado como el cristiano. Pero si éste echa raíces en el alma, no pasa nunca. P.Hidalgo