domingo, 24 de enero de 2016

Domingo III del Tiempo Ordinario San Lucas al construir su evangelio tiene interés en resaltar cómo el Espíritu influye en la vida y misión de Jesús. El pasaje de hoy retrata maravillosamente su identidad y su vocación. Entre sus paisanos, en medio de la comunidad religiosa de su pueblo, Jesús se reconoce en la profecía de Isaías. En un arrebato de sinceridad revela delante de sus vecinos el programa y la misión que Dios le ha confiado: evangelizar, liberar, curar y anunciar incansablemente un tiempo definitivo de gracia salvadora. Por este plan de Dios se lo juega todo, hasta la propia vida...

San Pablo utiliza el símbolo del cuerpo humano para expresar la pluralidad y la complementación en la Iglesia. No valemos todos para todo. En el cuerpo humano hay muchos miembros y todos tienen su función. Si uno falla, todos lo notan; si uno está herido, todos se resienten; lo que le sucede a un miembro, repercute en todo el cuerpo. Dios nos ha hecho a su imagen y semejanza para ser y vivir unidos en la diversidad. El Concilio Vaticano II recordó que la Iglesia no es una empresa, ni una organización más o menos poderosa, sino una comunidad viva, con miembros diferentes, con carismas diversos, unos al servicio de los otros. Como en el cuerpo humano, todos, desde el Papa hasta los laicos, formamos el Cuerpo de Cristo y nos necesitamos unos a otros. Y así como en una familia hay miembros más débiles o delicados que tratamos con mayor detalle y atención, lo mismo debe suceder en la sociedad y en la Iglesia. Así lo quiere Dios. San Lucas al construir su evangelio tiene interés en resaltar cómo el Espíritu influye en la vida y misión de Jesús. El pasaje de hoy retrata maravillosamente su identidad y su vocación. Entre sus paisanos, en medio de la comunidad religiosa de su pueblo, Jesús se reconoce en la profecía de Isaías. En un arrebato de sinceridad revela delante de sus vecinos el programa y la misión que Dios le ha confiado: evangelizar, liberar, curar y anunciar incansablemente un tiempo definitivo de gracia salvadora. Por este plan de Dios se lo juega todo, hasta la propia vida. Su testimonio ha dejado en la historia una huella imposible de borrar. Jesús cumplió como un valiente. Mucha gente, en contacto con Él, levantó el ánimo, reforzó la moral y recompuso su personalidad, aunque todavía queda para que su plan se realice del todo. El valor de Jesús ha sido reconocido ampliamente a lo largo de la historia. Su proyecto humanizador ha sido analizado con interés generación tras generación. ¿Se puede presentar otro mejor? Hasta ahora, nadie lo ha hecho. Este programa ha de inspirar el quehacer diario de los cristianos. Qué distinta sería nuestra sociedad si, como Jesús, pudiéramos afirmar con sinceridad y rotundamente: "Hoy se cumple esta Escritura". Podemos pensarlo y revisarlo. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

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