domingo, 28 de febrero de 2016

El Vuelo de la Paz Por D. Antonio Rodríguez Suárez. Párroco de San José Obrero y Sta. Rita. Este libro tiene como finalidad invitar a los fieles a la reflexión, oración... Disponible en la parroquia y en el Obispado

El Evangelio nos vuelve a poner ante la urgencia de la conversión, pero no como una amenaza, sino como una provocación educativa y saludable. Ello no impide que nos preguntemos: ¿Hasta cuándo vamos a jugar con la paciencia de Dios? ¿Acabaremos cortados o arrancados para no ocupar un terreno en balde?.."

El texto del Éxodo evoca un encuentro extraordinario, impactante, vocacional de Dios con Moisés. Acontece en medio de su trabajo habitual (cuidar el rebaño) y en relación con unas zarzas que ardían sin consumirse. La verdad es que la presencia de Dios puede compararse a un fuego potente, que nos quema por dentro y nos ilumina sin que lo podamos evitar. Dios sorprende a Moisés y le pide algo atrevido y arriesgado. Moisés había proyectado su vida al lado de su suegro Jetró en tierras de Madián. Pero, he aquí que Dios lo llama por su nombre, le calienta el corazón y le pide que se desprenda de lo que tiene entre manos: Hay que sacar al pueblo de la opresión de Egipto y cuenta con él. Estamos ante un relato vocacional que demuestra cómo la vocación no es algo que se escoge, sino una llamada divina, un encuentro inesperado, que sobrecoge, impacta, provoca otro modo de vida y compromete. Moisés comprende a Dios, pero le cuesta colaborar, porque las cosas de Dios nunca son fáciles por más que estén cargadas de sentido. Generalmente, a toda vocación acompaña una misión comprometida, para la que Dios ayuda y capacita siempre. La advertencia de san Pablo: "el que se cree seguro, ¡cuidado! no caiga", es de gran sensatez y sabiduría. La salvación no depende exclusivamente de nosotros, aunque es también una responsabilidad y una tarea; es primeramente un don, que llevamos en recipientes frágiles porque nuestra condición es así. No nos hemos de creer seguros, aunque contemos con la ayuda de la fe. Los verdaderos creyentes confían en Dios, pero son conscientes de su debilidad. La tentación nos ronda y muchas veces nos hace caer. Por eso, la misma experiencia nos recomienda humildad, cuidado y vigilancia. La parábola de la higuera estéril nos fotografía a muchos cristianos. Nuestra vida es más estéril que fecunda en frutos evangélicos. Todos podemos dar más de nosotros mismos. Necesitamos cultivo, mayor responsabilidad, poner al día las convicciones y llevarlas a la práctica. La conversión es cuestión de interioridad. El Evangelio nos vuelve a poner ante la urgencia de la conversión, pero no como una amenaza, sino como una provocación educativa y saludable. Ello no impide que nos preguntemos: ¿Hasta cuándo vamos a jugar con la paciencia de Dios? ¿Acabaremos cortados o arrancados para no ocupar un terreno en balde? La parábola de la higuera estéril plantea una conversión efectiva, demostrada con signos y frutos de renovación. Si estos frutos no existen, tendremos que recordar que el Reino de Dios comienza por uno mismo. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R

viernes, 26 de febrero de 2016

VIACRUCIS EN CUARESMA - HOY VIERNES 26 DE FEBRERO SE INVITA A LOS GRUPOS DE INMIGRANTES A LAS 19 HORAS A QUE PARTICIPEN EN EL VIACRUCIS Y EUCARISTIA EN LA PARROQUIA DEL PERPETUO SOCORRO DE VIGO EN LA CALLE LALIN 3 FRENTE AL EDIF. DE HACIENDA , ROGAMOS DIFUSIÓN

Primera Estación Jesús es sentenciado a muerte Considera como Jesús, después de haber sido azotado y coronado de espinas, fue injustamente sentenciado por Pilato a morir crucificado. ADORADO Jesús mío: mis pecados fueron más bien que Pilato, los que os sentenciaron a muerte. Por los méritos de este doloroso paso, os suplico me asistáis en el camino que va recorriendo mi alma para la eternidad. Os amo, ¡oh Jesús mío más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mi como os agrade. Amén. Segunda Estación Jesús es cargado con la cruz Considera como Jesús, andando este camino con la cruz a cuestas, iba pensando en ti y ofreciendo a su Padre por tu salvación la muerte que iba a padecer. AMABILÍSIMO Jesús mío: abrazo todas las tribulaciones que me tenéis destinadas hasta la muerte, y os ruego, por los méritos de la pena que sufristeis llevando vuestra Cruz, me deis fuerza para llevar la mía con perfecta paciencia y resignación. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén. Tercera Estación Jesús cae por primera vez Considera esta primera caída de Jesús debajo de la Cruz. Sus carnes estaban despedazadas por los azotes; su cabeza coronada de espinas, y había ya derramado mucha sangre, por lo cual estaba tan débil, que apenas podía caminar; llevaba al mismo tiempo aquel enorme peso sobre sus hombros y los soldados le empujaban; de modo que muchas veces desfalleció y cayó en este camino. AMADO Jesús mío: más que el peso de la Cruz, son mis pecados los que os hacen sufrir tantas penas. Por los méritos de esta primera caída, libradme de incurrir en pecado mortal. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén. Cuarta Estación Jesús encuentra a su afligida madre Considera el encuentro del Hijo con su Madre en este camino. Se miraron mutuamente Jesús y María, y sus miradas fueron otras tantas flechas que traspasaron sus amantes corazones. AMANTÍSIMO Jesús mío: por la pena que experimentasteis en este encuentro, concededme la gracia de ser verdadero devoto de vuestra Santísima Madre. Y Vos, mi afligida Reina, que fuisteis abrumada de dolor, alcanzadme con vuestra intercesión una continua y amorosa memoria de la Pasión de vuestro Hijo. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén. Quinta Estación Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz Considera como los judíos, al ver que Jesús iba desfalleciendo cada vez más, temieron que se les muriese en el camino y, como deseaban verle morir de la muerte infame de Cruz, obligaron a Simón el Cirineo a que le ayudase a llevar aquel pesado madero. DULCÍSIMO Jesús mío: no quiero rehusar la Cruz, como lo hizo el Cirineo, antes bien la acepto y la abrazo; acepto en particular la muerte que tengáis destinada para mí, con todas las penas que la han de acompañar, la uno a la vuestra, y os la ofrezco. Vos habéis querido morir por mi amor, yo quiero morir por el vuestro y por daros gusto; ayudadme con vuestra gracia. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío! más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén. Sexta Estación La Verónica limpia el rostro de Jesús Considera como la devota mujer Verónica, al ver a Jesús tan fatigado y con el rostro bañado en sudar y sangre, le ofreció un lienzo, y limpiándose con él nuestro Señor, quedó impreso en éste su santa imagen. AMADO Jesús mío: en otro tiempo vuestro rostro era hermosísimo; más en este doloroso viaje, las heridas y la sangre han cambiado en fealdad su hermosura. ¡Oh Señor mío, también mi alma quedó hermosa a vuestros ojos cuando recibí la gracia del bautismo, mas yo la he desfigurado después con mis pecados. Vos sólo, ¡oh Redentor mío!, podéis restituirle su belleza pasada: hacedlo por los méritos de vuestra Pasión. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén. Séptima Estación Jesús cae por segunda vez Considera la segunda caída de Jesús debajo de la Cruz, en la cual se le renueva el dolor de las heridas de su cabeza y de todo su cuerpo al afligido Señor. OH PACIENTÍSIMO Jesús mío. Vos tantas veces me habéis perdonado, y yo he vuelto a caer y a ofenderos. Ayudadme, por los méritos de esta nueva caída, a perseverar en vuestra gracia hasta la muerte. Haced que en todas las tentaciones que me asalten, siempre y prontamente me encomiende a Vos. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío! más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén. Octava Estación Las mujeres de Jerusalén lloran por Jesús Considera como algunas piadosas mujeres, viendo a Jesús en tan lastimosa estado, que iba derramando sangre por el camino, lloraban de compasión; mas Jesús les dijo: no lloréis por mí, sino por vosotras mismas y por vuestros hijos. AFLIGIDO Jesús mío: lloro las ofensas que os he hecho, por los castigos que me han merecido, pero mucho más por el disgusto que os he dado a Vos, que tan ardientemente me habéis amado. No es tanto el Infierno, como vuestro amor, el que me hace llorar mis pecados. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén. Novena Estación Jesús cae por tercera vez Considera la tercera caída de Jesucristo. Extremada era su debilidad y excesiva la crueldad de los verdugos, que querían hacerle apresurar el paso, cuando apenas le quedaba aliento para moverse. ATORMENTADO Jesús mío: por los méritos de la debilidad que quisisteis padecer en vuestro camino al Calvario, dadme la fortaleza necesaria para vencer los respetos humanos y todos mis desordenados y perversos apetitos, que me han hecho despreciar vuestra amistad. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén. Décima Estación Jesús es despojado de sus vestiduras Considera como al ser despojado Jesús de sus vestiduras por los verdugos, estando la túnica interior pegada a las carnes desolladas por los azotes, le arrancaran también con ella la piel de su sagrado cuerpo. Compadece a tu Señor y dile: INOCENTE Jesús mío: por los méritos del dolor que entonces sufristeis, ayudadme a desnudarme de todos los afectos a las cosas terrenas, para, que pueda yo poner todo mi amor en Vos, que tan digno sois de ser amado. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén. Undécima Estación Jesús es clavado en la cruz Considera como Jesús, tendido sobre la Cruz, alarga sus pies y manos y ofrece al Eterno Padre el sacrificio de su vida por nuestra salvación; le enclavan aquellos bárbaros verdugos y después levantan la Cruz en alto, dejándole morir de dolor, sobre aquel patíbulo infame. OH DESPRECIADO Jesús mío. Clavad mi corazón a vuestros pies para que quede siempre ahí amándoos y no os deje más. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido: no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez: haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén. Duodécima Estación Jesús muere en la cruz Considera como Jesús después de tres horas de agonía, consumido de dolores y exhausto de fuerzas su cuerpo, inclina la cabeza y expía en la Cruz. OH DIFUNTO Jesús mío. Beso enternecido esa Cruz en que por mí habéis muerto. Yo, por mis pecados, tenía merecida una mala muerte, mas la vuestra es mi esperanza. Ea pues Señor, por los méritos de vuestra santísima muerte, concededme la gracia de morir abrazado a vuestros pies y consumido por vuestro amor. En vuestras manos encomiendo mi alma. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén. Decimotercera Estación Jesús es bajado de la cruz Considera como, habiendo expirado ya el Señor, le bajaron de la Cruz dos de sus discípulos, José y Nicodemo, y le depositaran en los brazos de su afligida Madre, María, que le recibió con ternura y le estrechó contra su pecho traspasado de dolor. OH MADRE afligida. Por el amor de este Hijo, admitidme por vuestro siervo y rogadle por mí. Y Vos, Redentor mío, ya que habéis querido morir por mí, recibidme en el número de los que os aman más de veras, pues yo no quiero amar nada fuera de Vos. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén. Decimocuarta Estación Jesús es colocado en el sepulcro Considera como los discípulos llevaron a enterrar a Jesús, acompañándole también su Santísima Madre, que le depositó en el sepulcro con sus propias manos. Después cerraron la puerta del sepulcro y se retiraron. OH JESÚS MÍO sepultado. Beso esa losa que os encierra. Vos resucitasteis después de tres días; por vuestra resurrección os pido y os suplico me hagáis resucitar glorioso en el día del juicio final para estar eternamente con Vos en la Gloria, amándoos y bendiciéndoos. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

sábado, 20 de febrero de 2016

CUARESMA, TIEMPO DE CONVERSIÓN

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2016 “Misericordia quiero y no sacrificio” (Mt 9,13). Las obras de misericordia en el camino jubilar 1. María, icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada En la Bula de convocación del Jubileo invité a que «la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios» (Misericordiae vultus, 17). Con la invitación a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la iniciativa «24 horas para el Señor» quise hacer hincapié en la primacía de la escucha orante de la Palabra, especialmente de la palabra profética. La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio. Por eso, en el tiempo de la Cuaresma enviaré a los Misioneros de la Misericordia, a fin de que sean para todos un signo concreto de la cercanía y del perdón de Dios. María, después de haber acogido la Buena Noticia que le dirige el arcángel Gabriel, canta proféticamente en el Magnificat la misericordia con la que Dios la ha elegido. La Virgen de Nazaret, prometida con José, se convierte así en el icono perfecto de la Iglesia que evangeliza, porque fue y sigue siendo evangelizada por obra del Espíritu Santo, que hizo fecundo su vientre virginal. En la tradición profética, en su etimología, la misericordia está estrechamente vinculada, precisamente con las entrañas maternas (rahamim) y con una bondad generosa, fiel y compasiva (hesed) que se tiene en el seno de las relaciones conyugales y parentales. 2. La alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia El misterio de la misericordia divina se revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios y su pueblo Israel. Dios, en efecto, se muestra siempre rico en misericordia, dispuesto a derramar en su pueblo, en cada circunstancia, una ternura y una compasión visceral, especialmente en los momentos más dramáticos, cuando la infidelidad rompe el vínculo del Pacto y es preciso ratificar la alianza de modo más estable en la justicia y la verdad. Aquí estamos frente a un auténtico drama de amor, en el cual Dios desempeña el papel de padre y de marido traicionado, mientras que Israel el de hijo/hija y el de esposa infiel. Son justamente las imágenes familiares —como en el caso de Oseas (cf. Os 1-2)— las que expresan hasta qué punto Dios desea unirse a su pueblo. Este drama de amor alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre. En él Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de él la «Misericordia encarnada» (Misericordiae vultus, 8). En efecto, como hombre, Jesús de Nazaret es hijo de Israel a todos los efectos. Y lo es hasta tal punto que encarna la escucha perfecta de Dios que el Shemà requiere a todo judío, y que todavía hoy es el corazón de la alianza de Dios con Israel: «Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,4-5). El Hijo de Dios es el Esposo que hace cualquier cosa por ganarse el amor de su Esposa, con quien está unido con un amor incondicional, que se hace visible en las nupcias eternas con ella. Es éste el corazón del kerygma apostólico, en el cual la misericordia divina ocupa un lugar central y fundamental. Es «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (Exh. ap. Evangelii gaudium, 36), el primer anuncio que «siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis» (ibíd., 164). La Misericordia entonces «expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer» (Misericordiae vultus, 21), restableciendo de ese modo la relación con él. Y, en Jesús crucificado, Dios quiere alcanzar al pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí donde se perdió y se alejó de Él. Y esto lo hace con la esperanza de poder así, finalmente, enternecer el corazón endurecido de su Esposa. 3. Las obras de misericordia La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo. Por eso, expresé mi deseo de que «el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina» (ibíd., 15). En el pobre, en efecto, la carne de Cristo «se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga... para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado» (ibíd.). Misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento del Cordero Inocente, zarza ardiente de amor gratuito ante el cual, como Moisés, sólo podemos quitarnos las sandalias (cf. Ex 3,5); más aún cuando el pobre es el hermano o la hermana en Cristo que sufren a causa de su fe. Ante este amor fuerte como la muerte (cf. Ct 8,6), el pobre más miserable es quien no acepta reconocerse como tal. Cree que es rico, pero en realidad es el más pobre de los pobres. Esto es así porque es esclavo del pecado, que lo empuja a utilizar la riqueza y el poder no para servir a Dios y a los demás, sino parar sofocar dentro de sí la íntima convicción de que tampoco él es más que un pobre mendigo. Y cuanto mayor es el poder y la riqueza a su disposición, tanto mayor puede llegar a ser este engañoso ofuscamiento. Llega hasta tal punto que ni siquiera ve al pobre Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa (cf. Lc 16,20-21), y que es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión. Lázaro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos. Y este ofuscamiento va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el demoníaco «seréis como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz de todo pecado. Ese delirio también puede asumir formas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y actualmente también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose incluso a mirarlos. La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar. Por tanto, nunca hay que separar las obras corporales de las espirituales. Precisamente tocando en el mísero la carne de Jesús crucificado el pecador podrá recibir como don la conciencia de que él mismo es un pobre mendigo. A través de este camino también los «soberbios», los «poderosos» y los «ricos», de los que habla el Magnificat, tienen la posibilidad de darse cuenta de que son inmerecidamente amados por Cristo crucificado, muerto y resucitado por ellos. Sólo en este amor está la respuesta a la sed de felicidad y de amor infinitos que el hombre —engañándose— cree poder colmar con los ídolos del saber, del poder y del poseer. Sin embargo, siempre queda el peligro de que, a causa de un cerrarse cada vez más herméticamente a Cristo, que en el pobre sigue llamando a la puerta de su corazón, los soberbios, los ricos y los poderosos acaben por condenarse a sí mismos a caer en el eterno abismo de soledad que es el infierno. He aquí, pues, que resuenan de nuevo para ellos, al igual que para todos nosotros, las lacerantes palabras de Abrahán: «Tienen a Moisés y los Profetas; que los escuchen» (Lc 16,29). Esta escucha activa nos preparará del mejor modo posible para celebrar la victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte del Esposo ya resucitado, que desea purificar a su Esposa prometida, a la espera de su venida. No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez (cf. Lc 1,48), reconociéndose como la humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38). Vaticano, 4 de octubre de 2015 Fiesta de San Francisco de Assis Francisco

El Evangelio nos relata una escena apoteósica, sorprendente, en el alto de un monte: la transfiguración de Jesús. Los tres discípulos quedaron tan impactados que deseaban permanecer allí de por vida: "Maestro, qué hermoso es estar aquí. Hagamos tres chozas..."

Abrahán, como cualquier creyente, no tuvo fácil el camino de la fe. Las promesas de Dios son espectaculares, entusiasmantes: "Mira al cielo, cuenta las estrellas... Así será tu descendencia". Pero después la realidad es más cruda y dura. No se ve todos los días que las promesas de Dios hagan fecunda la vida. Muchas veces la niebla y la oscuridad nos quitan panorámica. Pero Dios mantiene con su presencia lo que ha prometido y lo corrobora con pactos significativos: "Aquel día el Señor hizo alianza con Abrahán". Cualquier momento es bueno para vivenciar intensamente las alianzas de Dios. La tradición y la experiencia creyente nos aseguran que Él está comprometido con el mundo y con la historia. Su gran compromiso es la Alianza. Se ha desposado con nosotros y nos ha jurado cariño eterno. Esto es tan valioso y absoluto que para muchos se convierte en la vocación suprema, en la aspiración fundamental. San Pablo llegó a tener esta experiencia mística; por eso se atreve a brindarse como modelo en el seguimiento de Jesús y a recordarnos que, además de pisar tierra, somos también ciudadanos del cielo. El Evangelio nos relata una escena apoteósica, sorprendente, en el alto de un monte: la transfiguración de Jesús. Los tres discípulos quedaron tan impactados que deseaban permanecer allí de por vida: "Maestro, qué hermoso es estar aquí. Hagamos tres chozas...". ¿Qué experimentaron Pedro, Santiago y Juan? ¿La talla humana y divina de Jesús? Lo cierto es que quedaron muy impresionados del descubrimiento personal al que estaban asistiendo. Jesús conversaba con Moisés y Elías acerca de la transcendencia de su muerte redentora. Hay que notar que los discípulos tuvieron tal experiencia mientras acompañaban a Jesús orando. ¿Es imprescindible orar para descubrir la talla y la transcendencia de Jesús? La verdad es que las experiencias místicas ayudan mucho a los creyentes comprometidos. No sólo cargan las pilas y oxigenan el espíritu, sino que templan el ánimo y capacitan para sacrificarse por los demás hasta el grado de oblación que Dios quiera. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

domingo, 14 de febrero de 2016

El domingo primero de Cuaresma es el de Jesús tentado, como nosotros. Ayer como hoy, la tentación acontece, nos ronda. La Biblia reconoce y relata de diferentes modos su presencia e influjo contaminante en la vida de las personas y de los pueblos. Ayer como hoy, la tentación acosa y golpea.

I Domingo de Cuaresma COMENTARIO.- La primera lectura condensa una bella experiencia religiosa que se mantuvo en el antiguo pueblo de Dios generación tras generación. A modo de oración y de confesión de fe, el pueblo expresaba con gran pedagogía y con reconocida gratitud que Dios había intervenido generosamente en la vida personal y colectiva. También nosotros tenemos experiencia de que Él no defrauda, sino que tiene múltiples signos y detalles de salvación abundante. Por eso, se nos amontonan las razones y los motivos para estar agradecidos con Dios, y para profesar con el corazón y con los labios que Él es amigo y bienhechor. Pero el mensaje que se repite, año tras año, el domingo primero de Cuaresma es el de Jesús tentado, como nosotros. Ayer como hoy, la tentación acontece, nos ronda. La Biblia reconoce y relata de diferentes modos su presencia e influjo contaminante en la vida de las personas y de los pueblos. Ayer como hoy, la tentación acosa y golpea. Pero tentación no es lo mismo que pecado; ni mucho menos. Jesús, semejante a nosotros e inmerso en un mundo de maldad, fue tentado también. Sin embargo, no se dejó enredar, no le penetró ningún virus pecaminoso, porque no le concedió la más mínima facilidad. Dice el Evangelio que antes de comenzar activamente su etapa misionera, Jesús sintió la necesidad de hacer un retiro largo para plantearse de una manera definitiva, crítica y orante su vocación y misión. El Espíritu lo fue llevando por el desierto. Y en esa situación fue tentado por el diablo; dicho con otras palabras, vivió dramáticamente una crisis. En realidad, así nos pasa a todos. Cuando uno medita y se aplica con sinceridad los planes de Dios o los valores del espíritu, cuando quiere poner la vida al servicio del Evangelio, cuando se propone ajustarse a la voluntad de Dios, aparece el Maligno turbando, distrayendo, enredando o camuflando la realidad. Pero, si uno es profundamente creyente, en esas situaciones siente también que está habitado por Dios y su inspiración ilumina, equilibra y fortalece. Es verdad. En medio de la tentación Dios templa, anima y ayuda. En Jesús la Palabra de Dios pudo más que otros mensajes engañosos. Él optó por la libertad y descartó venderse, como le proponía seductoramente el Maligno. Así, en el crisol del desierto quedó definitivamente depurada, definida y afirmada su personalidad. Convencido de que el ser humano no se alimenta sólo de pan, confiesa que sólo Dios es digno de culto y entiende que el proyecto de su vida ha de ir por la línea del desprendimiento, del servicio y de la oblación total. Se adhiere al plan de Dios a costa de cualquier sacrificio, consciente de que es lo acertado, lo auténtico. En resumen, las tentaciones que sufrió Jesús no son muy diferentes a las nuestras. Son las tentaciones que acosan a todo ser humano: el deseo de poder y de triunfo, de abundancia y de fama, de placer y de comodidad. ¿Cómo respondemos ante la tentación? Buena pregunta para meditar y responder durante la Cuaresma.P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

martes, 9 de febrero de 2016

Con el Miércoles de Ceniza iniciamos un recorrido de preparación para la Pascua. Comenzamos la Cuaresma con un signo de muerte (la ceniza) y terminaremos con un signo de vida (el Cirio pascual). Mientras tanto, reforzamos la vivencia cristiana en orden a mejorar. Desde que este tiempo litúrgico fraguó en la Iglesia, siempre ha tenido símbolos acentuando su sentido. ¿Qué valor damos hoy a la ceniza, al ayuno, a la abstinencia...? Por ejemplo, hay quien ayuna por estética y quien lo hace por motivaciones evangélicas y para compartir. Salta a la vista que no es Io mismo. Además, podemos extender el ayuno y la abstinencia a otros ámbitos de la vida, y nos irá bien. Por ejemplo:

— Ayuno y abstinencia de alcohol y de tabaco. - — Ayuno y abstinencia de gastos superfluos. - — Ayuno y abstinencia de televisión para aprovechar el tiempo de manera más personalizante. - — Ayuno y abstinencia de críticas, insultos, quejas, riñas, rencores... - — Ayuno y abstinencia de palabrotas. - — Ayuno y abstinencia de manías. - — Ayuno y abstinencia de cobardías, avaricias, perezas, desenfrenos... - — Ayuno y abstinencia de todo un etcétera que cada uno puede concretar... En resumen, si el Evangelio nos pide ayunar, es para poner freno a los apetitos consumistas; si nos aconseja dar limosna, es para que estimulemos y ejercitemos el valor del compartir, de la solidaridad; si nos propone que oremos, es para que cultivemos más intensamente la convivencia con Dios que tanto nos ayuda. Hagamos todo esto de una manera natural, sencilla y hasta con discreción. En Cuaresma Jesús nos pide, ante todo, misericordia, que, bien entendida, consiste en demostrar con signos y gestos una alta preocupación por todos. En la vida se nos presentan frecuentes ocasiones para mejorar. La Cuaresma es una de ellas.

domingo, 7 de febrero de 2016

ALMUERZO CON MONSEÑOR D.LUIS QUINTEIRO FIUZA OBISPO DE LA DIOCESIS TUY VIGO CON LOS GRUPOS PARROQUIALES EN SU VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA SAN JOSÉ OBRERO Y SANTA RITA ORGANIZADORES DE ESTE ALMUERZO DE CONFRATERNIDAD HOY DOMINGO 7 DE FEBRERO 2016

Monseñor D. Luis Quinteiro Fiuza con nuestra SuBdelegada Diocesana de las Migraciones Tuy Vigo Dña. Luisi Motta León Participarón en este Almuerzo con el Obispo organizado por la Parroquia San José Obrero a los grupos que participan en esta Parroquia. Monseñor Quinteiro Fiuza, Dña Luisi Motta León (Subdelegada Diocesana de las Migraciones Tuy - Vigo y el Padre Antonio Parroco de la Iglesia San José Obrero y Santa Rita organizador de este almuerzo de confraternidad. GRUPOS PARROQUIALES DE LA PARROQUIA SAN JOSÉ OBRERO Y SANTA RITA CORO DE INMIGRANTES "ALMA,CORAZÓN Y VIDA"

VISITA PASTORAL DE MONSEÑOR LUIS QUINTEIRO FIUZA OBISPO DE TUY VIGO A LA PARROQUIA SAN JOSÉ OBRERO Y SANTA RITA HOY DOMINGO 7 DE FEBRERO 2016

MONSEÑOR D. LUIS QUINTEIRO FIUZA Y D. ANTONIO PARROCO DE ESTA PARROQUIA SAN JOSÉ OBRERO Y SANTA RITA Y LOS GRUPOS DE ESTA PARROQUIA NUESTRO OBISPO CON EL CORO DE INMIGRANTES "ALMA , CORAZÓN Y VIDA"

La Asociación Madres Latinas y Asociación Africana en Vigo A.I.D.A abordaron el viernes el tema de los niños refugiados en una video charla y coloquio en la que participaron Hortanse Ngpabai, presidenta de A.I.D.A, y Luisi Motta León, la responsable de Madres Latinas. La cita, que se celebró por la tarde en la Casa da Muller y en la que colaboró la Pastoral Diocesana de las Migraciones Tui-Vigo, tenía como objetivo visibilizar el drama que afrontan la familias y los niños refugiados.

http://www.farodevigo.es/gran-vigo/2016/02/07/madres-latinas-aida-tratan-tema/1400001.html

sábado, 6 de febrero de 2016

La vida del mar, como la del campo, le sirvió a Jesús para muchos ejemplos y enseñanzas. En medio del lago invita a faenar a pleno día. No era lo normal. Además, habían pasado la noche entera bregando y el esfuerzo había sido baldío. No obstante, se fían y el resultado es sorprendente. Con Jesús nada hay imposible.

COMENTARIO DEL EVANGELIO DOMINGO 7 La primera lectura presenta una experiencia impactante, un encuentro personal con Dios que cambia la vida, convierte el corazón y suscita un compromiso profético. Ante la contemplación de la santidad de Dios, Isaías se siente pequeño, pecador, asustado y casi incapaz de nada. Pero transformado por el amor de Dios, entierra los temores y le dice: "Aquí estoy, envíame". Cuando uno está convencido de la llamada de Dios, lo mejor es responder con fidelidad; Él hará el resto. San Pablo reconoce que la gracia de Dios ha provocado grandes logros y transformaciones en su persona. Confiesa que la muerte y la resurrección de Jesús es lo nuclear del Evangelio que se ha ido transmitiendo. Esta tradición coincide con lo que él ha vivenciado como seguidor de Jesús. Y basándose en su propio testimonio, asegura que experimentar a Jesús resucitado es el fundamento que mejor sostiene la fe. La escena del Evangelio denota, en primer lugar, que Jesús tenía don de gentes: La multitud se agolpaba a su alrededor. Enseñaba y realizaba gestos con especial convicción y autoridad. Por eso atraía, aunque muchas veces la gente no descubriera el sentido profundo de lo que hacía y enseñaba. Pero Jesús nunca se dejó encandilar por las multitudes; estuvo especialmente despierto para no dejarse engañar por los aplausos o la fama. La gente cambia fácilmente de opinión... Después, la escena del Evangelio cambia de decorado, se vuelve estrictamente marinera. La vida del mar, como la del campo, le sirvió a Jesús para muchos ejemplos y enseñanzas. En medio del lago invita a faenar a pleno día. No era lo normal. Además, habían pasado la noche entera bregando y el esfuerzo había sido baldío. No obstante, se fían y el resultado es sorprendente. Con Jesús nada hay imposible. Él aprovecha la ocasión para proponer a aquellos trabajadores otra vocación y otro oficio: ser pescadores de hombres. Parece que la decisión fue terminante: "dejándolo todo, le siguieron". Dios sigue llamando y asombrando, porque no cuenta con personas ya hechas y santas, sino con personas limitadas que necesitan confianza y conversión. Jesús, experto en evangelización, nos dice que nosotros también valemos para evangelizar. Sólo nos pide que vivamos en estrecha comunión con Él y que nos fiemos de su palabra. Si trabajamos a una con Jesús, nos asombraremos muchas veces de cómo, a pesar de nosotros, se ensancha el Reino de Dios... Jesús necesita colaboradores y nuestras comunidades también. Todos podemos compaginar el trabajo con la misión. Que nadie se desmarque, ni se desanime. Está más que comprobado que con Jesús somos fecundos y la misión es eficaz. Pero si cada uno va por libre y Jesús no está en medio, la comunidad no avanza ni sirve eficazmente al pueblo. Cuando experimentemos la dureza de la evangelización y no veamos resultados, al menos aparentemente, oremos. Es probable que Jesús nos diga: "Echad las redes otra vez". Y deberemos proceder como Pedro: "Maestro, porque tú lo dices, lo haremos".P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

LOS INMIGRANTES SE UNEN PARA DENUNCIAR LA CRISIS DE LOS REFUGIADOS - ATLANTICO DIARIO - FOTO NOTICIAS PAG. 9 VIGO GALICIA ESPAÑA

viernes, 5 de febrero de 2016

Video Charla Coloquio Hablemos de Migrantes y refugiados No más muertes y desapariciones de niños, dolorosamente "Los muertos ya no conmueven, las cifras ya no impresionan" Ponente:Hortanse Ngpabai ( presidenta A.I.D.A) Modera: Luisi Motta León (presidenta de Madres Latinas) Dia: Viernes 5 de Febrero 2016 Lugar: Casa da Muller , rua Romil 20 Vigo Hora: 19:30 H. Colabora: Pastoral Diocesana de las Migraciones Tuy Vigo Organizan: Asociación Madres Latinas Asociación Africana en Vigo A.I.D.A

Jornada Mundial y Pascua del Enfermo 2016 El departamento de Pastoral de la Salud, dentro de la Comisión Episcopal de Pastoral, ha editado los materiales para la Campaña del Enfermo 2016. Con el mismo lema, “María, icono de la confianza y del acompañamiento. Haced lo que Él os diga (Jn. 2,5)”, la Iglesia en España celebra el día 11 de febrero el Día del Enfermo y el 1 de mayo la Pascua del enfermo, de carácter mundial. María, icono de la confianza y del acompañamiento “Haced lo que Él os diga” (Jn. 2,5) Día del enfermo: 11 de febrero de 2016 Pascua del enfermo: 1 de mayo de 2016