domingo, 29 de mayo de 2016

Domingo, 29 de Mayo. El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo Dijo Jesús a los discípulos: "Dadles vosotros de comer". Es decir, podemos resolver entre todos las necesidades que acontecen si practicamos la solidaridad. Cuando se comparte, no hay miserias, ni hambrunas, ni víctimas inocentes por hambre; al contrario, la generosidad hace milagros, y al compartir descubrimos que los bienes se multiplican de una manera sorprendente...

COMENTARIO DEL EVANGELIO:Corpus Christi es un día sacramental, eucarístico. Con el Jueves Santo, evoca el significado de la Última Cena de Jesús con sus discípulos. Por eso, es el día de la Eucaristía y de la Caridad, es decir, del amor convertido en gesto solidario, en servicio, en oblación... Corpus Christi es el día en el que se motiva, de manera especial, el compartir los bienes, porque la propiedad privada, radicalmente entendida, no va con los cristianos. Nosotros rezamos en plural: “Danos hoy nuestro pan de cada día...". El pan, símbolo del alimento necesario en la generalidad de las culturas, es un derecho que no se puede negar a nadie. Sin embargo, la existencia de personas con necesidades fundamentales sin cubrir cuestiona el uso que estamos haciendo de los bienes. La mentalidad cristiana ha sido muy clara desde el principio: El amor a Dios se demuestra amando a los hermanos. El texto evangélico lo acaba de expresar con todo realismo. Dijo Jesús a los discípulos: "Dadles vosotros de comer". Es decir, podemos resolver entre todos las necesidades que acontecen si practicamos la solidaridad. Cuando se comparte, no hay miserias, ni hambrunas, ni víctimas inocentes por hambre; al contrario, la generosidad hace milagros, y al compartir descubrimos que los bienes se multiplican de una manera sorprendente. El ejemplo siempre será Jesús, que lo dio todo y se entregó por completo. La Iglesia ha conservado su testamento que encierra una enorme espiritualidad. Jesús se vale del pan humilde para expresar su amor total: se parte y se reparte, satisface nuestras hambres y nos recuerda que hay más necesidades que las físicas: hambre de verdad, de libertad, de justicia, de belleza... Al final sólo Dios puede satisfacer la necesidad y el hambre de eternidad. Comer el pan sagrado de Jesús es potenciar la comunión, asumir su causa, luchar por lo que Él luchó. Y, al mismo tiempo, es brindar misericordia, bondad, justicia, generosidad... Es una contradicción comulgar y después ser envidioso, egoísta, orgulloso o violento. En resumen, la eucaristía es el sacramento nuclear y culminante de la vida cristiana, el símbolo que Jesús nos entregó y que nos mandó repetir celebrativamente: "Haced esto en conmemoración mía". Es el sacramento del compartir y repartir, de la entrega y del sacrificio por los demás hasta su expresión suprema, el martirio. Por eso es considerado el sacramento central y culminante de la vida cristiana.

domingo, 22 de mayo de 2016

Domingo, 22 de mayo - La Santísima Trinidad Jesús, Dios-con-nosotros, es la mayor y mejor revelación del Dios Trinidad, el símbolo de su condición, el espejo que refleja su identidad, su mejor fotografía. Jesús es pura transparencia divina. Su misión es testimoniar a Dios, hablar de Él con toda su persona. Para ello utiliza cantidad de recursos y de mediaciones. En este sentido qué bien resuena aquella confesión dirigida al discípulo Felipe: "Quien me ha visto a mí ha visto al Padre"

COMENTARIO DEL EVANGELIO DE HOY No es fácil hablar de Dios, aunque tengamos una fuerte experiencia religiosa y la mística divina nos empape. Con frecuencia se oye que Dios es inefable, indefinible, imposible de expresar porque supera todas nuestras medidas y categorías. Los judíos del Antiguo Testamento consideraban que Dios es innombrable y tenían prohibida cualquier imagen o representación suya porque serían parciales, inexactas, meras proyecciones de nuestras intuiciones que lo desfigurarían. Por todo ello se dice que Dios es misterio, aunque un misterio sublime que nos atrae y nos estremece, ante el cual lo mejor que podemos hacer es contemplar y callar. Tal vez por esto hoy es el Día eclesial de los Contemplativos, de esos cristianos cuya vocación no comporta hacer algo especial, sino simbolizar hasta qué punto Dios atrae y cómo es capaz de capitalizar radicalmente toda una vida. Sin embargo, Dios no se ha quedado encerrado y ensimismado en su mundo, alejado de nuestra historia. Se ha revelado y se deja encontrar llenando nuestra vida de sentido, cubriendo nuestros vacíos de amistad, de esperanza, de plenitud. Sin Dios arrastraríamos una amarga tensión, nos ahogaríamos en una terrible insatisfacción existencial. Pero no, Dios se nos ha acercado, lo vivenciamos, nos habita, se derrama en amor como jamás hubiéramos sospechado. Incluso nos ha abierto su casa y nos ha introducido en su intimidad familiar, trinitaria, un hogar de amor y de vida que no tiene fronteras. Jesús, Dios-con-nosotros, es la mayor y mejor revelación del Dios Trinidad, el símbolo de su condición, el espejo que refleja su identidad, su mejor fotografía. Jesús es pura transparencia divina. Su misión es testimoniar a Dios, hablar de Él con toda su persona. Para ello utiliza cantidad de recursos y de mediaciones. En este sentido qué bien resuena aquella confesión dirigida al discípulo Felipe: "Quien me ha visto a mí ha visto al Padre" (Jn 14,9). Sí, Jesús nos habla de un Abba y de una relación como hijos de un Dios que es Padre y Madre. Los cristianos creemos que Jesús no desfigura la imagen de Dios, ni sus planes, ni su Reino; al contrario, nos transmite su imagen adecuada, una imagen entrañable. Y creemos también que el Espíritu completa la revelación de Jesús porque es Verdad y conduce hasta la verdad plena, y porque es el amor de Dios derramado en nuestro corazón. Como creyentes, tenemos la suerte de entender y disfrutar que "en Dios vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17,28) como predicaba San Pablo, y que en el fondo nuestra vida cristiana consiste en caminar hacia el Padre por el Hijo en el Espíritu Santo con conciencia de hijos adoptivos. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

lunes, 16 de mayo de 2016

Exposición «Nais do Mundo» Dias: del 16 de Mayo al 4 de Junio 2016 en el Salón de Exposiciones «Casa das Mulleres» rua romil 20 Vigo Horario: 18 a 21 Horas. Organiza: Asociación Madres Latinas, Asociación Africana A.I.D.A. y la Pastoral Diocesana de las Migraciones Tuy Vigo.

Pedro Sanchez en Vigo , el candidato a la Presidencia del gobierno de España tuvo un encuentro con diversos colectivos, vecinales, culturales, deportivos, de migraciones y religiosos en el Hotel Ciudad de Vigo, en la foto con la Jueza Lola Galovar y Luisi Motta León Subdelegada Diocesana de las Migraciones Tuy Vigo y Presidenta de la Asociación Madres Latinas España.

El secretario general del Partido Socialista Obrero Español y candidato a la Presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, tuvo hoy un encuentro en la ciudad con diferentes colectivos sociales, culturales y deportivos. El acto fué en el Hotel Ciudad de Vigo a la una de la tarde. El alcalde vigués, Abel Caballero, fué el encargado de presentar este encuentro con Pedro Sánchez. FOTO Pedro Sanchez con la Jueza Lola Galovar y Luisi Motta León Subdelegada Diocesana de las Migraciones Tuy Vigo y Presidenta de la Asociación Madres Latinas España.

domingo, 15 de mayo de 2016

Domingo de Pentecostés.- El bautismo del Espíritu Santo el día de Pentecostés sobre los apóstoles y demás cristianos reunidos fue un hecho claro y extraordinariamente positivo. Si creían los jefes religiosos de Jerusalén que habían hecho callar a Jesús para siempre y que sus discípulos se habían acobardado con tal escarmiento, se confunden por completo. Aquellos hombres se habían encerrado ciertamente por miedo; estaban sumidos en un mar de dudas; parecían acabados y aplanados por el fracaso; eran como un cuerpo sin alma. Pero con la irrupción del Espíritu Santo se motivan extraordinariamente, salen a la calle, comienzan a hablar como profetas en nombre de Jesús y todos les entienden..

COMENTARIO DEL EVANGELIO DE HOY.- Hoy es un día específico para agradecer a Dios Padre y a Jesús que nos hayan regalado su propio Espíritu, que nos confirma en la fe y nos ayuda a entender profundamente las enseñanzas y los valores del Evangelio. Este regalo le conviene a todo el mundo. El bautismo del Espíritu Santo el día de Pentecostés sobre los apóstoles y demás cristianos reunidos fue un hecho claro y extraordinariamente positivo. Si creían los jefes religiosos de Jerusalén que habían hecho callar a Jesús para siempre y que sus discípulos se habían acobardado con tal escarmiento, se confunden por completo. Aquellos hombres se habían encerrado ciertamente por miedo; estaban sumidos en un mar de dudas; parecían acabados y aplanados por el fracaso; eran como un cuerpo sin alma. Pero con la irrupción del Espíritu Santo se motivan extraordinariamente, salen a la calle, comienzan a hablar como profetas en nombre de Jesús y todos les entienden. Y es que las cosas de Jesús no son tan difíciles de entender si uno abre la mente y el corazón. Otra cosa es que tengamos coraje para seguirlo. Es evidente. El impacto de Pentecostés multiplica discípulos. Además, están dispuestos a dar la cara y arriesgar cuanto haga falta por la causa de Jesús. Un coraje sobrenatural los reviste y los penetra. Una iluminación divina les hace entender el sentido profundo del Evangelio. Una mística nueva les ensancha el alma y los lanza a ser testigos públicamente. Pero el dinamismo de Pentecostés no acabó entonces. El Espíritu sigue interviniendo porque hay un Pentecostés permanente en la vida de la Iglesia. El Espíritu sigue ofreciendo dones, despertando servicios, haciéndonos corresponsables en la misión de la Iglesia hacia dentro y hacia fuera. Gracias a este Enviado de Dios, que nunca nos deja, podemos rezar metidos en la corriente trinitaria, podemos sorprendernos ante muchos signos y prodigios de la fe, podemos disfrutar la experiencia entrañable de sentirnos hijos de Dios y podemos ser testigos de dones impactantes. Sí, hermanos, el Espíritu Santo es la luz, la fuerza, la vida, el aliento, el consuelo de Dios para la Iglesia y el mundo. Mueve desde la interioridad, ilumina las situaciones más oscuras, enciende el corazón de muchos valientes que se lo piden, induce a servir. Pone en marcha a la Iglesia, concede dones y carismas para riqueza de la comunidad al servicio de todo el pueblo, es una motivación extraordinaria para evangelizar y reconciliar. La verdadera misión de la Iglesia llevará siempre la marca y el sello del Espíritu Santo. Este Espíritu es lo más digno y determinante que el Padre y Jesús nos han podido regalar. Ellos cumplieron su palabra y su promesa. Ahora nos toca a nosotros sacar partido de este don tan vitalizador. Al cristiano que se deja conducir por el Espíritu, se le nota; cambia radicalmente; es una persona de convicciones, de sólida religiosidad, de fuerza incontenible, capaz de penetrar en la realidad transformadoramente; es una persona servidora, libre, sencilla, generosa, arriesgada, orante, sincera, compasiva... Pentecostés nos recuerda la vocación de vivir al aire del Espíritu y de volcarlo a la sociedad por medio de un testimonio vivificante. Donde hay Espíritu de Dios reinan la verdad y la libertad, hay paz y entendimiento, hay unidad.

lunes, 9 de mayo de 2016

Quitarse las sandalias “Comunicar significa compartir y para compartir se necesita escuchar”. Escuchar es un acto de humanidad, de un encuentro con el otro, lo que indica una desaparición de uno mismo, un “martirio” del yo para dar voz, espacio, a otro. “En la escucha se consuma una especie de martirio, un sacrificio de sí mismo en el que se renueva el gesto realizado por Moisés ante la zarza ardiente: quitarse las sandalias en el «terreno sagrado» del encuentro con el otro que me habla (cf. Ex 3,5)”. (Francisco, “Comunicación y misericordia: un encuentro fecundo”). Escuchar es un dejar habitar, hacer experiencia del don de otro. Esto es lo que escribió Efrén el Sirio sobre el nacimiento de Jesús. Es María quien habla: “Con ti comienzo y espero acabar contigo. Si yo abro la boca, Llena tu mi boca. Soy de una tierra que y eres el agricultor: sembrando en mí tu voz, tú que te siembras a tí mismo en el vientre de tu madre “. (Efrén, el Sirio, Himnos sobre la Natividad 15.1). Efrén el Sirio vuelve a leer el nacimiento de Dios en la Virgen María, como una acción de escucha de la misma vida de Dios “como por el pequeño oído de Eva la muerte ha entrado, lo mismo a través de un oído nuevo, el de María, la vida llegó y nos fue concedida” (Efrén el Sirio, Himnos sobre la Iglesia, XLIX, 7). La escucha afina los sentidos cuando se configura a través del silencio que es “parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos.” (Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: “Silencio y Palabra: camino de evangelización”).

Llamados a quitarse las sandalias Reflexión sobre el Mensaje de FranciscoLlamados para comunicarse como hijos de Dios El evangelista Mateo recuerda las palabras de Jesús: “No llame “padre” ninguno de vosotros en la tierra, porque uno es vuestro Padre, el del cielo” (Mt 23,9). Para ello, dice, “todos vosotros sois hermanos”. Para comunicar a los hijos de Dios, por tanto, hay que buscar la forma en que comunicó el Padre y como anunció el Hijo en el cual, por la gracia, somos hijos y hermanos.

En el Nuevo Testamento, el Padre habla del bautismo de Jesús en el río Jordán y durante la transfiguración en el monte Tabor. En el bautismo, Juan el Bautista, y la multitud presente, una voz atraviesa el cielo: “Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacía él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (Mc 1, 9-11). Además de en el evangelio de Marcos, hay otra síntesis del mismo acontecimiento en Mateo y en Lucas (Mt 3, 16-17; Lucas 3, 21-22). En el momento de la transfiguración de Jesús, sin embargo, en presencia de los tres apóstoles -Pedro, Santiago y Juan- la voz de Dios se revela de manera diferente: “Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía: Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo. Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.” (Mt 17, 5-6; Mc 9, 2-7). En el Evangelio de Lucas también encontramos: “Y una voz desde la nube decía: “Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo” (Lc 9, 35). La voz de Dios Padre, sin embargo, aparece en otro momento importante en los Evangelios, de San Juan (Jn 12). Después de la resurrección de Lázaro, Jesús siente que se acerca la hora final y se dirige al Padre: “Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: “Padre, líbrame de esta hora”. Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre». Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo». (Jn 12, 27-28). El Padre, entonces, habla a través del Hijo; lo conocemos por cuánto el Hijo nos dice de Él. Es la confianza con el Hijo, en la familiaridad cotidiana con su Palabra, la empatía con sus pensamientos y sentimientos, que nosotros aprendemos a hablar como hijos de Dios con palabras de misericordia, de acogida, de la profecía. Sin profundizar en el misterio del Hijo de escuchar para aprender el seno del Padre, nuestras palabras serán el fruto estrategias, mas nunca tendrá la fuerza para impactar al corazón, para entrenar el alma en la alegría de la reconciliación y el encuentro con el Elegido. Sanar las relaciones La misericordia tiene el poder “para sanar las relaciones dañadas y volver a llevar la paz y armonía a las familias y a las comunidades. [...] La misericordia es capaz de activar un nuevo modo de hablar y de dialogar” (FRANCISCO, “Comunicación y misericordia: un encuentro fecundo”). Vivir como hermanos, en el perdón y en la acogida es el resultado de la experiencia de la misericordia, que también se convierte en orientación para renovar la dinámica e instituciones eclesiales. La contemporaneidad, recordaba Juan Pablo II en su encíclica Dives in misericordia, “parece oponerse al Dios de la misericordia y tiende además a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de la misericordia. La palabra y el concepto de «misericordia» parecen producir una cierta desazón en el hombre, quien, gracias a los adelantos tan enormes de la ciencia y de la técnica, como nunca fueron conocidos antes en la historia, se ha hecho dueño y ha dominado la tierra mucho más que en el pasado (cf. Gén 1, 28)”. El Jubileo Extraordinario de la Misericordia, a cincuenta años del Concilio Vaticano II, renueva en la Iglesia la responsabilidad y la alegría para emprender el camino de la misericordia no como disminución de los rigores de la justicia, sino más bien como una manera de mostrar que Dios no sólo hace gestos de misericordia, sino que Él mismo es misericordia. Como Benedicto XVI nos ha recordado en su encíclica Deus caritas est. “Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4, 16). Estas palabras de la Primera Carta de Juan expresan con claridad meridiana el corazón de la fe cristiana: la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de su camino [...].Por eso, en mi primera encíclica deseo hablar del amor, del cual Dios nos colma, y que nosotros debemos comunicar a los demás”. Este es el don que la Iglesia desea expresar con gestos y palabras, testimoniando en las calles del mundo que la misericordia abre las puertas al futuro, se preocupa del camino que hay que seguir, en lugar de mirar al pasado marcado por los fracasos. Vale la pena recordar el Evangelio de Juan (Jn 8), el encuentro entre Jesús y la adúltera y de sus agresores: “Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?» (Jn 8, 3-11). Jesús se compadece, comparte el sufrimiento de la mujer. A diferencia de los acusadores, que miraban el pasado pecaminoso de la mujer guardaba, Jesús se levanta (como para indicar la idea de un resurgir, de un nacer de nuevo) y le ofrece el perdón que abre un nuevo camino. Además, “los misericordiosos tienen un amor incontenible hacía los pequeños, los enfermos, los pobres, los que han sido humillados y han sufrido abusos, los que sufren injusticias y los que fueron expulsados, hacia aquellos que están atormentados y afligidos; ellos son cercanos a quienes han caído en el pecado y la culpa. Ninguna miseria es tan profunda, ningún pecado es tan terrible, como para que no se pueda aplicar” (D. Bonhoeffer, Discipulado, Queriniana, Nueva York 1997, p. 103). Quitarse las sandalias “Comunicar significa compartir y para compartir se necesita escuchar”. Escuchar es un acto de humanidad, de un encuentro con el otro, lo que indica una desaparición de uno mismo, un “martirio” del yo para dar voz, espacio, a otro. “En la escucha se consuma una especie de martirio, un sacrificio de sí mismo en el que se renueva el gesto realizado por Moisés ante la zarza ardiente: quitarse las sandalias en el «terreno sagrado» del encuentro con el otro que me habla (cf. Ex 3,5)”. (Francisco, “Comunicación y misericordia: un encuentro fecundo”). Escuchar es un dejar habitar, hacer experiencia del don de otro. Esto es lo que escribió Efrén el Sirio sobre el nacimiento de Jesús. Es María quien habla: “Con ti comienzo y espero acabar contigo. Si yo abro la boca, Llena tu mi boca. Soy de una tierra que y eres el agricultor: sembrando en mí tu voz, tú que te siembras a tí mismo en el vientre de tu madre “. (Efrén, el Sirio, Himnos sobre la Natividad 15.1). Efrén el Sirio vuelve a leer el nacimiento de Dios en la Virgen María, como una acción de escucha de la misma vida de Dios “como por el pequeño oído de Eva la muerte ha entrado, lo mismo a través de un oído nuevo, el de María, la vida llegó y nos fue concedida” (Efrén el Sirio, Himnos sobre la Iglesia, XLIX, 7). La escucha afina los sentidos cuando se configura a través del silencio que es “parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos.” (Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: “Silencio y Palabra: camino de evangelización”). Es en silencio donde tomamos cuenta de la presencia del Señor, tal y como recuerda San Agustín: “nuestra alma necesita la soledad. En la soledad, si el alma está atenta, Dios se deja ver. La multitud es ruidosa: para ver a Dios el silencio es necesario” (San Agustín, Comentario al Evangelio de San Juan, Nueva Ciudad, Roma, 1968, p 405.). Es en el silencio, en conseguir escuchar, donde nos aferramos al susurro de Dios que muestra su amor incansable hacía nosotros: “como se dice, no hay peor sordo que el que no quiere oír. Si Dios es el autor de la Biblia, entonces es el autor de la antropología que le ofrece al hombre. Si en la Biblia es Dios quien escribe el texto para explicar a los hombres su idea de hombre, entonces puede comportarse como cualquier padre real y auténtico maestro: repite, esperando con ansiedad la respuesta del hombre. [...] Todos tenemos que escuchar, estudiar y comprender “(S. Petrosino, “Creación y misericordia”, en MISSIO, los testigos de Dios, testigos de la misericordia, Missio, Roma 2012, pp. 7-13, p. 8) Redes digitales, entre la responsabilidad y la proximidad El desarrollo de la tecnología hace que sea posible una proximidad que antes era más compleja: si en la Edad Media, las reuniones tenían una velocidad de peatones, ahora se multiplican las formas de interacción, intercambio y encuentro. Es el “poder de la comunicación como proximidad” (Francisco, “Comunicación y misericordia: un encuentro fecundo”). Esta visión guía la reflexión sobre la comunicación como una relación y, por lo tanto, “No basta pasar por las calles digitales, es decir simplemente estar conectados: es necesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero encuentro. [...] Las estrategias comunicativas no garantizan la belleza, la bondad y la verdad de la comunicación. El mundo de los medios de comunicación no puede ser ajeno de la preocupación por la humanidad, sino que está llamado a expresar también ternura. La red digital puede ser un lugar rico en humanidad: no una red de cables, sino de personas humanas”. (Francisco, Mensaje para la XLVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones: “Comunicación social al servicio de una auténtica cultura del encuentro”). La polarización de un entusiasmo ingenuo o una visión apocalíptica del mundo digital no ayudará mucho, ni mucho menos las prácticas educativas. Hoy asistimos a una expansión de las diversas formas sociales entre sí, sin prioridad lógica o temporal. Se puede compartir una experiencia primero a través de las redes sociales y luego ser parte de un grupo y tener un encuentro, y puede ocurrir al contrario: después de un retiro entre los jóvenes de una diócesis se puede seguir cultivando la reflexión a través de las redes sociales. Es una apuesta para jugar de manera responsable, como recuerda Adriano Fabris: “Se trata [...] de recuperar, en relación con las nuevas tecnologías, la dimensión de una respuesta real: los criterios y los principios que garantizan el funcionamiento y darles valor. [...] Cada uno de nosotros, en persona, es responsable en la medida en que se suma en una relación que lo implica, y lo asume reflexivamente [...]. Quien es responsable es responsable no solo de las relaciones que dependen de cada uno propiamente. [...] Es el responsable de la misma naturaleza de las relaciones en las que está involucrado: el alcance general en que se desarrolla su obrar” (A. Fabris, Ética de las nuevas tecnologías, la escuela, Brescia 2012, pp. 133-134). Esto nos puede ayudar a pensar lo que está ocurriendo en los cuentas de Twitter e Instagram del papa Francisco. Mons. Dario Edoardo Viganò Prefecto de la Secretaría para la Comunicación de la Santa Sede

domingo, 8 de mayo de 2016

Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales La Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social ha preparado los materiales para la L Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Este año, el Papa Francisco invita a reflexionar en torno al lema: “Comunicación y Misericordia: un encuentro fecundo”. Su mensaje para esta Jornada puede ayudarnos en el trabajo de la comunicación de la Iglesia y en nuestra propia reflexión sobre cómo hacerlo mejor. El contexto de la Misericordia es el mejor ambiente para que la comunicación entre las personas sea eficaz y dé fruto. “Comunicación y Misericordia: un encuentro fecundo” Domingo, 8 de mayo de 2016 Solemnidad de la Ascensión del Señor

Mensaje del Santo Padre Francisco para la L Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales Comunicación y Misericordia: un encuentro fecundo Queridos hermanos y hermanas: El Año Santo de la Misericordia nos invita a reflexionar sobre la relación entre la comunicación y la misericordia. En efecto, la Iglesia, unida a Cristo, encarnación viva de Dios Misericordioso, está llamada a vivir la misericordia como rasgo distintivo de todo su ser y actuar. Lo que decimos y cómo lo decimos, cada palabra y cada gesto debería expresar la compasión, la ternura y el perdón de Dios para con todos. El amor, por su naturaleza, es comunicación, lleva a la apertura, no al aislamiento. Y si nuestro corazón y nuestros gestos están animados por la caridad, por el amor divino, nuestra comunicación será portadora de la fuerza de Dios. Como hijos de Dios estamos llamados a comunicar con todos, sin exclusión. En particular, es característico del lenguaje y de las acciones de la Iglesia transmitir misericordia, para tocar el corazón de las personas y sostenerlas en el camino hacia la plenitud de la vida, que Jesucristo, enviado por el Padre, ha venido a traer a todos. Se trata de acoger en nosotros y de difundir a nuestro alrededor el calor de la Iglesia Madre, de modo que Jesús sea conocido y amado, ese calor que da contenido a las palabras de la fe y que enciende, en la predicación y en el testimonio, la «chispa» que los hace vivos. La comunicación tiene el poder de crear puentes, de favorecer el encuentro y la inclusión, enriqueciendo de este modo la sociedad. Es hermoso ver personas que se afanan en elegir con cuidado las palabras y los gestos para superar las incomprensiones, curar la memoria herida y construir paz y armonía. Las palabras pueden construir puentes entre las personas, las familias, los grupos sociales y los pueblos. Y esto es posible tanto en el mundo físico como en el digital. Por tanto, que las palabras y las acciones sean apropiadas para ayudarnos a salir de los círculos viciosos de las condenas y las venganzas, que siguen enmarañando a individuos y naciones, y que llevan a expresarse con mensajes de odio. La palabra del cristiano, sin embargo, se propone hacer crecer la comunión e, incluso cuando debe condenar con firmeza el mal, trata de no romper nunca la relación y la comunicación. Quisiera, por tanto, invitar a las personas de buena voluntad a descubrir el poder de la misericordia de sanar las relaciones dañadas y de volver a llevar paz y armonía a las familias y a las comunidades. Todos sabemos en qué modo las viejas heridas y los resentimientos que arrastramos pueden atrapar a las personas e impedirles comunicarse y reconciliarse. Esto vale también para las relaciones entre los pueblos. En todos estos casos la misericordia es capaz de activar un nuevo modo de hablar y dialogar, como tan elocuentemente expresó Shakespeare: «La misericordia no es obligatoria, cae como la dulce lluvia del cielo sobre la tierra que está bajo ella. Es una doble bendición: bendice al que la concede y al que la recibe» (El mercader de Venecia, Acto IV, Escena I). Es deseable que también el lenguaje de la política y de la diplomacia se deje inspirar por la misericordia, que nunca da nada por perdido. Hago un llamamiento sobre todo a cuantos tienen responsabilidades institucionales, políticas y de formar la opinión pública, a que estén siempre atentos al modo de expresase cuando se refieren a quien piensa o actúa de forma distinta, o a quienes han cometido errores. Es fácil ceder a la tentación de aprovechar estas situaciones y alimentar de ese modo las llamas de la desconfianza, del miedo, del odio. Se necesita, sin embargo, valentía para orientar a las personas hacia procesos de reconciliación. Y es precisamente esa audacia positiva y creativa la que ofrece verdaderas soluciones a antiguos conflictos así como la oportunidad de realizar una paz duradera. «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. […] Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,7.9). Cómo desearía que nuestro modo de comunicar, y también nuestro servicio de pastores de la Iglesia, nunca expresara el orgullo soberbio del triunfo sobre el enemigo, ni humillara a quienes la mentalidad del mundo considera perdedores y material de desecho. La misericordia puede ayudar a mitigar las adversidades de la vida y a ofrecer calor a quienes han conocido sólo la frialdad del juicio. Que el estilo de nuestra comunicación sea tal, que supere la lógica que separa netamente los pecadores de los justos. Nosotros podemos y debemos juzgar situaciones de pecado –violencia, corrupción, explotación, etc.–, pero no podemos juzgar a las personas, porque sólo Dios puede leer en profundidad sus corazones. Nuestra tarea es amonestar a quien se equivoca, denunciando la maldad y la injusticia de ciertos comportamientos, con el fin de liberar a las víctimas y de levantar al caído. El evangelio de Juan nos recuerda que «la verdad os hará libres» (Jn 8,32). Esta verdad es, en definitiva, Cristo mismo, cuya dulce misericordia es el modelo para nuestro modo de anunciar la verdad y condenar la injusticia. Nuestra primordial tarea es afirmar la verdad con amor (cf. Ef 4,15). Sólo palabras pronunciadas con amor y acompañadas de mansedumbre y misericordia tocan los corazones de quienes somos pecadores. Palabras y gestos duros y moralistas corren el riesgo hundir más a quienes querríamos conducir a la conversión y a la libertad, reforzando su sentido de negación y de defensa. Algunos piensan que una visión de la sociedad enraizada en la misericordia es injustificadamente idealista o excesivamente indulgente. Pero probemos a reflexionar sobre nuestras primeras experiencias de relación en el seno de la familia. Los padres nos han amado y apreciado más por lo que somos que por nuestras capacidades y nuestros éxitos. Los padres quieren naturalmente lo mejor para sus propios hijos, pero su amor nunca está condicionado por el alcance de los objetivos. La casa paterna es el lugar donde siempre eres acogido (cf. Lc 15,11-32). Quisiera alentar a todos a pensar en la sociedad humana, no como un espacio en el que los extraños compiten y buscan prevalecer, sino más bien como una casa o una familia, donde la puerta está siempre abierta y en la que sus miembros se acogen mutuamente. Para esto es fundamental escuchar. Comunicar significa compartir, y para compartir se necesita escuchar, acoger. Escuchar es mucho más que oír. Oír hace referencia al ámbito de la información; escuchar, sin embargo, evoca la comunicación, y necesita cercanía. La escucha nos permite asumir la actitud justa, dejando atrás la tranquila condición de espectadores, usuarios, consumidores. Escuchar significa también ser capaces de compartir preguntas y dudas, de recorrer un camino al lado del otro, de liberarse de cualquier presunción de omnipotencia y de poner humildemente las propias capacidades y los propios dones al servicio del bien común. Escuchar nunca es fácil. A veces es más cómodo fingir ser sordos. Escuchar significa prestar atención, tener deseo de comprender, de valorar, respetar, custodiar la palabra del otro. En la escucha se origina una especie de martirio, un sacrificio de sí mismo en el que se renueva el gesto realizado por Moisés ante la zarza ardiente: quitarse las sandalias en el «terreno sagrado» del encuentro con el otro que me habla (cf. Ex 3,5). Saber escuchar es una gracia inmensa, es un don que se ha de pedir para poder después ejercitarse practicándolo. También los correos electrónicos, los mensajes de texto, las redes sociales, los foros pueden ser formas de comunicación plenamente humanas. No es la tecnología la que determina si la comunicación es auténtica o no, sino el corazón del hombre y su capacidad para usar bien los medios a su disposición. Las redes sociales son capaces de favorecer las relaciones y de promover el bien de la sociedad, pero también pueden conducir a una ulterior polarización y división entre las personas y los grupos. El entorno digital es una plaza, un lugar de encuentro, donde se puede acariciar o herir, tener una provechosa discusión o un linchamiento moral. Pido que el Año Jubilar vivido en la misericordia «nos haga más abiertos al diálogo para conocernos y comprendernos mejor; elimine toda forma de cerrazón y desprecio, y aleje cualquier forma de violencia y de discriminación» (Misericordiae vultus, 23). También en red se construye una verdadera ciudadanía. El acceso a las redes digitales lleva consigo una responsabilidad por el otro, que no vemos pero que es real, tiene una dignidad que debe ser respetada. La red puede ser bien utilizada para hacer crecer una sociedad sana y abierta a la puesta en común. La comunicación, sus lugares y sus instrumentos han traído consigo un alargamiento de los horizontes para muchas personas. Esto es un don de Dios, y es también una gran responsabilidad. Me gusta definir este poder de la comunicación como «proximidad». El encuentro entre la comunicación y la misericordia es fecundo en la medida en que genera una proximidad que se hace cargo, consuela, cura, acompaña y celebra. En un mundo dividido, fragmentado, polarizado, comunicar con misericordia significa contribuir a la buena, libre y solidaria cercanía entre los hijos de Dios y los hermanos en humanidad. Vaticano, 24 de enero de 2016 Francisco

La Ascensión del Señor Ha llegado nuestra hora. Jesús nos pasa el relevo, nos confía su tarea, nos pide que seamos testigos y evangelizadores inyectando en la tierra el estilo del cielo. En verdad, todavía nos queda mucho por hacer. Por eso, como dice la segunda lectura, que el Padre de nuestro Señor Jesucristo nos dé espíritu de sabiduría y revelación para comprender la herencia cristiana que nos han transmitido y la tarea que tenemos por delante. Jesús compromete su presencia por medio del Espíritu...

COMENTARIO DEL EVANGELIO DE HOY La ascensión de Jesús no es un espectáculo para que la gente se quede pasmada y pasiva. Al contrario, constituye un símbolo muy importante para todos los cristianos y un testimonio que da altura a nuestra vocación y destino. En verdad, merece la pena conocer a Jesús y seguirlo, su experiencia nos enriquece; su manera de vivir es un reclamo atractivo para todos. La ascensión y glorificación de Jesús son como un aplauso caluroso que el Padre le tributa con satisfacción: "Lo exaltó y le concedió el nombre-sobre-todo-nombre". Lo hizo "Señor" y lo sentó a su derecha para siempre. Pero es también elevación impresionante de todo lo humano, un tirón de moral y de estímulo. La vida se sale con la suya, a pesar de la muerte. Y la humanidad entera ve coronada su propia historia con una apoteosis sublime de resurrección y de gloria. Para nosotros, que estamos en camino, la ascensión es testimonio y acción. Los verdaderos cristianos hacen Reino de Dios no sólo mirando al cielo, sino trabajando los valores del Evangelio un día y otro y elevando la vida a las más altas cotas de humanidad. Ha llegado nuestra hora. Jesús nos pasa el relevo, nos confía su tarea, nos pide que seamos testigos y evangelizadores inyectando en la tierra el estilo del cielo. En verdad, todavía nos queda mucho por hacer. Por eso, como dice la segunda lectura, que el Padre de nuestro Señor Jesucristo nos dé espíritu de sabiduría y revelación para comprender la herencia cristiana que nos han transmitido y la tarea que tenemos por delante. Jesús compromete su presencia por medio del Espíritu. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

sábado, 7 de mayo de 2016

El presidente de la República del Perú, Ollanta Humala asistió hoy sábado al lanzamiento y bautizo del nuevo oceanográfico con capacidad polar BAP Carrasco que se está construyendo en el astillero vigués Freire, según confirmó el propio jefe del Ejecutivo peruano en declaraciones en Lima. Su presencia en Vigo se enmarca dentro de la visita oficial que Humala realiza esta semana a España, que incluye ayer reuniones con el Rey Felipe VI y el presidente en funciones del Gobierno, Mariano Rajoy. Será su último acto en España antes de que, dentro de un mes, sea elegido su sucesor en la jefatura del Estado entre las candidaturas de Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski. El propio Ollanta Humala indicó que el BAP Carrasco -adjudicado a Freire el diciembre de 2014 por la Marina de Guerra de Perú- será uno de los buques más modernos de América Latina y reemplazará al Humboldt, que, sin ser oceanográfico, ha tenido a su cargo las investigaciones en la Antártida.

FOTOS: SALUDANDO A FAMILIAS PERUANAS RESIDENTES EN LA CIUDAD GALLEGA DE VIGO.EL PRESIDENTE DEL PERÚ OLLANTA HUMALA CON LA MINISTRA DE FOMENTO ANA PASTOR Y DÑA. LUISI MOTTA LEÓN SUBDELEGADA DIOCESANA DE LAS MIGRACIONES TUY VIGO CON COMPATRIOTAS DEL PERÚ SALUDANDO A FAMILIAS PERUANAS DE VIGO.EL PRESIDENTE DEL PERÚ OLLANTA HUMALA CON LA MINISTRA DE FOMENTO ANA PASTOR Y DÑA. LUISI MOTTA LEÓN SUBDELEGADA DIOCESANA DE LAS MIGRACIONES TUY VIGO CON COMPATRIOTAS DEL PERÚ