domingo, 25 de noviembre de 2018

El futuro nunca está cerrado para un creyente. En todo momento hay oportunidad de salvación. La esperanza es compañera inseparable de la Iglesia como lo fue del antiguo pueblo de Dios. No se aleja de la vida de ningún creyente. Cada generación tiene oportunidades de salvación y de entusiasmo en el encuentro mesiánico con Jesús. Dios actúa provocando continuamente sensaciones saludables, aunque sólo se captan si uno está en su onda.

COMENTARIO: En el último domingo del año litúrgico los cristianos condensamos el significado de Jesús con el acento solemne de Rey y Señor del universo. Es un título con referencias simbólicas y acentos mesiánicos. Ya en los comienzos de la Iglesia, como lo recoge el libro del Apocalipsis, se celebraba a Jesucristo como el "Testigo fiel”, el "Príncipe de los reyes de la tierra”, el que "merece la gloria y el poder por los siglos de los siglos”. Otros escritos del Nuevo Testamento recogen la experiencia de que Cristo es Señor para gloria de Dios Padre. Aparentemente sorprende aplicar este título a Jesús, porque Él no vivió como un rey, sino como un servidor, su opción no fue el poder, sino la humildad y el desprendimiento; su trono fue la cruz; y su corona, una de espinas. Para colmo dice que su "reino no es de este mundo”. Es que todo lo de Jesús suele ser chocante y alternativo. Efectivamente descartó toda aspiración política, no persiguió el poder, no quiso sobresalir ni triunfar, no necesitó ejército para defenderse. Su Reino es un servicio a la verdad, un testimonio de la fuerza que tiene la fidelidad hasta el martirio. Jesús dice bien cuando afirma que su Reino no es de este mundo y, sin embargo, sí es para este mundo. A los cristianos nos cuesta entender esto. Más de una vez intentamos acomodar el Reino de Dios al pensar de la gente, y entonces lo desvirtuamos, lo convertimos en un sucedáneo. Jesús ha sido reconocido como Rey y Señor porque ha servido a la humanidad como nadie, y porque su testimonio es una provocación a gastarse en misericordia, solidaridad y servicio hasta el martirio. Qué bendición para la historia si los cristianos fuéramos verdaderos testigos de este Rey, si miráramos a los demás con sus ojos y estableciéramos las relaciones motivados por la fe. Ahí tenemos su ejemplo y su verdad. Ahora nos toca a nosotros mantener la alternativa de este Reino, que no es de este mundo y sí para este mundo. En la oración que nos entregó Jesús nos incita a pedirlo tal y como lo sueña el Padre: de verdad y de vida, de libertad y de justicia, de amor y de paz. Pero orar no es sólo suplicar, sino arrimar el hombro y construir. P.Hidalgo

sábado, 24 de noviembre de 2018

domingo, 18 de noviembre de 2018

El futuro nunca está cerrado para un creyente. En todo momento hay oportunidad de salvación. La esperanza es compañera inseparable de la Iglesia como lo fue del antiguo pueblo de Dios. No se aleja de la vida de ningún creyente. Cada generación tiene oportunidades de salvación y de entusiasmo en el encuentro mesiánico con Jesús. Dios actúa provocando continuamente sensaciones saludables, aunque sólo se captan si uno está en su onda...

Antes o después, los tiempos difíciles nos llegan a todos: situaciones de gran tensión, fuertes dificultades, desequilibrios, pérdida de valores, futuro amenazado... Pero a un creyente nunca le ha de faltar la esperanza. La sabiduría popular asegura: siempre que hay tormenta, escampa. Los creyentes decimos: la misericordia de Dios no da marcha atrás; la intervención redentora de Jesús sigue siendo válida. Él mismo es la Alianza nueva y definitiva. Es evidente que los momentos difíciles producen conmoción. Pero, con el lenguaje simbólico que caracteriza a la Biblia, se nos dice hoy: "Aprended lo que os enseña la higuera cuando sus yemas y brotes os hablan de primavera...". Es decir, hemos de saber interpretar las múltiples señales de la naturaleza, los mensajes de los acontecimientos y las diferentes indicaciones de los signos de los tiempos. El futuro nunca está cerrado para un creyente. En todo momento hay oportunidad de salvación. La esperanza es compañera inseparable de la Iglesia como lo fue del antiguo pueblo de Dios. No se aleja de la vida de ningún creyente. Cada generación tiene oportunidades de salvación y de entusiasmo en el encuentro mesiánico con Jesús. Dios actúa provocando continuamente sensaciones saludables, aunque sólo se captan si uno está en su onda. La esperanza, como la fe y la caridad, tiene mucho que ver con el dinamismo de los creyentes y con el Reino de Dios. Porque esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, nos sale el compromiso del alma, para vivir ya, personal y comunitariamente, la plenitud que se nos promete y que podemos disfrutar germinalmente. No hay quien pueda alejar de la historia el influjo salvador de Jesús. Llegará un día, los tiempos nuevos, en que podremos experimentarlo por completo. P.Hidalgo.

domingo, 11 de noviembre de 2018

VOCACIONES MISIONERAS

Queridos congregados, hermanas, laicos asociados y jóvenes, El domingo 11 de noviembre celebraremos la Jornada Mundial Anual de Oración por la Vocación Misionera Redentorista. En esta celebración recordaremos la fecha fundacional (9 de noviembre) y daremos gracias por el testimonio del Redentor dado por generaciones de misioneros redentoristas de todo el mundo a lo largo de estos 286 años. Al escribir hoy desde el Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes la fe y el discernimiento vocacional, me permito recordar que nuestra vocación misionera está en el corazón de la misión de la Iglesia. Y este Sínodo nos recuerda también que en el corazón de la misión de la Iglesia están los jóvenes, y especialmente los heridos o marginados, los emigrantes o los abandonados. Hoy, mientras acompañamos a tantas mujeres y hombres jóvenes en el discernimiento de su vocación como discípulos misioneros, estamos llamados de una manera muy especial a ser testigos proféticos y auténticos del Redentor. El Sínodo nos ha permitido hacer memoria de las heridas sufridas por tantos jóvenes y familias en el mundo de hoy. En todo el mundo, la gran mayoría de los emigrantes son jóvenes. Muchos son expulsados de sus hogares por la guerra, por la pobreza, por la persecución religiosa… Otros se desplazan de las zonas rurales a los centros urbanos en busca de educación, empleo o una oportunidad para mejorar sus vidas. Otro gran número de mujeres jóvenes y niños caen víctimas del tráfico de personas. Y hay otros que están en la búsqueda de un significado, reconocimiento y propósito para su existencia. Hablando recientemente de esta realidad, el Papa Francisco nos exhortaba a “no tener miedo de descender al infierno que pueden estar viviendo las personas …, al sufrimiento, ya sea humano, social, o al de la conciencia …, tenemos que estar allí, tocar las heridas. Y al tocar las heridas de la gente, tocamos las heridas de Cristo. Nunca debemos temerle a esto. Esa es una gracia que recibimos de la mano del Señor”. Mientras nos acercamos a esta Jornada Mundial de Oración por la Vocación Misionera Redentorista, tenemos presente el proceso del Sínodo iniciado por el Santo Padre en el que muchos de nosotros hemos participado. La Asamblea del Sínodo que concluye el 28 de octubre no es el final del proceso. El Papa Francisco nos ha invitado a seguir caminando con los jóvenes en esta preparación para la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá y a continuar después con la fase de implementación post-sinodal en cada continente, país y diócesis. En este proceso de discernimiento y compromiso vamos caminando junto con nuestras hermanas y hermanos jóvenes. Al mismo tiempo, apreciamos y celebramos el creciente número de hombres y mujeres laicos llamados por Dios a compartir nuestra vocación misionera, como laicos misioneros y asociados. Estamos igualmente agradecidos por la generosa respuesta que tantos candidatos y cohermanos más jóvenes siguen haciendo en el proceso de formación inicial. Al recordar a la viuda del pasaje evangélico del domingo 11 de noviembre, celebramos con gratitud por aquellos quienes, desde su pobreza, “han dado todo lo que tenían para vivir.” Las vidas de nuestros cohermanos mayores que han perseverado con gozo y esperanza en su vocación, son un auténtico y profético testimonio del Redentor que nos llama, en solidaridad, a tocar sus heridas hoy. En este Espíritu, pido a cada comunidad redentorista que celebre esta Jornada Mundial de Oración en cada una de nuestras iglesias. En los últimos años, algunos han dedicado una petición particular en la oración de los fieles, otros han programado una hora de adoración eucarística, otros han aprovechado la ocasión para promover nuestra vocación misionera con la exhibición de materiales sobre los Redentoristas. Y otros, por su parte, han recurrido a la colecta para el Fondo de Solidaridad Redentorista (Dec. 19), que se utiliza en la formación inicial de los misioneros redentoristas, especialmente en los países en desarrollo. Les insto a que sean creativos y reflexivos; quizá este año pueda ayudar el pedir ideas e involucrar a los grupos juveniles en la planificación. Que podamos avanzar en el seguimiento de “Cristo Redentor con corazones llenos de gozo” (Const. 20), con la confianza de que somos enviados “como cooperadores, socios y servidores de Jesucristo en la gran obra de la Redención” (Const. 2). Que María, nuestra Madre del Perpetuo Socorro, nos acompañe siempre. Que san Alfonso, y todos nuestros santos, beatos y mártires nos inspiren y nos ayuden con su intercesión. Su hermano en Cristo Redentor, Michael Brehl, C.Ss.R. Superior General Cartel – Jornada Vocación Misionera Redentorista

Hoy Domingo 11 de Noviembre Dia de la Iglesia Diocesana

¿Hemos dado alguna vez de lo que necesitamos para vivir? ¿Damos sólo de lo que nos sobra? ¿Qué aporta cada uno de nosotros a la Comunidad? ¿Qué aporta al pueblo? ¿A qué nivel de generosidad se encuentra cada uno? Generalmente no es la cantidad lo más importante, sino la calidad de intención con que se comparte. Esto es lo que alaba Jesús...

Valoramos de alta generosidad a quienes están dispuestos a donar sus órganos, su sangre... Es cierto: se desprenden de algo necesario para vivir. Generalmente se trata de personas anónimas, sin relieve social, gente sencilla y corriente, como las viudas que resaltan los textos bíblicos de hoy, aunque en aquellos tiempos las viudas del pueblo llano eran doblemente pobres y doblemente desgraciadas. Éstas, que recoge hoy la Palabra bíblica, son presentadas claramente como personas sin recursos, pero muy grandes de corazón y con una calidad humana impresionante: dan todo lo que tienen para vivir. Abundan, más de lo que pensamos, las personas generosas que, con sencillos gestos y sin pregonarlo, hacen agradable la vida a los demás. Jesús alaba este modo de proceder: destaca el valor de los que hacen las cosas de una manera discreta, sin hacer ruido y sin darse importancia. Alabando a la viuda, viene a decir, de otra forma, que los últimos son los primeros y que la aportación de los más pobres suele ser la más válida. Es cierto y hay que expresarlo una vez más: sólo los pobres saben lo que es pasar necesidad y, por eso, saben ser desprendidos y generosos. Generosidad y compartir son valores fundamentales social y cristianamente. Pero la generosidad que promueven hoy los textos bíblicos es la que llega a desprenderse incluso de lo necesario. Estas mujeres ofrecieron lo que tenían llevadas por la misericordia. En esta línea superior, dice la carta a los Hebreos, Jesús se ofreció a sí mismo, como sacerdote de la nueva Alianza, para quitar los pecados de todos. Así su redención es válida y significativa de una vez para siempre. Aplicándonos el mensaje de este domingo, nos debemos preguntar: ¿Hemos dado alguna vez de lo que necesitamos para vivir? ¿Damos sólo de lo que nos sobra? ¿Qué aporta cada uno de nosotros a la Comunidad? ¿Qué aporta al pueblo? ¿A qué nivel de generosidad se encuentra cada uno? Generalmente no es la cantidad lo más importante, sino la calidad de intención con que se comparte. Esto es lo que alaba Jesús. Hay riquezas mayores que el dinero o el relieve social. Una de estas riquezas es la generosidad. Así entendió la primera Iglesia el ejemplo personal de Jesús: siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (Cf. 2Co 8,9). Y así comenzaron a vivir los primeros cristianos: no consideraban como propio nada de lo que tenían, todo era común y nadie pasaba necesidad (Cf. Hch 2,44-45; 4,32). Entresacamos del salmo responsorial estos versículos: El Señor hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos, sustenta al huérfano y a la viuda... La generosidad atrae la bendición divina. La viuda que compartió con Elías su último panecillo encontró más harina en la orza y más aceite en la alcuza. Lo han comprobado muchos creyentes: Cuando se llega a grados superiores de generosidad, sorprendentemente más se recibe. P.Hidalgo.

domingo, 4 de noviembre de 2018

Jesús y con Él todos los creyentes lúcidos afirman que lo fundamental y prioritario de la fe es el amor, es como la esencia de la religión. Por eso, los cristianos hemos de sobresalir en el amor a Dios y a los demás. Es como nuestra especialidad, aquello en lo que hemos de ser unos expertos, lo que hemos de acentuar con nuestro testimonio...

En muchos ambientes de nuestra sociedad los eslóganes que más suenan son: "compra", "disfruta", "vive mejor"... Para una mentalidad individualista el objetivo principal es: "sube", "triunfa", "vive para ti mismo"... Para un cristiano el mandamiento principal es: "ama a Dios y al prójimo". Sabemos de memoria, y desde niños, que todos los mandamientos del cristianismo se resumen en dos: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Pero, ¿lo sabemos también con el corazón y lo expresamos en la vida de cada día? Aquel letrado que preguntó a Jesús parece que quedó muy convencido. ¿Qué grado de convencimiento tenemos nosotros? El amor a Dios y el amor a los demás no se confunden, pero van unidos; son inseparables para un cristiano. Más aún, el amor al prójimo es la muestra testimonial de que amamos a Dios. Y es lo mejor que podemos hacer para alabarlo y darle gloria. Poner la vida al servicio del amor vale más que todas las devociones, ofrendas y sacrificios. El culto nuevo y específico que Dios espera de nosotros es que amemos a espacio pleno y a fondo perdido. Jesús y con Él todos los creyentes lúcidos afirman que lo fundamental y prioritario de la fe es el amor, es como la esencia de la religión. Por eso, los cristianos hemos de sobresalir en el amor a Dios y a los demás. Es como nuestra especialidad, aquello en lo que hemos de ser unos expertos, lo que hemos de acentuar con nuestro testimonio. Por tanto, es conveniente que nos examinemos: ¿Cómo andamos de amor a Dios y de amor al prójimo? Comentaban una vez en cierta parroquia: "Ya pueden habernos ungido con un litro de aceite el día de nuestro bautismo; si no amamos, no somos cristianos. Ya pueden habernos echado aquel día un cubo de agua o haber encendido el cirio más grande; si no amamos, no somos cristianos. Ya pueden habernos cubierto con el paño más blanco y bonito el día del bautismo; si no amamos, no somos cristianos". Recordemos: Lo principal es amar a Dios y al prójimo. Si no amamos, estamos fallando en lo esencial. P.Hidalgo