domingo, 3 de enero de 2016

DOMINGO II DESPUÉS DE NAVIDAD.-Este domingo recoge e insiste en lo central de la Navidad: Dios ha tenido la iniciativa de bajar hasta nosotros para brindarnos orientación, sabiduría y vitalidad. Con su encarnación, Jesús nos revela el misterio de Dios y el misterio humano. Él es la Sabiduría, la Luz y la Vida para caminar bien orientados...

Ya en el Antiguo Testamento el libro del Eclesiástico habla de la Sabiduría de Dios personificada en medio del pueblo. Es un símbolo elocuente de cómo Él se acerca con afán de comunicarse y de enseñar, y cómo echa raíces en medio del mundo. Es un mensaje entrañable en conexión con la Palabra encarnada del Evangelio. Sí, Navidad es Palabra encarnada, Sabiduría divina volcada sobre el mundo, acontecimiento salvador, evocación de todo lo que Dios quería decirnos. Por tanto, nadie puede quejarse de que Dios no hable; nadie puede reprocharle que esté ausente. Su Palabra encarnada no ha podido silenciarse. Desde que Jesús habló, su mensaje no ha perdido vigencia. Es Luz que pelea a diario con todas las tinieblas. Por eso, más que quejarnos, debemos preguntarnos si acogemos a Dios, si le dejamos hablar... Porque el peor pecado es darle la espalda, cerrar el oído a su Sabiduría, no interesarse por su compañía misericordiosa, seductora y redentora. Este designio de Dios lo recoge de manera preciosa y entrañable la carta a los efesios. Las palabras de este himno oracional muestran el trazado vital al que Dios nos convoca. Es la revelación de un sueño real, de una vocación tejida con libertad y amor: nos pensó, nos eligió, nos quiere como hijos adoptivos, nos espera en la plenitud del cielo, comparte con nosotros lo que es y lo que tiene. Es preciso que sigamos meditando lo esencial de la Navidad: Dios ha venido y ha puesto su tienda en medio de nosotros. Se ha calzado las sandalias de caminante y va de testigo por calles y caminos al encuentro de quien acepte su compañía, recogiendo a todos los caídos y sembrando la semilla de una nueva creación. Navidad es Biblia abierta, testimonio divino de redención. Dios nos lo ha puesto muy fácil. Sólo hace falta que lo veamos con el corazón. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

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