domingo, 28 de enero de 2018

Si Jesús asombra, atrae y convence es porque encarna un estilo de vida que enlaza con las aspiraciones más nobles de las personas. Por eso se le reconoce autoridad: en Él hay una total fidelidad a los dones de Dios, hay un alma limpia, generosa y comprometida y hay victoria sobre las tentaciones y sobre las tendencias diabólicas que muchas veces se apoderan de las personas y de los ambientes.

Los creyentes interpretamos la historia como historia de salvación gracias a las intervenciones de Dios y de sus profetas. Dios ha ido suscitando profetas en medio del pueblo para que sean sus testigos: anuncien, denuncien y sean la alternativa de su proyecto salvador. El profeta superior y excepcional, el profeta culminante de todos los tiempos es Jesús de Nazaret. La segunda lectura recoge el consejo de San Pablo sobre el celibato y la virginidad. Esta vocación es una más dentro de la Iglesia, un don del Espíritu al servicio del Reino de Dios y una gran riqueza para la Iglesia. No es una vocación superior ni más perfecta. La vocación fundamental de todos los cristianos es la bautismal. El Evangelio es igualmente atractivo y exigente para todos los cristianos, como la santidad es una llamada y un deber de todos. El celibato es una vocación particular y específica que da colorido a la vida eclesial como otras lo hacen desde la su propio estado o condición El evangelio de Marcos presenta ya en su comienzo al Jesús adulto en lucha con los espíritus del mal, arrojándolos fuera de las personas y dejando claro su objetivo redentor. Él enseña y actúa con autoridad. Todo Él está lleno de verdad y de bondad. La gente descubre en su persona un modo nuevo y diferente de presentar los valores humanos y religiosos: es coherente, testimonial, es un místico y un profeta de Dios que marca otras pautas, despierta las conciencias, propone un proyecto alternativo que muchas veces los listos de este mundo pretenden ocultar por intereses bajos. Si Jesús asombra, atrae y convence es porque encarna un estilo de vida que enlaza con las aspiraciones más nobles de las personas. Por eso se le reconoce autoridad: en Él hay una total fidelidad a los dones de Dios, hay un alma limpia, generosa y comprometida y hay victoria sobre las tentaciones y sobre las tendencias diabólicas que muchas veces se apoderan de las personas y de los ambientes. No hay mayor autoridad que la que brota del alma; y ésa es la de Jesús. Está por encima de los votos y de la democracia. Tal autoridad ayuda a las personas a ser mejores. El poder generalmente corrompe. P.Hidalgo.

INFANCIA MISIONERA 2018

INFANCIA MISIONERA 2018 ¿QUÉ ES? La Jornada de Infancia Misionera es la gran fiesta misionera de los niños. En España se celebra el cuarto domingo de enero. Sus protagonistas, sus orígenes… ¡Descubre más aquí! https://www.omp.es/jornadas-infancia-misionera/ “ATRÉVETE A SER MISIONERO” “Atrévete…”. Muchas veces los niños “se pican” unos a otros diciéndose: “¿A qué no te atreves?”. Si la propuesta es tan valiosa como lanzarse a la misión, merece la pena arriesgarse y dar el salto. Los cristianos obtenemos el valor necesario para ello apoyándonos en Aquel en quien sabemos que podemos confiar plenamente: Jesús. “… a ser misionero”. Esa gran propuesta es también, y en un lugar destacado, para los más pequeños. Infancia Misionera va a ayudarles a descubrir y a vivir —de una manera sencilla, pero concreta, creativa y eficaz— que ellos son auténticos protagonistas de la misión en su propio ambiente. Y ¿por qué no soñar con ser misioneros algún día, si Dios quiere?

domingo, 21 de enero de 2018

HOY 21 DE ENERO DIA DEL MARIACHI EN CANGAS GALICIA ESPAÑA CON LA ACTUACIÓN DEL MARIACHI "NOCHE DE RONDA" Y LA PARTICIPACIÓN Y ASISTENCIA DE MEXICANOS EN GALICIA

Luisi Motta con uno de los Mariachis de Noche de Ronda PETRITA DE LA ASOCIACIÓN MEXICANOS EN GALICIA DE VIGO CON PARTE DE LOS COMPONENTES DEL MARIACHI "NOCHE DE RONDA"

Evangelizar es la razón de ser de la Iglesia, su gran tarea. Una de las primeras decisiones que Jesús toma en su vida pública es buscar colaboradores. No entra en sus planes hacer las cosas solo. Sale a la calle e invita a ir con Él y a evangelizar. Eso es lo que quiere decir con la frase: "Venid conmigo y os haré pescadores de hombres". Así comienza a organizar una comunidad que sea activa y emprendedora al servicio del Reino de Dios...

El personaje simbólico de Jonás pregona con pasión el valor decisivo de la conversión. Este valor, como la santidad, ha sido considerado y promovido en todos los tiempos. Para Jesús la conversión es una palabra clave, programática; es una condición necesaria para que estalle la fe y se pueda desarrollar el Evangelio. Evangelizar es la razón de ser de la Iglesia, su gran tarea. Una de las primeras decisiones que Jesús toma en su vida pública es buscar colaboradores. No entra en sus planes hacer las cosas solo. Sale a la calle e invita a ir con Él y a evangelizar. Eso es lo que quiere decir con la frase: "Venid conmigo y os haré pescadores de hombres". Así comienza a organizar una comunidad que sea activa y emprendedora al servicio del Reino de Dios. Hoy nos repite la invitación; y lo hace motivando la conversión. Para seguirlo, hay que dejar las redes, es decir, hay que eliminar todo lo que impide estar ágiles y disponibles para anunciar el Evangelio y ser testigos del Reino de Dios. ¿Hay algo en nosotros que nos tenga enredados? Da la impresión que Jesús llama a los primeros que encuentra, que no busca a personas de cualidades especiales. Es decir, que cualquiera vale para trabajar por el Reino de Dios. Lo que sí resalta el Evangelio es que cuando Jesús llama, hay que dejar algo..., porque hay que optar. Actualmente las llamadas de Jesús siguen aconteciendo. La respuesta de los primeros discípulos fue dejar inmediatamente lo que tenían entre manos y seguirlo para evangelizar. ¿Respondemos nosotros con semejante rapidez? Si el Reino de Dios no comienza por uno mismo, difícilmente se puede testimoniar y anunciar. P.Hidalgo

lunes, 15 de enero de 2018

Hoy Domingo 14 de Enero Eucaristía por la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado 2018 en la Parroquia Perpetuo Socorro de Vigo Galicia España

Eucaristia oficiada por el Rvdo Padre Pedro Carro. REZANDO EL PADRE NUESTRO OFRENDAS PRESENTACION DE LAS BANDERAS PRESENTACIÓN DEL CARTEL DE LA JORNADA EL CORAZÓN GRUPO DE PARTICIPANTES EN ESTA EUCARISTIA PARTICIPANDO JULIA DE MEXICO EN LA ORACIÓN DE LOS FIELES GABY VASQUEZ EN LA PRIMERA LECTURA REPRESENTANTES DE LA ASOCIACIÓN AFRICANA EN VIGO A.I.D.A. CON EL PADRE PEDRO Con el Cristo Negro de Esquipulas Patrón de Guatemala hoy en la Jornada Mundial de las Migraciones 2018

sábado, 13 de enero de 2018

La vocación cristiana es una llamada por parte de Dios. Unos la sienten directamente en su interior; a otros les llega por medio de terceras personas, contactos, situaciones, acontecimientos... Dios sorprende y nos descoloca cuando menos lo imaginamos. La vocación produce un impacto, fragua un encuentro y se proyecta en un compromiso y en una misión...

COMENTARIO: Sin religiosidad y sin fe difícilmente se percibe la comunicación de Dios. Él se comunica. Pero son imprescindibles el silencio interior y la apertura de corazón para captarlo. Dios lleva la iniciativa en la historia de salvación. Pero no lo hace todo. Necesita de nuestra colaboración. El relato de la vocación de Samuel es un ejemplo de cómo Dios llama y cómo los creyentes debemos escuchar, discernir y responder a sus llamadas. La vocación cristiana es una llamada por parte de Dios. Unos la sienten directamente en su interior; a otros les llega por medio de terceras personas, contactos, situaciones, acontecimientos... Dios sorprende y nos descoloca cuando menos lo imaginamos. La vocación produce un impacto, fragua un encuentro y se proyecta en un compromiso y en una misión. Generalmente se precisa de testigos experimentados para discernir con claridad la voz de Dios, los signos de los tiempos y el sentido de las cosas. Samuel quería vivir en la onda de Dios. El servicio de Elí consiste precisamente en ayudarle a distinguir la voz divina de la humana. He ahí uno de los aspectos fundamentales del acompañamiento espiritual. Ante la irrupción en público de Jesús, Juan el Bautista considera que ha llegado el momento de cerrar su escuela y de llevar a sus discípulos al seguimiento de Jesús. En adelante es al Cordero de Dios a quien hay que seguir. Él ya ha cumplido como precursor: ha preparado el camino y ha señalado su presencia. Con esto, Juan demuestra una gran talla humana y un gran servicio como testigo, que sabe desprenderse de los suyos y no hacer sombra al único Pastor. Para el Bautista estaba muy claro: "Conviene que Él crezca y yo disminuya". Según el Evangelio de Juan, el germen del grupo de los seguidores de Jesús se fundamenta en una experiencia: fueron, vieron y después comunicaron: "Hemos encontrado al Cristo". La fe, en efecto, es consecuencia del encuentro con Jesús. Pero no es posible tal encuentro si uno no lo aspira, no está abierto, no busca... Este encuentro personal con Jesús es el mayor don y la mayor suerte que nos puede acontecer. Se supone que todos nosotros hemos sido tocados en el alma por Jesús. No obstante, cabe la pregunta: ¿Con qué intenciones lo seguimos? ¿qué buscamos? ¿qué pretendemos siguiendo a Jesús? P.Hidalgo

viernes, 5 de enero de 2018

Lo más significativo de este día, la Epifanía del Señor, es que Dios se ofrece a todos los pueblos, quiere llegar a todos los rincones del mundo. Dios tiene este proyecto: darse a conocer a todos. Como guía de orientación nos proporciona una estrella con luz potente: Jesús.

En el texto de Isaías se destaca la universalidad de la salvación extendida a todos los pueblos. Una verdad que presenta también la carta a los Efesios: Todos son "partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio". Pero hay que destacar otro nivel en el mensaje de este día: la respuesta que adoptamos ante la manifestación de Dios y ante Jesús, su gran estrella. El pasaje evangélico resulta muy expresivo y sintomático. Es como una parábola cargada de simbología y de colorido. Aparecen tres actitudes significativas ante el nacimiento de Jesús: — El rechazo de Herodes. — La indiferencia de los sumos pontífices y los letrados del país que parecen no estar enterados del nacimiento del Mesías. — La acogida positiva por parte de gente extranjera (los gentiles), que viene de lejos atraída por una luz que despierta aún más su interés. San Mateo apunta en esta narración lo que el prólogo del Evangelio de San Juan constata con otras palabras: "Vino a los suyos, pero la mayor parte de los suyos no lo recibieron". El nacimiento de Jesús no despertó admiración ni curiosidad entre los judíos, pero sí entre los extranjeros. Los Magos descubrieron una señal, se dejaron orientar por ella y decidieron emprender un largo viaje impulsados por una fuerte intuición. Demostraron ser personas inquietas; buscaban con sinceridad el encuentro con Dios. Y es que, cuando se dan estas condiciones, antes o después aparece la estrella que conduce a la presencia y al encuentro religioso. El itinerario de los Magos describe lo que suele ser el camino de la fe: — Tienen una iluminación especial: la estrella. — Caminan, se informan, consultan con los entendidos en las cosas de Dios. — Perseveran en la búsqueda y en el camino cuando parece que la estrella se ha ocultado. — Superan dificultades hasta llegar al destino. — Adoran agradecidos y ofrecen lo que tienen. — Regresan por otro camino, porque el encuentro con Jesús provoca cambio, conversión. Verdaderamente la Epifanía del Señor no es cosa de niños; ésta no es una fecha para encuentros infantiles. La Epifanía es un despliegue maravilloso por parte de Dios deseoso de iluminar y de salvar a todos. Por eso, este día tiene un sentido especialmente misionero. A los cristianos se nos ha confiado el Evangelio para hacerlo llegar a todos como luz y redención. Nuestra vida y compromiso han de servir como señales para que otros lleguen al encuentro con Jesús y al disfrute de Dios. Actualmente nosotros somos las manos, los pies, los labios, es decir, los medios humanos del Jesús misionero. P.Hidalgo

lunes, 1 de enero de 2018

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CELEBRACIÓN DE LA 51 JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ 1 DE ENERO DE 2018 Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz

1. Un deseo de paz Paz a todas las personas y a todas las naciones de la tierra. La paz, que los ángeles anunciaron a los pastores en la noche de Navidad[1], es una aspiración profunda de todas las personas y de todos los pueblos, especialmente de aquellos que más sufren por su ausencia, y a los que tengo presentes en mi recuerdo y en mi oración. De entre ellos quisiera recordar a los más de 250 millones de migrantes en el mundo, de los que 22 millones y medio son refugiados. Estos últimos, como afirmó mi querido predecesor Benedicto XVI, «son hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos que buscan un lugar donde vivir en paz»[2]. Para encontrarlo, muchos de ellos están dispuestos a arriesgar sus vidas a través de un viaje que, en la mayoría de los casos, es largo y peligroso; están dispuestos a soportar el cansancio y el sufrimiento, a afrontar las alambradas y los muros que se alzan para alejarlos de su destino. Con espíritu de misericordia, abrazamos a todos los que huyen de la guerra y del hambre, o que se ven obligados a abandonar su tierra a causa de la discriminación, la persecución, la pobreza y la degradación ambiental. Somos conscientes de que no es suficiente sentir en nuestro corazón el sufrimiento de los demás. Habrá que trabajar mucho antes de que nuestros hermanos y hermanas puedan empezar de nuevo a vivir en paz, en un hogar seguro. Acoger al otro exige un compromiso concreto, una cadena de ayuda y de generosidad, una atención vigilante y comprensiva, la gestión responsable de nuevas y complejas situaciones que, en ocasiones, se añaden a los numerosos problemas ya existentes, así como a unos recursos que siempre son limitados. El ejercicio de la virtud de la prudencia es necesaria para que los gobernantes sepan acoger, promover, proteger e integrar, estableciendo medidas prácticas que, «respetando el recto orden de los valores, ofrezcan al ciudadano la prosperidad material y al mismo tiempo los bienes del espíritu»[3]. Tienen una responsabilidad concreta con respecto a sus comunidades, a las que deben garantizar los derechos que les corresponden en justicia y un desarrollo armónico, para no ser como el constructor necio que hizo mal sus cálculos y no consiguió terminar la torre que había comenzado a construir[4]. 2. ¿Por qué hay tantos refugiados y migrantes? Ante el Gran Jubileo por los 2000 años del anuncio de paz de los ángeles en Belén, san Juan Pablo II incluyó el número creciente de desplazados entre las consecuencias de «una interminable y horrenda serie de guerras, conflictos, genocidios, “limpiezas étnicas”»[5], que habían marcado el siglo XX. En el nuevo siglo no se ha producido aún un cambio profundo de sentido: los conflictos armados y otras formas de violencia organizada siguen provocando el desplazamiento de la población dentro y fuera de las fronteras nacionales. Pero las personas también migran por otras razones, ante todo por «el anhelo de una vida mejor, a lo que se une en muchas ocasiones el deseo de querer dejar atrás la “desesperación” de un futuro imposible de construir»[6]. Se ponen en camino para reunirse con sus familias, para encontrar mejores oportunidades de trabajo o de educación: quien no puede disfrutar de estos derechos, no puede vivir en paz. Además, como he subrayado en la Encíclica Laudato si’, «es trágico el aumento de los migrantes huyendo de la miseria empeorada por la degradación ambiental»[7]. La mayoría emigra siguiendo un procedimiento regulado, mientras que otros se ven forzados a tomar otras vías, sobre todo a causa de la desesperación, cuando su patria no les ofrece seguridad y oportunidades, y toda vía legal parece imposible, bloqueada o demasiado lenta. En muchos países de destino se ha difundido ampliamente una retórica que enfatiza los riesgos para la seguridad nacional o el coste de la acogida de los que llegan, despreciando así la dignidad humana que se les ha de reconocer a todos, en cuanto que son hijos e hijas de Dios. Los que fomentan el miedo hacia los migrantes, en ocasiones con fines políticos, en lugar de construir la paz siembran violencia, discriminación racial y xenofobia, que son fuente de gran preocupación para todos aquellos que se toman en serio la protección de cada ser humano[8]. Todos los datos de que dispone la comunidad internacional indican que las migraciones globales seguirán marcando nuestro futuro. Algunos las consideran una amenaza. Os invito, al contrario, a contemplarlas con una mirada llena de confianza, como una oportunidad para construir un futuro de paz. 3. Una mirada contemplativa La sabiduría de la fe alimenta esta mirada, capaz de reconocer que todos, «tanto emigrantes como poblaciones locales que los acogen, forman parte de una sola familia, y todos tienen el mismo derecho a gozar de los bienes de la tierra, cuya destinación es universal, como enseña la doctrina social de la Iglesia. Aquí encuentran fundamento la solidaridad y el compartir»[9]. Estas palabras nos remiten a la imagen de la nueva Jerusalén. El libro del profeta Isaías (cap. 60) y el Apocalipsis (cap. 21) la describen como una ciudad con las puertas siempre abiertas, para dejar entrar a personas de todas las naciones, que la admiran y la colman de riquezas. La paz es el gobernante que la guía y la justicia el principio que rige la convivencia entre todos dentro de ella. Necesitamos ver también la ciudad donde vivimos con esta mirada contemplativa, «esto es, una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas [promoviendo] la solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia»[10]; en otras palabras, realizando la promesa de la paz. Observando a los migrantes y a los refugiados, esta mirada sabe descubrir que no llegan con las manos vacías: traen consigo la riqueza de su valentía, su capacidad, sus energías y sus aspiraciones, y por supuesto los tesoros de su propia cultura, enriqueciendo así la vida de las naciones que los acogen. Esta mirada sabe también descubrir la creatividad, la tenacidad y el espíritu de sacrificio de incontables personas, familias y comunidades que, en todos los rincones del mundo, abren sus puertas y sus corazones a los migrantes y refugiados, incluso cuando los recursos no son abundantes. Por último, esta mirada contemplativa sabe guiar el discernimiento de los responsables del bien público, con el fin de impulsar las políticas de acogida al máximo de lo que «permita el verdadero bien de su comunidad»[11], es decir, teniendo en cuenta las exigencias de todos los miembros de la única familia humana y del bien de cada uno de ellos. Quienes se dejan guiar por esta mirada serán capaces de reconocer los renuevos de paz que están ya brotando y de favorecer su crecimiento. Transformarán en talleres de paz nuestras ciudades, a menudo divididas y polarizadas por conflictos que están relacionados precisamente con la presencia de migrantes y refugiados. 4. Cuatro piedras angulares para la acción Para ofrecer a los solicitantes de asilo, a los refugiados, a los inmigrantes y a las víctimas de la trata de seres humanos una posibilidad de encontrar la paz que buscan, se requiere una estrategia que conjugue cuatro acciones: acoger, proteger, promover e integrar[12]. «Acoger» recuerda la exigencia de ampliar las posibilidades de entrada legal, no expulsar a los desplazados y a los inmigrantes a lugares donde les espera la persecución y la violencia, y equilibrar la preocupación por la seguridad nacional con la protección de los derechos humanos fundamentales. La Escritura nos recuerda: «No olvidéis la hospitalidad; por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles»[13]. «Proteger» nos recuerda el deber de reconocer y de garantizar la dignidad inviolable de los que huyen de un peligro real en busca de asilo y seguridad, evitando su explotación. En particular, pienso en las mujeres y en los niños expuestos a situaciones de riesgo y de abusos que llegan a convertirles en esclavos. Dios no hace discriminación: «El Señor guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y a la viuda»[14]. «Promover» tiene que ver con apoyar el desarrollo humano integral de los migrantes y refugiados. Entre los muchos instrumentos que pueden ayudar a esta tarea, deseo subrayar la importancia que tiene el garantizar a los niños y a los jóvenes el acceso a todos los niveles de educación: de esta manera, no sólo podrán cultivar y sacar el máximo provecho de sus capacidades, sino que también estarán más preparados para salir al encuentro del otro, cultivando un espíritu de diálogo en vez de clausura y enfrentamiento. La Biblia nos enseña que Dios «ama al emigrante, dándole pan y vestido»; por eso nos exhorta: «Amaréis al emigrante, porque emigrantes fuisteis en Egipto»[15]. Por último, «integrar» significa trabajar para que los refugiados y los migrantes participen plenamente en la vida de la sociedad que les acoge, en una dinámica de enriquecimiento mutuo y de colaboración fecunda, promoviendo el desarrollo humano integral de las comunidades locales. Como escribe san Pablo: «Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios»[16]. 5. Una propuesta para dos Pactos internacionales Deseo de todo corazón que este espíritu anime el proceso que, durante todo el año 2018, llevará a la definición y aprobación por parte de las Naciones Unidas de dos pactos mundiales: uno, para una migración segura, ordenada y regulada, y otro, sobre refugiados. En cuanto acuerdos adoptados a nivel mundial, estos pactos constituirán un marco de referencia para desarrollar propuestas políticas y poner en práctica medidas concretas. Por esta razón, es importante que estén inspirados por la compasión, la visión de futuro y la valentía, con el fin de aprovechar cualquier ocasión que permita avanzar en la construcción de la paz: sólo así el necesario realismo de la política internacional no se verá derrotado por el cinismo y la globalización de la indiferencia. El diálogo y la coordinación constituyen, en efecto, una necesidad y un deber específicos de la comunidad internacional. Más allá de las fronteras nacionales, es posible que países menos ricos puedan acoger a un mayor número de refugiados, o acogerles mejor, si la cooperación internacional les garantiza la disponibilidad de los fondos necesarios. La Sección para los Migrantes y Refugiados del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral sugiere 20 puntos de acción[17] como pistas concretas para la aplicación de estos cuatro verbos en las políticas públicas, además de la actitud y la acción de las comunidades cristianas. Estas y otras aportaciones pretenden manifestar el interés de la Iglesia católica al proceso que llevará a la adopción de los pactos mundiales de las Naciones Unidas. Este interés confirma una solicitud pastoral más general, que nace con la Iglesia y continúa hasta nuestros días a través de sus múltiples actividades. 6. Por nuestra casa común Las palabras de san Juan Pablo II nos alientan: «Si son muchos los que comparten el “sueño” de un mundo en paz, y si se valora la aportación de los migrantes y los refugiados, la humanidad puede transformarse cada vez más en familia de todos, y nuestra tierra verdaderamente en “casa común”»[18]. A lo largo de la historia, muchos han creído en este «sueño» y los que lo han realizado dan testimonio de que no se trata de una utopía irrealizable. Entre ellos, hay que mencionar a santa Francisca Javier Cabrini, cuyo centenario de nacimiento para el cielo celebramos este año 2017. Hoy, 13 de noviembre, numerosas comunidades eclesiales celebran su memoria. Esta pequeña gran mujer, que consagró su vida al servicio de los migrantes, convirtiéndose más tarde en su patrona celeste, nos enseña cómo debemos acoger, proteger, promover e integrar a nuestros hermanos y hermanas. Que por su intercesión, el Señor nos conceda a todos experimentar que los «frutos de justicia se siembran en la paz para quienes trabajan por la paz»[19]. Vaticano, 13 de noviembre de 2017. Memoria de Santa Francisca Javier Cabrini, Patrona de los migrantes. Francisco

Este día trae consigo varios mensajes. En el umbral del año la Iglesia nos presenta a María como madre. El cariño y la admiración que sentimos por ella nos llevan a destacarla desde el primer día por los valores que aporta como persona y como creyente. Se ha dicho de María que “es el sacramento de la ternura maternal de Dios". La Virgen Madre, que alumbra a Jesús, nos lo entrega al comienzo de cada año para que asimilemos su mensaje y su espiritualidad.

María fue una creyente de mucha vida interior: meditaba los acontecimientos desde la fe, los rumiaba en su corazón. Esta estampa de María constituye una sugerente invitación a vivir el año con talante de interioridad. Cada nuevo año es un don que debemos agradecer. No es cuestión de llenar la vida de años, sino de llenar los años de vida. En este sentido cada año es un reto: es nuevo y distinto. ¿Lo valoramos así? Vivamos cada día como un tiempo de gracia y como un espacio para la creatividad. Las instituciones promueven en este día el valor de la paz. Socialmente se invita a vivir todo el año en la tónica de la paz, del equilibrio, de la armonía. Nosotros recordamos aquella bienaventuranza: "dichosos los que trabajan por la paz". Y nos animamos a vivir todo el año con estas consignas: — Cree en la vida, a pesar de la muerte. — Acoge la vida como un don y desarróllala como una tarea. — No maldigas ni lamentes haber nacido. — Defiende la vida donde esté amenazada. — No hieras a nadie de ningún modo. — Comparte la vida con tu pueblo, apoyando sobre todo a los más débiles. — Arriésgate por causas nobles. — Siembra la paz en la familia y entre los vecinos. — Entrégate al estilo de Jesús, el gran testigo de la Vida. P. Hidalgo