domingo, 17 de mayo de 2020

Toda la espiritualidad humana queda fortalecida con el Espíritu de la verdad que Jesús nos deja como gran regalo. Este Espíritu es presencia: "vive con vosotros y está con vosotros”, y es estímulo para "guardar los mandamientos", es decir, para vivir los valores que elevan a la persona y la hacen digna. El Espíritu que constituye y vigoriza a Jesús, es el mismo que nos deja como abogado, consejero, consolador..., que conduce a la verdad entera. Gracias a este Espíritu descubrimos más profundamente la razón del Evangelio. Él aporta siempre un aire sano si se le deja entrar...

Comentario: Frecuentemente decimos que la esperanza es lo último que se pierde, con lo cual estamos realzando la importancia decisiva de esta virtud. Sin esperanza todo se desmorona, se nubla el horizonte, no es posible la motivación. Como la fe y la caridad, la esperanza cristiana se apoya en la relación directa con Dios. Engloba y colma el sentido de todas las esperanzas humanas. No es imaginable un cristiano vigoroso sin una experiencia sobresaliente de las virtudes teologales. Existe entre las tres una profunda y directa relación. Se riegan con el agua de la misma fuente: Dios. San Pedro exhorta: "estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza", es decir, manifestad con soltura cuánto os motiva la relación con Dios. Amigos, ¡qué importante es la espiritualidad en el ser humano! Es esencial para asumir y gozar el propio misterio humano, así como para encarar las dificultades y los sobresaltos de la vida. Desde la espiritualidad todo se comprende con mejor perspectiva. Por eso dice San Pedro: "mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal”. Toda la espiritualidad humana queda fortalecida con el Espíritu de la verdad que Jesús nos deja como gran regalo. Este Espíritu es presencia: "vive con vosotros y está con vosotros”, y es estímulo para "guardar los mandamientos", es decir, para vivir los valores que elevan a la persona y la hacen digna. El Espíritu que constituye y vigoriza a Jesús, es el mismo que nos deja como abogado, consejero, consolador..., que conduce a la verdad entera. Gracias a este Espíritu descubrimos más profundamente la razón del Evangelio. Él aporta siempre un aire sano si se le deja entrar. P. Octavio Hidalgo

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