COMENTARIO:
Es severa la denuncia que hace la carta de Santiago sobre las desigualdades económicas. Es clara y directa la crítica que dirige a los egoístas que amontonan riquezas oprimiendo a los demás o cerrándose a compartir. Recordemos que una característica de los primeros cristianos fue la renuncia a la propiedad privada: "Lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno". Por tanto, abusar de los bienes materiales y generar injusticia es uno de los mayores escándalos contra el Reino de Dios. La riqueza suele corromper y esclavizar; la pobreza, elegida libremente, libera y solidariza.
Jesús, persona altamente comunitaria, aborda en este Evangelio cuestiones de gran importancia para la vida vecinal y eclesial. Por ejemplo, los cristianos no tenemos el monopolio ni la exclusiva del bien, de la verdad y del compromiso ciudadano. Otras gentes, grupos y asociaciones también trabajan por la humanización de los ambientes, de las relaciones sociales y de la cultura. Quienes desarrollan iniciativas de humanización están en la misma línea que nosotros: procuran el milagro del bien común que nosotros entendemos como Reino de Dios.
En verdad, hay gente formidable, que no se reconoce creyente, pero que lucha por el bien común y se vuelca en servicio a los demás. Hay personas, con otra mentalidad, que empujan tanto o más que nosotros la marcha de la historia y hacen cosas admirables por los demás. De todos éstos, aunque tengan otras ideas, no hemos de desconfiar; al contrario, hemos de colaborar con ellos, porque hacen el bien, promueven el desarrollo y elevan la dignidad de las personas.
Jesús nos da a entender con toda evidencia que todo lo bueno tiene que ver con Dios, y donde crece un valor humano es porque hay espiritualidad. Por tanto, lo que interesa es que avance el bien y la verdad en las personas y en la vida social. Y los cristianos nos hemos de alegrar de ello. Dios actúa en la historia con una gran libertad. Sus dones tienen alcance universal. El Espíritu sopla donde quiere y ciertamente de una manera plural y sorprendente.
Otra aportación de este Evangelio es alertar fuertemente contra el escándalo. El mal ejemplo pone en peligro la fe de los sencillos, mientras que el testimonio ayuda a vivir con calidad. Jesús pide muy encarecidamente que no hagamos daño a nadie; para lo cual, evitemos bajezas e infidelidades.
En definitiva, un cristiano ha de ser ejemplar en todo, ha de tener el espíritu muy abierto para ver la mano de Dios más allá de las fronteras de la Iglesia y ha de saber colaborar con todos los que hacen el bien. El Reino de Dios es mayor que la Iglesia.
P.Hidalgo
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