domingo, 18 de noviembre de 2018

El futuro nunca está cerrado para un creyente. En todo momento hay oportunidad de salvación. La esperanza es compañera inseparable de la Iglesia como lo fue del antiguo pueblo de Dios. No se aleja de la vida de ningún creyente. Cada generación tiene oportunidades de salvación y de entusiasmo en el encuentro mesiánico con Jesús. Dios actúa provocando continuamente sensaciones saludables, aunque sólo se captan si uno está en su onda...

Antes o después, los tiempos difíciles nos llegan a todos: situaciones de gran tensión, fuertes dificultades, desequilibrios, pérdida de valores, futuro amenazado... Pero a un creyente nunca le ha de faltar la esperanza. La sabiduría popular asegura: siempre que hay tormenta, escampa. Los creyentes decimos: la misericordia de Dios no da marcha atrás; la intervención redentora de Jesús sigue siendo válida. Él mismo es la Alianza nueva y definitiva. Es evidente que los momentos difíciles producen conmoción. Pero, con el lenguaje simbólico que caracteriza a la Biblia, se nos dice hoy: "Aprended lo que os enseña la higuera cuando sus yemas y brotes os hablan de primavera...". Es decir, hemos de saber interpretar las múltiples señales de la naturaleza, los mensajes de los acontecimientos y las diferentes indicaciones de los signos de los tiempos. El futuro nunca está cerrado para un creyente. En todo momento hay oportunidad de salvación. La esperanza es compañera inseparable de la Iglesia como lo fue del antiguo pueblo de Dios. No se aleja de la vida de ningún creyente. Cada generación tiene oportunidades de salvación y de entusiasmo en el encuentro mesiánico con Jesús. Dios actúa provocando continuamente sensaciones saludables, aunque sólo se captan si uno está en su onda. La esperanza, como la fe y la caridad, tiene mucho que ver con el dinamismo de los creyentes y con el Reino de Dios. Porque esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, nos sale el compromiso del alma, para vivir ya, personal y comunitariamente, la plenitud que se nos promete y que podemos disfrutar germinalmente. No hay quien pueda alejar de la historia el influjo salvador de Jesús. Llegará un día, los tiempos nuevos, en que podremos experimentarlo por completo. P.Hidalgo.

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