domingo, 17 de abril de 2016

Domingo 4º de Pascua. El Buen Pastor Hoy es el domingo del buen Pastor. Cada año la Pascua nos trae esta imagen tan entrañable. Dice el Evangelio que, para ser del grupo de Jesús, hay que escuchar su voz y seguirlo. Escuchar es mucho más que oír. Quien escucha el mensaje de Jesús no se puede quedar como el que oye llover. La escucha sincera de tal Pastor arranca seguimiento ineludiblemente; es una consecuencia lógica. La Palabra de Jesús tiene impacto, es de calidad, enciende el corazón, convence..."

Pablo y Bernabé fueron dos grandes misioneros de la primera Iglesia. Sufrieron grandes dificultades por anunciar el Evangelio. Encontraron resistencia entre los que se decían religiosos y devotos. Jesús ya lo había advertido: “No todo el que dice 'Señor, Señor' entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre" (Mt 7,21). Suele suceder en todos los tiempos. Como el Evangelio es tan medicinal, a veces escuece mucho y entonces resulta impopular, incluso entre quienes se apellidan cristianos. Pero no ha de ser camuflado nunca; no podemos tolerar la hipocresía de anunciar un sucedáneo a la carta de los intereses de cada uno. El Evangelio de Jesús es como es: mensaje lleno de vida y de salvación. Pablo y Bernabé lo pasaron muy mal con algunos judíos de Antioquía, que no sólo se cerraron en banda, sino que montaron una persecución contra ellos. También sucede esto en todas las épocas. Por eso, cuando alguien se cierra cabezonamente a la salvación, no hay nada que hacer por el momento. En señal de protesta, Pablo y Bernabé se sacudieron el polvo de los pies. Pero hubo quienes escucharon con sinceridad; éstos "quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo". Siempre hay quien acoge el mensaje y lo agradece. No obstante, nos queda esta reflexión: ¡Qué importante es revisar la religiosidad y corregirla en confrontación con el Evangelio! No seamos nosotros de esos devotos que se comen los santos, pero dan la espalda al Evangelio... Por otra parte, hoy es el domingo del buen Pastor. Cada año la Pascua nos trae esta imagen tan entrañable. Dice el Evangelio que, para ser del grupo de Jesús, hay que escuchar su voz y seguirlo. Escuchar es mucho más que oír. Quien escucha el mensaje de Jesús no se puede quedar como el que oye llover. La escucha sincera de tal Pastor arranca seguimiento ineludiblemente; es una consecuencia lógica. La Palabra de Jesús tiene impacto, es de calidad, enciende el corazón, convence. En la escuela de este buen Pastor se preparan cristianos nuevos. Este Pastor enseña y educa para la acción, desarrolla teoría y práctica. Ambas se contrastan en la cancha de la vida, donde hay tribulación, como dice el Apocalipsis, pero donde también asiste el Espíritu. El Maestro, buen Pastor, se nota que está entrenado. Explica con autoridad moral. No usa libro de texto; comenta su vida y se ofrece desinteresadamente a hacer camino con todos los que quieran libremente. Hoy podemos decir que Jesús no ha dejado de ser el buen Pastor, el gran líder de palabra sólida, de comportamiento coherente, que penetra hondamente en el corazón y en la conciencia de quien le escucha. Su liderazgo es de amor y de servicio. Tiene un conocimiento personal de todos y de cada uno; conoce nuestras historias y problemas, lo cual no es obstáculo para que exista una relación entrañable. Ofrece vida eterna a todos sin exclusión. Y cuanto hace y dice, lleva la firma de Dios. Gran ejemplo para todos.

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