domingo, 8 de agosto de 2021

«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo» Domingo 18 del Tiempo OrdinarioEl profeta Elías, con la fuerza del alimento que le proporcionó el ángel del Señor —pan y agua—, caminó hasta el monte de Dios. Se nos anuncia aquí la eucaristía, nuestro alimento para el camino de la vida. En el Evangelio, Jesús se manifiesta como el pan bajado del cielo: no es solo ya la fe en él lo que nos da la vida eterna, sino el participar en su sacrificio, comulgando, lo que nos salva. Desde ahí tenemos que vivir en el amor, que fue lo que llevó a Cristo a entregarse por nosotros como oblación y víctima de suave olor...

En la vida todos tenemos días difíciles, oscuros, en los que el fracaso pesa tanto y el horizonte se cierra de tal manera que no se ve salida alguna. Entonces nos asalta la tentación de abandonarlo todo. Es la experiencia dura de desierto que sufrió el profeta Elías: experiencia agobiante, desesperada, inaguantable hasta el punto de desear la muerte. Pero los creyentes hemos de pensar que no hay razones para desesperar definitivamente; siempre hay una salida. Dios ayuda, ilumina, alimenta las ganas de vivir y de seguir en el compromiso como él sabe hacerlo. La sabiduría popular ha condensado esta experiencia en la frase: "Dios aprieta, pero no ahoga". Elías, en medio de la angustia agónica, acepta la ayuda y el alimento que Dios le proporciona. No desespera del todo. Y es que la mayor trampa en que podemos caer es dar la espalda a Dios cuando el desánimo nos ahoga. Hasta los místicos hablan de la noche oscura del alma, pero también de una llama de amor viva. Y así es: cuando sentimos la compañía de Dios y nos fiamos de él, superamos el desaliento y entendemos que no nos pide imposibles. La vida cristiana es crucificante, pero también gozosa porque ha de desenvolverse en el marco de las Bienaventuranzas. El autor de la carta a los Efesios nos exhorta a no entristecer al Espíritu Santo ya que Dios nos ha marcado con él para ser libres y vivir felices. ¿Qué se nos está queriendo decir en el fondo? El propio autor lo describe proponiendo un conjunto de consejos prácticos de conducta y unos valores concretos de fraternidad que nos han de caracterizar siempre a los cristianos. Y lo resume todo en imitar a Dios y a Jesucristo, es decir, en procurar la santidad viviendo en amor, entrega y oblación. Lógico y razonable, pero altamente difícil, sobre todo si no hemos aprendido todavía las lecciones del Espíritu. Aprender de Dios será siempre una asignatura pendiente. Si el saber es un deseo innato en el ser humano, en referencia a Dios es una aspiración superior y necesaria. El Dios santo, que hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos, tiene mucho que enseñarnos si nos abrimos dócilmente y no ofrecemos resistencias. En el evangelio de Juan seguimos viendo cómo se define Jesús y qué debate tiene con los judíos. Se presenta como alimento divino: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo para la vida del mundo. El que coma de este pan vivirá para siempre". Desde luego es una oferta original; nadie ha tenido una iniciativa semejante, porque nadie es capaz de llegar a tanto amor y servicio. Para que hagamos camino al andar, Jesús se ofrece como sustento y como energía. Es el pan de vida que robustece, despeja la inteligencia y capacita para vivir con valentía. Pero los judíos que debatían con él no le cogían la onda y, por tanto, no le entendían adecuadamente. Sin embargo, demuestran que lo conocían bastante bien, que sabían con pelos y señales cómo era su familia. Pero, a pesar de esto, no le entienden o no le quieren entender, porque no le creen. Jesús intenta por todos los medios que lo conozcan desde la fe. Por eso les habla de apertura al Padre y de su propio simbolismo divino. Pero casi nadie le entendió. ¿Le entendemos nosotros? P. Octavio Hidalgo.

domingo, 1 de agosto de 2021

«El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed» En el desierto Dios alimentó a su pueblo con el maná, el pan bajado del cielo. Y en el Evangelio Jesús nos dice que trabajemos por el alimento que perdura para la vida eterna. Ese alimento es él mismo: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás». Y ese trabajo es ir acercándonos cada vez más a Cristo por medio de la fe. Ello supone aceptar sus enseñanzas: despojarnos del hombre viejo, corrompido por sus apetencias seductoras; renovarnos en la mente y en el espíritu, vistiéndonos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas...

Solemos decir que los seres humanos somos los únicos animales que tropezamos varias veces en la misma piedra. Eso quiere decir que fallamos una y otra vez y no escarmentamos ni aprendemos de los fallos ajenos. Generación tras generación se repiten las mismas tentaciones y las mismas caídas. El libro del Éxodo recoge una queja de los israelitas en el desierto que se repite una y otra vez a lo largo de la historia: preferimos tener algo seguro, aunque vivamos como esclavos, a arriesgar por la libertad. Y es que las personas generalmente somos débiles y cobardes ante las dificultades, sobre todo si no cultivamos la espiritualidad. La mentalidad de Dios, sin embargo, es otra. Con signos e inspiraciones nos hace ver que nunca nos abandona y que muchas veces nuestras quejas son meros pataleos infantiles. Verdaderamente no tiene sentido echarle en cara a Dios que no cumple. Desconfiar de él es cerrarse a sus dones. Y esto no tiene nada de sensato. Por eso la carta a los Efesios nos recuerda que no es así la verdad de Cristo. Él nos ayuda a ir por la vida con criterios sólidos y nos enseña a asimilar la mentalidad de Dios, la única que renueva la condición humana. Para ello hay que despojarse de todo lo que corrompe y degrada y revestirse de santidad. Como vemos, la conversión cristiana es tarea de todo el año: no admite vacaciones. En el Evangelio se inicia ya el gran debate sobre el pan de vida. Jesús reprocha a quienes ha dado de comer: "Me buscáis no porque hayáis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros". No le han captado, tal vez porque el sentido de sus vidas va por otros derroteros. Y es que para entender a Jesús hay que desear la calidad de espíritu, lo que verdaderamente anima y perdura. Por eso dice Jesús: "Trabajad no por el alimento que perece, sino por el que perdura". Esto nos lleva a recordar aquella otra afirmación cargada de verdad: "No sólo de pan vive el hombre". Nadie discute que tenemos unas necesidades materiales que precisamos satisfacer; pero también tenemos otras necesidades y otras aspiraciones que generalmente atendemos menos. Esto es lo que nos reprocha Jesús. Lamenta que se le busque sólo por intereses materiales y no por los valores del espíritu. Éste es el fondo del debate. Él se esfuerza en revelarse como pan de vida, pero casi nadie le entiende. Es un error y un egoísmo mezquino buscar a Dios sólo por intereses materiales, recurrir a él sólo o principalmente cuando nos falta algo o cuando andamos con el agua al cuello. Dios quiere ser descubierto en toda su condición entrañable y liberadora. Es verdad que somos seres indigentes, necesitados; pero nuestro corazón tiene ansias de plenitud y unas aspiraciones que sólo Dios puede colmar. Es aquello de San Agustín, después de haber sufrido muchos desengaños: "Señor, nos has hecho para ti, y nuestro corazón no descansará hasta que repose en ti”. En resumen, el desarrollo humano es más que satisfacción de necesidades económicas. El corazón y el espíritu tienen unas necesidades que no se cubren con dinero. Por eso qué razón lleva la sabiduría popular cuando reconoce que el dinero no da la felicidad, aunque colabore. Por su lado, Jesús intenta por todos los medios que lleguemos a entender que nos puede alimentar con su mensaje, con su estilo vital, con su simbolismo redentor de Hijo de Dios. ¿Es tan difícil comprender esto? P. Octavio Hidalgo

domingo, 25 de julio de 2021

MISA POR EL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ - Dia: Jueves 29 de julio del 2021 Lugar: Parroquia del Perpetuo Socorro , Rúa Lalin 3 Vigo Hora: 20 Horas (8 de la tarde)

La Hermandad Peruana en Galicia en colaboración con la Pastoral diocesana de las Migraciones Tui Vigo invita a la comunidad peruana a la Eucaristia que oficiará el RRPP Pedro Carro Delegado de la Pastoral Diocesana de las Migraciones Tui Vigo en conmemoración del Bicentenario de la Independencia del Perú

viernes, 23 de julio de 2021

Santiago Apóstol, patrono de España, solemnidad Santiago, hijo de Zebedeo, hermano del apóstol san Juan, fue el primero de los apóstoles en beber el cáliz del Señor, cuando participó en su Pasión, al ser decapitado por orden del rey Herodes. De esa manera anunció el reino que viene por la muerte y resurrección de Cristo. Estando sus restos en Galicia, es patrono de los pueblos de España. Pidamos por su intercesión que España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos. Una petición muy necesaria hoy día, cuando la fe y los valores cristianos están tan en crisis en nuestra sociedad. Pidamos también que seamos testigos de esta fe, como Santiago, dispuestos a beber el cáliz del Señor..

Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo fue uno de los Apóstoles más cercano al Señor. De hecho lo encontramos junto con Pedro y su hermano Juan en el episodio de la Transfiguración y en la Oración en el huerto de Getsemaní. Según la Tradición, fue el evangelizador de España y por esto lo tenemos como Patrón. En él se cumplen las palabras de Pablo que escuchamos en la Segunda Lectura, en la Segunda Carta a los Corintios: “el tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro”. Un simple pescador de Galilea, probablemente iletrado, se convierte en apóstol que llega hasta el “fin de la tierra” y en el primero de los Doce en dar la vida por el Señor. No le detuvo su pequeñez, su incultura, su incapacidad, más aun, esto se convirtió en su fuerza porque de este modo se manifestó “que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros”. Las palabras proféticas de Jesús en el Evangelio que responden a la petición de la madre de Santiago se cumplieron con creces: Santiago bebió el Cáliz del Señor, dio la vida por él, compartió sus padecimientos, fue entregado a la muerte, y por esto venció, la “vida del Señor se manifestó en su carne mortal”. Todos, pequeños y grandes, doctos e incultos, estamos llamados a esto. Desde el Bautismo somos marcados, incorporados a la muerte de Cristo, para que en nuestra vida se manifieste su victoria. A unos, como a Santiago, el Señor los llama para que gasten su existencia en el trabajo Evangélico activo, a otros para que en su actuar cotidiano sean testigos de la Salvación de Dios. Es cierto que no es fácil, que nos atacan por todos los lados, que estamos acosados, en ocasiones apurados, que nos derriban una y otra vez, pero no nos aplastan, no desesperamos, no nos rematan porque, como Santiago, en todo esto vencemos por Aquel que nos ha amado.

domingo, 2 de mayo de 2021

«El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante» - Ser cristiano equivale a estar llamados a dar frutos de santidad. Y para dar esos frutos tenemos que estar como los sarmientos unidos a la vid. Cristo es la vid verdadera. Y estaremos unidos a él guardando sus mandamientos, que es creer por la fe en su nombre, y amándonos unos a otros tal como nos lo mandó. Por la gracia que se nos da en los sacramentos, especialmente en la eucaristía, Cristo permanece en nosotros y nosotros en él. Por el sacrificio eucarístico, Dios nos hace partícipes de su divinidad. Sin él no podemos hacer nada. Son sus palabras las que deben guiar siempre nuestras vidas.

Es muy conocida la conversión de San Pablo. Es sabido cómo se entregó a evangelizar y con qué pasión vivió el testimonio por la causa de Jesús. El impacto de la fe le condujo pronto por el camino de la mística y por la senda difícil de los profetas. Como él mismo reconoce, por la gracia de Dios, no por sus méritos, llegó a ser un profundo creyente. Valoró tanto el conocimiento vivencial de Jesús que todo lo demás lo consideró pérdida y basura (Cf. Flp 3,7-8). Para él, la vida es Cristo; y en el colmo de la experiencia mística llega a afirmar: "Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí" (Gá 2,20). En nuestra sabiduría popular tenemos un refrán que recoge perfectamente el mensaje de la segunda lectura: "Obras son amores, que no buenas razones". San Juan dice: "No amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad". La fe se demuestra con obras, y una de las principales es el amor. Amamos con acierto si seguimos las indicaciones de la conciencia y las de Dios, que nos habla por medio de la conciencia. El texto del Evangelio habla del Padre como viñador, de Jesús como el tronco de la vid, y de nosotros como los sarmientos. Para que el sarmiento dé fruto, ha de estar unido a la vid, es decir, a Jesús; separados de él, no podemos hacer gran cosa. Por tanto, la unión con Jesús es un asunto de gran importancia. La poda en la vida vegetal es necesaria; sin ella la fecundidad queda rebajada. Dios Padre nos poda: recorta defectos, nos corrige con la intención sana de que seamos más fecundos... Es necesario dejarse podar por Dios. Su plan, su deseo y su gloria es que vayamos por la vida dando fruto abundante. El valor que se resalta repetidamente en el pasaje evangélico es la unión con Jesús para hacer algo digno en la vida. Pero no se trata de una unión cualquiera. Podemos vivir la unión con Jesús desde las ideas: nos convence su doctrina, encontramos valioso su Evangelio. Y desde ahí brota la admiración. Pero, además, podemos vivir la compenetración con Jesús desde la espiritualidad, donde la fe se esponja y se riega con la savia propia de Jesús que es su Espíritu. Jesús quiere invadirnos con su mística, con su amor, con su genio sano de hombre entero. Si nos abrimos a esta compenetración, notaremos gran dinamismo, fuerza interior, savia joven y vida nueva. P. Octavio Hidalgo.

domingo, 25 de abril de 2021

Domingo 4º de Pascua - «El buen pastor da su vida por las ovejas» Hoy es el domingo del Buen Pastor, Cristo, que ha dado la vida por sus ovejas, que somos nosotros, para salvarnos del pecado y de la muerte. Y no solo ha muerto y resucitado por nosotros sino por todo el mundo: «Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor». La Iglesia, con sus diversos carismas y vocaciones —de manera especial por medio del orden sacerdotal— hace presente en el mundo a Cristo, el Buen Pastor. Hoy es un día especial para pedir al Señor que nos dé las vocaciones sacerdotales y consagradas que la Iglesia necesita para seguir evangelizando y creciendo en la unidad...

Es una verdad sin discusión que la Iglesia es santa y pecadora. La historia de la Iglesia arrastra muchas sombras, pero es igualmente cierto que en la historia de la Iglesia hay muchas luces y valores. En el nombre de Jesús se ha hecho mucho bien desde la época de los apóstoles: se ha curado a muchos enfermos, se ha ayudado a muchos pueblos, se ha entregado la vida al servicio de muchas causas nobles... Si lo resaltamos al comentar la primera lectura, es para que nosotros sigamos esta línea santa y comprometida de la Iglesia. Por otra parte, ¡cómo entusiasma el mensaje de la segunda lectura! ¡Qué amor tan grande ha tenido Dios Padre para hacernos hijos suyos! Esta verdad fundamental de la revelación cristiana es tan rica y elocuente que bastaría ella sola para llenar la vida de orientación, de sentido y de esperanza. Es justo y necesario que meditemos profundamente lo que significa ser hijos de Dios. Este gran título eleva a todos los humanos a una misma categoría. Si todos somos hijos de Dios, todos somos hermanos. Por consiguiente, que nadie se sitúe por encima de los demás y que no haya nadie por debajo. El evangelio del cuarto domingo de Pascua centra la mirada en Jesús, buen Pastor. La figura del pastor es un recurso del que se valen los autores bíblicos para hablarnos de Dios. Jesús se sirve también de esta imagen para manifestarnos su proceder y sus sentimientos. Él es el pastor sincero y fiel que se deshace en atenciones: busca a la oveja descarriada, sale al encuentro de las que no están, quiere un solo rebaño, ofrece en abundancia los valores del Reino a todos y entrega la vida por amor. A este Pastor le interesan las personas, una a una: nos conoce a cada uno por el nombre propio. Sabe muy bien nuestras historias..., y, pese a todo, nos quiere elevar a la altura de su dignidad. Por eso entra en comunión con nosotros y llega redentoramente hasta la locura de la cruz. Esta imagen de Jesús, como buen Pastor, ha marcado la conciencia y la memoria de la Iglesia. Desde el principio hasta ahora se ha venido destacando la lección formidable de este Pastor: su elegante generosidad, su sacrificio liberador: “Nadie me quita la vida, sino que yo la entrego libremente". Las comunidades cristianas de todos los tiempos tenemos un gran ejemplo en este modelo de pastor. Es un ejemplo claro de cómo debemos vivir las responsabilidades dentro de la comunidad y cómo debemos ser misioneros que salen a buscar a los que no están. Es una motivación a intensificar la fraternidad hacia dentro y hacia fuera. Este Pastor nos invita hoy a comulgar con sus valores para seguir caminando por la ruta de la solidaridad y del servicio, el culto que agrada a Dios. Sabe muy bien lo digno que es vivir como hijos de Dios. Quien lo escucha y sigue, desarrolla el mayor de los aciertos. P. Octavio Hidalgo-

domingo, 18 de abril de 2021

Domingo 3º de Pascua - «Así está escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día » - Estaba escrito que el Mesías tenía que padecer, siendo así víctima de propiciación por nuestros pecados y por los del mundo entero. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos. Esta es la razón de nuestro ser cristianos, miembros de la Iglesia: existimos para evangelizar, una vez convertidos de nuestros pecados. También es la fuente de nuestra alegría y esperanza de participar un día del gozo de la resurrección. Y desde que resucitó, Cristo se nos revela a través de los signos: el partir el pan, la eucaristía; las llagas de sus manos y sus pies, nuestros hermanos más pobres y necesitados...

Avanzamos en el tiempo de Pascua. El mensaje de los textos bíblicos nos siguen motivando a vivir en alza, con la moral elevada, con el ánimo crecido. Es el tono pascual, consecuente con la experiencia de la resurrección, que debe caracterizar la vida del cristiano en todo momento. Por eso resulta lógico y adecuado el consejo de San Juan: "Hijos, os escribo para que no pequéis". En efecto, el pecado lesiona la vida, rebaja la moral, debilita el ánimo. No es posible conocer a Dios, comulgar con Jesús y... pecar. Además, desde el pecado no es posible la paz ni la comprensión de las Escrituras. Sólo la apertura a Jesús resucitado abre el entendimiento para comprender el Evangelio con la cabeza y con el corazón. Y cuando un creyente está así de capacitado, es capaz de mucho. El pasaje evangélico de hoy es otra catequesis sobre la resurrección, la gran experiencia que puso en movimiento a los primeros cristianos para anunciar, como testigos, la calidad humana y redentora de Jesús. La resurrección de Jesús es el acontecimiento espiritual que más ha impactado y conmovido. Sabemos, sin embargo, que, tanto entonces como ahora, algunos dudan, otros se resisten a creer y otros confunden a Jesús resucitado con un fantasma del pasado o del presente. Los que tenemos la suerte de creer profundamente podemos asegurar que la fe confirma lo que intuye la sensibilidad: nuestra vida no se pierde en el sepulcro, somos seres para la plenitud. Decía Jesús: "¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad..., palpadme...". Sabemos que no necesitamos de los sentidos para captar y entender la resurrección, que la fe no se basa en la seguridad de los sentidos, sino en la experiencia espiritual y religiosa. Alguien escribió: "El corazón tiene sus razones que la razón no comprende... Es el corazón el que siente a Dios, no la razón. Y eso es precisamente la fe: Dios sensible al corazón, no a la razón". En efecto, el significado de la resurrección se percibe por la línea de la espiritualidad y de la fe. Y el gran mensaje que brota de la resurrección es: ¡Ánimo, vecinos, que tenemos futuro, que la vida y la bondad están por encima de todos los miedos y desánimos! Lo único que puede oscurecer la comprensión de la resurrección es el pecado. Por eso: "arrepentíos y convertíos"; de lo contrario, es imposible coger la onda de Jesús vivo y salvador. P. Octavio Hidalgo.

domingo, 11 de abril de 2021

El domingo es el día del Señor en el que, desde el principio, la comunidad cristiana se reúne para encontrarse con Cristo resucitado, presente, orando juntos, en su Palabra y en el pan y el vino consagrados. Somos así dichosos porque creemos en Cristo sin haberlo visto. De él salió la iniciativa, cuando al anochecer del primer día de la semana se apareció a sus discípulos y, luego, otra vez a los ocho días. Por la comunión, el Espíritu Santo nos hace crecer en la unidad con Cristo y la Iglesia. La primera lectura nos muestra cómo en aquella comunidad primitiva se vivía esa unidad: todos pensaban y sentían lo mismo y compartían sus bienes...

El libro de Hechos de los Apóstoles describe con cuatro trazos el clima de la primera Iglesia vivificada por el Espíritu Santo. Se trata de un texto vibrante, gráfico y condensado, de un resumen descriptivo del ideal auténtico, genuino y valioso de los primeros cristianos de Jerusalén. Hoy tenemos que decir que el sentido comunitario no ha perdido actualidad. Las diferentes ciencias humanas siguen afirmando que el hombre y la mujer se hacen personas permaneciendo en comunión con los otros. La teología remarca igualmente que el plan de Dios es comunitario y no individual. La adhesión a Jesucristo conduce a una profunda comunión. Según el libro de Hechos, aquella comunidad de Jerusalén se fortalecía en la común-unión, de manera que "vivían unidos, lo tenían todo en común y repartían según la necesidad de cada uno". Aquella comunidad se nutría también "con la enseñanza de los apóstoles, en la fracción del pan y en las oraciones". Es decir, los cristianos de la primera comunidad estaban unidos y lo expresaban con gestos sencillos y visibles, como la oración comunitaria, comer juntos, compartir los bienes, reunirse para la catequesis o la formación, celebrar la eucaristía. Todo esto lo debían hacer con mucha convicción porque impresionaban a la gente y eran bien vistos. Está claro que los esquemas y pilares del Reino de Dios chocan frontalmente con el individualismo de todos los tiempos. También chocan con esa mentalidad según la cual sólo se acepta aquello que se mide por los sentidos. El relato evangélico del incrédulo Tomás es una catequesis sobre la resurrección de Jesús. No se capta a Jesús por los sentidos, sino por la onda espiritual y religiosa y por el don de la fe. Pero la catequesis apunta más: la comunidad ayuda a entender la presencia de Jesús resucitado. En el primer encuentro con Jesús, Tomás no estaba. Ocho días más tarde sí estaba con el resto de la comunidad. Y es en este ambiente donde reconoce al Señor y pronuncia su credo escueto: “Señor mío y Dios mío". Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto". Qué gran lección encierra esta bienaventuranza. Jesús resucitado urge a la comunidad que arriesgue en el dinamismo misionero. Sus palabras son de actualidad: "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo". Igualmente Jesús resucitado irrumpe en nuestra comunidad para recordarnos el deber constante de ser sal de la tierra y luz del mundo, y para que lo hagamos con signos y gestos de humanidad y de comunión. Vivimos en la historia. Y el objetivo cristiano es lograr lo más posible el ideal de los primeros discípulos según cuenta la primera lectura. Lo bueno del ideal es que atrae sin límite. No todas las parroquias y comunidades hacen presente este ideal. Si lo intentamos, estamos en la línea práctica de la resurrección. P. Octavio Hidalgo.

domingo, 28 de marzo de 2021

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor -«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»...Conmemoramos hoy la sagrada entrada de Jesús en Jerusalén, montado sobre un borrico. Con este acto de humildad, nos muestra así el camino de su rebajamiento que le llevará hasta la muerte, una muerte en la cruz. Así mostró al género humano el ejemplo de una vida sumisa a la voluntad de Dios. Se lee hoy la Pasión según san Marcos, cuyo tema central es el de Jesús como Hijo de Dios, el Siervo de Dios mártir, vaticinado por Isaías, que muere en la cruz. Este sacrificio se actualiza en la eucaristía, en la que hoy pedimos la misericordia que no merecen nuestros pecados.

El domingo de Ramos es el pórtico de la semana grande del año litúrgico. Es un día en el que resalta un contraste: Por una parte, se conmemora la entrada sencilla y pacífica de Jesús en Jerusalén entre aplausos y aclamaciones; por otra, se evoca el rechazo y la condena de Jesús. Esta entrada de Jesús, como profeta y mesías, acentuó la crítica ante el montaje religioso que se había establecido. Jesús denunció el mal uso que se hacía del templo y de la ley, se enfrentó con los que se aprovechaban del sentimiento religioso de la gente; por eso resultaba cada vez más incómodo y molesto para la clase dirigente. Por tanto, había que eliminarlo sin más espera. El domingo de Ramos representa el claroscuro de la suerte de Jesús: triunfo y humillación, aclamación y sentencia, aplauso y pasión. Aquel día, mientras unos alababan al Altísimo y al profeta de Nazaret, otros, los dirigentes religiosos, lanzaban la última trama para acabar con él. Y lo consiguieron retorciendo argumentos y engañando al pueblo. El ambiente se enrareció. Y hasta los discípulos huyeron sobrecogidos de miedo. Tan sólo su madre, Juan y algunas mujeres demostraron comunión y valentía. Muchos de los que hoy nos decimos cristianos, a la hora de la verdad, somos igualmente miedosos y cobardes. Lamentamos que Judas traicionara a Jesús, que Pedro lo negara, que los demás discípulos se ocultaran y lo dejaran sólo... ¿Qué hubiéramos hecho nosotros? ¿Habríamos arriesgado por Jesús? ¿Hasta qué punto nos convence la espiritualidad de la cruz? Seguir a Jesús hasta el Calvario sigue siendo para todos una asignatura pendiente. Probablemente pensemos que para seguirlo en la vida ordinaria no hace falta pagar un precio tan alto. Sin embargo, Jesús, como creyente, nos deja este gran ejemplo: la obediencia a Dios no tiene fronteras. Vivamos, pues, con reflexión y responsabilidad estos días de la Semana Santa. Para un cristiano nunca pueden ser simples días de vacaciones. P. Octavio Hidalgo-

domingo, 21 de marzo de 2021

Quinto Domingo de Cuaresma - «Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto.» Lecturas 5º Domingo de CuaresmaEn la primera oración de este domingo, pedimos que «avancemos animosamente hacia aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo». Por su muerte y resurrección Dios ha hecho con nosotros una Alianza Nueva con una ley no escrita en tablas de piedra: «Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones» (1ª lectura). El Evangelio nos recuerda —refiriéndose a la muerte de Cristo— que «ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo (…) muere, da mucho fruto». Imitemos a Cristo, aborreciéndonos a nosotros mismos en este mundo, para guardarnos así para la vida eterna..

La Alianza es el gran símbolo que define las mutuas relaciones entre Dios y su pueblo. Dios es fiel siempre; el pueblo raramente. Esta Alianza evoca que Israel ha sido el pueblo elegido que Dios protege. Pero este pueblo quebrantó muchas veces la relación de amistad; su desobediencia se repite una y otra vez a lo largo de la historia. Sin embargo, cuando el pueblo se arrepiente, Dios lo perdona siempre. La Alianza que anuncia Jeremías es de índole más espiritual y profunda, grabada en el corazón, para favorecer más permanentemente la fidelidad y la santidad del pueblo: "Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo". Para nosotros Cristo es la Alianza nueva y definitiva, el gran lazo de unión con Dios. Lo logra a través de una vida obediente, redentora, servicial y fecunda. Él nos sorprende hoy con una pequeña parábola llena de lección humana, testimonio y alcance: La vida, como el grano de trigo, si se reservan, se vuelven estériles; sólo ganan cuando se invierten en donación y en sacrificio por los demás. Esta parábola está radiografiando al propio Jesús: El que se deshace dando vida, gana; quien se reserva, pierde. Para ser fecundos, es imprescindible sufrir la experiencia del grano de trigo. Jesús, que observa y aprende de la naturaleza, afirma rotundamente que es necesario deshacerse en la oscuridad del día a día, como cualquier semilla, para dar fruto. Gran mensaje, aunque cargado de dificultad, ante el que nos surgen muchos miedos y muchas resistencias. Esta parábola propone unos esquemas alternativos a los que comúnmente se barajan. Los esquemas que más se llevan se conjugan con los verbos tener, poder, disfrutar, sobresalir... Pero uno no es feliz conjugando estos verbos. El egoísta desfigura cada vez más su sensibilidad hasta el punto de volverse insensible. Sólo la entrega genera vida. Convence, por ejemplo, aquel testamento que dejó Baden-Powell como resumen de su proyecto educativo: "Dios nos ha puesto en un mundo encantador para que seamos felices y gocemos de la vida. Pero la felicidad no está en el éxito, ni en el dinero, ni en darse gusto a sí mismo. La verdadera felicidad consiste en hacer felices a los demás. Por tanto, tratad de dejar el mundo en mejores condiciones que cuando entrasteis en él...". En efecto, la vida generosa y entregada no sólo es un acierto para el que la ejercita, sino que es un gran ejemplo dentro de la pluralidad de mentalidades que existen. Y un apunte más: como a cualquiera, a Jesús también le cuesta poner en práctica la lección de esta parábola. La llegada de su hora le agita el alma. Si es sacrificado mantener la entrega, es aún más difícil caer en tierra como un mártir. Pero de su fidelidad al Padre y de tal sacrificio han brotado abundantemente la vida y la salvación. Nosotros somos testigos de lo impresionante que ha sido la cosecha. De su pascua (muerte-resurrección) ha nacido una nueva manera de hacer historia, un modo nuevo de amar el mundo, una inmensa Iglesia de seguidores entusiasmados con el Reino de Dios. P. Octavio Hidalgo.

viernes, 19 de marzo de 2021

DIA DEL PADRE -DIA DE SAN JOSE

Los evangelios mencionan muy pocas veces la figura de San José. En una de ellas San Mateo dice de pasada que fue una persona buena por condición y, también, por dinamismo creyente (Mt 1, 19). Si para la historia de la salvación José es importante como padre legal de Jesús, es porque estamos ante una persona de enorme talla humana, singularmente sencillo y discreto, altamente religioso y profundamente creyente. José fue un vecino más de Nazaret, un carpintero entre otros trabajadores. Se estima que su familia era una de tantas: sencilla y popular. Cuando fueron al templo para presentar la ofrenda con ocasión de la purificación de María, entregaron un par de tórtolas, la ofrenda de los pobres. Como creyente, vivió en silencio religioso y con gran discreción los acontecimientos inesperados que se produjeron en María. Se turbó ante su embarazo y recurrió a la oración. En el silencio orante se aclararon sus dudas, entendió la voluntad de Dios y decidió colaborar en compañía de María. En José de Nazaret sobresale una actitud silenciosa y discreta. De esta forma sirve y realiza su misión, una vez que en sueños asume el plan de Dios. Se diría que soñar con la voluntad de Dios le ayudó a vivirla con docilidad activa. En San José se aprecia un conjunto de cualidades modélicas y válidas para los cristianos de todos los tiempos: "Respeto ante el misterio de Dios, operado en María; fidelidad a toda prueba de un hombre que se fía de Dios; integridad y honradez silenciosas; vacío de sí mismo y laboriosidad sin protagonismos; y, sobre todo, disponibilidad absoluta, fruto de la obediencia de su fe, para la vocación de servicio y la misión que el Señor le confía: ser el padre legal de Jesús, como esposo que era de María". José, como María, fueron unos grandes creyentes. Entendieron que Dios es lo primero y que cuando él marca una misión, no procede resistencia alguna. Por eso, a su lado, Jesús fue "creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres" (Lc 2, 52). P. Octavio Hidalgo-

lunes, 15 de marzo de 2021

El próximo viernes 19 de marzo, solemnidad de San José, se celebra en España el Día del Seminario. El lema escogido por la Subcomisión Episcopal de Seminarios de la Conferencia Episcopal Española ha sido «Padre y hermano, como san José».

Este año, el Día del Seminario se celebra, si no con más razón, al menos con mayor fuerza gracias a la publicación realizada por el papa Francisco el pasado 8 de diciembre de 2020, en la que declaraba 2021 como Año Jubilar de san José, patrón de los seminarios. Este anuncio no ha sido casual pues coincidía con el 150 aniversario de la declaración realizada por Pío IX en la que proclamaba a san José como patrón de la Iglesia Católica. La Subcomisión Episcopal de Seminarios de la CEE, que ha escogido como lema «Padre y hermano, como san José», ha preparado unos materiales que pueden ayudar a las diferentes comunidades cristianas —parroquias, movimientos, seminarios, delegaciones diocesanas, etc.— a celebrar y visibilizar el trabajo realizado por estas instituciones eclesiales encargadas de formar a los sacerdotes del presente y del mañana. La reflexión teológico pastoral comienza remarcando el carácter especial de la jornada de este año y afirmando que «los seminarios estamos de enhorabuena, pues vivimos en la confianza de saber que san José es también patrón de los seminarios y padre de los seminaristas». Tal y como explica el documento, en la actualidad la figura de san José tiene un valor especial pues «como padre judío encargado de la educación de su hijo fue “el primer formador” de un seminario». Los materiales de la Conferencia Episcopal Española pueden descargarse, tanto en español como en gallego, a través de los siguientes enlaces. ENLACE

domingo, 14 de marzo de 2021

Cuarto Domingo de Cuaresma.- Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo únicoHoy es un domingo de alegría porque se acercan ya las fiestas pascuales. En ellas celebraremos nuestra salvación por pura gracia de Dios, que, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo. La alegría que sintió el pueblo de Israel cuando fue liberado de la cautividad de Babilonia. La alegría de saber el amor que Dios nos tiene, que envió a su Hijo al mundo no para condenarlo, sino para salvarlo. Este don requiere por nuestra parte recibirlo con fe: todo el que cree en él tendrá la vida eterna, no será condenado. Pero el que no cree en el nombre del Hijo único de Dios, ya está condenado

El mensaje de hoy es altamente entusiasmante. Pregona una gran verdad, que es también un desafío para nuestro comportamiento: Dios es rico en misericordia, ama inmensamente al mundo, ama locamente a todas las personas. Es un amor tan entrañable que se transforma en una obsesión: ¡Salvarnos! He ahí un resumen impresionante de todo el Evangelio. El mensaje de hoy deja muy clara la calidad de Dios y de su proceder con la humanidad. Él, rico en misericordia, no puede ser más que salvador. Los creyentes sabemos por propia experiencia que Dios es Abba (Padre). Por eso envió a su Hijo sólo para salvar y no para condenar. A Dios sólo le define la misericordia, el amor y la salvación. Si alguien tiene otra vivencia o sensación contraria a éstas, está equivocado. Dios es sólo amor y su proyecto es salvar, nunca condenar. Ante nuestro pecado, su reacción es ser misericordioso y salvador. Esta calidad tan impresionante de Dios se concreta en la redención, que es un don gratuito. No se debe a nuestros méritos. Es una iniciativa suya y una oferta desinteresada. Dice la carta a los Efesios: "Estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir". Ahora bien, la redención no se efectúa en las personas si no existe colaboración, si no se da un acercamiento libre a la luz. Decía San Agustín: "Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti". La salvación es un don, pero también una responsabilidad propia y una tarea. Fragua más si acogemos a Jesús como luz y verdad para la vida. El pasaje evangélico radiografía perfectamente a las personas: o se vive de cara a la luz o se prefieren descaradamente las tinieblas. Las primeras quieren la verdad y, por tanto, no tienen nada que ocultar; las segundas eligen el error, no quieren corregirse, y ese proceder perverso y absurdo los lleva lamentablemente a la condenación. Por tanto, se impone el discernimiento. Ante la oferta generosa de Dios, el ser humano ha de definirse: creer o no creer, optar por la verdad o por la mentira, por la luz o por las tinieblas. El plan de Dios es que "nos dediquemos a las buenas obras", es decir, que actuemos con verdad, como muestra de la fe que decimos tener. Este pasaje evangélico es de gran calado y transcendencia: el creyente que adecúa fe y vida, no puede condenarse. El que habiendo sido impactado por la fe, da la espalda a la luz, ése elige necia e inexplicablemente la tiniebla de la condenación. P. Octavio Hidalgo

domingo, 7 de marzo de 2021

TERCER DOMINGO DE CUARESMA.- «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.» La primera lectura de hoy nos presenta los mandamientos que Dios reveló a Moisés. Una ley que es perfecta, que es descanso del alma, unos mandamientos que son verdaderos y enteramente justos, palabras de vida eterna. Si se valoraran estos preceptos del Señor, ¿sería el mundo como es, tan lleno de injusticias y maldades? ¿Valoramos nosotros hoy esos mandamientos?… En la segunda lectura se nos habla de Cristo crucificado como expresión de la fuerza de Dios y de la sabiduría de Dios. Su cuerpo, templo de Dios, será destruido en la muerte en la cruz, pero al tercer día resucitará. Esto nos llena de esperanza a los que hemos muerto y resucitado con él en el bautismo..

La espiritualidad de los mandamientos ha tenido un gran peso en la vida y en la moral cristianas. Era el clásico punto de referencia para calibrar la moralidad, un recurso de fácil utilización para que la gente sencilla hiciera con frecuencia el examen de conciencia. Pero hay que decir que el mensaje de los mandamientos corresponde al Antiguo Testamento. Jesús ha venido a dar plenitud a todo lo antiguo. Recordemos, por ejemplo, que al llamado joven rico le pide algo más que cumplir los mandamientos. Un resumen condensado de lo nuevo que propone Jesús son las Bienaventuranzas (Mt 5, 2-12). Nosotros, que vivimos el tiempo de la Iglesia, tenemos en Jesús la revelación última de lo que Dios quiere de nosotros. Él mismo es el modelo nuevo y definitivo de comportamiento moral. Con qué sencillez y claridad teológica presenta San Pablo esta verdad fundamental y dinámica: Cristo crucificado es la gran señal de los cristianos, el gran símbolo, patrimonio de la humanidad, que la Iglesia puede presentar con sano orgullo porque en él reside la mejor sabiduría y la fuerza más eficaz. Puede que también hoy resulte una locura para unos y una necedad para otros. Sin embargo, para los impactados por la fe, este Cristo sigue siendo lo más puro y noble que ha caído en la historia. Uno de los grandes empeños que tuvo Jesús fue el de abrir los ojos al pueblo, para que la gente viviera con libertad y dignidad. No toleraba que se engañara al pueblo y que se manipulara la religión. Por eso se enciende cuando ve que se comercializa con la fe y el culto, cuando se levanta en torno al templo un negocio de compraventa. Era inadmisible una profanación tal del templo y del culto. El templo sólo debe ser lugar de oración y de fraternidad, de religiosidad crítica y de alianza. Este pasaje evangélico tiene, sobre todo, un significado profético: por una parte, muestra el desacuerdo de Jesús con el negocio que llevan a cabo los jefes religiosos de su tiempo y, por otra, anuncia que toda persona es templo vivo de Dios. El culto nuevo que propone Jesús es la oblación de uno mismo en servicio y solidaridad. Él es el nuevo templo. Cada creyente es templo si acoge el querer de Dios. En cambio, en nuestro mundo el ídolo del dinero todo lo convierte en mercado y prácticamente ls altares se inmolan parados, marginados, ancianos, enfermos, dignidad... Por eso necesitamos purificar la religiosidad. Lo que valeo corrompe todo. En su cristianamente es el culto de la vida: la entrega de uno mismo al estilo de Cristo crucificado sabiduría y fuerza de Dios. P. Octavio Hidalgo.

domingo, 28 de febrero de 2021

SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA.- "Este es mi Hijo, el amado"En este domingo se nos anticipa el misterio de Cristo resucitado y glorificado a la derecha del Padre. Así ocurrió en el misterio de la transfiguración: “Por la cruz, a la luz”. Dios entregó a su Hijo a la muerte por nosotros; pero la pasión es el camino de la resurrección. Así hemos de vivir el misterio de la cruz siempre, y de modo especial en estos días de Cuaresma, llenos de esperanza en que un día también resucitaremos. Al participar en la eucaristía del cuerpo glorioso de Cristo, nos hacemos partícipes ya de los bienes eternos del cielo.

Creyente es aquel que se fía de Dios y le hace caso, pero no de una manera ingenua, sino por impacto y experiencia religiosa. Abrahán es considerado por judíos, cristianos y musulmanes como el Padre de todos los creyentes, es decir, de los que obedecen a Dios. Cree contra toda esperanza. Primeramente cree en la posibilidad de un hijo humanamente imposible y luego se atreve a renunciar a él por obediencia a Dios. Abrahán es de esos creyentes con casta que demuestran con hechos una verdad fundamental: hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Ahora bien, lo que la fe fue para Abrahán y para los grandes creyentes, ha de ser también para nosotros: apertura a los planes de Dios, entrega de la mente y del corazón, actuación comprometida y confianza en el Espíritu. La fe es un gran don y una ayuda poderosa para ser persona. Vivir la fe es lo que caracteriza a un creyente. Esto se traduce en una existencia acorde con el plan de Dios, con el seguimiento de Jesús; por tanto, con un estilo testimonial y comprometido. La vida es el campo donde se ejercita la fe. Para Jesús la gran señal de que uno cumple como creyente es la caridad y la solidaridad. Toda la ley y los profetas se resumen en amar a Dios y al prójimo. Por consiguiente, la fe no es sólo para el templo o para los locales parroquiales; es también e importantemente para la vida laboral, familiar, para la calle, el ocio, etc. La segunda lectura insiste en un mensaje: Dios salva solamente. Este es su oficio y su bendita manía. Si nos ha entregado a su propio Hijo como mártir por nuestra salvación, ¿cómo nos puede condenar? El amor divino sólo inspira salvación. Por eso, nuestra respuesta debe ser la santidad. La transfiguración de Jesús en lo alto del monte es una experiencia mesiánica de gran calado. Deja estupefactos a los tres discípulos: "¡Qué bien se está aquí!", dice Pedro. Llegan a descubrir que Jesús es más que Moisés y Elías juntos, es decir, más que toda la Ley y todos los profetas anteriores. Reciben el impacto de que Jesús es la Palabra culminante y definitiva de Dios. Por eso, en adelante es a él a quien hay que escuchar y seguir. Los tres discípulos vivieron esta experiencia con gran asombro, hasta el punto de olvidarse que están en la cima del monte. Pero Jesús se encarga de volverlos a la realidad. Y la realidad de cada día no está en lo alto del monte, sino abajo, donde vive el pueblo con sus problemas y sus quejas. El monte es bueno para oxigenar el espíritu y para fortalecer la moral en vistas al compromiso, pero nunca puede evadir o alejar de la realidad. Vista así la vida cristiana, es atractiva y fascinante porque aporta hondas experiencias que motivan a caminar hacia nuevas metas y a escalar montañas de valores. Según esto, todos necesitamos impactos cautivadores y golpes de gracia, como el vivido por los tres discípulos en el monte Tabor, para cargar las pilas de mística evangélica. P. Octavio Hidalgo.

domingo, 21 de febrero de 2021

Primer domingo de Cuaresma - Convertíos y creed en el Evangelio"Vivir la alianza bautismal y la conversión creciente es muy difícil, aunque no imposible. Todo lo que se dio en Jesús es posible para cualquier cristiano. El problema estriba en la tentación que ronda y amenaza siempre. El primer domingo de Cuaresma nos recuerda cada año que la tentación es una realidad que merece profunda consideración. No es asunto de importancia menor, ni ha pasado de moda, por más que alguno lo piense. Para Jesús fue asunto decisivo y principal. Así lo recogió en la oración que nos dejó como testamento: "No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal"..

Los pactos de Dios son una constante bíblica, que alcanzan su expresión más significativa en la Alianza. La gran Alianza que siempre se le recordará al pueblo del Antiguo Testamento es la establecida en el éxodo de Egipto junto al monte Sinaí. La nueva y definitiva Alianza para nosotros es Jesús, nuestro Redentor. La Cuaresma nos brinda la oportunidad de enlazar con lo más genuino y dinámico de la tradición bíblica y cristiana, y de repensar el propio bautismo con su simbolismo de alianza. En efecto, por el bautismo cada cristiano establece alianza con Dios por Jesús en el Espíritu. El bautismo es orientación y proyecto de vida, conversión creciente. Pero no hay conversión posible si uno no es consciente de sus pecados. Por eso necesitamos silencio, retiro, concentración para promover la conversión bautismal como apunta San Pedro: no se trata de limpiar una suciedad corporal, sino de pedir a Dios y de alcanzar una conciencia pura. Vivir la alianza bautismal y la conversión creciente es muy difícil, aunque no imposible. Todo lo que se dio en Jesús es posible para cualquier cristiano. El problema estriba en la tentación que ronda y amenaza siempre. El primer domingo de Cuaresma nos recuerda cada año que la tentación es una realidad que merece profunda consideración. No es asunto de importancia menor, ni ha pasado de moda, por más que alguno lo piense. Para Jesús fue asunto decisivo y principal. Así lo recogió en la oración que nos dejó como testamento: "No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal". Antes de lanzarse a la misión profética, Jesús sufrió en el desierto un fuerte debate interior: la voluntad de Dios y el ideal de su Reino le atraían poderosamente; pero, como criatura humana, sufrió el asalto de la tentación. Jesús optó por seguir al Espíritu de Dios y se reafirmó en poner la vida al servicio del ideal que tenía decidido. Y así, con los criterios renovados, salió del desierto absolutamente decidido por el Reino de Dios. El afán de poder, el deseo de tenerlo todo, de usar y abusar de todo, de consumir a ultranza, etc., son tentaciones que nos envuelven socialmente. Hay quien piensa que no está prohibido nada y que poseerlo todo es vivir como dioses. Pero el ser humano, después de probarlo todo, se encuentra vacío, más pobre que nunca y profundamente defraudado. Al comienzo de la Cuaresma se nos recuerda que la tentación está ahí, no ha desaparecido. Jesús la padeció, pero la venció. ¿Nosotros? P. Octavio Hidalgo.

domingo, 14 de febrero de 2021

Jesús, ante el leproso sintió lástima, extendió la mano y lo tocó. Violó la ley, pero no por ello se sintió impuro. Al contrario, se sintió bien por ayudar y curar a una persona. Como se sentía igualmente bien cuando ayudaba a las prostitutas, se reunía con los publicanos y comía con los pecadores públicos. Había venido para esto: para estar sobre todo con los pecadores, con los socialmente corrompidos, a fin de poder recuperarlos para la sociedad y para el Reino de Dios

Según la tradición judía, había que arrinconar a los leprosos, apartarlos de la vida social como impuros; eran contagiosos: nadie se podía acercar a ellos y, menos aún tocarlos. Era la manera de defenderse de esta enfermedad incurable y peligrosa. Pero Jesús, que no ha venido a romper sin más con las tradiciones, pero sí a mejorarlas, en este caso no podía seguir la corriente de las costumbres que habían ido fraguando. Ante el leproso sintió lástima, extendió la mano y lo tocó. Violó la ley, pero no por ello se sintió impuro ni con la fama manchada, como recalcaban los más tradicionalistas. Al contrario, se sintió bien por ayudar y curar a una persona. Como se sentía igualmente bien cuando ayudaba a las prostitutas, se reunía con los publicanos y comía con los pecadores públicos. Había venido para esto: para estar sobre todo con los pecadores, con los socialmente corrompidos, a fin de poder recuperarlos para la sociedad y para el Reino de Dios. Si somos un poco reflexivos, probablemente caeremos en la cuenta del peligro que corremos todos de marginar y de ser marginados: si alguien no me cae bien, lo aparto de mi camino; si para alguien soy antipático, me borra de su lista; si uno me ha hecho una jugada, lo elimino de mi círculo. No es raro oír: "Yo con éste no me hablo", "tal persona acabó para mí", "esa familia es la peor del bloque; con ellos no hay nada que hacer", etc. Si analizamos nuestras reacciones seguramente descubrimos que muchas veces marginamos porque nos dejamos llevar por los prejuicios, porque emitimos juicios de valor discriminatorios, porque somos rencorosos y cortamos la relación con algunas personas, etc. ¿Qué causas ha habido? ¿Qué lepras hemos encontrado en ellas para alejarlas? ¿Cómo debemos proceder si nos consideramos verdaderamente cristianos? El amor cristiano no admite ninguna marginación; es compasivo ante el sufrimiento y las necesidades de los desfavorecidos. Precisamente por estas fechas Manos Unidas promueve la Campaña contra el Hambre. El paisaje de la pobreza y la marginación se va ensanchando día a día en el mundo. No está lejos de nosotros. Nos han golpeado mucho con la propaganda del bienestar y lo que vemos es un panorama de pobreza que martillea el alma. La situación del Tercer y Cuarto Mundos es trágica. No es problema de un solo día, sino de todo el año y de todos los años. Manos Unidas nos propone reflexionar sobre nuestro modo de vivir, sobre las necesidades que nos inventamos, sobre el sentido de lo imprescindible y lo superfluo en relación con las imágenes dramáticas que alguna vez hemos visto en la televisión. Hay solución si practicamos la caridad cristiana y si promovemos una cultura de solidaridad. ¿Qué podemos aportar nosotros? P. Octavio Hidalgo.

domingo, 7 de febrero de 2021

Evangelizar es también la gran tarea del cristiano, su razón de ser, un oficio que se cumple con hechos y con palabras; de lo contrario, se corre el peligro de que la Buena Noticia quede desfigurada. Es urgente evangelizar para alcanzar el Reino de Dios. Para ello hay que quitar del medio a muchos demonios, muchas fiebres.... como hacía Jesús..

La cuestión que está latente en el pasaje del libro de Job es el sentido de la vida, una cuestión que nos asalta más agudamente cuando vivimos momentos difíciles. El debate interior es tan fuerte que Job se encuentra como en un laberinto: no hay salida, ni luz, ni esperanza... La vida es una esclavitud penosa, una pasión inútil, un trabajo rudo que hay que soportar, una escena corta que pasa infelizmente... De esta manera, concluye, no merece la pena vivir. Si la realidad fuera tan cruda y chata, si no hubiera otras perspectivas, pensaríamos como Job. Pero, gracias a Dios, no es así. La vida tiene un gran sentido si se pone al servicio de un bello ideal. Cuando una persona vive con ideal, no sólo le brillan los ojos y le canta el alma, sino que le falta tiempo para desarrollar tantas iniciativas como le surgen del interior. No obstante, hay que reconocer que no es fácil vivir a diario con ilusión, que seguir el ideal es costoso, que tender a la plenitud exige sacrificio y constancia. Pero nosotros contamos con la fe y con el Evangelio para hacer camino con el talante y el ritmo de un líder consagrado: Jesús de Nazaret. Él ayuda a dar profundo sentido a la vida. Seguramente lo hemos experimentado todos: cuando el Evangelio se convierte en el motor de la vida, es que ha entrado tan dentro de nosotros que no nos queda más remedio que pregonarlo. Y de una manera voluntaria y gratuita. Así de intenso es el testimonio personal que nos comenta San Pablo. El deber que siente como creyente, después de haber sido alcanzado por Jesús, es evangelizar. Es una necesidad, una responsabilidad, una urgencia irrenunciable: "¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!". He ahí el compromiso que le apasiona como apóstol. Evangelizar es también la gran tarea del cristiano, su razón de ser, un oficio que se cumple con hechos y con palabras; de lo contrario, se corre el peligro de que la Buena Noticia quede desfigurada. Es urgente evangelizar para alcanzar el Reino de Dios. Para ello hay que quitar del medio a muchos demonios, muchas fiebres.... como hacía Jesús. El pasaje evangélico resalta cómo la gente, necesitada de salud y de salvación, buscaba a Jesús y cómo él sabe compaginar compromiso y oración. Ambas cosas son principales; pero hay que saberlas armonizar con equilibrio. Para Jesús la oración es una constante en su vida y el motor de su actividad. Es consciente de que el activismo no le puede dominar. Por eso en ocasiones prefirió el silencio y la oración, aunque supiera que muchos lo andaban buscando. También él necesitó alimentar el compromiso en la comunicación con el Padre. Y es que la evangelización pierde mística si no se nutre y se sustenta en la oración. Gran ejemplo el que nos deja Jesús en este pasaje evangélico: por un lado, sensibilidad y cercanía con los que sufren; por otro, profunda condición creyente y orante. Si alguien dice que no tiene tiempo para rezar, porque tiene mucho que hacer, no ha entendido a Jesús. Sinceramente la actividad nunca puede justificar la falta de oración. P. Octavio Hidalgo

domingo, 31 de enero de 2021

Si Jesús asombra, atrae y convence es porque encarna un estilo de vida que enlaza con las aspiraciones más nobles de las personas. Por eso se le reconoce autoridad: en él hay una total fidelidad a los dones de Dios, hay un alma limpia, generosa y comprometida y hay victoria sobre las tentaciones y sobre las tendencias diabólicas que muchas veces se apoderan de las personas y de los ambientes

Los creyentes interpretamos la historia como historia de salvación gracias a las intervenciones de Dios y de sus profetas. Dios ha ido suscitando profetas en medio del pueblo para que sean sus testigos: anuncien, denuncien y sean la alternativa de su proyecto salvador. El profeta superior y excepcional, el profeta culminante de todos los tiempos es Jesús de Nazaret. La segunda lectura recoge el consejo de San Pablo sobre el celibato y la virginidad. Esta vocación es una más dentro de la Iglesia, un don del Espíritu al servicio del Reino de Dios y una gran riqueza para la Iglesia. No es una vocación superior ni más perfecta. La vocación fundamental de todos los cristianos es la bautismal. El Evangelio es igualmente atractivo y exigente para todos los cristianos, como la santidad es una llamada y un deber de todos. El celibato es una vocación particular y específica que da colorido a la vida eclesial como otras lo hacen desde la de su propio estado o condición. El evangelio de Marcos presenta ya en su comienzo al Jesús adulto en lucha con los espíritus del mal, arrojándolos fuera de las personas y dejando claro su objetivo redentor. Él enseña y actúa con autoridad. Todo él está lleno de verdad y de bondad. La gente descubre en su persona un modo nuevo y diferente de presentar los valores humanos y religiosos: es coherente, testimonial, es un místico y un profeta de Dios que marca otras pautas, despierta las conciencias, propone un proyecto alternativo que muchas veces los listos de este mundo pretenden ocultar por intereses bajos. Si Jesús asombra, atrae y convence es porque encarna un estilo de vida que enlaza con las aspiraciones más nobles de las personas. Por eso se le reconoce autoridad: en él hay una total fidelidad a los dones de Dios, hay un alma limpia, generosa y comprometida y hay victoria sobre las tentaciones y sobre las tendencias diabólicas que muchas veces se apoderan de las personas y de los ambientes. No hay mayor autoridad que la que brota del alma; y ésa es la de Jesús. Está por encima de los votos y de la democracia. Tal autoridad ayuda a las personas a ser mejores. El poder generalmente corrompe. P. Octavio Hidalgo

sábado, 30 de enero de 2021

El próximo sábado, 6 de febrero, Luis Quinteiro presidirá la misa en la que se celebrará esta Jornada en el templo parroquial del Corazón de María —situada en la calle Honduras— a las 19 horas. Con motivo del Covid-19, el aforo estará reducido a un tercio de la capacidad máxima del templo y deberán seguirse, en todo momento, las medidas de higiene y seguridad estipuladas por las autoridades sanitarias para combatir la propagación de la pandemia.

El obispo de Tui-Vigo, Luis Quinteiro Fiuza, ha publicado una nueva Carta Pastoral con motivo de la celebración de la Jornada de la Vida Consagrada cuyo lema, La Vida Consagrada, parábola de la fraternidad en un mundo herido, se hace eco de la situación de crisis provocada por la pandemia del covid-19 que ha puesto de relevancia la misión de las personas consagradas definida por Mons. Quinteiro como «signo visible de la cercanía del Padre para con todo ser humano». ENLACE

domingo, 17 de enero de 2021

La vocación cristiana es una llamada por parte de Dios. Unos la sienten directamente en su interior; a otros les llega por medio de terceras personas, contactos, situaciones, acontecimientos... Dios sorprende y nos descoloca cuando menos lo imaginamos. La vocación produce un impacto, fragua un encuentro y se proyecta en un compromiso y en una misión..

Sin religiosidad y sin fe difícilmente se percibe la comunicación de Dios. Él se comunica. Pero son imprescindibles el silencio interior y la apertura de corazón para captarlo. Dios lleva la iniciativa en la historia de salvación. Pero no lo hace todo. Necesita de nuestra colaboración. El relato de la vocación de Samuel es un ejemplo de cómo Dios llama y cómo los creyentes debemos escuchar, discernir y responder a sus llamadas. La vocación cristiana es una llamada por parte de Dios. Unos la sienten directamente en su interior; a otros les llega por medio de terceras personas, contactos, situaciones, acontecimientos... Dios sorprende y nos descoloca cuando menos lo imaginamos. La vocación produce un impacto, fragua un encuentro y se proyecta en un compromiso y en una misión. Generalmente se precisa de testigos experimentados para discernir con claridad la voz de Dios, los signos de los tiempos y el sentido de las cosas. Samuel quería vivir en la onda de Dios. El servicio de Elí consiste precisamente en ayudarle a distinguir la voz divina de la humana. He ahí uno de los aspectos fundamentales del acompañamiento espiritual. Ante la irrupción en público de Jesús, Juan el Bautista considera que ha llegado el momento de cerrar su escuela y de llevar a sus discípulos al seguimiento de Jesús. En adelante es al Cordero de Dios a quien hay que seguir. Él ya ha cumplido como precursor: ha preparado el camino y ha señalado su presencia. Con esto, Juan demuestra una gran talla humana y un gran servicio como testigo, que sabe desprenderse de los suyos y no hacer sombra al único Pastor. Para el Bautista estaba muy claro: "Conviene que él crezca y yo disminuya". Según el Evangelio de Juan, el germen del grupo de los seguidores de Jesús se fundamenta en una experiencia: fueron, vieron y después comunicaron: "Hemos encontrado al Cristo". La fe, en efecto, es consecuencia del encuentro con Jesús. Pero no es posible tal encuentro si uno no lo aspira, no está abierto, no busca... Este encuentro personal con Jesús es el mayor don y la mayor suerte que nos puede acontecer. Se supone que todos nosotros hemos sido tocados en el alma por Jesús. No obstante, cabe la pregunta: ¿Con qué intenciones lo seguimos? ¿qué buscamos? ¿qué pretendemos siguiendo a Jesús. P.Octavio Hidalgo.

domingo, 10 de enero de 2021

Bautismo del Señor Una de las primeras escenas del Jesús adulto, comprometido con Dios Padre y con su Reino, es la del Jordán, cuando aparece como un pecador más y pide a Juan el bautismo de conversión. Para los contemporáneos de Jesús el bautismo era un rito penitencial por el que se reconocían pecadores, pero arrepentidos y dispuestos a vivir en obediencia a Dios.

Con la fiesta del Bautismo del Señor acaba el tiempo de Navidad y comienza el tiempo ordinario. Éste es un domingo bisagra, que engancha la vida oculta de Jesús con los inicios de su presentación pública como Mesías. Una de las primeras escenas del Jesús adulto, comprometido con Dios Padre y con su Reino, es la del Jordán, cuando aparece como un pecador más y pide a Juan el bautismo de conversión. Para los contemporáneos de Jesús el bautismo era un rito penitencial por el que se reconocían pecadores, pero arrepentidos y dispuestos a vivir en obediencia a Dios. Esta imagen de Jesús es llamativa y sugerente: El que quita el pecado del mundo, el santo de Dios asume la condición humana con toda su debilidad y el pecado de todos. Así, con esta convicción penetra Jesús en el Jordán, pidiendo perdón por el pecado ajeno que hace propio. Esta estampa sorprendente significa y revela hasta dónde llega su talante redentor. Hay que resaltar cómo el Espíritu, que lo empapa y lo ilumina, lo mueve a realizar tales gestos de comunión liberadora. Jesús se solidariza con los pecadores para liberarlos como Redentor. Y todo el cielo, abierto, apoya y aplaude este proyecto: "Éste es mi Hijo amado...". A partir de ahora el objetivo apasionado y declarado de Jesús será evangelizar, es decir, dedicarse por completo a hacer Reino de Dios. Como escribe un autor de nuestros días, "mirad... No lleva armas ni alforjas. No grita ni vocea. No amenaza ni castiga. No se doblega ni vacila. En sus manos libres levanta una bandera de justicia. Se alía con la misericordia para abrir los ojos del ciego, curar heridas y enfermedades. Prefiere la misericordia al sacrificio. Se carga de libertad para expulsar demonios y sacar cautivos de la prisión. Es médico de corazones. Trae las mejores noticias para los pobres, que serán sus preferidos. Proclama la amnistía de todas las deudas. Inaugura tiempos de bendición y jubileos de gracia. No quiere ser servido, sino servir... Ofrecerá agua viva a los sedientos. Multiplicará los panes para los hambrientos, y él mismo será pan partido para alimentar mejor" (R. Prieto). Por otra parte, el bautismo de Jesús nos da pie para considerar que nosotros también hemos sido bautizados. El Espíritu que estuvo presente en el bautismo de Jesús también ilumina nuestra conciencia y nos provoca a realizar la obra de Dios. Nuestra identidad ha de reflejar que estamos de parte de Jesús, que lo seguimos convencidamente y que nos atrae la espiritualidad del Evangelio. Se nos ha de notar que trabajamos por el Reino de Dios. Como Jesús, nos veremos acosados por mil tentaciones. Pero Dios nos acompaña y ayuda de mil formas. La aventura de Jesús es también la aventura de cada bautizado. P. Octavio Hidalgo.

domingo, 3 de enero de 2021

Domingo 2º después de Navidad - En el colmo del amor, y para orientarnos, Dios ha decidido vivir como uno de nosotros. ¿Cabe otra iniciativa mejor? Su sabiduría alternativa alumbra unos valores y una felicidad que no se pueden percibir de espaldas a la luz y hundidos en las tinieblas. Sin embargo, en Jesús todos podemos llegar a la plenitud, es decir, a la experiencia máxima de vivir en comunión como hijos de Dios. Por eso destacamos que Jesús es el ideal y el fundamento para vivir acertadamente. En él Dios Padre nos bendice generosamente. En esto consiste la Navidad: Dios Padre nos invita a compartir la condición de Jesús

El mensaje de hoy es como un eco del presentado el día de Navidad. Se concentra en la Palabra de Dios hecha persona, rebosante de sabiduría, vida y luz. Dios ha querido acercarse, acampar en medio del pueblo, deseoso de orientar a todos por el camino de la salvación. No se cansa de ofrecernos su revelación, porque lejos de ella lo único que encontramos es tiniebla y ruina. Esta revelación culminante se ha realizado por medio de Jesús. Su persona (hechos y palabras) es el mensaje sobresaliente, la Palabra superior y definitiva de Dios que traza el estilo humano más convincente. De nuevo hay que resaltarlo: En el colmo del amor, y para orientarnos, Dios ha decidido vivir como uno de nosotros. ¿Cabe otra iniciativa mejor? Su sabiduría alternativa alumbra unos valores y una felicidad que no se pueden percibir de espaldas a la luz y hundidos en las tinieblas. Sin embargo, en Jesús todos podemos llegar a la plenitud, es decir, a la experiencia máxima de vivir en comunión como hijos de Dios. Por eso destacamos que Jesús es el ideal y el fundamento para vivir acertadamente. En él Dios Padre nos bendice generosamente. En esto consiste la Navidad: Dios Padre nos invita a compartir la condición de Jesús. ¡Qué grande y elegante ha estado Dios con nosotros! Ha querido entrar en la historia como una cuña de luz. Y nos ha dejado su Espíritu para alargar esta Luz de generación en generación, de manera que podamos comprender la esperanza a la que nos llama y la riqueza de gloria que nos espera si trabajamos la santidad personal y comunitariamente. Por eso, es un desacierto dar la espalda a esta Palabra que es Vida, Luz, Sabiduría y Amor: Vino a los suyos y los suyos no la recibieron... Sin embargo, los limpios de corazón y los sencillos son quienes acogen a Jesús: agradecen su Luz, meditan su Palabra y aprovechan su Sabiduría para vivir en progresivo crecimiento. P. Octavio Hidalgo

viernes, 1 de enero de 2021

Dia 1 de Enero 2021 - Año Nuevo

Este día trae consigo varios mensajes. En el umbral del año la Iglesia nos presenta a María como madre. El cariño y la admiración que sentimos por ella nos llevan a destacarla desde el primer día por los valores que aporta como persona y como creyente. Se ha dicho de María que “es el sacramento de la ternura maternal de Dios". La Virgen Madre, que alumbra a Jesús, nos lo entrega al comienzo de cada año para que asimilemos su mensaje y su espiritualidad. María fue una creyente de mucha vida interior: meditaba los acontecimientos desde la fe, los rumiaba en su corazón. Esta estampa de María constituye una sugerente invitación a vivir el año con talante de interioridad. Cada nuevo año es un don que debemos agradecer. No es cuestión de llenar la vida de años, sino de llenar los años de vida. En este sentido cada año es un reto: es nuevo y distinto. ¿Lo valoramos así? Vivamos cada día como un tiempo de gracia y como un espacio para la creatividad. Las instituciones promueven en este día el valor de la paz. Socialmente se invita a vivir todo el año en la tónica de la paz, del equilibrio, de la armonía. Nosotros recordamos aquella bienaventuranza: "dichosos los que trabajan por la paz". Y nos animamos a vivir todo el año con estas consignas: — Cree en la vida, a pesar de la muerte. — Acoge la vida como un don y desarróllala como una tarea. — No maldigas ni lamentes haber nacido. — Defiende la vida donde esté amenazada. — No hieras a nadie de ningún modo. — Comparte la vida con tu pueblo, apoyando sobre todo a los más débiles. — Arriésgate por causas nobles. — Siembra la paz en la familia y entre los vecinos. — Entrégate al estilo de Jesús, el gran testigo de la Vida. P. Octavio Hidalgo