miércoles, 30 de marzo de 2016

Jornada por la Vida: 5 de Abril del 2016 «Cuidar la vida, sembrar esperanza»

La creación proclama la bondad y el amor de Dios. Efectivamente, Dios, en su amor eterno, creó el universo y en él llamó a la existencia al hombre y a la mujer para que poblasen la tierra y colaborasen con Él en la obra de la creación, en la perfección de todo lo que había creado que, como repiten insistentemente los primeros versículos del Génesis, «vio Dios, que era bueno, que era muy bueno». La creación se nos ha confiado para que sea el fundamento de una existencia creativa en el mundo, para que la perfeccionemos y dejemos también en ella la huella de nuestro amor, no la huella del maltrato, del abuso y la explotación. El papa Francisco nos llama a cuidar y proteger con ternura este mundo que Dios nos ha dado, a hacerlo bello y hermoso, a transformarlo en hogar de hermanos y hermanas, en casa habitable por el ser humano, transparentando la hermosura y el amor de Dios; nos llama, en suma, a cuidar la vida y a sembrar esperanza Es una realidad esperanzadora el constatar cómo la conciencia ecológica va creciendo en nuestros días, y cómo son cada vez más los que se preocupan por cuidar el medioambiente y preservar la naturaleza. Porque es nuestra casa, y tenemos que cuidarla, para nosotros y para las generaciones venideras. Como toda casa, como todo hogar, algún día acogerá a nuestros hijos. «La tierra es nuestra casa, nuestro hogar, como una madre bella que nos acoge entre sus brazos». En este cuidado de la casa común debe ocupar un puesto central la ecología humana, que debe ser promovida y protegida como expresión de quienes son no solo criaturas, sino más aún, «imagen y semejanza» de Dios. «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» (Gén 1, 26) –es el diálogo de amor de Dios– «creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó» (Gén 1, 28). Es la impronta personal de Dios en la creación y lo que en último término la fundamenta y llena de sentido. En el cuidado de la ecología humana se encuentra como elemento primordial el cuidado de todas las personas, desde el inicio de su existencia hasta su muerte natural. La encíclica Laudato si nos habla de la necesaria ecología ambiental, social, económica, cultural y de la vida cotidiana (LS,137-155), todo ello con vistas de promocionar el bien común: la ecología integral es inseparable de la noción de bien común, un principio que desempeña un papel central y unificador en la ética social. Es «el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección» En la fiesta de la Anunciación del Señor la Iglesia celebra la jornada a favor de la vida, con el lema: “cuidar la vida, sembrar esperanza”. FUENTE

domingo, 27 de marzo de 2016

Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor. Pascua es el gran paso hacia la vida. Un paso que precisa ser meditado y orado largamente, para que sea coherente y eficaz. Resurrección es aspirar a los bienes de arriba, alzar el vuelo, levantar la moral, dar la espalda a todo lo rastrero, respirar aire puro y sano. Resurrección es mirar con ojos divinos y amar con corazón evangélico; es creer a pesar de los fracasos y de las amarguras..."

Pascua es el gran paso hacia la vida. Un paso que precisa ser meditado y orado largamente, para que sea coherente y eficaz. Resurrección es aspirar a los bienes de arriba, alzar el vuelo, levantar la moral, dar la espalda a todo lo rastrero, respirar aire puro y sano. Resurrección es mirar con ojos divinos y amar con corazón evangélico; es creer a pesar de los fracasos y de las amarguras. Los discípulos estaban aturdidos en el cenáculo, tal vez demasiado aplanados por la muerte del Maestro, que, como el grano de trigo, fue sepultado en la tierra. Pero al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena tiene una experiencia sobrecogedora al borde del sepulcro vacío. ¿Qué ha pasado con Jesús? Marcha al cenáculo con la noticia sorprendente: "Se han llevado del sepulcro al Señor". Pedro y Juan corren para comprobarlo. Y dice el Evangelio que cuando Juan llegó al sepulcro y entró, vio y creyó, pues hasta entonces no habían entendido la Escritura. ¿Qué vio Juan para creer? ¿Qué experimentó? ¿Qué buscaba María Magdalena cuando fue al sepulcro al amanecer? Los primeros discípulos fueron entendiendo que a Jesús resucitado no se le encuentra entre los muertos. Él es explosión vigorosa de vida. A su lado se renueva el espíritu y crece la esperanza. Por eso, el final de los hijos de Dios no es la muerte ni el sepulcro ciego, sino un amanecer de resurrección en comunión con Dios y con todos los que han pasado de la muerte a la vida. Para vivir con hondura e intensidad este tiempo de Pascua, que acabamos de inaugurar, hay que coger la onda de la resurrección. Ésta es como un estallido de entusiasmo y de plenitud, pero también un compromiso de honradez hacia el interior y hacia el exterior de las personas. Creer en la resurrección acarrea consecuencias prácticas, incita a pronunciarse a favor de todo lo que es dignidad humana. Asumir la Pascua cristiana es proponerse hacer el bien, como Jesús, y apuntarse al grupo de los testigos, de manera que el ímpetu del Evangelio se despliegue por todas partes. Así, con la resurrección vivenciada y proyectada, todo se transforma, rebrotan las ilusiones y el viaje de la vida adquiere otro sentido y valor. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

jueves, 24 de marzo de 2016

PARTICIPACIÓN DEL COLECTIVO INMIGRANTE EN LA PROCESIÓN DEL JUEVES SANTO EN VIGO GALICIA ESPAÑA - SEMANA SANTA 2016

FOTO DIAIRO ATLANTICO - PROCESIÓN JUEVES SANTO 2016

JUEVES SANTO.- La cena, en la cual el Señor Jesús en la noche en la que iba a ser entregado, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y vino, y entregó a los apóstoles para que ellos y sus sucesores en el sacerdocio también lo ofrecieran. También se hizo el servidor de todos lavándoles los pies. Él nos invita a reflexionar sobre nuestra actitud de servicio, sobre nuestra capacidad de amar y de ponernos al nivel de los más humildes de la tierra.

Jueves Santo es el primero de los tres días memorables del Triduo Pascual. Este día recoge y conmemora tres hechos muy significativos para la fe cristiana: la eucaristía, el ministerio o servicio en la Iglesia y el testamento del amor. En efecto, Jueves Santo encierra mucho significado y desafío, repica en la conciencia y en el corazón. Es día para recordar gestos entrañables y ejemplares de Jesús; pero, sobre todo, para revivirlos y para extraer consecuencias. Jueves Santo rezuma amor divino y humano, entrega abundante de Dios a todos, sin recorte, sin distinción. El amor es la fuente de la vida. Por eso Dios es Amor; por eso Jesús nos deja en testamento: "Amaos como yo os he amado". Este amor divino y humano, el amor de Jesús, que no tiene límites, que no pasa nunca, es el que resaltamos y celebramos hoy. Se trata de un amor novedoso, alternativo a lo que se lleva y a lo que se ve en los entresijos sociales. Se parece muy poco o nada al que predican muchos políticos, profesores y hasta padres de familia. Este amor de Jesús es sacrificado, gratuito, desprendido de todo interés, volcado por completo a los demás; un Amor superlativo, de mayúscula. Sólo se le acerca el de una madre, que sabe estar, que es generosa, que no se rinde. Por eso, Jueves Santo nos reta a amar como Jesús. ¡Bendita provocación! En el Evangelio sobresale una pregunta contundente: "¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?". Ahora la podemos ensanchar más: ¿Comprendemos los gestos entrañables de Dios, sus señales, sus detalles? Dios y Jesús, como buenos pedagogos, han ido por delante con un ejemplo vivo y comprometido, con un servicio sincero y humilde. ¿Lo hemos comprendido? No hay mejor regalo que el amor hasta el derroche. Jueves Santo es una fuerte motivación a derrochar el vino de la amistad y la sangre de la Alianza, a derrochar ternura y humanidad, servicio, generosidad y calor de hogar. El mensaje de este día es una provocación a gastarse y desgastarse por amor. Si alguien no ama, carece del don más fundamental. Si nosotros amamos y vamos por la vida con un corazón generoso y con la sonrisa en los labios, seremos felices y haremos felices a muchos. No hagamos caso de quienes proponen la felicidad engañosa del egoísmo. Sólo el amor alegra la vida. Lo que no se convierte en amor, no vale nada.

sábado, 19 de marzo de 2016

HOY SE FESTEJÓ EL 5º ANIVERSARIO DEL CORO PASTORAL DE INMIGRANTES "ALMA , CORAZÓN Y VIDA" INTEGRANTES DE PAISES DE; GUATEMALA, BOLIVIA, PARAGUAY, PERÚ, ECUADOR Y GALICIA., LA EUCARISTIA SE REALIZÓ EN LA PARROQUIA DEL PERPETUO SOCORRO DE VIGO.

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor Comienza la Semana Santa, rica en mensaje y muy significativa para nuestra fe. Entramos en ella por medio de un domingo caracterizado por el contraste: por un lado, hay revuelo de ramos y de aclamaciones; por otro, bruscamente se nos coloca ante la trágica pasión. Es la cara y la cruz de la vida; la ambivalencia del triunfo y de la humillación, del aplauso y de la amenaza; es también el juego turbio o la doble cara que mostramos muchas veces..."

Comienza la Semana Santa, rica en mensaje y muy significativa para nuestra fe. Entramos en ella por medio de un domingo caracterizado por el contraste: por un lado, hay revuelo de ramos y de aclamaciones; por otro, bruscamente se nos coloca ante la trágica pasión. Es la cara y la cruz de la vida; la ambivalencia del triunfo y de la humillación, del aplauso y de la amenaza; es también el juego turbio o la doble cara que mostramos muchas veces. Esta semana es grande por sus signos, gestos y acontecimientos, que no son sólo del pasado, sino que se prolongan o se renuevan en nuestra época. Hoy se sigue dando el doble juego del aplauso y de la amenaza de la aclamación y de la pasión. Actualmente Jesús sigue muriendo victoriosamente en tantas víctimas que lo arriesgan todo como Él; sigue salvando, orientando, renovando esperanzas y reforzando convicciones. La pascua es conversión hasta el amor total. Ante el mensaje y la perspectiva que nos presenta este domingo, importa más abrir el corazón y meditar que comentar... El aplauso dura poco a los profetas fieles y valientes; pronto se convierten en siervos sufrientes como apunta la primera lectura. Menos mal que Dios nunca los abandona. Es precioso y expresivo el canto de la carta a los filipenses. A pesar de su condición divina, Jesús es el siervo despojado, que adopta una vida sin relieve, pasa como uno de tantos pero servicial y sacrificado hasta el final. Esta manera de vivir le agradó a Dios extraordinariamente. Por eso lo levantó sobre todo y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre". Nosotros reconocemos que Jesús es el único Señor que merece aplauso y alabanza. El Evangelio de la pasión asegura que ha llegado la "hora" de Jesús: el grano de trigo ha de caer en tierra y morir para dar fruto. Jesús va a dar el golpe de gracia. Clavado en una cruz va a proclamar la alternativa de su religiosidad. Intentaron acabar con Él, pero no se ha conseguido apagar su voz, ni enterrar su evangelio; al contrario, se ha convertido en la causa y la motivación que da sentido a muchas personas, entre las que nos contamos nosotros. Lo había anunciado para asombro de muchos: "Nadie me quita la vida; yo la entrego libremente" (Jn 10,18). P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

Es una lástima que sepamos tan poco de la vida de San José. Por lo que se trasluce en los evangelios, intuimos que fue una persona de honda religiosidad, orante, honesto y sencillo. Consciente de su vocación y fiel, gastó la vida al servicio de María y de Jesús. No destacó en medio del pueblo por nada relevante; no tuvo cargo especial, ni fue profeta por vocación. Fue un vecino más que supo conjugar su oficio y su papel de padre con la responsabilidad de una misión muy especial. Cumplió silenciosamente y ahí estriba su santidad peculiar. José de Nazaret fue una persona humilde, corriente, que no buscó protagonismo alguno. La Iglesia lo destaca y celebra por saber estar como creyente al lado de María y de Jesús, por actuar de una manera callada y oculta. Sólo nos queda de él un testimonio de fe obediente y de cooperación silenciosa con los planes de Dios, que no es poco. El silencio y la discreción en José son elocuentes: no hace sombra a nadie, menos aún a María y a Jesús. Tal vez por esto, San José nos resulte un santo especialmente cercano y popular. No brilló por nada llamativo o extraordinario. Fue cumplidor y honrado. Desempeñó bien su misión todos los días. Ahí radica su encanto. Porque para ser santo no hay que hacer cosas asombrosas. ¿No es asombroso y hasta heroico ser creativo y fiel todos los días? San José es un santo de lo cotidiano, de la profundidad estrenada y ejercitada cada día, de la oración constante, del silencio habitado, del deber cumplido, de una alegre bienaventuranza... Si admirarnos a San José por ser un santo corriente, sencillo y natural, es que la santidad está al alcance de cualquiera de nosotros, ¿no os parece?

P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

sábado, 12 de marzo de 2016

DIA DEL SEMINARIO 2016 - CATEQUESIS PARA ADULTOS - LA CESTA ROTA.

En tiempos de los Padres del Desierto sucedió que un hermano de Escite cometió una falta. Los ancianos pidieron al Abba Moisés que se reuniera con ellos. Sin embargo, este se negó a acudir. Un sacerdote le envió un mensaje en éstos términos: «Ven, la comunidad de hermanos te espera». Al recibirlo, el Abba se levantó y se puso en camino, llevando una vieja cesta rota que llenó de arena y arrastró tras de sí. Los ancianos acudie ron a su encuentro, y le preguntaron: «¿Qué es eso, padre?». El anciano respondió: «Mis pecados se derraman tras de mí y no lo veo, ¿cómo voy entonces a juzgar los pecados de otros?». Oyendo esto, no dijeron nada al hermano que había cometido la falta, y le perdonaron. Antes de adentrarnos en la reflexión sobre el perdón sacra mental podemos preguntarnos: a.¿Recuerdo alguna experiencia donde el perdón de alguien haya sido una verdadera liberación para mí? b.¿Realmente marca esa experiencia mi vida cuando mi prójimo me ofende?¿Necesitamos un perdón divino? Ciertamente todos somos conscientes de que no somos per fectos, y que necesitamos el perdón de los demás. ¿Pero ocurre lo mismo cuando afirmamos que necesitamos el perdón de Dios? Sin duda, los cristianos sabemos que sí. Esto es comprensible desde la categoría de encuentro: si la vida del cristiano tiende hacia el encuentro con Jesucristo, y solo en ese encuentro se haya la verdadera felicidad del ser humano, en tonces todos estamos llamados a dar plenitud a nuestra vocación de cristianos en el encuentro con el Hijo de Dios. Sin duda ya nuestro bautismo nos posibilita para esta relación con Dios, en Cristo (cf. CCE, n. 1227). Sin embargo, el encuentro con Dios que se da en el bautismo no suprime nuestra libertad, que Dios respeta hasta el punto de saber que podemos llegar incluso a darle de nuevo la espalda. Y, ¿qué hace? No se queda aguardando a que nuestra vida caiga en el “sinsentido”, especialmente porque sabe que sin la ayuda de su Espíritu, el hombre no es capaz de volver a estar junto a Él. Mediante sus signos, especialmente mediante la Iglesia (cf. CCE, n. 1426), nos invita continuamente a la conversión. Por eso, consciente de nuestras limitaciones, Jesús instituye el sacramento de la reconciliación. En este sacramento otorga al hom bre el perdón que nace del amor de Dios y lo capacita para respon der al encuentro para el que Dios sale en su búsqueda, aguardando esperanzadoramente que se produzca, pues «habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» (Lc15, 7). Dicho de forma más sintética: ¿Por qué hay un sacramento de la reconciliación después del bautismo? Puesto que la vida nueva de la gracia recibida en el bautismo, no suprimió la debilidad de la naturaleza humana ni la inclinación al pecado (esto es, la concupiscencia), Cristo instituyó este sacramento para la conversión de los bautizados que se han alejado de Él por el pecado (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n. 297). Si bien es verdad que Dios perdona, también lo es el hecho de que la misericordia divina no se impone. El hombre necesita caer en la cuenta de cómo sus actos y actitudes concretas hacen que le dé la espalda a Dios. Necesita ser consciente de que debe levantarse y volver a la casa del Padre para recibir su abrazo amo roso y misericordioso (cf. Lc15, 20). Y debe descubrir que esto no ocurre una ni dos ni tres veces, sino que el sacramento de la recon ciliación es una gracia divina que posibilitará el camino de conver sión que abarca toda su vida. No en vano el papa lo ha señalado como el medio privilegiado para encontrar el camino hacia Dios y el sentido de la propia existencia en este año de la Misericordia: Muchas personas están volviendo a acercarse al sacramento de la re conciliación y entre ellas muchos jóvenes, quienes en una experiencia semejante suelen reencontrar el camino para volver al Señor, para vi vir un momento de intensa oración y redescubrir el sentido de la pro pia vida. De nuevo ponemos convencidos en el centro el sacramento de la reconciliación, porque nos permite experimentar en carne propia la grandeza de la misericordia. Será para cada penitente fuente de verda dera paz interior (Misericordiae Vultusn. 17). Un regalo de Dios y una invitación en este año de la Miseri cordia. Y ante ello: 1.¿Cómo valoro el sacramento de la reconciliación? 2.¿Supone para mi vida un momento de encuentro con Dios? 3.¿Soy consciente de cómo este sacramento me compromete a caminar aún más decididamente hacia Cristo y me concede la fuerza para realizarlo? 2. El sacerdote, enviado por Dios a reconciliar Y aún nos queda un paso por dar. Aun reconociendo la nece sidad del perdón divino, ¿puede darse este sin la mediación de los sacerdotes? Cuántas veces habremos escuchado por la calle expre siones como «¿y qué le importará al cura lo que yo haga?» o «yo me confieso directamente con Dios». ¿Por qué el sacramento de la reconciliación precisa del sacer dote? Pues sencillamente porque Cristo quiso continuar su obra de curación y de salvación mediante la Iglesia. Y por ello a ella le deja la fuerza de su Espíritu (CCE, n. 1421). Concretamente confía el ministerio de la reconciliación a sus Apóstoles (cf. Jn 20, 23; 2 Cor5, 18), el cual sigue siendo realizado hoy por sus sucesores, los obis pos, y sus colaboradores, los sacerdotes (cf. CCE, n. 1461). Esta no es una tarea más, es un envío concreto de Jesucristo a todos los sacerdotes: ejercer el ministerio pastoral buscando a las ovejas perdidas, alentándolas a participar de la reconciliación con Dios. Actuar como el buen samaritano curando sus heridas, aco ger a quien ha errado en su vida como el Padre al Hijo pródigo. Efectivamente mediante la reconciliación el sacerdote está llamado a ser «misericordioso como el Padre» de una forma privilegiada (cf. Misericordiae Vultus, n. 13). El sacerdote es, en definitiva, «el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador» (CCE, n. 1465). Y esta es una importante concreción de su misión: «El presbítero deberá dedicar tiempo –incluso con días, horas establecidas– y energías a escuchar las confesiones de los fieles, tanto por su oficio, como por la ordenación sacramental, pues los cristianos –como demuestra la experiencia– acuden con gusto a recibir este sacramento, allí donde saben y ven que hay sacerdotes disponibles. Asimismo, que no se descuide la posibilidad de facilitar a cada fiel la participación en el sacramento de la reconciliación y la penitencia también durante la misa. Esto se aplica a todas partes, pero especialmente a las zonas con las iglesias más frecuentadas y a los santuarios, donde es posible una colaboración fraterna y responsable con los sacerdotes religiosos y los ancianos» 2.Para aquel que se acerca al sacramento de la reconciliación, la confesión es un verdadero regalo divino que le permite caminar hacia Dios sintiendo la paz interior de la que nos hablaba el papa. Entonces, cuánto más regalo será para el sacerdote el sentirse en viado por Dios para posibilitar esta reconciliación con los hombres. Por eso la confesión, antes que una tarea, es un regalo para el sacer dote, llamado a ser instrumento de la gracia divina que posibilita la reconciliación del hombre con Dios. Veamos un testimonio que nos ayude a ver la inmensa alegría de un sacerdote ante este sacramento. Servidor del Evangelio 3- Soy un sacerdote claretiano. Han pasado ocho años y medio desde que fui ordenado. Por un lado, parece poco tiempo; por otro, ya hay muchas cosas vividas. Ocho primaveras, ocho veranos, ocho otoños... «Cada día tiene su afán» (Mt6, 34). Recuerdo que, un par de años antes de la ordenación, hice un curso en la universidad sobre la “teología del ministerio ordenado”. El mismo nombre me ayudó a comprender mejor mi vocación. “Ministro”, del latín “minister”, servidor. Y “ordenado” con un sa cramento que cualifica para realizar una misión: servir al Evangelio de Jesucristo por medio de los sacramentos, la palabra y la caridad. Y a lo largo de estos años, día a día, he podido ir dando y recibiendo a través de este servicio. Servidor de los sacramentos ... Hacer lo que Jesús hizo y decir lo que él dijo para hacer presente a Dios en la vida de las personas: al nacer a una nueva vida, al reconocerse pecador ante el Padre, al sentarse a la mesa de Jesús en comunidad, al unirse en pareja para crear una familia, al asumir la enfermedad y pedir la fuerza del Espí ritu... Celebraciones llenas de vida donde el Dios de la Vida se hace presente con fuerza en las personas. Recuerdo muchos momentos, quizá algunos de los más fuertes están vinculados al sacramento de la reconciliación. Me acuerdo de una tarde en un pueblo de Perú, en una celebración comunitaria del perdón; una persona fue capaz de abrirse y reconciliar toda una vida. Y uno se siente pequeño, y resuenan en él aquellas palabras de san Pablo: «Todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministe rio de la reconciliación» (2 Cor5, 18). Todo proviene de Dios, y su reconciliación es un verdadero regalo, como también lo es el que continúe mandando sacerdotes, el que siga eligiendo a personas que, pese a sus problemas y limitacio nes, están llamadas a transmitir su Amor por el mundo, a ser reflejo de su misericordia, a posibilitar, mediante la gracia del Espíritu, el encuentro sacramental con Cristo y, en definitiva, que son enviados para reconciliar y para que el hombre, respondiendo a su más pro funda vocación, alcance la verdadera felicidad junto a Dios. 1.Ante esta realidad, ¿siento a los sacerdotes como un regalo de Dios, pese a sus defectos? 2.¿Me siento responsable, con mi oración, de pedir más vocacio nes sacerdotales? 3.¿Me he preguntado alguna vez si Dios me llama a mí para este servicio? Conclusión En este Día del Seminario 2016 ofrezcamos nuestra oración por los sacerdotes, agradeciendo a Dios por el don de su sacerdocio, por hacerlos instrumento de su misericordia al enviarlos a reconci liar, poniendo en sus manos la gracia del perdón. Pidamos también por las vocaciones sacerdotales, haciendo nuestro el mandato de pedir obreros para su mies (cf. Lc 10, 2), testigos misericordiosos del Amor de Dios.

DIA DEL SEMINARIO 2016.-. CATEQUESIS PARA ADULTOS.

1. Introducción En medio del Jubileo extraordinario de la Misericordia, el papa Francisco nos invita a acercarnos a la experiencia del perdón. No en vano nos recuerda cómo el mensaje de Jesucristo es un mensaje de salvación, que nos concede el perdón: Por su parte, Jesús habla muchas veces de la importancia de la fe, más bien que de la observancia de la ley. Es en este sentido en el que debemos comprender sus palabras cuando estando a la mesa con Ma teo y sus amigos les dice a los fariseos que le reprochaban que comía con los publicanos y pecadores: «Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores»(Mt 9, 13). Ante la visión de una justicia como mera observancia de la Ley que juzga, dividiendo per sonas en justos y pecadores, Jesús se inclina por mostrar el grande don de la misericordia que busca a los pecadores para ofrecerles el perdón y la salvación. Se comprende por qué en presencia de una perspectiva tan liberadora y fuente de renovación, Jesús haya sido rechazado por los fariseos y por los doctores de la ley ( Misericordiae Vultus, n. 20). Experimentar el perdón, sentirnos perdonados, es la forma privilegiada de vivir este año de gracia al que estamos convocados por el papa. Solo sintiéndonos perdonados seremos capaces de no juzgar a nuestro prójimo, sino vivir para él desde la misericordia, siendo reflejo de la Misericordia divina. Todos alguna vez hemos sentido la experiencia del perdón. Nadie entre nosotros vive sin cometer faltas, que en ocasiones pue den hacer mucho daño a quienes tenemos alrededor, e incluso a nosotros mismos. Y cuando esto sucede, ¿no buscamos la mirada compasiva de nuestro prójimo? ¿No ansiamos su perdón, sin el cual vivimos en la angustia de quien se sabe autor del dolor de su her mano? La pregunta de Caín, «¿soy yo el guardián de mi hermano?», (Gén 4, 9) no es sino la justificación de quien sabe a su hermano do lorido por su culpa, la cual pesa en su propia espalda. Quizá por ello Caín al verse descubierto afirma: «Mi culpa es demasiado grande para soportarla» (Gé n4, 13). Pero, ¿qué ocurre al comprendernos perdonados? Es verdad que esto no borra nuestra falta, pero la alegría de saber que somos queridos, pese a nuestros fallos y limitaciones, es tan grande que nuestra existencia cobra un sentido nuevo. Ese sentido nos da una visión nueva de la vida, que queda marcada desde la comprensión, la misericordia y el amor por los demás. Y es una experiencia nece saria para el cristiano, pues el mismo Jesús nos advierte que «al que poco se le perdona, ama poco» (Lc7, 47). Efectivamente todos necesitamos sentirnos perdonados. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando somos nosotros quienes tenemos que perdonar? Que nuestra reacción no siempre es la de la misericordia, sino más bien la del juicio. Qué fácil es, mirando a nuestras vidas, el vernos reflejados en aquel criado a quien le perdonan los diez mil talentos, pero él no es capaz de perdonar a su compañero, quien solo le debía cien denarios (cf. Mt18, 23-34). A veces es necesario el hacer una pausa antes de juzgar a los demás, para mirar a nuestra propia vida. Si lo hiciéramos así, ¿sería igual la mirada que ofreciéramos a nuestro prójimo? Más bien descubriríamos el verdadero sentido de las palabras de Jesús: «El que esté sin pecado, que tire la primera piedra» (J 8, 7). Quizá esta breve historia nos ayude a verlo con más claridad ENLACE

Día del Seminario 2016 La Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades ha editado los materiales para celebrar el Día del Semanario que, en el Año de la Misericordia, lleva por lema, “Enviados a reconciliar”. El Día del Seminario se celebra el día de san José , 19 de marzo, y en las diócesis en las que no se celebra esta festividad, el domingo más cercano. En esta ocasión, la celebración se adelanta al 13 de marzo para que no coincida con el domingo de Ramos, que es el domingo más próximo.

ENLACE

El pasaje evangélico nos incita a repasar la propia vida. ¿Quién está sin pecado para arrojar una piedra de condenación a otro? ¿Quién puede acusar si no es inocente? Y si es inocente, ¿le pide el alma condenar? Jesús ofreció un perdón completo. Fue partidario de comprender para perdonar. ¡Extraordinario ejemplo y magnífica doctrina!.."

COMENTARIO DEL EVANGELIO V DOMINGO DE CUARESMA.-Aunque debemos revisar la vida con frecuencia, no hemos de quedar anclados en el pasado y menos por un obsesivo lamento de nuestros errores. Ningún tiempo pasado fue mejor, si somos creativos y emprendedores. Existe en nosotros la posibilidad de soñar y de crear... Por eso, el mensaje de hoy nos incita a olvidar lo que queda atrás, que ya es historia imposible de cambiar, y mirar hacia delante. El futuro depende de nuestra imaginación, entusiasmo y coraje. El Dios de la Biblia acompaña nuestra historia personal y de pueblo. Su Espíritu nos tensa el alma para que vivamos con talante deportivo, atlético. Es aquello del poeta: "Caminante, se hace camino al andar; golpe a golpe, verso a verso". Lo nuevo y mejor es siempre un desafío a nuestro alcance, y más con la compañía animadora de Dios. ¿Lo notáis? ¿Lo estáis viendo? Insiste San Pablo en que no hay que mirar hacia atrás. La experiencia impresionante de Jesús le revolucionó tanto el alma qué le llenó de nuevas vibraciones. Encontrarse con Él significó lo más decisivo y motivador de su vida. Por eso proclama rotundamente que nada vale tanto como Jesús; cualquier interés humano queda infinitamente disminuido en comparación con el conocimiento de Jesús y con la experiencia de su resurrección. De ahí la expresión llamativa y gráfica: "Todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo". Le impactó tanto esta experiencia mística, que se lo jugó todo por seguir a Jesús. Y así, partiendo de su experiencia, propone que, para seguirlo, es necesario entrenarse, estar en forma y correr hacia la meta. Seguir a Jesús es de valientes y de entusiastas que miran hacia delante sin desánimo. El texto evangélico expone una gran lección de misericordia. El delito de aquella mujer fue acostarse con un hombre que no era su marido. Según la interpretación justiciera y rígida de la ley de Moisés, debía morir apedreada. Del hombre, cómplice del adulterio, ni se habla: mal ejemplo de una moral hipócrita que condena a la mujer y no al hombre. Aunque no había caído ninguna piedra sobre ella, socialmente estaba tachada. Pero he aquí que tuvo la suerte de encontrarse con el mejor de los abogados. Jesús puso las cosas en su sitio: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra". Aquellos santones hipócritas quedaron al descubierto y desarmados. Jesús, lleno de compasión, ternura y perdón, levanta a la mujer y desborda en ella toda su misericordia: No te condeno; pero si quieres vivir en paz, no peques más. El perdón es más productivo que la condena, más regenerador. Por eso, Jesús, consciente de la debilidad humana, no es partidario de condenar, sino de perdonar constante y gratuitamente. Su condición redentora, rebosante de humanidad, le lleva a perdonar siempre y nos recuerda aquellas máximas del Sermón de la Montaña: "No juzguéis y no os juzgarán... ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?" (Mt 7,1-3). Este pasaje evangélico nos incita a repasar la propia vida. ¿Quién está sin pecado para arrojar una piedra de condenación a otro? ¿Quién puede acusar si no es inocente? Y si es inocente, ¿le pide el alma condenar? Jesús ofreció un perdón completo. Fue partidario de comprender para perdonar. ¡Extraordinario ejemplo y magnífica doctrina! P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

domingo, 6 de marzo de 2016

Día de Hispanoamérica 2016 Testigos de la Misericordia 6 de marzo de 2016 La Comisión Episcopal de Misiones ha editado los materiales para celebrar el Día de Hispanoamérica que, en el Año de la Misericordia, lleva por lema, “Testigos de la Misericordia”. El Día de Hispanoamérica se celebra el día 6 de marzo.

Mensaje de la Presidencia de la Comisión Pontificia para América Latina con motivo de Hispanoamérica en las diócesis de España Domingo, 6 de marzo de 2016 Es un hecho muy significativo y apreciable que en la actualidad haya más de 9.000 misioneros y misioneras españoles cooperando con las Iglesias locales de América en la actividad misionera. Si bien en su mayoría provienen de Congregaciones religiosas, son unos 1.000 los sacerdotes diocesanos españoles presentes en dichas Iglesias particulares, de los cuales 300 han partido acogiéndose a la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCSHA), servicio de la Conferencia Episcopal Española encomendado a su Comisión Episcopal de Misiones y Cooperación entre las Iglesias. Incluso realizan allí su labor evangelizadora más de medio millar de laicos españoles, muchos de ellos como familias misioneras. Por ello, la Comisión Pontificia para América Latina no puede dejar de responder positivamente a S.E. Mons. Braulio Rodríguez, presi dente de la mencionada Comisión Episcopal, a su solicitud de un mensaje para el próximo “Día de Hispanoamérica”, que la Iglesia de Dios que está en España celebrará el 6 de marzo de 2016. Esta importante cita se dará en pleno curso del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, convocado por el santo padre Francisco con la bula Misericordiae Vultus [MV] e inaugurado el 8 de diciembre de 2015, en la solemnidad de la Inmaculada Concepción. Es muy oportuna y adecuada, pues, la elección del lema para este día: «Testigos de misericordia», signo distintivo y, a la vez, invitación urgida para todos los que prestan su servicio misionero en América Latina. De este modo, se da efectiva respuesta de comunión a la invitación del papa a «contemplar el misterio de la misericordia» (MV, n. 2), a dejarnos abrazar por el amor misericordioso de Dios y a convertirnos en discípulos, testigos y misioneros de su misericordia. «Será un año para crecer en la convicción de la misericordia»(Francisco, Homilía en la apertura de la Puerta Santa del Jubileo, 8.XII.2015).Un amor sin límites...«Este amor misericordioso —afirmó el santo padre Francisco con ocasión de la festividad de Nuestra Señora de Guadalupe (12.12.2015)— es el atributo más sorprendente de Dios, la síntesis en la que se condensa el mensaje evangélico, la fe de la Iglesia ». Dios nos ama con un amor gratuito, sin límites, sin esperar nada a cambio, siempre dispuesto a perdonarnos, abrazando incluso nuestras miserias para liberarnos de ellas. Nos ha de causar siempre renovado estupor y gratitud esta inaudita pasión de Dios por nosotros: «el Verbo se hizo carne» , siendo rico se anonada para compartir la condición humana, para hacerse compañero en el camino de la existencia de todos los hombres, para curarlos y servirlos con un amor lleno de compasión y ternura, para dar la vida por nosotros y abrirnos así las puertas de una vida nueva, reconciliada. El Hijo de Dios no se ha avergonzado ni nos ha condenado por nuestras limitaciones y llagas, sino que ha venido hasta nosotros para introducirnos en su vida, en su familia y en su casa. Este es el designio misericordioso del Padre, que el Hijo pone de manifiesto y lleva a cabo hasta sus últimas consecuencias y que el Espíritu Santo difunde en la existencia humana mediante su gracia de perdón y salvación Testigos de misericordia Este mensaje de la Iglesia universal ha de llegar a cada uno de los misioneros y misioneras que servís a las Iglesias y a los pueblos de América Latina. Cada uno de vosotros está invitado, ante todo, a pasar por la “Puerta Santa” —¡que es Cristo mismo!—, en las catedrales o santuarios de las Iglesias locales en las que prestáis servicio, para «descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno. Es Él el que nos busca. Es Él el que sale a nuestro encuentro »(Francisco, Homilía, 8.XII.2015). ¡Qué mejor ocasión para renovar nuestro seguimiento fiel a Jesucristo y nuestro servicio entregado a la misión universal de la Iglesia! Os deseo de todo corazón, si es que aún no lo habéis hecho, que paséis por la “Puerta Santa”, recitando el Credo de los apóstoles, rezando por las intenciones del pastor universal y acercándoos después al sacramento de la reconciliación. A cincuenta años del Concilio Vaticano II este gesto nos vuelve a recordar con fuerza el llamado universal a la santidad. El Jubileo Extraordinario de la Misericordia es un llamamiento a la conversión de cada uno. No se trata de una genérica exhortación a la humanidad. ¡No! Este amor, esta pasión, este perdón, esta reconciliación, son ante todo para mi vida y tu vida. No son realidades para los otros. Son «para ti, para mí. Un amor activo, real. Un amor que sana, perdona, realza, cuida »(Francisco, Discurso, 10.VII.2015). Si no se da esta apertura del corazón de la persona a la gracia, de nada valen todas las aperturas de las demás puertas. Por eso, cada uno de los misioneros y misioneras españoles en América Latina quedáis llamados por vuestro propio nombre a vivir este Jubileo en toda su profundidad, verdad y belleza. Esta experiencia jubilar nos pacifica el corazón, nos pone nuevamente en camino más allá de tropiezos y caídas, nos llena de alegría y esperanza, nos alienta ante las dificultades y fracasos, nos convierte en 6 Mensaje de la CAL «testigos de misericordia»allí donde la Providencia de Dios nos ha destinado a servirlo en sus hijos más necesitados. Nos convertimos, sí, en «testigos de misericordia» cuando experimentamos esa misericordia de Dios hacia nuestras propias personas y nos entregamos con entusiasmo a una nueva búsqueda de crecimiento espiritual. ... y sin confines ¿Acaso no ha sido la sorprendente experiencia de ese inaudito amor de Dios hacia cada uno de vosotros, queridos misioneros, lo que os ha llevado a desear compartirlo de todo corazón y con las manos llenas mediante la entrega a la misión ad gentes? ¡No tiene confines el amor de Dios! Supera toda frontera geográfica, étnica, social, política, cultural. Está destinado a todos, sin excepción, sin exclusiones. Por la gratitud y desbordamiento de ese amor con el que hemos sido abrazados hemos emprendido el camino de la misión. La misión no es otra cosa que compartir la misericordia compasiva y redentora que Dios me ha hecho experimentar y que quiere ofrecer a todos los hombres. Es el ardiente anhelo de que los hombres y mujeres de todo tiempo y lugar experimenten la mirada misericordiosa de Dios. El mismo papa Francisco se define como un pecador en el que Dios ha puesto su mirada misericordiosa. ¿Qué tendríamos que decir cada uno de nosotros? Es esta la experiencia originaria que os lleva a convertiros en misioneros y misioneras, dentro de un abrazo de amor que anhelamos para todos. Toda la Iglesia «vive un deseo inagotable de ofrecer misericordia »(Evangelii gaudium, n. 24). «La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo »(MV, n. 10). Sois, por gracia de Dios, sus testigos en medio de la grey que os ha sido confiada. Antes que todo anuncio, antes que toda catequesis, antes que todo servicio, importa que nuestra mirada hacia los que encontramos en las más diversas circunstancias de la vida exprese un reflejo sorprendente de la ternura, compasión y misericordia de Dios. Como en el primerísimo momento del encuentro de Jesús con el joven rico, cuando, «fijando en él los ojos, lo amó»; o como con la samaritana en el pozo, no obstante fuese extranjera para los judíos y casada varias veces; o como con el publicano Zaqueo, que se había subido al árbol para verle pasar y que le recibirá en su casa; o como con María Magadalena, inmediatamente perdonada porque mucho amó. Estamos llamados a acoger a todos, sin poner condiciones morales preventivas, para hacerlos partícipes del amor de Dios, que perdona, cura y salva, que cambia la vida llenándola de “sentido” y felicidad. Sea el paradigma de nuestra misión misericordiosa la ac - titud del samaritano que se detiene ante el herido en el camino, que se interesa por su persona, que le lava sus heridas, que lo conduce a esa posada en la que podemos entrever la imagen del “hospital de campaña” con que el papa Francisco muestra a la Iglesia en acción. ¡Cuántos son los heridos en el cuerpo y en el alma que encontramos en las ciudades y en los campos, mientras recorremos los caminos de la misión! Son muchos los que sufren la soledad y el desaliento, los afectados profundamente por la ruptura de los vínculos familiares, las mujeres maltratadas, abandonadas y que cargan con el drama del aborto, los ancianos considerados un estorbo, los niños huérfanos de afecto y educación, los migrantes y refugiados que golpean a nuestras puertas, los desempleados, los que han perdido su trabajo, los que trabajan en condiciones precarias o sufren explotación, las víctimas de las drogas y de la violencia, los que viven en condiciones miserables... Todos cargamos con las propias heridas, pero no podemos quedar indiferentes ante los que soportan el tremendo peso del desamparo, del sufrimiento, de la Mensaje de la CAL desesperanza. Solo el milagro del encuentro con Dios mediante nuestro testimonio de caridad y misericordia puede ir cicatrizando heridas y hacer reemprender el camino de la vida con esperanza. Este Año Santo nos invita a peregrinar al encuentro de los más necesitados como humildes servidores de obras materiales y espirituales de misericordia. Tres recomendaciones Me permito, finalmente, dejaros tres recomendaciones concretas para este Año Jubilar, como «testigos de misericordia». La primera es que estéis muy disponibles, si es posible en los confesionarios, para acoger a tantas personas a las que la perseverante predicación del papa Francisco está conduciendo al sacramento del perdón y la reconciliación. Es una gracia de Dios para nuestro tiempo eclesial que se redescubra por doquier este sacramento, que quizás haya sido a veces algo descuidado en nuestra acción pastoral. No os can séis de pedir perdón, repite con confianza el papa a los fieles de todo el mundo. Dios perdona todo, «setenta veces siete», siempre que invoquemos su perdón. Para muchos esta experiencia sacramental es de auténtica conversión y pacificación. ¡Todos la estamos necesitando! Facilitemos, pues, este acercamiento a quienes Dios mismo ha puesto como ministros de su perdón y reconciliación. La segunda recomendación que me permito plantearos es alen tar vuestra convicción de que, siendo cierto que la misericordia y el perdón se dan la mano con la justicia, la animan desde dentro y la sobrepasan en el amor, que es incluso amor a los enemigos. Vivimos en tiempos tensos y violentos. Muchas veces somos testigos de la violencia en los ámbitos familiares donde tendrían que reinar los afectos más íntimos, compartimos la cotidianidad de la inseguridad ciudadana, por todas partes se exacerban los conflictos,y no faltan las estrategias de quienes defienden sus intereses y sos sus causas con la brutalidad de las armas, sin detenerse ante los crímenes terroristas. Predicar y ofrecer el perdón puede parecer algo “angelical”, ilusorio; sin embargo, es fuerza profética para ir recomponiendo el tejido familiar y social, para suscitar una cultura del encuentro, para educar en la “amistad social”, para abrir los ca minos del “Príncipe de la Paz”, para impregnar de verdad y amor las relaciones humanas y estructuras sociales. ¡Seamos educado res, testigos y misioneros de la misericordia, convencidos de que la gracia del perdón y la reconciliación es más fuerte que la acción demoníaca de la división y violencia entre hermanos! La tercera recomendación es que renovéis con todo fervor filial vuestro amor a la santísima Virgen María, Madre de Misericordia. Nadie como Ella experimentó la misericordia de Dios en su propia vida, desde la encarnación del Verbo hasta la muerte de su Hijo en la cruz. Por eso tiene un corazón tan inmenso y tan lleno de amor materno para acogernos, para hacernos muy cercana y palpable la misericordia de Dios, para enseñarnos a ser misericordiosos. ¡Que Dios os conceda a cada uno de vosotros, misioneros y misioneras españoles que prestáis tan generoso y precioso servicio a las Iglesias y a los pueblos de América Latina, un Año Jubilar con abundantes gracias de misericordia y experiencias de perdón y reconciliación! Marc Card. Ouellet Presidente Pontificia Comisión para América Latina

¿Quién no se ha conmovido ante la parábola del "hijo pródigo"? A lo largo de su ministerio, Jesús reflejó una singular preocupación: que su vida y sus palabras transparentaran que Dios es como un padre y una madre juntos: entrañable, atento, misericordioso..."

Evangelio Lectura del santo evangelio según san Lucas (15, 1-3.11-32): En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mi nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."» Palabra del Señor Iniciamos el comentario resaltando algunas frases del Evangelio: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; no merezco llamarme hijo tuyo. Pero el Padre dijo a los criados: Sacad enseguida el mejor traje y vestidlo; traed el ternero cebado y matadlo, porque este hijo mío estaba perdido y lo hemos encontrado". Si todo tiempo es oportuno para acoger y celebrar la salvación, este de Cuaresma es especialmente indicado: Es como una ventana abierta por la que se divisa el horizonte de la Pascua liberadora. Por eso nos motiva insistentemente a ser como Jesús, igual y diferente, pero siempre "evangelio caminante", fiel al destino que el Padre le trazó. Hoy el Evangelio nos lo vuelve a presentar lleno de arte y de estilo para acercar el mensaje de Dios. ¿Quién no se ha conmovido ante la parábola del "hijo pródigo"? A lo largo de su ministerio, Jesús reflejó una singular preocupación: que su vida y sus palabras transparentaran que Dios es como un padre y una madre juntos: entrañable, atento, misericordioso, más aún de lo que se decía en el Antiguo Testamento cuando algunos confesaban: — Dios es compasivo, clemente y misericordioso (Ex 34, 6-7; Sal 116,5). — Dios es bueno con todos, cariñoso con todas sus criaturas (Sal 147,17). — Dios libera a los cautivos, endereza a los que ya se doblan, alza de la basura al pobre (Sal 113,7)... Sólo alguien como Jesús, con una vivencia de Dios tan profunda y espiritual, puede respirar una experiencia religiosa tan sublime. Ciertamente, Dios no tiene más rostro que el de la misericordia. La parábola evangélica con un padre tan misericordioso, que acoge y celebra el regreso del hijo perdido con la gran fiesta y el banquete nunca imaginado, es un claro exponente de cómo es el proceder de Dios. Él perdona siempre, no se cansa de perdonar; en esa tarea está ocupado todos los días sin excepción. Los santos han entendido muy bien este proceder divino. Por eso han perdonado a su vez. Sin embargo, a algunas personas les cuesta mucho perdonar, ¿por qué? No hay que poner límites al perdón. Tal vez no haya otro valor de mayor calidad humana y evangélica. El perdón y la reconciliación deben ser actitudes sobresalientes en todos los cristianos. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

sábado, 5 de marzo de 2016

Coloquio con ‘Las patronas’, colectivo dedicado a axudar a inmigrantes na fronteira mexicana con Estados Unidos

Representantes do recoñecido colectivo ‘Las patronas’ dedicado a axudar a inmigrantes na fronteira mexicana con Estados Unidos participarán este luns 7 nun coloquio na USC sobre experiencias solidarias e de loita polos dereitos humanos que organiza o Grupo de Investigación SEPA da USC. O encontro terá lugar ás 12:00 horas na Facultade de Ciencias da Educación (Campus Vida). O grupo de mulleres rurais mexicanas Las Patronas recibiu en 2013 o Premio de Dereitos Humanos da Comisión Nacional de Dereitos Humanos mexicana, que lle recoñeceu a súa traxectoria de máis de 20 anos coas persoas migrantes na fronteira mexicana. ENLACE XORNAL UNIVERSIDAD SANTIAGO DE COMPOSTELA

jueves, 3 de marzo de 2016

SEMANA SANTA VIGO 2016 - PROGRAMA

SEMANA SANTA EN VIGO - PROGRAMA

24 HORAS PARA EL SEÑOR

POSIBLE DISTRIBUCIÓN DE HORARIOS (propuestas de horario) 12:00 h. Celebración de la apertura de las 24 horas presidida por el Sr. Obispo 13:00 h. Vida Consagrada 14:00 h. Vida Consagrada 15:00 h. Manos Unidas 16:00 h. Hospitalidad de Ntra. Sra de Lourdes y Cofradía del Apóstol Santiago VIERNES 4 DE MARZO 17:00 h. Grupos Bíblicos (secretariado Bíblico) 18:00 h. Legión de María 19:00 h. Cursillos de Cristiandad 20:00 h. UNER 21:00 h. Grupo de la Parroquia del Carmen de Vigo 22:00 h. Equipos de Matrimonios da Ntra. Sra. 23:00 h. Renovación Carismática Católica 00:00 h. Adoración Nocturna Femenina 1:00 h. Adoración Nocturna Masculina 2:00 h. Grupo de oración Taizé 3:00 h. Pastoral Juvenil, Pastoral Universitaria, Jóvenes AC, Seminario Mayor, (Abertal ?) 4:00 h. Clero ? SÁBADO 5 DE MARZO 5:00 h. Clero? 6:00 h. ¿? 7:00 h. ¿? 8:00 h. Adoración Nocturna Masculina ? 9:00 h. Comunidades Neocatecumenales (Rezo de Laudes) 10:00 h. Cáritas y Obra de María- Movimiento de los Focolares 11:00 h. Vida Ascendente 12:00 h. Celebración de clausura presidida por el Sr. Obispo