domingo, 27 de diciembre de 2020

La familia es la primera escuela en la que aprendemos los valores fundamentales para andar firmemente por la vida. Estos valores se transmiten no sólo con palabras, sino también y principalmente con hechos. No cala ni convence una doctrina si no se demuestra con la vida. Tenemos la misión de hacer Reino de Dios en la tierra, y esta tarea empieza en nuestros hogares, procurando que reine el amor, el respeto, el servicio mutuo..., hasta el desvelo por el que más lo necesita.

Llegada la Navidad, tenemos un día señalado para meditar la realidad familiar. Es también una fecha muy apropiada para resaltar en Comunidad los verdaderos valores que deben reinar en las familias cristianas. En una familia cristiana, como en cualquier otra familia, lo que nunca debe faltar es el amor. Para ello el diálogo es esencial en todo momento, escuchándonos y poniéndose cada uno en el lugar del otro. A veces los padres hacen valer su autoridad sin comprender suficientemente las etapas por las que están atravesando los hijos. También éstos deben escuchar más y ser más razonables. Todos necesitamos de un diálogo abierto, sereno y cariñoso. La familia es la primera escuela en la que aprendemos los valores fundamentales para andar firmemente por la vida. Estos valores se transmiten no sólo con palabras, sino también y principalmente con hechos. No cala ni convence una doctrina si no se demuestra con la vida. Es importante preocuparse por el bienestar de todos en la familia. Pero nunca debemos olvidar el cultivo de valores como la humildad, la iniciativa, el servicio, el perdón, el compromiso..., en definitiva, los valores de Jesús. Tenemos la misión de hacer Reino de Dios en la tierra, y esta tarea empieza en nuestros hogares, procurando que reine el amor, el respeto, el servicio mutuo..., hasta el desvelo por el que más lo necesita. Por último, reparemos también que todos nosotros formamos una familia cristiana. Para Jesús el que cumple la voluntad del Padre, ése es su hermano, su hermana y su madre, es decir, su verdadera familia. Vivamos hermanados unos con otros, valorando todo lo de Jesús y considerándolo como el principal entre nosotros. P. Octavio Hidalgo

viernes, 25 de diciembre de 2020

NAVIDAD - 25 DE DICIEMBRE 2020

La encarnación del Hijo de Dios y su proyecto redentor son los motivos fundamentales para que los cristianos nos alegremos y felicitemos por Navidad. Hoy nos llega un mensaje entrañable, pero también un gran desafío: los cristianos, como Jesús, hemos de ser luz y testimonio en medio de la familia, entre los vecinos, en el pueblo... Sí, hermanos. Dios nos ama inmensamente y quiere que seamos felices. Por eso acampa entre nosotros, valiente y liberador, como gesto supremo de Alianza nueva y definitiva con todas las generaciones. ¿Hubiéramos imaginado un amor más desbordante o una atención más entrañable? Dios ha sido siempre generoso y Navidad es una muestra singular de cuánto se ha comprometido con nosotros. El profeta Isaías alaba al mensajero que anuncia la paz, e invita a aplaudir a Dios porque nos visita como salvador. Por su parte, el autor de la carta a los Hebreos reconoce que Dios se ha comunicado muchas veces y de diferentes maneras. ¡Qué gran verdad! Porque si algo le caracteriza, es hablar, revelarse, manifestarse. Dios no es mudo, no está callado nunca. Por medio de signos, símbolos o mensajeros nos comunica sus ideales y sus proyectos. Su mayor y más entrañable comunicación es Jesús de Nazaret. Él es el gran testigo, su Palabra clave y culminante, la bondad personificada, repleta de vida y de luz. Hay que destacarlo, hermanos: Dios está empeñado en salvarnos. En Jesús lo intentó y, por lo que a él respecta, cumplió: "En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, pero la tiniebla no la recibió". Este empeño de Dios es hoy una responsabilidad nuestra. A veces oímos y hasta decimos: "Esto no tiene arreglo". Más aún: "Esto ni Dios lo arregla". Si entendemos la dinámica profunda de la Navidad cristiana, no podemos pensar así, ni tales expresiones han de salir de nuestra boca. La Navidad nos lleva a la convicción profunda de que cada cristiano está llamado a ser luz y vida en medio del pueblo; por tanto, somos solución. La redención sigue y Dios quiere contar con nosotros. Pero la Navidad presenta una vertiente doble: Dios nos regala elegante y cariñosamente, a su Hijo para demostrarnos lo importantes que somos para él y, sin embargo, muchos respondemos mezquinamente dándole la espalda, prefiriendo la tiniebla a la luz. Es el claroscuro de toda Navidad. Dios no puede forzar nuestra respuesta; la hemos de dar por convicción y en libertad. Por eso, Navidad es verdadera fiesta si acogemos a Jesús y aceptamos ser, como él, hijos de Dios. Si Dios le ha humanizado, es para elevarnos a la condición divina y así vivir en comunión filial y entrañable con él. P. Octavio Hidalgo

domingo, 20 de diciembre de 2020

En el mensaje de este domingo sobresale con especial relieve la figura de María de Nazaret, la mujer creyente: abierta a los planes de Dios, a la acción del Espíritu y fiel a su vocación. El evangelio de la anunciación deja muy alta su talla religiosa y creyente. Su disponibilidad y colaboración con Dios es un gran estímulo para cuantos queremos hacer historia de salvación al aire del Espíritu..

Muchas veces en nuestra relación con Dios no caemos en la cuenta de que él es distinto, superlativamente libre y que no se quiere dejar atrapar por nuestras medidas y criterios. David soñaba con levantar un templo digno y adecuado al rango de Dios. Hoy muchos entendemos las cosas de otra manera. Creemos que Dios prefiere que el mundo y cada persona seamos sus templos, y en ellos sentirse acogido y adorado. Pero, en el mensaje de este domingo sobresale con especial relieve la figura de María de Nazaret, la mujer creyente: abierta a los planes de Dios, a la acción del Espíritu y fiel a su vocación. El evangelio de la anunciación deja muy alta su talla religiosa y creyente. Su disponibilidad y colaboración con Dios es un gran estímulo para cuantos queremos hacer historia de salvación al aire del Espíritu. María, como otros personajes bíblicos, llamados a colaborar en favor del Pueblo de Dios, no lo tuvo todo claro desde el principio. Al contrario, Dios la sorprende, la conmociona, le cambia los esquemas y el proyecto de vida que había imaginado; en definitiva, le propone otro marco vital. María, después de un debate aclaratorio en clave oracional, dice sí: es un sí rotundo, sin reservas, un compromiso que mantendrá fielmente toda la vida. Entonces confirmó también su apertura al Espíritu, se dejó cubrir por él, y su fecundidad de virgen-madre fue impresionante. María es un modelo de creyente comprometida, que asume la voluntad de Dios. Es un modelo de solidaridad con el mundo. Es un modelo de fidelidad al compromiso que adoptó siendo prácticamente una adolescente. La estampa evangélica de María deja entrever una personalidad sencilla y fuerte al mismo tiempo, una mujer de gran vida interior y de talante comunitario, una creyente convencida de su misión al servicio total de Jesús desde un protagonismo discreto, una criatura disponible que cautivó la mirada de Dios. Ella es la llena de gracia y bendita entre las mujeres. P. Octavio Hidalgo

sábado, 12 de diciembre de 2020

Misa en honor a la Virgen de Guadalupe Patrona de Mexico en la Parroquia de San José Obrero y Santa Rita - Sábado 12 de Diciembre 2020 en Vigo Galicia España

Parte de la comunidad Mexicana , Latinoaméricana y Gallega con el Mariachi " Noche de Ronda" que le cantarón las mañanitas a la Virgen y el Himno La Guadalupana - Foto del recuerdo ante el Altar Mayor con el Padre Santiago Párroco de la Iglesia San José Obrero y Santa Rita en la ciudad de Vigo , Galicia España.

martes, 8 de diciembre de 2020

Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María

Maria atrajo la mirada de Dios. Fue la llena de gracia. El pecado no pudo penetrar ni herir su humanidad. Dios derrochó bendiciones en ella, que supo mantener con elegante dignidad. María vivió con fe y espiritualidad ejemplares. Decir María inmaculada es decir milagro de Dios. Dios la preservó de todo pecado y le regaló una condición creyente con la que supo colaborar de manera extraordinaria. Según esto, María no es sólo un milagro de Dios, sino también un modelo de creyente fiel y agradecida, siempre disponible y en comunión con su voluntad. Es la llena de gracia porque le deja hacer a Dios, le abre el corazón de par en par. Si nosotros admiramos y celebramos a María, debemos asumir su ejemplo. Dios también nos bendice y desea que nuestra vida sea santa e inmaculada. Hoy evocamos a María como creyente, meditando los planes de Dios en su corazón, sabiendo caminar en la oscuridad de la fe, pero confiando siempre en su experiencia religiosa. Y reconocemos con la Iglesia que su estilo inmaculado, elegante y digno es una motivación a ahondar en la conversión. Creemos que el Espíritu nos limpia de todo pecado y es capaz de hacer fecunda nuestra vida, como fecundó la historia de María. Al celebrar a María, limpia y atractiva, sentimos en el interior un gran deseo de pureza vital y de compromiso con la voluntad de Dios. El Concilio Vaticano II recomienda conocer, amar e imitar a María. No se puede amar e imitar a quien no se conoce. Y para conocerla, nada mejor que recurrir al Nuevo Testamento, sobre todo a los evangelios, y a los documentos del Magisterio de la Iglesia. Nuestro aprecio por María ha de estar fundamentado adecuadamente. En la medida en que la conozcamos desde la Biblia y desde la teología, crecerá nuestro amor verdadero hacia ella y sentiremos una mayor admiración. Todo ello impulsará en nosotros el deseo de imitarla, de ser creyentes como ella, de vivir con docilidad y bienaventuranza ante Dios y ante los demás. Así tiene sentido la devoción a María, pues el interés por ella no depende de costumbres ni de emociones populares, sino de la talla religiosa y creyente que descubrimos en su personalidad. P. Octavio Hidalgo

domingo, 6 de diciembre de 2020

En el hoy de la Iglesia nos puede resultar chocante "preparar el camino al Señor", cuando en realidad él ya ha venido. Sin embargo, es posible que no haya podido hacer el recorrido del todo, porque en algún momento hemos abierto una zanja o hemos echado demasiados escombros en el camino intentando impedir su acceso. Preguntémonos sinceramente: ¿Nunca le hemos cerrado el camino al Señor?. Él es tan respetuoso con nuestra libertad que no puede llegar hasta nosotros si no se lo facilitamos, es decir, si no allanamos los senderos.

Vivir es caminar. Todo ser humano ha nacido para andar y progresar. Quedar parado puede resultar cómodo, pero es engañoso. Caminar es causa y consecuencia de que hay ganas de vivir. El camino es un símbolo con muchos significados. Este símbolo se utiliza frecuentemente en la Biblia. Todos los años en Adviento oímos la misma propuesta: "Preparad el camino al Señor". ¿A qué nos suena? ¿Encontramos al Señor en el caminar de la vida? En el hoy de la Iglesia nos puede resultar chocante "preparar el camino al Señor", cuando en realidad él ya ha venido. Sin embargo, es posible que no haya podido hacer el recorrido del todo, porque en algún momento hemos abierto una zanja o hemos echado demasiados escombros en el camino intentando impedir su acceso. Preguntémonos sinceramente: ¿Nunca le hemos cerrado el camino al Señor?. Él es tan respetuoso con nuestra libertad que no puede llegar hasta nosotros si no se lo facilitamos, es decir, si no allanamos los senderos. Frecuentemente los seres humanos complicamos la vida en exceso: ponemos barreras a la comunicación y, también, a la relación con Dios. Puede suceder que, cuando nos demos cuenta, haya tanta barrera acumulada que lo lamentemos. Hoy, que valoramos tanto la ecología y la comunicación, tiene aún menos sentido poner barreras y echar escombro donde no se debe. Si esperamos una tierra nueva, eso será posible por nuestro cuidado y empeño, es decir, por la "vida santa y piadosa" que debemos llevar, como dice la carta de San Pedro. Esto, en cristiano, se alcanza con la conversión. El Señor es amorosamente paciente como el que más: "No quiere que nadie perezca". Pero si nuestro mundo y nuestras personas se desintegran, no hemos de echar la culpa a Dios. Él es como el buen pastor que "lleva en brazos los corderos y cuida de las madres". Nuestra labor y compromiso es lograr que la historia se humanice y que brote una tierra nueva, llena de justicia y de Evangelio. Para esto, la figura de Juan el Bautista es todo un símbolo en el camino del Adviento. No sólo vocea la conversión y practica un bautismo con agua para el perdón de los pecados, sino que anuncia apasionadamente la cercanía de quien bautiza con Espíritu Santo. Todo él es un ejemplo de austeridad y de servicio al Redentor. Su bautismo no es más que un signo del de Jesús. Resumiendo, Dios nos encuentra en el camino de la vida. Quiere llegar enteramente a nosotros. Pero este encuentro, íntimo y profundo, no es posible si no le facilitamos el acceso. Jesús siempre será para nosotros un ejemplo de caminante, movido por el Espíritu, ilusionado y conmovido por el ideal del Reino de Dios. León Felipe, un poeta nuestro, entendió así el camino como símbolo: "Nadie fue ayer, ni va hoy, ni irá mañana hacia Dios por este mismo camino que yo voy. Para cada hombre guarda un rayo nuevo de luz el sol... y un camino virgen Dios". P. Octavio Hidalgo