domingo, 18 de abril de 2021

Domingo 3º de Pascua - «Así está escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día » - Estaba escrito que el Mesías tenía que padecer, siendo así víctima de propiciación por nuestros pecados y por los del mundo entero. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos. Esta es la razón de nuestro ser cristianos, miembros de la Iglesia: existimos para evangelizar, una vez convertidos de nuestros pecados. También es la fuente de nuestra alegría y esperanza de participar un día del gozo de la resurrección. Y desde que resucitó, Cristo se nos revela a través de los signos: el partir el pan, la eucaristía; las llagas de sus manos y sus pies, nuestros hermanos más pobres y necesitados...

Avanzamos en el tiempo de Pascua. El mensaje de los textos bíblicos nos siguen motivando a vivir en alza, con la moral elevada, con el ánimo crecido. Es el tono pascual, consecuente con la experiencia de la resurrección, que debe caracterizar la vida del cristiano en todo momento. Por eso resulta lógico y adecuado el consejo de San Juan: "Hijos, os escribo para que no pequéis". En efecto, el pecado lesiona la vida, rebaja la moral, debilita el ánimo. No es posible conocer a Dios, comulgar con Jesús y... pecar. Además, desde el pecado no es posible la paz ni la comprensión de las Escrituras. Sólo la apertura a Jesús resucitado abre el entendimiento para comprender el Evangelio con la cabeza y con el corazón. Y cuando un creyente está así de capacitado, es capaz de mucho. El pasaje evangélico de hoy es otra catequesis sobre la resurrección, la gran experiencia que puso en movimiento a los primeros cristianos para anunciar, como testigos, la calidad humana y redentora de Jesús. La resurrección de Jesús es el acontecimiento espiritual que más ha impactado y conmovido. Sabemos, sin embargo, que, tanto entonces como ahora, algunos dudan, otros se resisten a creer y otros confunden a Jesús resucitado con un fantasma del pasado o del presente. Los que tenemos la suerte de creer profundamente podemos asegurar que la fe confirma lo que intuye la sensibilidad: nuestra vida no se pierde en el sepulcro, somos seres para la plenitud. Decía Jesús: "¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad..., palpadme...". Sabemos que no necesitamos de los sentidos para captar y entender la resurrección, que la fe no se basa en la seguridad de los sentidos, sino en la experiencia espiritual y religiosa. Alguien escribió: "El corazón tiene sus razones que la razón no comprende... Es el corazón el que siente a Dios, no la razón. Y eso es precisamente la fe: Dios sensible al corazón, no a la razón". En efecto, el significado de la resurrección se percibe por la línea de la espiritualidad y de la fe. Y el gran mensaje que brota de la resurrección es: ¡Ánimo, vecinos, que tenemos futuro, que la vida y la bondad están por encima de todos los miedos y desánimos! Lo único que puede oscurecer la comprensión de la resurrección es el pecado. Por eso: "arrepentíos y convertíos"; de lo contrario, es imposible coger la onda de Jesús vivo y salvador. P. Octavio Hidalgo.

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