domingo, 25 de abril de 2021

Domingo 4º de Pascua - «El buen pastor da su vida por las ovejas» Hoy es el domingo del Buen Pastor, Cristo, que ha dado la vida por sus ovejas, que somos nosotros, para salvarnos del pecado y de la muerte. Y no solo ha muerto y resucitado por nosotros sino por todo el mundo: «Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor». La Iglesia, con sus diversos carismas y vocaciones —de manera especial por medio del orden sacerdotal— hace presente en el mundo a Cristo, el Buen Pastor. Hoy es un día especial para pedir al Señor que nos dé las vocaciones sacerdotales y consagradas que la Iglesia necesita para seguir evangelizando y creciendo en la unidad...

Es una verdad sin discusión que la Iglesia es santa y pecadora. La historia de la Iglesia arrastra muchas sombras, pero es igualmente cierto que en la historia de la Iglesia hay muchas luces y valores. En el nombre de Jesús se ha hecho mucho bien desde la época de los apóstoles: se ha curado a muchos enfermos, se ha ayudado a muchos pueblos, se ha entregado la vida al servicio de muchas causas nobles... Si lo resaltamos al comentar la primera lectura, es para que nosotros sigamos esta línea santa y comprometida de la Iglesia. Por otra parte, ¡cómo entusiasma el mensaje de la segunda lectura! ¡Qué amor tan grande ha tenido Dios Padre para hacernos hijos suyos! Esta verdad fundamental de la revelación cristiana es tan rica y elocuente que bastaría ella sola para llenar la vida de orientación, de sentido y de esperanza. Es justo y necesario que meditemos profundamente lo que significa ser hijos de Dios. Este gran título eleva a todos los humanos a una misma categoría. Si todos somos hijos de Dios, todos somos hermanos. Por consiguiente, que nadie se sitúe por encima de los demás y que no haya nadie por debajo. El evangelio del cuarto domingo de Pascua centra la mirada en Jesús, buen Pastor. La figura del pastor es un recurso del que se valen los autores bíblicos para hablarnos de Dios. Jesús se sirve también de esta imagen para manifestarnos su proceder y sus sentimientos. Él es el pastor sincero y fiel que se deshace en atenciones: busca a la oveja descarriada, sale al encuentro de las que no están, quiere un solo rebaño, ofrece en abundancia los valores del Reino a todos y entrega la vida por amor. A este Pastor le interesan las personas, una a una: nos conoce a cada uno por el nombre propio. Sabe muy bien nuestras historias..., y, pese a todo, nos quiere elevar a la altura de su dignidad. Por eso entra en comunión con nosotros y llega redentoramente hasta la locura de la cruz. Esta imagen de Jesús, como buen Pastor, ha marcado la conciencia y la memoria de la Iglesia. Desde el principio hasta ahora se ha venido destacando la lección formidable de este Pastor: su elegante generosidad, su sacrificio liberador: “Nadie me quita la vida, sino que yo la entrego libremente". Las comunidades cristianas de todos los tiempos tenemos un gran ejemplo en este modelo de pastor. Es un ejemplo claro de cómo debemos vivir las responsabilidades dentro de la comunidad y cómo debemos ser misioneros que salen a buscar a los que no están. Es una motivación a intensificar la fraternidad hacia dentro y hacia fuera. Este Pastor nos invita hoy a comulgar con sus valores para seguir caminando por la ruta de la solidaridad y del servicio, el culto que agrada a Dios. Sabe muy bien lo digno que es vivir como hijos de Dios. Quien lo escucha y sigue, desarrolla el mayor de los aciertos. P. Octavio Hidalgo-

domingo, 18 de abril de 2021

Domingo 3º de Pascua - «Así está escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día » - Estaba escrito que el Mesías tenía que padecer, siendo así víctima de propiciación por nuestros pecados y por los del mundo entero. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos. Esta es la razón de nuestro ser cristianos, miembros de la Iglesia: existimos para evangelizar, una vez convertidos de nuestros pecados. También es la fuente de nuestra alegría y esperanza de participar un día del gozo de la resurrección. Y desde que resucitó, Cristo se nos revela a través de los signos: el partir el pan, la eucaristía; las llagas de sus manos y sus pies, nuestros hermanos más pobres y necesitados...

Avanzamos en el tiempo de Pascua. El mensaje de los textos bíblicos nos siguen motivando a vivir en alza, con la moral elevada, con el ánimo crecido. Es el tono pascual, consecuente con la experiencia de la resurrección, que debe caracterizar la vida del cristiano en todo momento. Por eso resulta lógico y adecuado el consejo de San Juan: "Hijos, os escribo para que no pequéis". En efecto, el pecado lesiona la vida, rebaja la moral, debilita el ánimo. No es posible conocer a Dios, comulgar con Jesús y... pecar. Además, desde el pecado no es posible la paz ni la comprensión de las Escrituras. Sólo la apertura a Jesús resucitado abre el entendimiento para comprender el Evangelio con la cabeza y con el corazón. Y cuando un creyente está así de capacitado, es capaz de mucho. El pasaje evangélico de hoy es otra catequesis sobre la resurrección, la gran experiencia que puso en movimiento a los primeros cristianos para anunciar, como testigos, la calidad humana y redentora de Jesús. La resurrección de Jesús es el acontecimiento espiritual que más ha impactado y conmovido. Sabemos, sin embargo, que, tanto entonces como ahora, algunos dudan, otros se resisten a creer y otros confunden a Jesús resucitado con un fantasma del pasado o del presente. Los que tenemos la suerte de creer profundamente podemos asegurar que la fe confirma lo que intuye la sensibilidad: nuestra vida no se pierde en el sepulcro, somos seres para la plenitud. Decía Jesús: "¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad..., palpadme...". Sabemos que no necesitamos de los sentidos para captar y entender la resurrección, que la fe no se basa en la seguridad de los sentidos, sino en la experiencia espiritual y religiosa. Alguien escribió: "El corazón tiene sus razones que la razón no comprende... Es el corazón el que siente a Dios, no la razón. Y eso es precisamente la fe: Dios sensible al corazón, no a la razón". En efecto, el significado de la resurrección se percibe por la línea de la espiritualidad y de la fe. Y el gran mensaje que brota de la resurrección es: ¡Ánimo, vecinos, que tenemos futuro, que la vida y la bondad están por encima de todos los miedos y desánimos! Lo único que puede oscurecer la comprensión de la resurrección es el pecado. Por eso: "arrepentíos y convertíos"; de lo contrario, es imposible coger la onda de Jesús vivo y salvador. P. Octavio Hidalgo.

domingo, 11 de abril de 2021

El domingo es el día del Señor en el que, desde el principio, la comunidad cristiana se reúne para encontrarse con Cristo resucitado, presente, orando juntos, en su Palabra y en el pan y el vino consagrados. Somos así dichosos porque creemos en Cristo sin haberlo visto. De él salió la iniciativa, cuando al anochecer del primer día de la semana se apareció a sus discípulos y, luego, otra vez a los ocho días. Por la comunión, el Espíritu Santo nos hace crecer en la unidad con Cristo y la Iglesia. La primera lectura nos muestra cómo en aquella comunidad primitiva se vivía esa unidad: todos pensaban y sentían lo mismo y compartían sus bienes...

El libro de Hechos de los Apóstoles describe con cuatro trazos el clima de la primera Iglesia vivificada por el Espíritu Santo. Se trata de un texto vibrante, gráfico y condensado, de un resumen descriptivo del ideal auténtico, genuino y valioso de los primeros cristianos de Jerusalén. Hoy tenemos que decir que el sentido comunitario no ha perdido actualidad. Las diferentes ciencias humanas siguen afirmando que el hombre y la mujer se hacen personas permaneciendo en comunión con los otros. La teología remarca igualmente que el plan de Dios es comunitario y no individual. La adhesión a Jesucristo conduce a una profunda comunión. Según el libro de Hechos, aquella comunidad de Jerusalén se fortalecía en la común-unión, de manera que "vivían unidos, lo tenían todo en común y repartían según la necesidad de cada uno". Aquella comunidad se nutría también "con la enseñanza de los apóstoles, en la fracción del pan y en las oraciones". Es decir, los cristianos de la primera comunidad estaban unidos y lo expresaban con gestos sencillos y visibles, como la oración comunitaria, comer juntos, compartir los bienes, reunirse para la catequesis o la formación, celebrar la eucaristía. Todo esto lo debían hacer con mucha convicción porque impresionaban a la gente y eran bien vistos. Está claro que los esquemas y pilares del Reino de Dios chocan frontalmente con el individualismo de todos los tiempos. También chocan con esa mentalidad según la cual sólo se acepta aquello que se mide por los sentidos. El relato evangélico del incrédulo Tomás es una catequesis sobre la resurrección de Jesús. No se capta a Jesús por los sentidos, sino por la onda espiritual y religiosa y por el don de la fe. Pero la catequesis apunta más: la comunidad ayuda a entender la presencia de Jesús resucitado. En el primer encuentro con Jesús, Tomás no estaba. Ocho días más tarde sí estaba con el resto de la comunidad. Y es en este ambiente donde reconoce al Señor y pronuncia su credo escueto: “Señor mío y Dios mío". Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto". Qué gran lección encierra esta bienaventuranza. Jesús resucitado urge a la comunidad que arriesgue en el dinamismo misionero. Sus palabras son de actualidad: "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo". Igualmente Jesús resucitado irrumpe en nuestra comunidad para recordarnos el deber constante de ser sal de la tierra y luz del mundo, y para que lo hagamos con signos y gestos de humanidad y de comunión. Vivimos en la historia. Y el objetivo cristiano es lograr lo más posible el ideal de los primeros discípulos según cuenta la primera lectura. Lo bueno del ideal es que atrae sin límite. No todas las parroquias y comunidades hacen presente este ideal. Si lo intentamos, estamos en la línea práctica de la resurrección. P. Octavio Hidalgo.