domingo, 28 de agosto de 2016

La humildad es de lo más evangélico. Sin embargo, socialmente está poco considerada y familiarmente poco promovida y educada. Nadie quiere ser el último de la fila. No figurar, ser de abajo, ser sencillo y discreto se motiva poco, por más que en teoría se acepten como valores. Se educa más para ascender, para estar por encima, para ser famoso, para competir y triunfar, aunque por medio quede la dignidad hecha jirones.....

COMENTARIO EVANGELIO Qué grandes y atractivas son la sencillez y la humildad. Curiosamente no rebajan ni disminuyen a las personas, sino que las engrandecen y ensalzan. Como virtudes, están repetidamente destacadas a lo largo de la Biblia, son especialmente recomendadas por Jesús y altamente proclamadas por María en su canto de fe: “El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes". El libro del Eclesiástico aconseja: "Hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios". En efecto, la humildad es un valor que embellece la personalidad. Qué agradable es el encuentro con personas sencillas y humildes. En ellas afloran otros muchos valores y son espejo de gran humanidad. Por el contrario, qué difícil es la relación con personas soberbias y orgullosas; generalmente acarrean otros defectos y no hacen jugosa la convivencia. La humildad es de lo más evangélico. Sin embargo, socialmente está poco considerada y familiarmente poco promovida y educada. Nadie quiere ser el último de la fila. No figurar, ser de abajo, ser sencillo y discreto se motiva poco, por más que en teoría se acepten como valores. Se educa más para ascender, para estar por encima, para ser famoso, para competir y triunfar, aunque por medio quede la dignidad hecha jirones... Existe también la tentación de la falsa humildad; pero, como es apariencia, queda al descubierto antes o después. Si aceptamos con santa Teresa de Jesús que la humildad es la verdad, nada más bonito que la naturalidad. Hoy Jesús nos habla de convites y banquetes. Son para Él un buen símbolo de lo que es el Reino de Dios. Pero en sus banquetes no hay privilegios, ni primeros puestos. La mesa es redonda. Todos están a la misma altura y comparten fraternalmente en igualdad. En cambio, socialmente no suele ser así: quien más, quien menos, busca sobresalir... Hay diferencias según prestigio, condición social, méritos, fama... Sin embargo, para Jesús es de extraordinaria importancia optar por ser el último. Él mismo lo testimonió siendo uno de tantos, uno de la base. No buscó ascensos, rehusó escalar puestos. La fama y el medrar no le quitaron el sueño. Más aún, dice la carta a los filipenses que "a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos. Y se rebajó hasta la muerte y una muerte de cruz" (Flp 2,6-8). En resumen, el mensaje de hoy nos proporciona una gran lección de humildad. Humilde no es el carente de personalidad, pasivo, inútil o empobrecido. Humilde es aquel que toca tierra; se da cuenta de que es poca cosa, pero, aun así, se sabe destinatario del amor de Dios, lo acoge agradecido y lo irradia con generosidad. Todos los cristianos debemos ser exponentes de este valor tan humano y tan evangélico, porque sin humildad ni hacemos Reino de Dios, ni nosotros mejoramos. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

sábado, 20 de agosto de 2016

Domingo, 21 de agosto .-. Domingo del Tiempo Ordinario Resulta chocante la expresión con que acaba este pasaje evangélico: "Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos". Pero no nos ha de extrañar. Los que eligen los últimos puestos, los que optan por ser pobres, los que valoran y encarnan la humildad, los que están contentos de ser sencillos y no quieren sobresalir socialmente..., ésos son los que viven con acierto porque han captado la mística de la salvación...

COMENTARIO.- Es inquietante la pregunta que alguien formula a Jesús: “Señor, ¿serán pocos los que se salven?". Con más o menos acento surge la cuestión en todos los tiempos. Jesús no responde dando cifras; no le interesan los números ni las estadísticas. Dios Padre es amor y misericordia; por Él todos podrán salvarse. Otra cosa es si nosotros queremos. Por este motivo, su contestación se vuelve exhortación y propuesta. Dice: "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha". Esta puerta estrecha, que da paso a la vida de calidad, es la de los valores evangélicos. En ese talante germina la salvación que Dios regala. Este pasaje evangélico recuerda aquel otro de San Mateo, según el cual, unos aprueban el examen de la vida y otros son suspendidos. Tanto en aquel pasaje como en éste hay sorpresas y preguntas: "Señor, si hemos comido y bebido contigo, si has enseñado en nuestras plazas...". “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?". "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados". ¿Sorprendente? La verdad es que nadie se salva por creerse cristiano de toda la vida o por enchufe particular. Con Dios no hay recomendación que valga. La salvación se va labrando día a día, al aire de Jesús y con el espíritu de las bienaventuranzas. Estas son las mejores herramientas que nos han dejado. Por tanto, la salvación está al alcance de todos, y el camino suficientemente revelado en el Evangelio. Otra cosa es que lo queramos emprender pasando por la puerta estrecha. Jesús mismo es Camino, Verdad, Vida, Luz, Resurrección... Su estilo de vida es el óptimo, el ideal; en sí mismo ya es salvador. Resulta chocante la expresión con que acaba este pasaje evangélico: "Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos". Pero no nos ha de extrañar. Los que eligen los últimos puestos, los que optan por ser pobres, los que valoran y encarnan la humildad, los que están contentos de ser sencillos y no quieren sobresalir socialmente..., ésos son los que viven con acierto porque han captado la mística de la salvación. Dice un refrán: "Cuando el camino se hace duro, sólo los duros siguen por el camino". Así es la senda de la salvación cristiana: no es precisamente de rosas, que también las tiene, sino de despojo, de esfuerzo y de fidelidad. En resumen, la parábola de la puerta estrecha nos habla de conversión y revela que la salvación cristiana es una aventura difícil, pero asequible a todos. (P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.)

lunes, 15 de agosto de 2016

La Asunción de la Virgen María .-. En María triunfa simbólicamente toda la humanidad. La fe nos asegura lo que percibimos por la intuición: somos seres con futuro. Dios lo garantiza. Ese futuro humano-divino será una experiencia continua de plenitud, un gozo inacabable de encuentro esperado, una sabrosa comunión sintiendo que Dios nos vincula maravillosamente a todos...

COMENTARIO DEL EVANGELIO DE HOY.- Esta fiesta mariana acontece en medio del verano, en un contexto general de vacaciones. En no pocos lugares es el marco de una fiesta patronal o popular, mezclándose la religiosidad y la fe del pueblo con su folclore, raíces y tradiciones. Sin embargo, eclesialmente la Asunción de María evoca, sobre todo, la trayectoria de esta mujer creyente que enriquece, con su tonalidad femenina y con su calidad humana, la fe del Pueblo de Dios. Ella acentúa los rasgos cercanos y prácticos de la fe; transmite que Dios lleva a la gente en el corazón y protege especialmente a los perdedores, necesitados y sencillos. Después de su recorrido vital, es arrebatada por el poder divino, una vez que se sintió contemplada, elegida y amada entrañablemente por Dios. La Iglesia definió oficialmente la verdad de la Asunción de María el 1 de noviembre de 1950. Pero los primeros indicios de esta fiesta los tenemos ya en los siglos V-VI cuando comienza a generalizarse, primero por oriente y después por occidente, la fiesta del Tránsito o Dormición de María. Para nosotros, esta festividad de la Asunción simboliza la culminación natural y feliz de los creyentes que esperan en Dios y confían en sus promesas. Representa la bienaventuranza anunciada por Jesús para todos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen. Es un aliento para todos los que hacen Reino de Dios y gastan la vida en favor de la tierra nueva. En María triunfa simbólicamente toda la humanidad. La fe nos asegura lo que percibimos por la intuición: somos seres con futuro. Dios lo garantiza. Ese futuro humano-divino será una experiencia continua de plenitud, un gozo inacabable de encuentro esperado, una sabrosa comunión sintiendo que Dios nos vincula maravillosamente a todos. (P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.)

domingo, 14 de agosto de 2016

HOY 14 DE AGOSTO EUCARISTIA EN LA PARROQUIA DE SAN JOSÉ OBRERO Y SANTA RITA EN VIGO EN HONOR A LA VIRGEN DE URKUPIÑA PATRONA DE COCHABAMBA BOLIVIA

CON EL PADRE ANTONIO PARROCO DE LA IGLESIA SAN JOSÉ OBRERO CON GLADYS MORA DE LA ORGANIZACIÓN DE ESTE EVENTO RELIGIOSO EN HONOR A LA VIRGEN BOLIVIANA DE URKUPIÑA, LES ACOMPAÑA LUISI MOTTA LEÓN CON PARTE DEL CORO PASTORAL DE INMIGRANTES "ALMA , CORAZÓN Y VIDA" LA DIRECTORA: CECY , CLARITA INTEGRANTE DE ECUADOR, CON GLADYZ MORA Y LUISI MOTTA CON LA VIRGEN DE URKUPIÑA LUISI MOTTA VICTORIA MOTTA CON LA VIRGEN DE URKUPIÑA GLADYZ MORA DE LA ORGANIZACIÓN DEL EVENTO EN HONOR A LA VIRGEN DE URKUPIÑA LUISI MOTTA LEÓN CON LAS COORDINADORAS GLADYS Y MARIA

XX Domingo del Tiempo Ordinario El Evangelio de hoy nos puede parecer atrevido, radical y hasta desconcertante. No es normal ver a Jesús tan ardoroso... En realidad, no ha de extrañarnos tanto. Él es un decidido y un valiente, no un violento. No admite más violencia que la que uno se exige para ser fraterno. No, Jesús desea la paz; pero sabe que surge la división cuando uno no se vende por fidelidad a los planes de Dios...

COMENTARIO: Sabemos que los profetas, los "hombres de Dios", generalmente lo pasan muy mal. Es lo que destaca hoy el pasaje de Jeremías, a quien le hacen la guerra por transmitir las verdades de Dios. Lo llamativo es que lo quieren eliminar porque no busca el bien del pueblo, dicen. ¡Qué hipocresía! El verdadero testigo de Dios es el que más ama a la gente y quien más se compromete por su liberación. Pero, como canta las verdades, resulta incómodo, indeseable... Así será siempre. La fe es guerrera hasta el punto de provocar un bautismo de sangre. Los que han tomado en serio el seguimiento de Jesús, frecuentemente han padecido el enfrentamiento y la división. Muchas veces la familia no entiende que Dios sea nuestro valor absoluto. Sin embargo, hemos de amar a Dios sobre todas las cosas y hemos de obedecer sus planes, aunque ello sea causa de división. Jesús es especialmente claro y tajante: O conmigo o contra mí. No es posible una neutralidad ambigua. El pasaje de la carta a los hebreos insiste en el aspecto dinámico, purificador y batallador de la fe: hay que eliminar el pecado; hay que sobrellevar la cruz sin miedo a la ignominia; hay que soportar la oposición sin perder el ánimo: hay que pelear decididamente contra el mal, aunque uno termine, como testigo, en un charco de sangre. Los cristianos que viven así son los que entusiasman más y los que atraen, porque acercan la talla humanizadora de Jesús. El Evangelio de hoy nos puede parecer atrevido, radical y hasta desconcertante. No es normal ver a Jesús tan ardoroso... En realidad, no ha de extrañarnos tanto. Él es un decidido y un valiente, no un violento. No admite más violencia que la que uno se exige para ser fraterno. No, Jesús desea la paz; pero sabe que surge la división cuando uno no se vende por fidelidad a los planes de Dios. Hoy Jesús nos viene a decir que la revolución que proyecta y la redención que protagoniza, por designio de Dios Padre, no se podrá conseguir sin cruz y sin baño de sangre. Pero está decidido, aunque le cueste la vida. Su ejemplo nos ha de servir de acicate. Seguirlo entraña una guerra permanente de fidelidad. (P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.)

domingo, 7 de agosto de 2016

XIX Domingo del Tiempo Ordinario - La atención y la vigilancia son valores muy importantes. ¿Qué se puede esperar de un cristiano descuidado, que no cumple con su deber ni testimonia la calidad de vida que debiera? Las personas atentas viven con intensidad y con responsabilidad...

En Jesús y en su mensaje hay muchos valores y testimonios. Entre ellos, siempre me ha atraído la exhortación a vivir con atención y vigilancia. Más aún, descubro que es un rasgo sobresaliente de Jesús. A Él no se le ve despistado o distraído nunca. Sus rivales, que muchas veces lo tientan, quedan siempre desarmados ante la entereza y las respuestas geniales que salen de su interior. Jesús reacciona adecuadamente en cada situación, porque tiene una gran vida interior, un gran almacén de riqueza espiritual. La atención y la vigilancia son valores muy importantes. ¿Qué se puede esperar de un cristiano descuidado, que no cumple con su deber ni testimonia la calidad de vida que debiera? Las personas atentas viven con intensidad y con responsabilidad. Sin embargo, todos corremos el riesgo de abandonarnos si no cultivamos la fe con esmero y con delicadeza. Quien la cultiva, experimenta que es una motivación extraordinaria y que proporciona cantidad de recursos. Por la fe muchos creyentes han llegado a compromisos heroicos. Nosotros mismos somos testigos del empuje que tiene la fe. Los cristianos hemos de vivir siempre como hijos de la luz, no despistados. Dejar pasar oportunidades, perder el tren de la historia, vivir como ausentes o pasivos es un antitestimonio. Los cristianos, como Jesús, hemos de rezumar lucidez, coraje, fidelidad y estar al tanto de todo lo que se cuece socialmente. Si vivimos atentos, podemos aportar mucho entusiasmo y dinamismo evangélicos. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.