domingo, 24 de junio de 2018

La Natividad de san Juan Bautista - Juan no se propuso a sí mismo como líder sino que invitó a todos a mirar al que tenía que venir, al que iba a colmar las esperanzas y deseos de todos. Juan se convirtió en el precursor, en el que anunció la llegada inminente del Salvador. No dijo a la gente que le mirase ni que le siguiese a él, sino que señaló a Jesús e invitó a todos a que le siguiesen...

COMENTARIO: La fiesta de hoy está marcada por la alegría. ¿Quién no se alegra con el nacimiento de un niño? Por la sencilla razón de que un niño recién nacido es signo de esperanza. Es la vida que brota nueva. Es la primavera. Es la promesa de futuro hecha realidad. El niño recién nacido, sin hacer nada, cambia las relaciones de los esposos, insufla nueva vida a los abuelos, genera una nueva forma de estar en los otros hermanos. Y todos celebran esa alegría. El Bautizo no es más que la expresión y la celebración en cristiano de esa alegría vital que se origina en todos los que viven de cerca, familiares y amigos, la experiencia de la vida que puja por seguir, por crecer, de la vida que quiere vivir. ¡Y qué mejor expresión de esa vida que la criatura recién nacida! Celebramos la natividad de Juan Bautista. La alegría es, si cabe, mayor, porque la madre por su edad ya no era fértil. También el padre era mayor. No habían sido bendecidos con otros hijos. Con ellos se agotaba la familia, la estirpe. La muerte amenazaba a aquella familia. Por eso la alegría de aquel nacimiento fue mayor de lo normal. La celebración sería por todo lo alto. No era para menos. Todos se sentían llenos de esperanza. Podían mirar al futuro con tranquilidad. Había un niño que extendería la vida de la familia, que portaría su nombre. Y, entonces, surge la pregunta. ¿Qué será ese niño cuando sea mayor? Un niño es siempre una pregunta abierta. La respuesta se irá dando con el paso del tiempo. Cuando crezca, cuando madure, cuando forme él mismo una familia, cuando con su trabajo contribuya al bien común. ¿Qué será de este niño? El futuro de un niño es siempre una sorpresa. Y Juan fue una sorpresa para sus familiares. Su vida no le llevó a hacer un trabajo normal sino a alentar la esperanza del pueblo. ¿Qué trabajo mejor que alentar la esperanza de los demás? No se propuso a sí mismo como líder sino que invitó a todos a mirar al que tenía que venir, al que iba a colmar las esperanzas y deseos de todos. Juan se convirtió en el precursor, en el que anunció la llegada inminente del Salvador. No dijo a la gente que le mirase ni que le siguiese a él, sino que señaló a Jesús e invitó a todos a que le siguiesen. Así se convirtió en modelo del evangelizador cristiano. No se trata de colocarnos en el medio y decir que nos miren y sigan a nosotros, sino de ayudar a todos a que se encuentren con Jesús, a que descubran el Evangelio. Lo nuestro es echarnos a un lado para que Jesús sea el protagonista. Como hizo Juan. F.Torres

domingo, 17 de junio de 2018

Las parábolas son un recurso de comunicación, frecuentemente utilizado por Jesús, para que el mensaje entre más directamente por los ojos y pueda ser mejor comprendido. En el relato de hoy Jesús se centra en el Reino de Dios, su gran pasión y el objetivo principal de toda su vida. Lo compara con unas semillas que van desarrollando poco a poco el potencial impresionante de vida y de fecundidad que llevan dentro. Se trata de un desarrollo silencioso, nada espectacular, pero constatable, como se puede apreciar en el desarrollo y crecimiento de cualquier planta...

Las parábolas son un recurso de comunicación, frecuentemente utilizado por Jesús, para que el mensaje entre más directamente por los ojos y pueda ser mejor comprendido. En el relato de hoy Jesús se centra en el Reino de Dios, su gran pasión y el objetivo principal de toda su vida. Lo compara con unas semillas que van desarrollando poco a poco el potencial impresionante de vida y de fecundidad que llevan dentro. Se trata de un desarrollo silencioso, nada espectacular, pero constatable, como se puede apreciar en el desarrollo y crecimiento de cualquier planta. Jesús se da por satisfecho si llegamos a entender lo que significa el Reino de Dios y si entramos libremente en su dinámica. Hoy nos viene a decir que este Reino no lo construyen los ambiciosos ni los soberbios, sino los sencillos, los desprendidos y solidarios, los que eligen ser pobres y los limpios de corazón. Todos estamos llamados a colaborar en el Reino de Dios y a apoyarlo con todas nuestras fuerzas. Pero no depende exclusivamente de nosotros; es un regalo. La semilla, dice Jesús, germina y va creciendo sin que el hombre que la echó en la tierra sepa cómo. Por tanto, siguiendo a San Pablo, hay que reconocer que ni el que planta ni el que riega son los principales, sino Dios mismo que hace crecer y conduce misteriosamente hacia la fecundidad. Reparemos que el Reino de Dios comienza por uno mismo. Nuestra primera responsabilidad es favorecer que su semilla se desarrolle al máximo en nuestro campo personal. Como nadie da lo que no tiene, lo primero que ha de hacer el testigo es abrirse de par en par a esta semilla de tan impresionante capacidad. Esto se logra por medio de la oración, es decir, viviendo la comunión con Dios. Si nos abrimos a la acción del Espíritu, iremos creciendo sin saber cómo. El Reino de Dios es favorable para todos. P.Hidalgo.

domingo, 10 de junio de 2018

Para Jesús los verdaderos familiares no son los que llevan su sangre, sino los que cumplen la voluntad de Dios y personalizan su Reino. Los hijos de Dios auténticos se dejan orientar por el Espíritu Santo, no venden su alma al diablo. De ahí que Jesús esté sumamente orgulloso de su madre: ella sí que cumple la voluntad de Dios...

Todos conocemos el relato del Génesis en el que se apoya el llamado pecado original. Recordemos que Dios había diseñado muy bien la creación para que viviéramos ordenadamente felices disfrutando de la naturaleza. Según su plan, todo era bueno. Sin embargo, la mala ambición y la desobediencia inicial del ser humano desencadenaron la maldad en el mundo y viciaron la historia. Tal degeneración se ha ido contagiando infelizmente a lo largo de las generaciones. Nosotros somos testigos, por propia experiencia, de cómo arrastra la tentación y cómo se extiende el virus del pecado. Esta narración simbólica del Génesis describe una realidad y transmite un mensaje: La condición humana está expuesta a la tentación, a un ambiente viciado como consecuencia de una ambición desordenada y de una desobediencia que vienen desde antiguo; pero hay también una oferta de salvación por parte de Dios, que el ser humano tiene a su libre alcance. El pecado es un fallo humano, un libertinaje, que desnuda, quita dignidad y avergüenza. Es un engaño y un mal uso de la libertad, un mal ejemplo y una tentación para que otros sigan pecando. Corrompe íntima y socialmente. Pero el ser humano no está sometido fatalmente al pecado. La promesa de redención se ha realizado en Cristo Jesús, que ha vencido al pecado. En Él se ha desarrollado la iniciativa impresionante de Dios Padre: redimirnos desde dentro de la humanidad y elevarnos a la condición de hijos. Quien vive al estilo de Jesús no sólo evita que el veneno del pecado le haga daño, sino que comunica la espiritualidad de la salvación. Por el texto del Evangelio constatamos que a Jesús le dijeron casi de todo. Llegaron a pensar de Él casi todo. Algunos lo consideraron hasta endemoniado: lo que hacía estaba inspirado por el Maligno, no era cosa de Dios. ¡Qué atrevimiento y qué mala ralea! No hay peor ciego que el no quiere ver. No hay peor condición ni mayor equivocación que cerrarse a la evidencia y a los dones de Dios. Hasta sus propios parientes lo llegaron a catalogar de loco, de haber perdido la cabeza, de no estar en sus cabales. ¿Se puede decir de Jesús que es un bicho raro, un anormal o un tipo extravagante? ¿No es una manera de querer descalificar a un valiente, a un hombre honrado y singular? Ciertamente, Jesús se sale de Io corriente; no es un hombre vulgar que hace lo que todo el mundo. Sobresale por ser persona honesta, de criterio y fiel a la voluntad de Dios. Por eso se le considera anormal y extraño. Pero, ¿es Él verdaderamente un anormal o somos nosotros los anormales? Por eso, para Jesús los verdaderos familiares no son los que llevan su sangre, sino los que cumplen la voluntad de Dios y personalizan su Reino. Los hijos de Dios auténticos se dejan orientar por el Espíritu Santo, no venden su alma al diablo. De ahí que Jesús esté sumamente orgulloso de su madre: ella sí que cumple la voluntad de Dios.

domingo, 3 de junio de 2018

Cristo eucaristía es pan y vino compartidos: cuerpo que se entrega y sangre de redención. Es símbolo y memoria de lo que celebró Jesús con sus discípulos en la última cena. Y el gesto simbólico que hizo Jesús fue partir y repartir un mismo pan y compartir una misma copa de vino, pero con un sentido específico...

Esta fiesta del Corpus Christi ha tenido, y todavía tiene en diferentes pueblos de nuestra geografía, un gran arraigo popular. Es una manifestación pública y festiva de religiosidad y de fe. ¿Quién no conoce las procesiones del Corpus? Pero cuando se mezcla lo religioso con lo festivo, lo "esencial" puede quedar desfigurado. Y lo esencial de este día es asumir la entrega generosa y sacrificada de Jesús sin poner ninguna resistencia. Eucaristía es, ante todo, caridad (amor divino y humano), compromiso, donación personal, común-unión. Corpus Christi es la fiesta de la Eucaristía, de la comida-sacramento que hace y sella la Alianza de los cristianos y que provoca solidaridad, servicio y sacrificio por el bien de los demás. Cristo eucaristía es pan y vino compartidos: cuerpo que se entrega y sangre de redención. Es símbolo y memoria de lo que celebró Jesús con sus discípulos en la última cena. Y el gesto simbólico que hizo Jesús fue partir y repartir un mismo pan y compartir una misma copa de vino, pero con un sentido específico. Así pues, eucaristía es Jesús ofrecido, sangre derramada, sacrificio y vida entregada por amor. Jesús recomienda: "Haced esto en recuerdo mío", es decir, entregad la vida a diario, no dejéis de servir y de ser solidarios. Por eso el día del Corpus es resaltado como el "Día de la Caridad", el día que acentúa el valor de la comunión cristiana. Si Jesús ha sido entrañable y generoso con nosotros, también nosotros lo debemos ser con los demás. Es cuestión de sensibilidad, de ser consecuentes con la talla humana de Jesús y de responder con elegancia espiritual. Por eso la eucaristía es el sacramento del repartir y del compartir sin límites, porque "nadie tiene mayor amor que cuando es capaz de entregar la vida". Si compartimos el pan y el cáliz de la eucaristía en memoria de Jesús, es porque cada uno viene siendo solidario en la vida cotidiana y está dispuesto a entregarse sin recortes. Quedaría desdibujada y rebaja esta celebración, si no estuviéramos decididos a vivir en la práctica diaria el culto de la fraternidad. P. HIDALGO