domingo, 14 de febrero de 2021

Jesús, ante el leproso sintió lástima, extendió la mano y lo tocó. Violó la ley, pero no por ello se sintió impuro. Al contrario, se sintió bien por ayudar y curar a una persona. Como se sentía igualmente bien cuando ayudaba a las prostitutas, se reunía con los publicanos y comía con los pecadores públicos. Había venido para esto: para estar sobre todo con los pecadores, con los socialmente corrompidos, a fin de poder recuperarlos para la sociedad y para el Reino de Dios

Según la tradición judía, había que arrinconar a los leprosos, apartarlos de la vida social como impuros; eran contagiosos: nadie se podía acercar a ellos y, menos aún tocarlos. Era la manera de defenderse de esta enfermedad incurable y peligrosa. Pero Jesús, que no ha venido a romper sin más con las tradiciones, pero sí a mejorarlas, en este caso no podía seguir la corriente de las costumbres que habían ido fraguando. Ante el leproso sintió lástima, extendió la mano y lo tocó. Violó la ley, pero no por ello se sintió impuro ni con la fama manchada, como recalcaban los más tradicionalistas. Al contrario, se sintió bien por ayudar y curar a una persona. Como se sentía igualmente bien cuando ayudaba a las prostitutas, se reunía con los publicanos y comía con los pecadores públicos. Había venido para esto: para estar sobre todo con los pecadores, con los socialmente corrompidos, a fin de poder recuperarlos para la sociedad y para el Reino de Dios. Si somos un poco reflexivos, probablemente caeremos en la cuenta del peligro que corremos todos de marginar y de ser marginados: si alguien no me cae bien, lo aparto de mi camino; si para alguien soy antipático, me borra de su lista; si uno me ha hecho una jugada, lo elimino de mi círculo. No es raro oír: "Yo con éste no me hablo", "tal persona acabó para mí", "esa familia es la peor del bloque; con ellos no hay nada que hacer", etc. Si analizamos nuestras reacciones seguramente descubrimos que muchas veces marginamos porque nos dejamos llevar por los prejuicios, porque emitimos juicios de valor discriminatorios, porque somos rencorosos y cortamos la relación con algunas personas, etc. ¿Qué causas ha habido? ¿Qué lepras hemos encontrado en ellas para alejarlas? ¿Cómo debemos proceder si nos consideramos verdaderamente cristianos? El amor cristiano no admite ninguna marginación; es compasivo ante el sufrimiento y las necesidades de los desfavorecidos. Precisamente por estas fechas Manos Unidas promueve la Campaña contra el Hambre. El paisaje de la pobreza y la marginación se va ensanchando día a día en el mundo. No está lejos de nosotros. Nos han golpeado mucho con la propaganda del bienestar y lo que vemos es un panorama de pobreza que martillea el alma. La situación del Tercer y Cuarto Mundos es trágica. No es problema de un solo día, sino de todo el año y de todos los años. Manos Unidas nos propone reflexionar sobre nuestro modo de vivir, sobre las necesidades que nos inventamos, sobre el sentido de lo imprescindible y lo superfluo en relación con las imágenes dramáticas que alguna vez hemos visto en la televisión. Hay solución si practicamos la caridad cristiana y si promovemos una cultura de solidaridad. ¿Qué podemos aportar nosotros? P. Octavio Hidalgo.

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