domingo, 21 de febrero de 2021

Primer domingo de Cuaresma - Convertíos y creed en el Evangelio"Vivir la alianza bautismal y la conversión creciente es muy difícil, aunque no imposible. Todo lo que se dio en Jesús es posible para cualquier cristiano. El problema estriba en la tentación que ronda y amenaza siempre. El primer domingo de Cuaresma nos recuerda cada año que la tentación es una realidad que merece profunda consideración. No es asunto de importancia menor, ni ha pasado de moda, por más que alguno lo piense. Para Jesús fue asunto decisivo y principal. Así lo recogió en la oración que nos dejó como testamento: "No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal"..

Los pactos de Dios son una constante bíblica, que alcanzan su expresión más significativa en la Alianza. La gran Alianza que siempre se le recordará al pueblo del Antiguo Testamento es la establecida en el éxodo de Egipto junto al monte Sinaí. La nueva y definitiva Alianza para nosotros es Jesús, nuestro Redentor. La Cuaresma nos brinda la oportunidad de enlazar con lo más genuino y dinámico de la tradición bíblica y cristiana, y de repensar el propio bautismo con su simbolismo de alianza. En efecto, por el bautismo cada cristiano establece alianza con Dios por Jesús en el Espíritu. El bautismo es orientación y proyecto de vida, conversión creciente. Pero no hay conversión posible si uno no es consciente de sus pecados. Por eso necesitamos silencio, retiro, concentración para promover la conversión bautismal como apunta San Pedro: no se trata de limpiar una suciedad corporal, sino de pedir a Dios y de alcanzar una conciencia pura. Vivir la alianza bautismal y la conversión creciente es muy difícil, aunque no imposible. Todo lo que se dio en Jesús es posible para cualquier cristiano. El problema estriba en la tentación que ronda y amenaza siempre. El primer domingo de Cuaresma nos recuerda cada año que la tentación es una realidad que merece profunda consideración. No es asunto de importancia menor, ni ha pasado de moda, por más que alguno lo piense. Para Jesús fue asunto decisivo y principal. Así lo recogió en la oración que nos dejó como testamento: "No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal". Antes de lanzarse a la misión profética, Jesús sufrió en el desierto un fuerte debate interior: la voluntad de Dios y el ideal de su Reino le atraían poderosamente; pero, como criatura humana, sufrió el asalto de la tentación. Jesús optó por seguir al Espíritu de Dios y se reafirmó en poner la vida al servicio del ideal que tenía decidido. Y así, con los criterios renovados, salió del desierto absolutamente decidido por el Reino de Dios. El afán de poder, el deseo de tenerlo todo, de usar y abusar de todo, de consumir a ultranza, etc., son tentaciones que nos envuelven socialmente. Hay quien piensa que no está prohibido nada y que poseerlo todo es vivir como dioses. Pero el ser humano, después de probarlo todo, se encuentra vacío, más pobre que nunca y profundamente defraudado. Al comienzo de la Cuaresma se nos recuerda que la tentación está ahí, no ha desaparecido. Jesús la padeció, pero la venció. ¿Nosotros? P. Octavio Hidalgo.

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