domingo, 29 de septiembre de 2019

Misa por las Migraciones Domingo 29 de Septiembre 2019 a las 12:30 p.m. Parroquia del Perpetuo Socorro,Rúa Lalin 3 Vigo Galicia España.

«No se trata solo de migrantes» es el lema de la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado 2019. Este año se celebra con una novedad: la Santa Sede hacía publico el pasado mes de noviembre la decisión de cambiar de enero al último domingo de septiembre la Jornada, respondiendo a la petición de varias Conferencias Episcopales. Este año es este domingo día 29. La fecha es distinta, pero el objetivo es el mismo: sensibilizar sobre la acogida a los migrantes y refugiados que «no son un peligro, sino una ayuda que nos enriquece», recuerdan los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones en su mensaje para la Jornada. También reclaman en su escrito que se traten de erradicar y prevenir situaciones de vulnerabilidad o la desatención de los derechos humanos (texto completo en la revista de la campaña 2019). La Comisión Episcopal de Migraciones, además de seguir actuando en conjunción con la Red Migrantes con derechos, está elaborando este año materiales con la Comisión hermana de la Conferencia Episcopal Dominicana según indicación de la Sección vaticana Migrantes y Refugiados. «No se trata solo de migrantes» 29 de septiembre de 2019

De nuevo una parábola nos pone al corriente de los peligros que acarrea la riqueza. La realidad lo confirma muchas veces: los ricos terminan perdidos en el laberinto engañoso de las riquezas, pierden sensibilidad ante las necesidades y los lamentos de los pobres y malgastan la vida encarcelados en un necio egoísmo...

Comentario: De nuevo una parábola nos pone al corriente de los peligros que acarrea la riqueza. La realidad lo confirma muchas veces: los ricos terminan perdidos en el laberinto engañoso de las riquezas, pierden sensibilidad ante las necesidades y los lamentos de los pobres y malgastan la vida encarcelados en un necio egoísmo. Esta parábola del rico y del pobre describe y denuncia la insolidaridad y las desigualdades escandalosas que hay entre los seres humanos. Al mismo tiempo avisa del trágico y amargo final que tienen los que no comparten, los que apagan la sensibilidad y niegan a los pobres. Sabemos que hay muchos millones de personas que padecen escasez, miseria y hambre. Puede que incluso cerca de nosotros haya mendigos con nombre propio. En los países desarrollados hay también "bolsas de pobreza". ¿Cómo explicamos esto con el Evangelio en la mano? Este pasaje nos recuerda que cuando no hay sensibilidad, acontece el egoísmo y la corrupción. La tentación de tener y disfrutar egoístamente nos ronda a todos. Cada día hay más propaganda seductora creando nuevas necesidades; parece que la felicidad no es posible sin tener y consumir muchas cosas, cuando en realidad se fundamenta en otros valores. Jesús, como Amós el profeta, manifiesta cuánto le duelen las desigualdades causadas por el egoísmo y la dureza de corazón. Y es que el alma se puede secar tanto que ya no cabe la conversión, aunque la testimoniara un muerto. El cambio es posible si hay experiencia de espíritu y de fe. Por eso, ¡qué razón tiene el Evangelio! Si no hacemos caso a los testigos presentes y a los muchos signos de los tiempos, tampoco nos fiaríamos de un testigo resucitado. Sin sensibilidad, la solidaridad es imposible. Alguien puede pensar todavía: parece mentira que el rico no se diera cuenta antes de la solución. Comento: ¡Qué difícil es la generosidad si no se ha descubierto el valor de la pobreza! Muchos preferimos abrir el corazón a las riquezas antes que al Evangelio. Pero cuando éstas se apoderan del corazón, nos ciegan. Digamos, por último, que los consejos de San Pablo a Timoteo completan el mensaje de este día: "Practica la justicia, la religión, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza". En efecto, practicando tales virtudes, el Reino de Dios brota y crece con potencia. Seamos humanos y hagamos la convivencia feliz. P.Hidalgo

domingo, 15 de septiembre de 2019

Hoy domingo 15 de Septiembre 2019 Misa en Honor a la Virgen de Coromoto Patrona de Venezuela en la Iglesia de Los Picos en Vigo Galicia España

Jesús, como buen misionero, no aguanta que haya alejados. Por eso sale a la calle, se mezcla con la gente y lleva el Evangelio a todos los rincones de la sociedad. Y por eso acepta invitaciones de publicanos y pecadores. Allí donde va, deja una estela que conmueve...

Comentario: San Pablo, revelando su experiencia, reconoce con cruda sinceridad: "Dios tuvo compasión de mí". Fui "un blasfemo, un perseguidor y un violento". Pero "Dios derrochó su gracia en mí". Y predica con fuerte convicción: “Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero". En efecto, la gracia y la misericordia de Dios fueron fecundas en San Pablo. Pero el mensaje de este domingo se concentra, sobre todo, en las parábolas de la misericordia. Unas parábolas que radiografían la sensibilidad del buen pastor que sale a buscar la oveja perdida, o del padre que sufre nervioso la aventura del hijo que ha querido experimentar la libertad lejos de la casa familiar. Interesa reparar en el encabezamiento de estas parábolas. Dos tipos de personas se acercan a Jesús: los publicanos y pecadores deseosos de escucharlo, y los fariseos y letrados intolerantes y con la murmuración en los labios. A lo largo de la historia las posturas se repiten: hay personas puritanas y rígidas, cuya religiosidad no ha enlazado con la misericordia de Dios, y personas sensibles, comprensivas con los tropiezos y los pecados de los demás. Jesús está con los pecadores. Pero hay quien se lo critica porque rompe unas normas. Tales personas no descubren las intenciones salvadoras de Jesús, no valoran su atrevimiento misionero, no captan la valentía de perdonar y el valor de conceder nuevas oportunidades a los que se equivocan. Jesús ama de verdad. Por eso, sale preocupado a buscar a la oveja descarriada que se ha perdido. No le importa el cansancio añadido; al contrario, disfruta infinitamente cuando la encuentra; y al regreso hace fiesta con los amigos y vecinos. En verdad, no hay alegría más limpia y honda que la nacida del perdón. Jesús, como buen misionero, no aguanta que haya alejados. Por eso sale a la calle, se mezcla con la gente y lleva el Evangelio a todos los rincones de la sociedad. Y por eso acepta invitaciones de publicanos y pecadores. Allí donde va, deja una estela que conmueve. Los cristianos hemos de recuperar la calle. Para ello, hemos de superar la vergüenza a expresar la fe públicamente. No se puede evangelizar ni irradiar la misericordia de Dios sin salir a la calle en plan misionero, sin estar presentes en los ambientes ciudadanos. Podemos aportar mucha inspiración, mensaje, espiritualidad. Estamos llamados a llevar la mística de Dios a todos los rincones. Y que nadie diga que no vale. Porque si la fe le quema, no sólo sentirá que vale, sino que necesita hacerlo. Jesús, el Redentor, sobresale por el talante compasivo que ha aprendido de Dios. ¿Y nosotros? P.Hidalgo

domingo, 8 de septiembre de 2019

La humildad es de lo más evangélico. Sin embargo, socialmente está poco considerada y familiarmente poco promovida y educada. Nadie quiere ser el último de la fila. No figurar, ser de abajo, ser sencillo y discreto se motiva poco, por más que en teoría se acepten como valores. Se educa más para ascender, para estar por encima, para ser famoso, para competir y triunfar, aunque por medio quede la dignidad hecha jirones...

Comentario.- Qué grandes y atractivas son la sencillez y la humildad. Curiosamente no rebajan ni disminuyen a las personas, sino que las engrandecen y ensalzan. Como virtudes, están repetidamente destacadas a lo largo de la Biblia, son especialmente recomendadas por Jesús y altamente proclamadas por María en su canto de fe: “El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes". El libro del Eclesiástico aconseja: "Hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios". En efecto, la humildad es un valor que embellece la personalidad. Qué agradable es el encuentro con personas sencillas y humildes. En ellas afloran otros muchos valores y son espejo de gran humanidad. Por el contrario, qué difícil es la relación con personas soberbias y orgullosas; generalmente acarrean otros defectos y no hacen jugosa la convivencia. La humildad es de lo más evangélico. Sin embargo, socialmente está poco considerada y familiarmente poco promovida y educada. Nadie quiere ser el último de la fila. No figurar, ser de abajo, ser sencillo y discreto se motiva poco, por más que en teoría se acepten como valores. Se educa más para ascender, para estar por encima, para ser famoso, para competir y triunfar, aunque por medio quede la dignidad hecha jirones... Existe también la tentación de la falsa humildad; pero, como es apariencia, queda al descubierto antes o después. Si aceptamos con santa Teresa de Jesús que la humildad es la verdad, nada más bonito que la naturalidad. Hoy Jesús nos habla de convites y banquetes. Son para Él un buen símbolo de lo que es el Reino de Dios. Pero en sus banquetes no hay privilegios, ni primeros puestos. La mesa es redonda. Todos están a la misma altura y comparten fraternalmente en igualdad. En cambio, socialmente no suele ser así: quien más, quien menos, busca sobresalir... Hay diferencias según prestigio, condición social, méritos, fama... Sin embargo, para Jesús es de extraordinaria importancia optar por ser el último. Él mismo lo testimonió siendo uno de tantos, uno de la base. No buscó ascensos, rehusó escalar puestos. La fama y el medrar no le quitaron el sueño. Más aún, dice la carta a los filipenses que "a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos. Y se rebajó hasta la muerte y una muerte de cruz" (Flp 2,6-8). En resumen, el mensaje de hoy nos proporciona una gran lección de humildad. Humilde no es el carente de personalidad, pasivo, inútil o empobrecido. Humilde es aquel que toca tierra; se da cuenta de que es poca cosa, pero, aun así, se sabe destinatario del amor de Dios, lo acoge agradecido y lo irradia con generosidad. Todos los cristianos debemos ser exponentes de este valor tan humano y tan evangélico, porque sin humildad ni hacemos Reino de Dios, ni nosotros mejoramos. P.Hidalgo

domingo, 1 de septiembre de 2019

La humildad es de lo más evangélico. Sin embargo, socialmente está poco considerada y familiarmente poco promovida y educada. Nadie quiere ser el último de la fila. No figurar, ser de abajo, ser sencillo y discreto se motiva poco, por más que en teoría se acepten como valores. Se educa más para ascender, para estar por encima, para ser famoso, para competir y triunfar, aunque por medio quede la dignidad hecha jirones..

Comentario: Qué grandes y atractivas son la sencillez y la humildad. Curiosamente no rebajan ni disminuyen a las personas, sino que las engrandecen y ensalzan. Como virtudes, están repetidamente destacadas a lo largo de la Biblia, son especialmente recomendadas por Jesús y altamente proclamadas por María en su canto de fe: “El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes". El libro del Eclesiástico aconseja: "Hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios". En efecto, la humildad es un valor que embellece la personalidad. Qué agradable es el encuentro con personas sencillas y humildes. En ellas afloran otros muchos valores y son espejo de gran humanidad. Por el contrario, qué difícil es la relación con personas soberbias y orgullosas; generalmente acarrean otros defectos y no hacen jugosa la convivencia. La humildad es de lo más evangélico. Sin embargo, socialmente está poco considerada y familiarmente poco promovida y educada. Nadie quiere ser el último de la fila. No figurar, ser de abajo, ser sencillo y discreto se motiva poco, por más que en teoría se acepten como valores. Se educa más para ascender, para estar por encima, para ser famoso, para competir y triunfar, aunque por medio quede la dignidad hecha jirones... Existe también la tentación de la falsa humildad; pero, como es apariencia, queda al descubierto antes o después. Si aceptamos con santa Teresa de Jesús que la humildad es la verdad, nada más bonito que la naturalidad. Hoy Jesús nos habla de convites y banquetes. Son para Él un buen símbolo de lo que es el Reino de Dios. Pero en sus banquetes no hay privilegios, ni primeros puestos. La mesa es redonda. Todos están a la misma altura y comparten fraternalmente en igualdad. En cambio, socialmente no suele ser así: quien más, quien menos, busca sobresalir... Hay diferencias según prestigio, condición social, méritos, fama... Sin embargo, para Jesús es de extraordinaria importancia optar por ser el último. Él mismo lo testimonió siendo uno de tantos, uno de la base. No buscó ascensos, rehusó escalar puestos. La fama y el medrar no le quitaron el sueño. Más aún, dice la carta a los filipenses que "a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos. Y se rebajó hasta la muerte y una muerte de cruz" (Flp 2,6-8). En resumen, el mensaje de hoy nos proporciona una gran lección de humildad. Humilde no es el carente de personalidad, pasivo, inútil o empobrecido. Humilde es aquel que toca tierra; se da cuenta de que es poca cosa, pero, aun así, se sabe destinatario del amor de Dios, lo acoge agradecido y lo irradia con generosidad. Todos los cristianos debemos ser exponentes de este valor tan humano y tan evangélico, porque sin humildad ni hacemos Reino de Dios, ni nosotros mejoramos. Padre: Hidalgo