domingo, 20 de octubre de 2019

Si rezamos es porque nos lo pide el alma, la espiritualidad, la fe. No es buena la oración que está teñida de interés; la oración no es mercadeo, ni ha de confundirse con la magia. Es un valor gratuito como el amor, la alegría o la paz... Es decir, oramos porque vivimos en comunión con Dios. Ahora bien, si dejamos de rezar, es que algo serio e importante está pasando en nuestra vida...

Es muy importante conocer la Sagrada Escritura. Inspirada por Dios, rebosa sabiduría y aporta orientación. Es útil para enseñar, para educar, para corregir, es decir, para alimentar a los creyentes en todas las áreas y facetas de la vida. La Biblia es un tesoro tan valioso que no sólo hemos de agradecerlo y disfrutarlo, sino que hemos de comunicarlo y testimoniarlo para que ayude a los demás como nos sirve a nosotros. Pero el mensaje de este domingo se concentra preferentemente en la oración. Jesús, orante y maestro de oración, asegura que hay que "orar siempre sin desanimarse". En efecto, la oración es un talante, una necesidad de la persona religiosa y creyente. Moisés, orando con los brazos en cruz, hace palanca en favor de su pueblo. Y aunque los brazos se le caen rendidos, no se desanima; confía en el poder de la oración. Por tanto, si rezamos es porque nos lo pide el alma, la espiritualidad, la fe. No es buena la oración que está teñida de interés; la oración no es mercadeo, ni ha de confundirse con la magia. Es un valor gratuito como el amor, la alegría o la paz... Es decir, oramos porque vivimos en comunión con Dios. Ahora bien, si dejamos de rezar, es que algo serio e importante está pasando en nuestra vida. Cansarse de orar es una trampa peligrosa. Corremos el riesgo de abandonarnos y deslizarnos por el terraplén de la mediocridad. La oración, bien entendida, es una fuente de energía, que alimenta y contribuye a mantener los niveles de humanidad muy altos. Dejar de orar es una de las mayores torpezas que podemos cometer. Siempre será necesario orar; nunca pasará de moda. Más aún, es una cuestión de vida o muerte. Es decir, si oramos, la vida se esponja; si no oramos, fácilmente se marchita y decrece. Jesús valora y estimula tanto la oración, porque fomenta la mística, ensancha las ganas de transformación y empuja el deseo de comprometerse. Para rezar correctamente hacen falta fe y confianza, tanta confianza como para no desanimarse nunca. Hemos de orar tan insistentemente como la viuda de la parábola, que demuestra constancia y convicción. Dios no pude desatender la actitud perseverante de quien le suplica. Concluyendo, la fe se expresa en oración y ésta enriquece la fe. Es imprescindible el ejercicio de ambas para mantener alta la identidad cristiana. El diálogo con Dios potencia y estimula más que cualquier recurso psicológico. En este diálogo no son imprescindibles las palabras; basta el encuentro en el espíritu, es decir, la comunión vital en medio de la actividad diaria. P.Hidalgo.

domingo, 13 de octubre de 2019

Todo milagro encierra algún mensaje, tiene alguna finalidad. Por eso, no nos podemos quedar simplemente en el ropaje literario o en las primeras impresiones. Que Jesús es Vida, Verdad, Luz, Resurrección, Redención..., queda más evidente cuando se comprenden los milagros. Si en ellos no se capta la presencia de Dios que salva por completo, es que no ha habido verdadero encuentro religioso y de fe...

El libro de los Reyes y el Evangelio coinciden en presentar la curación de unos leprosos. Los milagros son señales de la salvación de Dios, manifestaciones de que su Reino está presente influyendo en la historia humana. Evangélicamente los milagros evidencian cómo Jesús está preocupado por hacer el bien y aliviar a los que sufren en el cuerpo o en el alma. Pero es la fe la que hace que se dispare la intervención divina. Así aparece en los Evangelios una y otra vez: "Tu fe te ha salvado". En efecto, sin fe es imposible la penetración salvadora de Dios. Todo milagro encierra algún mensaje, tiene alguna finalidad. Por eso, no nos podemos quedar simplemente en el ropaje literario o en las primeras impresiones. Que Jesús es Vida, Verdad, Luz, Resurrección, Redención..., queda más evidente cuando se comprenden los milagros. Si en ellos no se capta la presencia de Dios que salva por completo, es que no ha habido verdadero encuentro religioso y de fe. Esto es lo que refleja el texto evangélico. Los leprosos gritan: Jesús, maestro, ten compasión de nosotros, porque buscan la salud física, pero también la integración en la sociedad judía de la que han sido apartados por tan terrible enfermedad. Jesús los envía a los sacerdotes, según las normas de la época, para que comprueben la curación y los incorporen a la vida del pueblo. Pero el texto resalta que sólo uno volvió a dar gracias y éste era un samaritano, uno marginal y despreciable para los judíos, inferior y medio pagano. Fue el único que abrió el corazón a Jesús y, agradecido, le manifestó que no sólo le había tocado la piel sino también el corazón. Jesús le dijo: "Tu fe te ha salvado". Naamán, también curado y agradecido, era un sirio. Parece que los extranjeros descubren mejor la acción salvadora de Dios. Los leprosos judíos le propinan un gran chasco a Jesús porque no lo descubren como testigo de Dios, sino como un simple curandero. Él busca despertar la fe, avivar el encuentro creyente; pero sólo encontró sensibilidad y acogida en el samaritano. Recordamos el refrán: Es de bien nacidos ser agradecidos. La gratitud no es sólo una virtud humana; es también un valor bíblico muy destacado. Por eso, conviene que nos preguntemos: ¿Dios es para nosotros una fuente de salud total o un recurso fácil del que echamos mano cuando nos interesa? En realidad, ¿para qué queremos a Dios? P.Hidalgo

domingo, 6 de octubre de 2019

Procesión 2019 del Señor de los Milagros en Vigo Galicia España

Novena al Señor de los Milagros "Patrón del Perú" Viernes 18 al Sábado 26 de Octubre del 2019 Parroquia Perpetuo Socorro ,rúa Lalin 3 Vigo Galicia España

Gran oración la de los discípulos: "Señor, auméntanos la fe". Todos los cristianos nos la podemos aplicar: Señor, danos una fe de calidad, auténtica, depurada; danos esa fe que enseña a vivir, que sigue tus esquemas, que potencia la espiritualidad, que pelea los valores y transforma los ambientes...

Gran oración la de los discípulos: "Señor, auméntanos la fe". Todos los cristianos nos la podemos aplicar: Señor, danos una fe de calidad, auténtica, depurada; danos esa fe que enseña a vivir, que sigue tus esquemas, que potencia la espiritualidad, que pelea los valores y transforma los ambientes. Sí, hermanos, la fe es un recurso del que podemos echar mano, aunque nos fallen todos los demás. Es el gran don, un tesoro de inmenso valor. Con ella se puede alcanzar lo más difícil, lo más extraordinario. Es una virtud teologal saturada de proyección. La persona de fe cuenta con motivaciones profundas, respira espiritualidad y sorprende con compromisos arriesgados. Y es que la fe no sólo humaniza y santifica, sino que nos lanza a utopías cada vez mayores, pero siempre posibles. Así fue la trayectoria de Jesús, el creyente por excelencia. Al cristiano entusiasmado por la fe se le han de notar las recomendaciones que dirige San Pablo a Timoteo. No hemos recibido "un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio". Por tanto, no hemos de tener miedo "de dar la cara por nuestro Señor"; al contrario, hemos de "tomar parte en los duros trabajos del Evangelio" y vivir "con fe y amor cristiano". Nunca nos faltará la ayuda de Dios que nos habita. Y un apunte de importancia. En este campo de la fe nunca hay motivo para el orgullo, ni para la vanagloria, sino para la obediencia, la entrega, la colaboración y el agradecimiento. Porque, en el mejor de los casos, cuando un día acabemos rendidos, pero satisfechos por lo que hemos realizado, sólo tiene sentido decir: Simplemente "hemos hecho lo que teníamos que hacer".P.Hidalgo.