domingo, 27 de marzo de 2016

Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor. Pascua es el gran paso hacia la vida. Un paso que precisa ser meditado y orado largamente, para que sea coherente y eficaz. Resurrección es aspirar a los bienes de arriba, alzar el vuelo, levantar la moral, dar la espalda a todo lo rastrero, respirar aire puro y sano. Resurrección es mirar con ojos divinos y amar con corazón evangélico; es creer a pesar de los fracasos y de las amarguras..."

Pascua es el gran paso hacia la vida. Un paso que precisa ser meditado y orado largamente, para que sea coherente y eficaz. Resurrección es aspirar a los bienes de arriba, alzar el vuelo, levantar la moral, dar la espalda a todo lo rastrero, respirar aire puro y sano. Resurrección es mirar con ojos divinos y amar con corazón evangélico; es creer a pesar de los fracasos y de las amarguras. Los discípulos estaban aturdidos en el cenáculo, tal vez demasiado aplanados por la muerte del Maestro, que, como el grano de trigo, fue sepultado en la tierra. Pero al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena tiene una experiencia sobrecogedora al borde del sepulcro vacío. ¿Qué ha pasado con Jesús? Marcha al cenáculo con la noticia sorprendente: "Se han llevado del sepulcro al Señor". Pedro y Juan corren para comprobarlo. Y dice el Evangelio que cuando Juan llegó al sepulcro y entró, vio y creyó, pues hasta entonces no habían entendido la Escritura. ¿Qué vio Juan para creer? ¿Qué experimentó? ¿Qué buscaba María Magdalena cuando fue al sepulcro al amanecer? Los primeros discípulos fueron entendiendo que a Jesús resucitado no se le encuentra entre los muertos. Él es explosión vigorosa de vida. A su lado se renueva el espíritu y crece la esperanza. Por eso, el final de los hijos de Dios no es la muerte ni el sepulcro ciego, sino un amanecer de resurrección en comunión con Dios y con todos los que han pasado de la muerte a la vida. Para vivir con hondura e intensidad este tiempo de Pascua, que acabamos de inaugurar, hay que coger la onda de la resurrección. Ésta es como un estallido de entusiasmo y de plenitud, pero también un compromiso de honradez hacia el interior y hacia el exterior de las personas. Creer en la resurrección acarrea consecuencias prácticas, incita a pronunciarse a favor de todo lo que es dignidad humana. Asumir la Pascua cristiana es proponerse hacer el bien, como Jesús, y apuntarse al grupo de los testigos, de manera que el ímpetu del Evangelio se despliegue por todas partes. Así, con la resurrección vivenciada y proyectada, todo se transforma, rebrotan las ilusiones y el viaje de la vida adquiere otro sentido y valor. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

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