domingo, 16 de agosto de 2020

La fe es un don que Dios no regatea, como no regatea la salvación. Su corazón no es rácano, sino generoso. No está hipotecado por ningún pueblo ni tiene privilegiados. Por eso el despliegue de su salvación debe alcanzar a todos, es universal. Este aspecto es el que destaca preferentemente el relato evangélico. La acción salvadora de Jesús es para los paisanos y para los extranjeros...

La fe es una actitud religiosa. La podríamos describir como un don de Dios, que hace vibrar a toda la persona. Se expresa por medio de la oración, del testimonio, del compromiso... No es tanto un credo de verdades que hay que saber cuánto una actitud personal de aceptación de Dios y de obediencia al Evangelio. Se apoya menos en lo que otros dicen y hacen, y mucho más en la propia experiencia religiosa. No se concibe en función de la seguridad personal (ganar el cielo), sino en función de un proyecto que uno emprende, como Abrahán, sólo fiado de Dios... No se reduce a algo íntimo, privado o particular, sino que es también comunitario y de vertiente social: nos planta de lleno ante los problemas de la gente. La fe es un don que Dios no regatea, como no regatea la salvación. Su corazón no es rácano, sino generoso. No está hipotecado por ningún pueblo ni tiene privilegiados. Por eso el despliegue de su salvación debe alcanzar a todos, es universal. Este aspecto es el que destaca preferentemente el relato evangélico. La acción salvadora de Jesús es para los paisanos y para los extranjeros. El evangelista Mateo, que dirige su evangelio a judíos cristianos, parece decirles con este relato: ¿Cómo vamos a excluir a los paganos de la salvación si el mismo Jesús los acogió?. La fe de la mujer cananea es un ejemplo de la adhesión y de la confianza que agradan a Dios y que arrancan la intervención saludable de Jesús. Fe y oración convergen de manera sobresaliente en esta mujer. En ocasiones encontramos en personas, que no son de la Comunidad, una religiosidad profunda y una fe tan admirable que sirven de ejemplo a los cristianos de toda la vida. P. Octavio Hidalgo

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