domingo, 7 de junio de 2020

El Dios Trinidad es distintivo del cristianismo. En este núcleo vital se originó el despliegue de cuanto existe. Procedemos de un fuerte manantial de vida y de amor. La Santísima Trinidad es el Dios personal y entrañable que convive con nosotros, que nos ofrece una liberación formidable y nos invita a colaborar con Él en la obra maravillosa de la creación. Las tres personas están seriamente comprometidas en la historia salvadora, tanto, que el Hijo se hizo uno de nosotros y entregó su vida por todos..

Comentario: Nuestro Dios no es un ser aburrido, lejano y distante, ni un castigador cruel, ni un perdonavidas, ni un tapagujeros, ni ninguna de tantas imágenes falsas como pululan a lo largo y ancho del sentir popular. Nuestro Dios se revela como una familia, como una pequeña comunidad de amor y en comunión. Cuando pronunciamos Dios en cristiano, estamos mencionando una comunidad divina, a cuya imagen estamos hechos, y que se nos ha acercado en revelación y redención. El Dios Trinidad es distintivo del cristianismo. En este núcleo vital se originó el despliegue de cuanto existe. Procedemos de un fuerte manantial de vida y de amor. La Santísima Trinidad es el Dios personal y entrañable que convive con nosotros, que nos ofrece una liberación formidable y nos invita a colaborar con Él en la obra maravillosa de la creación. Las tres personas están seriamente comprometidas en la historia salvadora, tanto, que el Hijo se hizo uno de nosotros y entregó su vida por todos. Este Dios Trinidad es origen y destino. Su misterio queda notablemente desvelado por el Hijo hecho criatura humana. Nos habla de un Padre desbordantemente cariñoso. Su propia encarnación es un acercamiento que sólo se explica por amor. Pero, además, el Hijo, Dios-con-nosotros, es mediador para el envío del Espíritu, que se nos ha regalado como consolador, conductor y revelador de la verdad entera. Este Espíritu es el que le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios (Rm 8,16). El camino para acceder a nuestro Dios es la espiritualidad y la vivencia de la fe que se ensanchan con el Evangelio, y no con la filosofía ni otros saberes. Alguien escribió: Dios es como el sol; se le vea o no, aparezca o se oculte, Él brilla. Si no se puede impedir al sol que brille, todavía menos se le puede impedir a Dios que se derrame en misericordia. P. Octavio Hidalgo

No hay comentarios:

Publicar un comentario