sábado, 27 de junio de 2020
Muchas veces educamos para subir, ganar, ser los primeros, figurar... otras, por el contrario, motivamos la exigencia personal, el afán de superación; pero frecuentemente olvidamos contenidos chocantes del Evangelio como el tomar la cruz o el ganar la vida entregándola... La escala de valores que deriva del Evangelio no concuerda con otras muchas que se airean como sensatas
La radicalidad es una característica del seguimiento de Jesús que arranca del bautismo, cuya dinámica es morir al pecado, vivir para Dios y andar en una vida nueva. Esta radicalidad está en línea con el viejo mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas, es decir, por encima de cualquier otro interés o lealtad. Para un creyente sensible y convencido Dios y Jesús son lo primero. Nada ni nadie pueden hacer sombra a esta opción fundamental.
Pero no se entienda con esto que se han de rebajar los niveles de la afectividad familiar. Obedecer a Dios y poner el seguimiento de Jesús en primer término no tienen por qué crear conflicto a otros amores ni causar recortes a la libertad. Si se despliega bien la afectividad, nunca debe existir rivalidad entre el amor a Jesús y el amor a la familia. Quien opta por seguir a Jesús no malogra su vida; al contrario, la equilibra y fortalece. En la fidelidad a Jesús y al Evangelio se fundamenta el auténtico sentido de la vida, tanto en lo que respecta a la intimidad como en la relación con los demás. No obstante, si llega a surgir el conflicto, la solución debe venir por obedecer a Dios antes que a los hombres. Nada ni nadie nos han de apartar del amor de Jesús. Quien lo intente, pretende engañar y no respeta la libertad.
El mensaje de hoy nos da pie también para esta otra consideración: ¡qué importante es el dinamismo bautismal para capacitar y educar cristianamente!. Muchas veces educamos para subir, ganar, ser los primeros, figurar... otras, por el contrario, motivamos la exigencia personal, el afán de superación; pero frecuentemente olvidamos contenidos chocantes del Evangelio como el tomar la cruz o el ganar la vida entregándola... La escala de valores que deriva del Evangelio no concuerda con otras muchas que se airean como sensatas. Cuando Jesús invitó a aquel hombre rico a venderlo todo y dárselo a los pobres, no le estaba invitando a perder, sino a ganar, porque uno gana mucho como persona cuando es desprendido, entregado y comparte. La generosidad es la mejor inversión para el espíritu.
Resumiendo, Jesús es misericordioso al cien por cien, pero es también radical al cien por cien. La exigencia evangélica puede asustar un poco; pero antes o después se llega a descubrir que en el fondo es lo que más llena.
P. Octavio Hidalgo
domingo, 21 de junio de 2020
Jesús advierte animosamente: por ningún concepto, ni siquiera por miedo, debemos renunciar al Evangelio ni ser infieles a la misión. Y añade palabras de aliento: El Padre, a quien no se le escapa el vuelo de un ave ni la caída de un cabello, vela por vosotros. No tengáis miedo; Él cuida vuestra vida; la vida profunda nadie os la puede arrancar
Ser persona es un duro oficio que en todo momento causa sudores. En este duro oficio, pana el que no hay jubilación, la experiencia religiosa y evangélica sirven de mucho: "El Señor está conmigo como fuerte soldado", decía Jeremías. A él, como a nosotros, le cuesta mucho la fidelidad. Nacemos en un mundo empecatado. Nos seduce Jesús, pero nos tienta y nos engaña muchas veces el ambiente contrario. La fidelidad sólo se va logrando con criterios fuertes y con mucho equilibrio interior. Esta es una motivación que claramente se nos propone hoy.
La otra es el testimonio, algo ineludible en el vivir cristiano. Una testigo sobresaliente de nuestro tiempo, la Madre Teresa de Calcuta, llegó a decir de sí misma: "el día en que Dios encuentre a alguien más tonta y pobre que yo, hará aún cosas mejores". En una ocasión me sorprendió el sentido del humor con que encaraba un joven su futuro; me soltó esta bienaventuranza; "dichosos los que se ríen de sí mismos, porque nunca se les acabará la diversión". Ciertamente, para ser buen testigo, además de coraje y de riesgo, hace falta una buena dosis de humor.
Hay cristianos que tienen vergüenza de reconocer socialmente su fe o su pertenencia a la Iglesia. Como hay quien dice que la religión ya no da imagen y otros la desprestigian o la reducen a lo privado, hay también cristianos que tienen miedo al ridículo. Seguramente que ni el Reino de Dios ni el Evangelio les escuecen por dentro.
Jesús advierte animosamente: por ningún concepto, ni siquiera por miedo, debemos renunciar al Evangelio ni ser infieles a la misión. Y añade palabras de aliento: El Padre, a quien no se le escapa el vuelo de un ave ni la caída de un cabello, vela por vosotros. No tengáis miedo; Él cuida vuestra vida; la vida profunda nadie os la puede arrancar.
Por tanto, marginar el Evangelio sería privar a la historia de su mejor don y empobrecerla radicalmente. Ningún otro fermento es tan sano, revolucionario y humanizador. En todos los momentos de la historia los testigos son necesarios para la salud de la sociedad y de la Iglesia.
P. Octavio Hidalgo
domingo, 14 de junio de 2020
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo .- Actualmente, los cristianos, organizados en pequeñas comunidades o parroquias, nos seguimos reuniendo en atención a aquel consejo de Jesús: "Haced esto en memoria mía" (Lc 22,19); es decir, para compartir los gestos simbólicos y el compromiso dinámico de aquella cena. En estos encuentros proclamamos la Palabra de Dios, celebramos la vida de Jesús, sobre todo su entrega y nuestra comunión con su amor oblativo hasta el sacrificio; alguien de nosotros exhorta a seguir el ejemplo de Jesús y el de los santos, sus mejores seguidores; rezamos juntos; repetimos el gesto simbólico de alimentarnos con el cuerpo y la sangre del Señor; hacemos colectas para compartir y socorrer a los necesitados

domingo, 7 de junio de 2020
El Dios Trinidad es distintivo del cristianismo. En este núcleo vital se originó el despliegue de cuanto existe. Procedemos de un fuerte manantial de vida y de amor. La Santísima Trinidad es el Dios personal y entrañable que convive con nosotros, que nos ofrece una liberación formidable y nos invita a colaborar con Él en la obra maravillosa de la creación. Las tres personas están seriamente comprometidas en la historia salvadora, tanto, que el Hijo se hizo uno de nosotros y entregó su vida por todos..

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