domingo, 3 de marzo de 2019

La sabiduría popular asegura: "La ignorancia es atrevida". Jesús lo expresa de otra forma: Un ciego no puede guiar a nadie. Antes hay que quitarse las vigas de los ojos; de lo contrario, ni se puede ver, ni se puede conducir, ni se puede educar a nadie. Falla la educación por la base si uno no va por delante con el ejemplo. ¿Con qué autoridad moral puedes acercarte a corregir a otro, si estás cargado de defectos? No, lo primero es el conocimiento personal, la autocrítica y la mayor coherencia posible; y después lo que Dios nos diga. Motiva más el testimonio que los consejos, el ejemplo que las palabras...

Un experto en sabiduría humana y divina, como es el autor del Eclesiástico, manifiesta que por lo que hablamos y cómo lo razonamos se saca la calidad y la hondura que tenemos. Porque generalmente comentamos aquello que nos interesa, lo que nos atrae por valor o aspiración. Ahora bien, ¿de qué solemos hablar a diario? ¿Qué comentarios son los más frecuentes en familia, con los amigos, en los ratos de ocio y de tertulia? Este experto viene a decir que hay que pensar antes de hablar. Según sean la mentalidad y la espiritualidad que anidan en el corazón, así serán nuestras conversaciones. Dice: "Como el horno prueba la vasija del alfarero, el hombre se prueba en su razonar". La sabiduría popular asegura: "La ignorancia es atrevida". Jesús lo expresa de otra forma: Un ciego no puede guiar a nadie. Antes hay que quitarse las vigas de los ojos; de lo contrario, ni se puede ver, ni se puede conducir, ni se puede educar a nadie. Falla la educación por la base si uno no va por delante con el ejemplo. ¿Con qué autoridad moral puedes acercarte a corregir a otro, si estás cargado de defectos? No, lo primero es el conocimiento personal, la autocrítica y la mayor coherencia posible; y después lo que Dios nos diga. Motiva más el testimonio que los consejos, el ejemplo que las palabras. En el fondo, el Evangelio nos está diciendo que la conversión comienza por uno mismo. Y para convertirse hace falta silencio, reflexión y oración. No olvidemos que lo esencial se ve con el corazón. Jesús menciona, además, otro síntoma claro de calidad personal: las obras. “No hay árbol sano que dé fruto dañado" y al revés. Por tanto, "cada árbol se conoce por su fruto". Es decir, lo que el árbol lleva dentro, aparece antes o después. Y lo que una persona almacena, antes o después se transparenta. Por eso, el valor de las personas depende de la calidad de su conciencia y de lo que atesore en su interior. Jesús lo afirma rotundamente: "El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien; y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa en el corazón, lo habla la boca". En resumen, las palabras y las obras definen a las personas. El lenguaje y el comportamiento son los medios más corrientes por donde transmitimos los sentimientos, criterios e impulsos interiores. Hemos de reconocer que muchas veces la lengua se nos suelta demasiado y con frecuencia tenemos los ojos taponados por vigas de defectos que nos impiden ver con claridad y tener una buena perspectiva. Hemos de cuidar el interior, así como las palabras y los gestos, porque traducen la calidad de nuestra fe. Si no son dignos, estamos lesionando el Evangelio. Nuestras actitudes y comportamientos son la prueba de la verdad que decimos creer. P.Hidalgo

No hay comentarios:

Publicar un comentario