domingo, 6 de mayo de 2018

Así es la dinámica del amor cristiano. El punto de partida está en Dios que es Amor. La Trinidad es Amor, se alimenta de amor, expande amor. Conocer a Dios es entrar en el círculo del amor. Fe y amor se corresponden: "Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios". Dicho de otra forma, no es creíble el amor a Dios sin muestras de amor al prójimo...

Está claro: Dios no hace distinciones. Es Padre de todos y quiere a todos de una manera semejante. No pone ni admite barreras a su amor. Su cariño es singular, abarcante y universal. Además, es misericordioso, especialmente sensible y cercano al pecador, sea de la nación que sea. Ojalá siguiéramos su ejemplo en la Iglesia. La clave y el recurso de Dios en toda situación es el amor. Él es la fuente de la vida y de los buenos sentimientos. Con qué sencillez y convicción lo expresa San Juan: Dios nos ha amado desde el principio, el primero, y nos ha enviado a su Hijo como Redentor. Ofrece la salvación a todos, aunque puede no ser acogida. Así es la dinámica del amor cristiano. El punto de partida está en Dios que es Amor. La Trinidad es Amor, se alimenta de amor, expande amor. Conocer a Dios es entrar en el círculo del amor. Fe y amor se corresponden: "Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios". Dicho de otra forma, no es creíble el amor a Dios sin muestras de amor al prójimo. Por eso, quien experimenta a Dios no puede rezumar otro talante que el amor a los demás. La gran señal de haber conocido a Dios es el amor solidario. Por ahí llega también la felicidad. El Evangelio de San Juan repite insistentemente este dinamismo original del amor cristiano. Hoy, permaneciendo de fondo el valor de la unión con Jesús, el texto resalta el amor como experiencia, como donación y como consejo. La fuente o el punto de partida siempre es Dios Padre: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor". Pero Jesús se atreve a ponerse como ejemplo: "Amaos como yo os he amado". No lo hace por soberbia, ni por vanagloria, sino por servicio testimonial. Si nos alimentamos con su savia mística, debemos respirar un talante como el suyo. Este consejo: "Amaos como yo os he amado", es el gran testamento que nos deja Jesús. Es su gran experiencia como creyente e Hijo de Dios. No hemos de entenderlo como un mandato, sino como una propuesta consecuente y lógica con la vida de fe, como una respuesta necesaria y elegante al amor de Dios que se ha adelantado a querernos y nos sigue acompañando generosa y cariñosamente. Jesús hace un apunte sobresaliente: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida". Es decir, la manifestación suprema del amor es el martirio. Él, como buen pedagogo, ha ido por delante con el ejemplo. Y el detalle final: Jesús nos elige como amigos, nos ofrece su amistad para que disfrutemos una alegría desbordante: "Todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud". El cristiano verdadero ha de respirar una alegría serena y contagiosa. El buen humor no deriva sólo del temperamento. También es fruto de la compenetración con Dios. P.Hidalgo.

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