domingo, 12 de marzo de 2017

II Domingo de Cuaresma - La experiencia que tienen los discípulos en el alto de la montaña, por un lado, les asombra. Dios refrenda a Jesús como el Hijo predilecto. En adelante será el gran Profeta y la nueva Ley. Con Él comienza una nueva historia. Con Él acontece la plenitud de la Revelación. Tan fuerte fue el impacto, que querían quedarse en el alto del monte. Pero Jesús, por otro lado, les invita a bajar de la montaña, a volver a la realidad cruda y dura, porque hay que seguir arrimando el hombro en los duros trabajos del Evangelio. Quedarse en el alto sería una evasión. Por tanto, las experiencias místicas son certeras si resultan oxigenantes y estimulan el compromiso por el Evangelio...

COMENTARIO.- Creyente es aquella persona religiosa que escucha los planes que Dios le traza y los pone en práctica, tal y como percibe que Dios le indica, aunque no alcance a comprender todos los matices y riesgos del sí que pronuncia. Así es el testamento que nos dejan Abrahán y todos los grandes creyentes. Dios le dijo a Abrahán: "Sal de tu tierra...". Y "Abrahán marchó, como le había dicho el Señor". En la historia del Pueblo de Dios es reconocido como el padre de los creyentes. Su fidelidad, puesta en práctica, es de categoría. Este relato de la vocación de Abrahán, como otros semejantes de la Biblia, nos revelan que el Dios bíblico muchas veces nos descentra saludablemente. Todos corremos el peligro de instalarnos o de centrarnos en unos intereses y proyectos que no son los principales desde la óptica del Reino de Dios. Es muy probable entonces que el Espíritu intente cambiarnos los criterios y descolocarnos en función de una mayor solidaridad o de un mayor servicio al Reino. El creyente que responde con fidelidad a estas intervenciones sorpresivas de Dios, siente su compañía y su bendición. En la obediencia de su fe estriba su seguridad y su confianza. Esta convicción es imprescindible para arrimar el hombro en los duros trabajos del Evangelio. La experiencia que tienen los discípulos en el alto de la montaña, por un lado, les asombra. Dios refrenda a Jesús como el Hijo predilecto. En adelante será el gran Profeta y la nueva Ley. Con Él comienza una nueva historia. Con Él acontece la plenitud de la Revelación. Tan fuerte fue el impacto, que querían quedarse en el alto del monte. Pero Jesús, por otro lado, les invita a bajar de la montaña, a volver a la realidad cruda y dura, porque hay que seguir arrimando el hombro en los duros trabajos del Evangelio. Quedarse en el alto sería una evasión. Por tanto, las experiencias místicas son certeras si resultan oxigenantes y estimulan el compromiso por el Evangelio. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

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