domingo, 19 de marzo de 2017

En el encuentro con la mujer samaritana y, posteriormente, con los apóstoles hay un diálogo rico, con una variedad de destellos reveladores. Jesús, aun estando cansado del camino y con necesidad de beber y de comer, deja claro que para Él hay unos valores fundamentales que están por encima de toda otra necesidad.

En su línea de romper algunos moldes, carentes o contrarios de sentido, Jesús logra una comunicación profunda con aquella mujer que, además de no ser de muy buena reputación, pertenecía a un pueblo rival. Dialoga con ella humanamente, sin dar aparente importancia a su condición moral, sacando lo bueno de su corazón, no resaltando lo negativo, sino potenciando lo positivo, haciéndole ver que no sólo se da culto a Dios en el templo, sino en cualquier lugar, con tal de vivir en espíritu y en verdad. Notemos la capacidad de Jesús para calar hondo y ayudar a cambiar desde dentro. Aquella mujer, que venía con un cántaro a sacar agua, al final éste le sobra. Y es que termina por entender el lenguaje de Jesús, lo acepta y acaba anunciando con alegría la transformación que se ha producido en su persona: de andar por la vida con un gran vacío y sin equilibrio moral, pasa a sentir que surge dentro de ella un manantial de agua viva que la riega y la estimula hasta el desbordamiento. La samaritana termina siendo misionera. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

No hay comentarios:

Publicar un comentario