domingo, 22 de marzo de 2020

Domingo 4º de Cuaresma - El autor de la carta a los efesios exhorta: "En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor". Por tanto, buscad lo que le agrada, denunciad lo que degrada y optad por lo que refuerza la dignidad de las personas. Esta es la dinámica bautismal que simboliza el texto evangélico. El don de Dios comienza por "abrir los ojos”, es decir, por despejar la mente y equilibrar el interior. Si alguien con mala conciencia no se abre al Evangelio, será en la vida un torpe ciego, porque mantiene en tinieblas la mente y el corazón...

Seguramente hemos oído más de una vez afirmaciones cargadas de sabiduría como éstas: Lo esencial sólo se ve con el corazón; no hay peor ciego que el que no quiere ver... En esta línea, la primera lectura, rezumando sabiduría bíblica, aconseja: no te quedes en las apariencias; no te detengas en la fachada exterior. "La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón". Tal vez por eso, Dios no se cansa de queremos. Porque sabe que en el fondo de cada corazón humano laten unos buenos sentimientos y unas nobles aspiraciones. Nadie es tan perverso ni tan terco como para cerrarse definitivamente a la luz. No obstante, la tiniebla del mal ejemplo y del engaño siempre está ahí como un riesgo y una amenaza. Incluso nosotros mismos hemos podido ser causa de tropiezo para otros. El autor de la carta a los efesios exhorta: "En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor". Por tanto, buscad lo que le agrada, denunciad lo que degrada y optad por lo que refuerza la dignidad de las personas. Esta es la dinámica bautismal que simboliza el texto evangélico. El don de Dios comienza por "abrir los ojos”, es decir, por despejar la mente y equilibrar el interior. Si alguien con mala conciencia no se abre al Evangelio, será en la vida un torpe ciego, porque mantiene en tinieblas la mente y el corazón. P. Octavio Hidalgo

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