
La figura de María ha estado muy idealizada. Hay múltiples síntomas en el arte, en la literatura, en costumbres populares y en el sentir de mucha gente. Nosotros la consideramos a partir de lo que dice la Biblia. Hoy la evocamos abierta al Espíritu y llena de gracia. Dios no encontró estilo, disponibilidad y mejor condición que los que halló en María. Por eso hizo en ella el milagro de ser virgen y madre.
Evocamos a María como creyente, meditando los planes de Dios en su corazón, sabiendo caminar en la oscuridad de la fe, pero confiando siempre en su experiencia religiosa. Y la evocamos Inmaculada, contemplando en ella un estilo de vida sano desde la raíz, elegante y digno desde su concepción. María es una motivación a ahondar en la conversión. Creemos que el Espíritu nos limpia de todo pecado y es capaz de hacer fecunda nuestra vida, como fecundó la historia de María.
Al celebrar a María, inmaculada y llena de gracia, sentimos en el interior un gran deseo de pureza vital y de compromiso auténtico.
P.Hidalgo.
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