domingo, 10 de noviembre de 2019

La fe nos dice que la muerte abre el capítulo último y definitivo de la vida. Dios es la meta, no un engaño. La Vida, con mayúscula, actual y transcendente, nos llena el alma de esperanza y de sentido. Si la negamos, nos queda en las manos un trágico vacío que desmotiva cualquier aspiración. No nacemos para morir y desaparecer, sino para vivir en comunión en la tierra y en el cielo. Ésta es la sensibilidad que nos anima...

Comentario: El mensaje de este domingo rezuma transcendencia, resurrección; pero también fidelidad y confianza. Ahí tenemos a los hermanos macabeos afrontando el sacrificio supremo. Creen en el Dios de los vivos y a Él confían su suerte. Saben que el martirio no aniquila la vida, ni la dignidad, ni las convicciones; al contrario, las engrandece. Esta experiencia alimenta su fidelidad y valentía. Los saduceos, en cambio, intentan tomarle el pelo a Jesús y le tienden una trampa. ÉI, apoyándose en Moisés, reafirma que Dios está a favor de la vida y que la situación del cielo será muy diferente a las circunstancias y necesidades que tenemos en la tierra. Puede suceder que, en la práctica diaria, muchos vivamos como los saduceos: trabajamos para tener, somos competitivos, viajamos, consumimos... Somos como un pozo sin fondo donde todo cae y nada se detiene. Dios tampoco. Sin embargo, ahí están los santos de toda edad y condición, a los que admiramos porque han sido capaces de jugárselo todo por el Reino de Dios y su justicia. Ahí está Jesús camino de Jerusalén y tantos testigos valientes que han preferido morir por solidaridad y al servicio de causas humanas. La fe nos dice que la muerte abre el capítulo último y definitivo de la vida. Dios es la meta, no un engaño. La Vida, con mayúscula, actual y transcendente, nos llena el alma de esperanza y de sentido. Si la negamos, nos queda en las manos un trágico vacío que desmotiva cualquier aspiración. No nacemos para morir y desaparecer, sino para vivir en comunión en la tierra y en el cielo. Ésta es la sensibilidad que nos anima. Jesús da mucha importancia a la vida terrena. Se comprometió con ella como el que más. Pero asegura que en la resurrección sólo permanecerán los valores fundamentales. Los provisionales son caducos, por lo que hay que saber distinguir... Está claro que este pasaje evangélico nos interroga sobre la resurrección, que no es sólo vivir más allá de la muerte; es, sobre todo, una manera de enfocar la vida de cada día tomando posiciones claras ante los problemas del mundo y ante aquellos que pisotean la dignidad y los derechos de las personas. Evocar la resurrección es invitar a vivir con más sentido, enganchándose a una vida de calidad. Por consiguiente, resurrección no expresa sólo transcendencia futura, sino también transcendencia presente, superación, conversión, santidad, compromiso... Porque creemos en la resurrección, cultivamos la vida y encaramos el futuro con confianza y valentía. P.Hidalgo

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