domingo, 29 de septiembre de 2019

De nuevo una parábola nos pone al corriente de los peligros que acarrea la riqueza. La realidad lo confirma muchas veces: los ricos terminan perdidos en el laberinto engañoso de las riquezas, pierden sensibilidad ante las necesidades y los lamentos de los pobres y malgastan la vida encarcelados en un necio egoísmo...

Comentario: De nuevo una parábola nos pone al corriente de los peligros que acarrea la riqueza. La realidad lo confirma muchas veces: los ricos terminan perdidos en el laberinto engañoso de las riquezas, pierden sensibilidad ante las necesidades y los lamentos de los pobres y malgastan la vida encarcelados en un necio egoísmo. Esta parábola del rico y del pobre describe y denuncia la insolidaridad y las desigualdades escandalosas que hay entre los seres humanos. Al mismo tiempo avisa del trágico y amargo final que tienen los que no comparten, los que apagan la sensibilidad y niegan a los pobres. Sabemos que hay muchos millones de personas que padecen escasez, miseria y hambre. Puede que incluso cerca de nosotros haya mendigos con nombre propio. En los países desarrollados hay también "bolsas de pobreza". ¿Cómo explicamos esto con el Evangelio en la mano? Este pasaje nos recuerda que cuando no hay sensibilidad, acontece el egoísmo y la corrupción. La tentación de tener y disfrutar egoístamente nos ronda a todos. Cada día hay más propaganda seductora creando nuevas necesidades; parece que la felicidad no es posible sin tener y consumir muchas cosas, cuando en realidad se fundamenta en otros valores. Jesús, como Amós el profeta, manifiesta cuánto le duelen las desigualdades causadas por el egoísmo y la dureza de corazón. Y es que el alma se puede secar tanto que ya no cabe la conversión, aunque la testimoniara un muerto. El cambio es posible si hay experiencia de espíritu y de fe. Por eso, ¡qué razón tiene el Evangelio! Si no hacemos caso a los testigos presentes y a los muchos signos de los tiempos, tampoco nos fiaríamos de un testigo resucitado. Sin sensibilidad, la solidaridad es imposible. Alguien puede pensar todavía: parece mentira que el rico no se diera cuenta antes de la solución. Comento: ¡Qué difícil es la generosidad si no se ha descubierto el valor de la pobreza! Muchos preferimos abrir el corazón a las riquezas antes que al Evangelio. Pero cuando éstas se apoderan del corazón, nos ciegan. Digamos, por último, que los consejos de San Pablo a Timoteo completan el mensaje de este día: "Practica la justicia, la religión, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza". En efecto, practicando tales virtudes, el Reino de Dios brota y crece con potencia. Seamos humanos y hagamos la convivencia feliz. P.Hidalgo

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