domingo, 6 de agosto de 2017

La experiencia que tienen los discípulos en el alto de la montaña, por un lado, les asombra. Dios refrenda a Jesús como el Hijo predilecto. En adelante será el gran Profeta y la nueva Ley.

Con Él comienza una nueva historia. Con Él acontece la plenitud de la Revelación. Tan fuerte fue el impacto, que querían quedarse en el alto del monte. Pero Jesús, por otro lado, les invita a bajar de la montaña, a volver a la realidad cruda y dura, porque hay que seguir arrimando el hombro en los duros trabajos del Evangelio. Quedarse en el alto sería una evasión. Por tanto, las experiencias místicas son certeras si resultan oxigenantes y estimulan el compromiso por el Evangelio. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

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