sábado, 25 de febrero de 2017

VIII Domingo del Tiempo Ordinario - El que busca el Reino de Dios descarta otros ídolos con sus cultos y adopta la mentalidad evangélica con sus ideales: solidaridad generosa, dignidad y derechos humanos en todo momento, cambiar de raíz sistemas y estructuras que no ayudan a vivir felizmente, etc… Todo lo demás, que tanto nos agobia y es tan necesario, vendrá como algo lógico y derivado. Por ejemplo, es muy importante comer; pero es más importante crear las condiciones para que podamos comer todos, aunque algunos tengamos que comer menos...

COMENTARIO.- "A Dios nadie lo ha visto" (Jn 1,18), dice San Juan. Sólo podemos hablar de Él por medio de símbolos, comparaciones o figuras semejantes. Un símbolo que usamos frecuentemente es el padre. Pero es un símbolo parcial. Dios también es madre; y más que madre, pues, "aunque una madre se olvidara de sus hijos, yo nunca me olvidaré", revela Dios. Esa sensibilidad materna de Dios la respira y la comunica Jesús especialmente: ¿por qué andáis agobiados pensando qué vais a comer, qué vais a beber, o con qué os vais a vestir? Él, creyente radical y confiado, que no tiene donde reclinar la cabeza (Mt 8,20), está convencido de que las personas somos para Dios mucho más importantes que los pájaros, la hierba o los lirios del campo. Y si a éstos los cuida, cuánto más a nosotros. En su afán de pregonar la doctrina redentora, Jesús interroga acerca de lo que es principal y decisivo. Su primera aclaración es contundente: "Nadie puede estar al servicio de dos amos". Su propuesta es que aceptemos a Dios como único Señor; que nada ni nadie lo suplante. A renglón seguido, presenta estas otras indicaciones: que confiemos en Dios, al menos como los pájaros y los lirios, y que no nos calentemos la cabeza con agobios innecesarios. Entendamos bien: Jesús nunca ha sido partidario de la pasividad ni de la resignación; al contrario, ha sido tan luchador como el que más. Lo que propone es concentrar la energía en lo que es primero y decisivo: el Reino de Dios y su justicia. Si Dios es nuestro único Señor, todo lo demás vendrá por añadidura. El que busca el Reino de Dios descarta otros ídolos con sus cultos y adopta la mentalidad evangélica con sus ideales: solidaridad generosa, dignidad y derechos humanos en todo momento, cambiar de raíz sistemas y estructuras que no ayudan a vivir felizmente, etc… Todo lo demás, que tanto nos agobia y es tan necesario, vendrá como algo lógico y derivado. Por ejemplo, es muy importante comer; pero es más importante crear las condiciones para que podamos comer todos, aunque algunos tengamos que comer menos. En resumen, si hacemos Reino de Dios, generamos verdadera fraternidad, impulsamos un verdadero progreso y el bienestar será común y generalizado. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

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