sábado, 6 de febrero de 2016

La vida del mar, como la del campo, le sirvió a Jesús para muchos ejemplos y enseñanzas. En medio del lago invita a faenar a pleno día. No era lo normal. Además, habían pasado la noche entera bregando y el esfuerzo había sido baldío. No obstante, se fían y el resultado es sorprendente. Con Jesús nada hay imposible.

COMENTARIO DEL EVANGELIO DOMINGO 7 La primera lectura presenta una experiencia impactante, un encuentro personal con Dios que cambia la vida, convierte el corazón y suscita un compromiso profético. Ante la contemplación de la santidad de Dios, Isaías se siente pequeño, pecador, asustado y casi incapaz de nada. Pero transformado por el amor de Dios, entierra los temores y le dice: "Aquí estoy, envíame". Cuando uno está convencido de la llamada de Dios, lo mejor es responder con fidelidad; Él hará el resto. San Pablo reconoce que la gracia de Dios ha provocado grandes logros y transformaciones en su persona. Confiesa que la muerte y la resurrección de Jesús es lo nuclear del Evangelio que se ha ido transmitiendo. Esta tradición coincide con lo que él ha vivenciado como seguidor de Jesús. Y basándose en su propio testimonio, asegura que experimentar a Jesús resucitado es el fundamento que mejor sostiene la fe. La escena del Evangelio denota, en primer lugar, que Jesús tenía don de gentes: La multitud se agolpaba a su alrededor. Enseñaba y realizaba gestos con especial convicción y autoridad. Por eso atraía, aunque muchas veces la gente no descubriera el sentido profundo de lo que hacía y enseñaba. Pero Jesús nunca se dejó encandilar por las multitudes; estuvo especialmente despierto para no dejarse engañar por los aplausos o la fama. La gente cambia fácilmente de opinión... Después, la escena del Evangelio cambia de decorado, se vuelve estrictamente marinera. La vida del mar, como la del campo, le sirvió a Jesús para muchos ejemplos y enseñanzas. En medio del lago invita a faenar a pleno día. No era lo normal. Además, habían pasado la noche entera bregando y el esfuerzo había sido baldío. No obstante, se fían y el resultado es sorprendente. Con Jesús nada hay imposible. Él aprovecha la ocasión para proponer a aquellos trabajadores otra vocación y otro oficio: ser pescadores de hombres. Parece que la decisión fue terminante: "dejándolo todo, le siguieron". Dios sigue llamando y asombrando, porque no cuenta con personas ya hechas y santas, sino con personas limitadas que necesitan confianza y conversión. Jesús, experto en evangelización, nos dice que nosotros también valemos para evangelizar. Sólo nos pide que vivamos en estrecha comunión con Él y que nos fiemos de su palabra. Si trabajamos a una con Jesús, nos asombraremos muchas veces de cómo, a pesar de nosotros, se ensancha el Reino de Dios... Jesús necesita colaboradores y nuestras comunidades también. Todos podemos compaginar el trabajo con la misión. Que nadie se desmarque, ni se desanime. Está más que comprobado que con Jesús somos fecundos y la misión es eficaz. Pero si cada uno va por libre y Jesús no está en medio, la comunidad no avanza ni sirve eficazmente al pueblo. Cuando experimentemos la dureza de la evangelización y no veamos resultados, al menos aparentemente, oremos. Es probable que Jesús nos diga: "Echad las redes otra vez". Y deberemos proceder como Pedro: "Maestro, porque tú lo dices, lo haremos".P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

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