martes, 9 de febrero de 2016
Con el Miércoles de Ceniza iniciamos un recorrido de preparación para la Pascua. Comenzamos la Cuaresma con un signo de muerte (la ceniza) y terminaremos con un signo de vida (el Cirio pascual). Mientras tanto, reforzamos la vivencia cristiana en orden a mejorar. Desde que este tiempo litúrgico fraguó en la Iglesia, siempre ha tenido símbolos acentuando su sentido. ¿Qué valor damos hoy a la ceniza, al ayuno, a la abstinencia...? Por ejemplo, hay quien ayuna por estética y quien lo hace por motivaciones evangélicas y para compartir. Salta a la vista que no es Io mismo. Además, podemos extender el ayuno y la abstinencia a otros ámbitos de la vida, y nos irá bien. Por ejemplo:
— Ayuno y abstinencia de alcohol y de tabaco.
- — Ayuno y abstinencia de gastos superfluos.
- — Ayuno y abstinencia de televisión para aprovechar el tiempo de manera más personalizante.
- — Ayuno y abstinencia de críticas, insultos, quejas, riñas, rencores...
- — Ayuno y abstinencia de palabrotas.
- — Ayuno y abstinencia de manías.
- — Ayuno y abstinencia de cobardías, avaricias, perezas, desenfrenos...
- — Ayuno y abstinencia de todo un etcétera que cada uno puede concretar...
En resumen, si el Evangelio nos pide ayunar, es para poner freno a los apetitos consumistas; si nos aconseja dar limosna, es para que estimulemos y ejercitemos el valor del compartir, de la solidaridad; si nos propone que oremos, es para que cultivemos más intensamente la convivencia con Dios que tanto nos ayuda. Hagamos todo esto de una manera natural, sencilla y hasta con discreción.
En Cuaresma Jesús nos pide, ante todo, misericordia, que, bien entendida, consiste en demostrar con signos y gestos una alta preocupación por todos.
En la vida se nos presentan frecuentes ocasiones para mejorar. La Cuaresma es una de ellas.
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