sábado, 20 de febrero de 2016

El Evangelio nos relata una escena apoteósica, sorprendente, en el alto de un monte: la transfiguración de Jesús. Los tres discípulos quedaron tan impactados que deseaban permanecer allí de por vida: "Maestro, qué hermoso es estar aquí. Hagamos tres chozas..."

Abrahán, como cualquier creyente, no tuvo fácil el camino de la fe. Las promesas de Dios son espectaculares, entusiasmantes: "Mira al cielo, cuenta las estrellas... Así será tu descendencia". Pero después la realidad es más cruda y dura. No se ve todos los días que las promesas de Dios hagan fecunda la vida. Muchas veces la niebla y la oscuridad nos quitan panorámica. Pero Dios mantiene con su presencia lo que ha prometido y lo corrobora con pactos significativos: "Aquel día el Señor hizo alianza con Abrahán". Cualquier momento es bueno para vivenciar intensamente las alianzas de Dios. La tradición y la experiencia creyente nos aseguran que Él está comprometido con el mundo y con la historia. Su gran compromiso es la Alianza. Se ha desposado con nosotros y nos ha jurado cariño eterno. Esto es tan valioso y absoluto que para muchos se convierte en la vocación suprema, en la aspiración fundamental. San Pablo llegó a tener esta experiencia mística; por eso se atreve a brindarse como modelo en el seguimiento de Jesús y a recordarnos que, además de pisar tierra, somos también ciudadanos del cielo. El Evangelio nos relata una escena apoteósica, sorprendente, en el alto de un monte: la transfiguración de Jesús. Los tres discípulos quedaron tan impactados que deseaban permanecer allí de por vida: "Maestro, qué hermoso es estar aquí. Hagamos tres chozas...". ¿Qué experimentaron Pedro, Santiago y Juan? ¿La talla humana y divina de Jesús? Lo cierto es que quedaron muy impresionados del descubrimiento personal al que estaban asistiendo. Jesús conversaba con Moisés y Elías acerca de la transcendencia de su muerte redentora. Hay que notar que los discípulos tuvieron tal experiencia mientras acompañaban a Jesús orando. ¿Es imprescindible orar para descubrir la talla y la transcendencia de Jesús? La verdad es que las experiencias místicas ayudan mucho a los creyentes comprometidos. No sólo cargan las pilas y oxigenan el espíritu, sino que templan el ánimo y capacitan para sacrificarse por los demás hasta el grado de oblación que Dios quiera. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

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