Abrahán, como cualquier creyente, no tuvo fácil el camino de la fe. Las promesas de Dios son espectaculares, entusiasmantes: "Mira al cielo, cuenta las estrellas... Así será tu descendencia". Pero después la realidad es más cruda y dura. No se ve todos los días que las promesas de Dios hagan fecunda la vida. Muchas veces la niebla y la oscuridad nos quitan panorámica. Pero Dios mantiene con su presencia lo que ha prometido y lo corrobora con pactos significativos: "Aquel día el Señor hizo alianza con Abrahán".
Cualquier momento es bueno para vivenciar intensamente las alianzas de Dios. La tradición y la experiencia creyente nos aseguran que Él está comprometido con el mundo y con la historia. Su gran compromiso es la Alianza. Se ha desposado con nosotros y nos ha jurado cariño eterno. Esto es tan valioso y absoluto que para muchos se convierte en la vocación suprema, en la aspiración fundamental. San Pablo llegó a tener esta experiencia mística; por eso se atreve a brindarse como modelo en el seguimiento de Jesús y a recordarnos que, además de pisar tierra, somos también ciudadanos del cielo.
El Evangelio nos relata una escena apoteósica, sorprendente, en el alto de un monte: la transfiguración de Jesús. Los tres discípulos quedaron tan impactados que deseaban permanecer allí de por vida: "Maestro, qué hermoso es estar aquí. Hagamos tres chozas...".
¿Qué experimentaron Pedro, Santiago y Juan? ¿La talla humana y divina de Jesús? Lo cierto es que quedaron muy impresionados del descubrimiento personal al que estaban asistiendo. Jesús conversaba con Moisés y Elías acerca de la transcendencia de su muerte redentora.
Hay que notar que los discípulos tuvieron tal experiencia mientras acompañaban a Jesús orando. ¿Es imprescindible orar para descubrir la talla y la transcendencia de Jesús? La verdad es que las experiencias místicas ayudan mucho a los creyentes comprometidos. No sólo cargan las pilas y oxigenan el espíritu, sino que templan el ánimo y capacitan para sacrificarse por los demás hasta el grado de oblación que Dios quiera.
P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.
sábado, 20 de febrero de 2016
El Evangelio nos relata una escena apoteósica, sorprendente, en el alto de un monte: la transfiguración de Jesús. Los tres discípulos quedaron tan impactados que deseaban permanecer allí de por vida: "Maestro, qué hermoso es estar aquí. Hagamos tres chozas..."
Abrahán, como cualquier creyente, no tuvo fácil el camino de la fe. Las promesas de Dios son espectaculares, entusiasmantes: "Mira al cielo, cuenta las estrellas... Así será tu descendencia". Pero después la realidad es más cruda y dura. No se ve todos los días que las promesas de Dios hagan fecunda la vida. Muchas veces la niebla y la oscuridad nos quitan panorámica. Pero Dios mantiene con su presencia lo que ha prometido y lo corrobora con pactos significativos: "Aquel día el Señor hizo alianza con Abrahán".
Cualquier momento es bueno para vivenciar intensamente las alianzas de Dios. La tradición y la experiencia creyente nos aseguran que Él está comprometido con el mundo y con la historia. Su gran compromiso es la Alianza. Se ha desposado con nosotros y nos ha jurado cariño eterno. Esto es tan valioso y absoluto que para muchos se convierte en la vocación suprema, en la aspiración fundamental. San Pablo llegó a tener esta experiencia mística; por eso se atreve a brindarse como modelo en el seguimiento de Jesús y a recordarnos que, además de pisar tierra, somos también ciudadanos del cielo.
El Evangelio nos relata una escena apoteósica, sorprendente, en el alto de un monte: la transfiguración de Jesús. Los tres discípulos quedaron tan impactados que deseaban permanecer allí de por vida: "Maestro, qué hermoso es estar aquí. Hagamos tres chozas...".
¿Qué experimentaron Pedro, Santiago y Juan? ¿La talla humana y divina de Jesús? Lo cierto es que quedaron muy impresionados del descubrimiento personal al que estaban asistiendo. Jesús conversaba con Moisés y Elías acerca de la transcendencia de su muerte redentora.
Hay que notar que los discípulos tuvieron tal experiencia mientras acompañaban a Jesús orando. ¿Es imprescindible orar para descubrir la talla y la transcendencia de Jesús? La verdad es que las experiencias místicas ayudan mucho a los creyentes comprometidos. No sólo cargan las pilas y oxigenan el espíritu, sino que templan el ánimo y capacitan para sacrificarse por los demás hasta el grado de oblación que Dios quiera.
P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario