
miércoles, 30 de marzo de 2016
Jornada por la Vida: 5 de Abril del 2016 «Cuidar la vida, sembrar esperanza»

domingo, 27 de marzo de 2016
Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor. Pascua es el gran paso hacia la vida. Un paso que precisa ser meditado y orado largamente, para que sea coherente y eficaz. Resurrección es aspirar a los bienes de arriba, alzar el vuelo, levantar la moral, dar la espalda a todo lo rastrero, respirar aire puro y sano. Resurrección es mirar con ojos divinos y amar con corazón evangélico; es creer a pesar de los fracasos y de las amarguras..."

sábado, 26 de marzo de 2016
SÁBADO SANTO.- «Sí, mi dulce Redentor, permíteme decirte, ¡estás loco de amor! No es una locura que hayas querido morir por mí, por un gusano, un ingrato pecador y traidor. Pero, si tú Dios mío, te has vuelto loco de amor por mí, ¿cómo no me vuelvo yo loco de amor por ti? Después de haberte visto morir por mí, ¿cómo puedo pensar en otra cosa fuera de ti? ¿Cómo puedo yo amar otra cosa que a ti? Oh latigazos, oh espinas, oh clavos, oh cruz, oh heridas, oh dolores, oh muerte de Jesús, vosotros me apretáis tanto, vosotros me forzáis tanto por amar a quien tanto me ha amado. (S. Alfonso)
viernes, 25 de marzo de 2016
VIERNES SANTO.- El Viernes Santo es un día de duelo. Recordamos la muerte de Cristo: Nos reunimos como familia y honramos la cruz porque nuestra fe nos enseña que verdaderamente es el «Árbol de Salvación». Desde entonces la cruz de Cristo es la gloria de los cristianos. «Para nosotros toda nuestra gloria está en la cruz de nuestro Señor Jesucristo».
jueves, 24 de marzo de 2016
JUEVES SANTO.- La cena, en la cual el Señor Jesús en la noche en la que iba a ser entregado, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y vino, y entregó a los apóstoles para que ellos y sus sucesores en el sacerdocio también lo ofrecieran. También se hizo el servidor de todos lavándoles los pies. Él nos invita a reflexionar sobre nuestra actitud de servicio, sobre nuestra capacidad de amar y de ponernos al nivel de los más humildes de la tierra.

lunes, 21 de marzo de 2016
domingo, 20 de marzo de 2016
PARTICIPACIÓN DEL COLECTIVO INMIGRANTE EN LA PROCESIÓN DEL DOMINGO DE RAMOS 2016 EN VIGO GALICIA ESPAÑA









sábado, 19 de marzo de 2016
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor Comienza la Semana Santa, rica en mensaje y muy significativa para nuestra fe. Entramos en ella por medio de un domingo caracterizado por el contraste: por un lado, hay revuelo de ramos y de aclamaciones; por otro, bruscamente se nos coloca ante la trágica pasión. Es la cara y la cruz de la vida; la ambivalencia del triunfo y de la humillación, del aplauso y de la amenaza; es también el juego turbio o la doble cara que mostramos muchas veces..."

Es una lástima que sepamos tan poco de la vida de San José. Por lo que se trasluce en los evangelios, intuimos que fue una persona de honda religiosidad, orante, honesto y sencillo. Consciente de su vocación y fiel, gastó la vida al servicio de María y de Jesús. No destacó en medio del pueblo por nada relevante; no tuvo cargo especial, ni fue profeta por vocación. Fue un vecino más que supo conjugar su oficio y su papel de padre con la responsabilidad de una misión muy especial. Cumplió silenciosamente y ahí estriba su santidad peculiar. José de Nazaret fue una persona humilde, corriente, que no buscó protagonismo alguno. La Iglesia lo destaca y celebra por saber estar como creyente al lado de María y de Jesús, por actuar de una manera callada y oculta. Sólo nos queda de él un testimonio de fe obediente y de cooperación silenciosa con los planes de Dios, que no es poco. El silencio y la discreción en José son elocuentes: no hace sombra a nadie, menos aún a María y a Jesús. Tal vez por esto, San José nos resulte un santo especialmente cercano y popular. No brilló por nada llamativo o extraordinario. Fue cumplidor y honrado. Desempeñó bien su misión todos los días. Ahí radica su encanto. Porque para ser santo no hay que hacer cosas asombrosas. ¿No es asombroso y hasta heroico ser creativo y fiel todos los días? San José es un santo de lo cotidiano, de la profundidad estrenada y ejercitada cada día, de la oración constante, del silencio habitado, del deber cumplido, de una alegre bienaventuranza... Si admirarnos a San José por ser un santo corriente, sencillo y natural, es que la santidad está al alcance de cualquiera de nosotros, ¿no os parece?
sábado, 12 de marzo de 2016
DIA DEL SEMINARIO 2016 - CATEQUESIS PARA ADULTOS - LA CESTA ROTA.
En tiempos de los Padres del Desierto sucedió que un hermano de Escite
cometió una falta. Los ancianos pidieron al Abba Moisés que se reuniera
con ellos. Sin embargo, este se negó a acudir. Un sacerdote le envió un
mensaje en éstos términos: «Ven, la comunidad de hermanos te espera».
Al recibirlo, el Abba se levantó y se puso en camino, llevando una vieja
cesta rota que llenó de arena y arrastró tras de sí. Los ancianos acudie
ron a su encuentro, y le preguntaron: «¿Qué es eso, padre?». El anciano
respondió: «Mis pecados se derraman tras de mí y no lo veo, ¿cómo voy
entonces a juzgar los pecados de otros?». Oyendo esto, no dijeron nada
al hermano que había cometido la falta, y le perdonaron.
Antes de adentrarnos en la reflexión sobre el perdón sacra
mental podemos preguntarnos:
a.¿Recuerdo alguna experiencia donde el perdón de alguien haya
sido una verdadera liberación para mí?
b.¿Realmente marca esa experiencia mi vida cuando mi prójimo
me ofende?¿Necesitamos un perdón divino?
Ciertamente todos somos conscientes de que no somos per
fectos, y que necesitamos el perdón de los demás. ¿Pero ocurre lo
mismo cuando afirmamos que necesitamos el perdón de Dios? Sin
duda, los cristianos sabemos que sí.
Esto es comprensible desde la categoría de encuentro: si la
vida del cristiano tiende hacia el encuentro con Jesucristo, y solo
en ese encuentro se haya la verdadera felicidad del ser humano, en
tonces todos estamos llamados a dar plenitud a nuestra vocación de
cristianos en el encuentro con el Hijo de Dios.
Sin duda ya nuestro bautismo nos posibilita para esta relación
con Dios, en Cristo (cf. CCE, n. 1227). Sin embargo, el encuentro
con Dios que se da en el bautismo no suprime nuestra libertad, que
Dios respeta hasta el punto de saber que podemos llegar incluso a
darle de nuevo la espalda. Y, ¿qué hace? No se queda aguardando
a que nuestra vida caiga en el “sinsentido”, especialmente porque
sabe que sin la ayuda de su Espíritu, el hombre no es capaz de volver
a estar junto a Él. Mediante sus signos, especialmente mediante la
Iglesia (cf. CCE, n. 1426), nos invita continuamente a la conversión.
Por eso, consciente de nuestras limitaciones, Jesús instituye el
sacramento de la reconciliación. En este sacramento otorga al hom
bre el perdón que nace del amor de Dios y lo capacita para respon
der al encuentro para el que Dios sale en su búsqueda, aguardando
esperanzadoramente que se produzca, pues «habrá más alegría en el
cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve
justos que no necesitan convertirse» (Lc15, 7).
Dicho de forma más sintética:
¿Por qué hay un sacramento de la reconciliación después del bautismo?
Puesto que la vida nueva de la gracia recibida en el bautismo, no
suprimió la debilidad de la naturaleza humana ni la inclinación al
pecado (esto es, la concupiscencia), Cristo instituyó este sacramento
para la conversión de los bautizados que se han alejado de Él por el
pecado (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n. 297).
Si bien es verdad que Dios perdona, también lo es el hecho
de que la misericordia divina no se impone. El hombre necesita
caer en la cuenta de cómo sus actos y actitudes concretas hacen
que le dé la espalda a Dios. Necesita ser consciente de que debe
levantarse y volver a la casa del Padre para recibir su abrazo amo
roso y misericordioso (cf.
Lc15, 20). Y debe descubrir que esto no
ocurre una ni dos ni tres veces, sino que el sacramento de la recon
ciliación es una gracia divina que posibilitará el camino de conver
sión que abarca toda su vida. No en vano el papa lo ha señalado
como el medio privilegiado para encontrar el camino hacia Dios
y el sentido de la propia existencia en este año de la Misericordia:
Muchas personas están volviendo a acercarse al sacramento de la re
conciliación y entre ellas muchos jóvenes, quienes en una experiencia
semejante suelen reencontrar el camino para volver al Señor, para vi
vir un momento de intensa oración y redescubrir el sentido de la pro
pia vida. De nuevo ponemos convencidos en el centro el sacramento de
la reconciliación, porque nos permite experimentar en carne propia la
grandeza de la misericordia. Será para cada penitente fuente de verda
dera paz interior (Misericordiae Vultusn. 17).
Un regalo de Dios y una invitación en este año de la Miseri
cordia. Y ante ello:
1.¿Cómo valoro el sacramento de la reconciliación?
2.¿Supone para mi vida un momento de encuentro con Dios?
3.¿Soy consciente de cómo este sacramento me compromete a
caminar aún más decididamente hacia Cristo y me concede la
fuerza para realizarlo?
2. El sacerdote, enviado por Dios a reconciliar
Y aún nos queda un paso por dar. Aun reconociendo la nece
sidad del perdón divino, ¿puede darse este sin la mediación de los
sacerdotes? Cuántas veces habremos escuchado por la calle expre
siones como «¿y qué le importará al cura lo que yo haga?» o «yo me
confieso directamente con Dios».
¿Por qué el sacramento de la reconciliación precisa del sacer
dote? Pues sencillamente porque Cristo quiso continuar su obra de
curación y de salvación mediante la Iglesia. Y por ello a ella le deja
la fuerza de su Espíritu (CCE, n. 1421). Concretamente confía el
ministerio de la reconciliación a sus Apóstoles (cf.
Jn 20, 23; 2 Cor5, 18), el cual sigue siendo realizado hoy por sus sucesores, los obis
pos, y sus colaboradores, los sacerdotes (cf. CCE, n. 1461).
Esta no es una tarea más, es un envío concreto de Jesucristo
a todos los sacerdotes: ejercer el ministerio pastoral buscando a las
ovejas perdidas, alentándolas a participar de la reconciliación con
Dios. Actuar como el buen samaritano curando sus heridas, aco
ger a quien ha errado en su vida como el Padre al Hijo pródigo.
Efectivamente mediante la reconciliación el sacerdote está llamado
a ser «misericordioso como el Padre» de una forma privilegiada (cf.
Misericordiae Vultus, n. 13). El sacerdote es, en definitiva, «el signo
y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador»
(CCE, n. 1465). Y esta es una importante concreción de su misión:
«El presbítero deberá dedicar tiempo –incluso con días, horas
establecidas– y energías a escuchar las confesiones de los fieles,
tanto por su oficio, como por la ordenación sacramental, pues los
cristianos –como demuestra la experiencia– acuden con gusto a
recibir este sacramento, allí donde saben y ven que hay sacerdotes
disponibles. Asimismo, que no se descuide la posibilidad de facilitar
a cada fiel la participación en el sacramento de la reconciliación y la
penitencia también durante la misa. Esto se aplica a todas partes, pero
especialmente a las zonas con las iglesias más frecuentadas y a los
santuarios, donde es posible una colaboración fraterna y responsable
con los sacerdotes religiosos y los ancianos»
2.Para aquel que se acerca al sacramento de la reconciliación,
la confesión es un verdadero regalo divino que le permite caminar
hacia Dios sintiendo la paz interior de la que nos hablaba el papa.
Entonces, cuánto más regalo será para el sacerdote el sentirse en
viado por Dios para posibilitar esta reconciliación con los hombres.
Por eso la confesión, antes que una tarea, es un regalo para el sacer
dote, llamado a ser instrumento de la gracia divina que posibilita la
reconciliación del hombre con Dios. Veamos un testimonio que nos
ayude a ver la inmensa alegría de un sacerdote ante este sacramento.
Servidor del Evangelio
3- Soy un sacerdote claretiano. Han pasado ocho años y medio
desde que fui ordenado. Por un lado, parece poco tiempo; por otro,
ya hay muchas cosas vividas. Ocho primaveras, ocho veranos, ocho
otoños... «Cada día tiene su afán» (Mt6, 34).
Recuerdo que, un par de años antes de la ordenación, hice
un curso en la universidad sobre la “teología del ministerio ordenado”.
El mismo nombre me ayudó a comprender mejor mi vocación.
“Ministro”, del latín “minister”, servidor. Y “ordenado” con un sa
cramento que cualifica para realizar una misión: servir al Evangelio
de Jesucristo por medio de los sacramentos, la palabra y la caridad.
Y a lo largo de estos años, día a día, he podido ir dando y recibiendo
a través de este servicio.
Servidor de los sacramentos
... Hacer lo que Jesús hizo y decir
lo que él dijo para hacer presente a Dios en la vida de las personas:
al nacer a una nueva vida, al reconocerse pecador ante el Padre, al
sentarse a la mesa de Jesús en comunidad, al unirse en pareja para
crear una familia, al asumir la enfermedad y pedir la fuerza del Espí
ritu... Celebraciones llenas de vida donde el Dios de la Vida se hace
presente con fuerza en las personas. Recuerdo muchos momentos,
quizá algunos de los más fuertes están vinculados al sacramento de
la reconciliación. Me acuerdo de una tarde en un pueblo de Perú,
en una celebración comunitaria del perdón; una persona fue capaz
de abrirse y reconciliar toda una vida. Y uno se siente pequeño, y
resuenan en él aquellas palabras de san Pablo: «Todo proviene de
Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministe
rio de la reconciliación» (2 Cor5, 18).
Todo proviene de Dios, y su reconciliación es un verdadero
regalo, como también lo es el que continúe mandando sacerdotes, el
que siga eligiendo a personas que, pese a sus problemas y limitacio
nes, están llamadas a transmitir su Amor por el mundo, a ser reflejo
de su misericordia, a posibilitar, mediante la gracia del Espíritu, el
encuentro sacramental con Cristo y, en definitiva, que son enviados
para reconciliar y para que el hombre, respondiendo a su más pro
funda vocación, alcance la verdadera felicidad junto a Dios.
1.Ante esta realidad, ¿siento a los sacerdotes como un regalo de
Dios, pese a sus defectos?
2.¿Me siento responsable, con mi oración, de pedir más vocacio
nes sacerdotales?
3.¿Me he preguntado alguna vez si Dios me llama a mí para este
servicio?
Conclusión
En este Día del Seminario 2016 ofrezcamos nuestra oración
por los sacerdotes, agradeciendo a Dios por el don de su sacerdocio,
por hacerlos instrumento de su misericordia al enviarlos a reconci
liar, poniendo en sus manos la gracia del perdón. Pidamos también
por las vocaciones sacerdotales, haciendo nuestro el mandato de
pedir obreros para su mies (cf.
Lc 10, 2), testigos misericordiosos del Amor de Dios.
DIA DEL SEMINARIO 2016.-. CATEQUESIS PARA ADULTOS.
1. Introducción
En medio del Jubileo extraordinario de la Misericordia, el papa
Francisco nos invita a acercarnos a la experiencia del perdón. No en
vano nos recuerda cómo el mensaje de Jesucristo es un mensaje de
salvación, que nos concede el perdón:
Por su parte, Jesús habla muchas veces de la importancia de la fe,
más bien que de la observancia de la ley. Es en este sentido en el que
debemos comprender sus palabras cuando estando a la mesa con Ma
teo y sus amigos les dice a los fariseos que le reprochaban que comía
con los publicanos y pecadores: «Vayan y aprendan qué significa: Yo
quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar
a los justos, sino a los pecadores»(Mt 9, 13). Ante la visión de una
justicia como mera observancia de la Ley que juzga, dividiendo per
sonas en justos y pecadores, Jesús se inclina por mostrar el grande
don de la misericordia que busca a los pecadores para ofrecerles el
perdón y la salvación. Se comprende por qué en presencia de una
perspectiva tan liberadora y fuente de renovación, Jesús haya sido
rechazado por los fariseos y por los doctores de la ley (
Misericordiae Vultus, n. 20).
Experimentar el perdón, sentirnos perdonados, es la forma
privilegiada de vivir este año de gracia al que estamos convocados
por el papa. Solo sintiéndonos perdonados seremos capaces de no
juzgar a nuestro prójimo, sino vivir para él desde la misericordia,
siendo reflejo de la Misericordia divina.
Todos alguna vez hemos sentido la experiencia del perdón.
Nadie entre nosotros vive sin cometer faltas, que en ocasiones pue
den hacer mucho daño a quienes tenemos alrededor, e incluso a
nosotros mismos. Y cuando esto sucede, ¿no buscamos la mirada
compasiva de nuestro prójimo? ¿No ansiamos su perdón, sin el cual
vivimos en la angustia de quien se sabe autor del dolor de su her
mano? La pregunta de Caín, «¿soy yo el guardián de mi hermano?»,
(Gén 4, 9) no es sino la justificación de quien sabe a su hermano do
lorido por su culpa, la cual pesa en su propia espalda. Quizá por ello
Caín al verse descubierto afirma: «Mi culpa es demasiado grande
para soportarla» (Gé n4, 13).
Pero, ¿qué ocurre al comprendernos perdonados? Es verdad
que esto no borra nuestra falta, pero la alegría de saber que somos
queridos, pese a nuestros fallos y limitaciones, es tan grande que
nuestra existencia cobra un sentido nuevo. Ese sentido nos da una
visión nueva de la vida, que queda marcada desde la comprensión,
la misericordia y el amor por los demás. Y es una experiencia nece
saria para el cristiano, pues el mismo Jesús nos advierte que «al que
poco se le perdona, ama poco» (Lc7, 47).
Efectivamente todos necesitamos sentirnos perdonados. Sin
embargo, ¿qué ocurre cuando somos nosotros quienes tenemos que
perdonar? Que nuestra reacción no siempre es la de la misericordia,
sino más bien la del juicio. Qué fácil es, mirando a nuestras vidas, el
vernos reflejados en aquel criado a quien le perdonan los diez mil
talentos, pero él no es capaz de perdonar a su compañero, quien solo
le debía cien denarios (cf. Mt18, 23-34). A veces es necesario el hacer
una pausa antes de juzgar a los demás, para mirar a nuestra propia
vida. Si lo hiciéramos así, ¿sería igual la mirada que ofreciéramos a
nuestro prójimo? Más bien descubriríamos el verdadero sentido de las
palabras de Jesús: «El que esté sin pecado, que tire la primera piedra»
(J 8, 7). Quizá esta breve historia nos ayude a verlo con más claridad
ENLACE
Día del Seminario 2016 La Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades ha editado los materiales para celebrar el Día del Semanario que, en el Año de la Misericordia, lleva por lema, “Enviados a reconciliar”. El Día del Seminario se celebra el día de san José , 19 de marzo, y en las diócesis en las que no se celebra esta festividad, el domingo más cercano. En esta ocasión, la celebración se adelanta al 13 de marzo para que no coincida con el domingo de Ramos, que es el domingo más próximo.
El pasaje evangélico nos incita a repasar la propia vida. ¿Quién está sin pecado para arrojar una piedra de condenación a otro? ¿Quién puede acusar si no es inocente? Y si es inocente, ¿le pide el alma condenar? Jesús ofreció un perdón completo. Fue partidario de comprender para perdonar. ¡Extraordinario ejemplo y magnífica doctrina!.."

domingo, 6 de marzo de 2016
Día de Hispanoamérica 2016 Testigos de la Misericordia 6 de marzo de 2016 La Comisión Episcopal de Misiones ha editado los materiales para celebrar el Día de Hispanoamérica que, en el Año de la Misericordia, lleva por lema, “Testigos de la Misericordia”. El Día de Hispanoamérica se celebra el día 6 de marzo.

¿Quién no se ha conmovido ante la parábola del "hijo pródigo"? A lo largo de su ministerio, Jesús reflejó una singular preocupación: que su vida y sus palabras transparentaran que Dios es como un padre y una madre juntos: entrañable, atento, misericordioso..."
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (15, 1-3.11-32):
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mi nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."»
Palabra del Señor
Iniciamos el comentario resaltando algunas frases del Evangelio: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; no merezco llamarme hijo tuyo. Pero el Padre dijo a los criados: Sacad enseguida el mejor traje y vestidlo; traed el ternero cebado y matadlo, porque este hijo mío estaba perdido y lo hemos encontrado".
Si todo tiempo es oportuno para acoger y celebrar la salvación, este de Cuaresma es especialmente indicado: Es como una ventana abierta por la que se divisa el horizonte de la Pascua liberadora. Por eso nos motiva insistentemente a ser como Jesús, igual y diferente, pero siempre "evangelio caminante", fiel al destino que el Padre le trazó. Hoy el Evangelio nos lo vuelve a presentar lleno de arte y de estilo para acercar el mensaje de Dios.
¿Quién no se ha conmovido ante la parábola del "hijo pródigo"? A lo largo de su ministerio, Jesús reflejó una singular preocupación: que su vida y sus palabras transparentaran que Dios es como un padre y una madre juntos: entrañable, atento, misericordioso, más aún de lo que se decía en el Antiguo Testamento cuando algunos confesaban:
— Dios es compasivo, clemente y misericordioso (Ex 34, 6-7; Sal 116,5).
— Dios es bueno con todos, cariñoso con todas sus criaturas (Sal 147,17).
— Dios libera a los cautivos, endereza a los que ya se doblan, alza de la basura al pobre (Sal 113,7)...
Sólo alguien como Jesús, con una vivencia de Dios tan profunda y espiritual, puede respirar una experiencia religiosa tan sublime.
Ciertamente, Dios no tiene más rostro que el de la misericordia. La parábola evangélica con un padre tan misericordioso, que acoge y celebra el regreso del hijo perdido con la gran fiesta y el banquete nunca imaginado, es un claro exponente de cómo es el proceder de Dios. Él perdona siempre, no se cansa de perdonar; en esa tarea está ocupado todos los días sin excepción.
Los santos han entendido muy bien este proceder divino. Por eso han perdonado a su vez. Sin embargo, a algunas personas les cuesta mucho perdonar, ¿por qué?
No hay que poner límites al perdón. Tal vez no haya otro valor de mayor calidad humana y evangélica. El perdón y la reconciliación deben ser actitudes sobresalientes en todos los cristianos.
P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

sábado, 5 de marzo de 2016
Coloquio con ‘Las patronas’, colectivo dedicado a axudar a inmigrantes na fronteira mexicana con Estados Unidos

jueves, 3 de marzo de 2016
24 HORAS PARA EL SEÑOR

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