domingo, 22 de diciembre de 2019

Cuarto Domingo de Adviento. María y José son, por encima de todo, unos grandes creyentes, que, incluso, supieron caminar en la oscuridad de la fe. Por estar abiertos al Espíritu, supieron interpretar las llamadas de Dios. Por eso se ofrecieron en disponibilidad y colaboración...

Una de las señales que caracterizan el proceder de Dios es que cuenta con las personas para llevar adelante la historia de la salvación. Los que tenemos experiencia de ello sabemos que parte de Él la iniciativa. Él llama a colaborar. Está muy claro en José y María. Son gente del pueblo, sencillos obreros. Viven en Galilea y participan de la situación social, política y religiosa del momento. Dios se fija en ellos y los elige para una misión muy especial. Su respuesta es la que corresponde a los buenos creyentes: sí a Dios y a la historia; pero un sí no exento de conflicto y de debate, un sí no fácil de mantener. Hay que destacar, en honor a la ejemplaridad de José y de María, que ambos fueron fieles, que no se cansaron de colaborar con los planes de Dios y que lo hicieron de una manera sencilla y discreta. Esto supone que ambos le habían entregado a Dios sus personas por completo, quedando disponibles para la misión que les trazara. María y José son, por encima de todo, unos grandes creyentes, que, incluso, supieron caminar en la oscuridad de la fe. Por estar abiertos al Espíritu, supieron interpretar las llamadas de Dios. Por eso se ofrecieron en disponibilidad y colaboración. Por el don de Jesús también nosotros hemos sido llamados a la fe, a formar parte de un pueblo religioso, que tiene la santidad como tarea, para hacer historia de salvación. Es decir, Reino de Dios. P. Hidalgo

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