domingo, 1 de julio de 2018

Verdaderamente estamos hechos para la vida. Dios es amigo de la vida. Lo hizo todo bien. Ha inyectado en la creación toda su bondad. Además, ha metido gérmenes de salud y aspiraciones de inmortalidad en el interior de cada ser humano. Jesús, hombre-Dios-con-nosotros, es igualmente provocador de vida y de humanidad. Es particularmente sensible con todos los que sufren en el cuerpo o en el espíritu. El colectivo de los enfermos es el que más lo busca. Por tanto, nada de lo que suene a muerte ha de nublar la aspiración de vivir...

COMENTARIO POR : P.HIDALGO La Palabra de Dios presenta dos mensajes preciosos: Uno, de orientación y sentido vital: "Dios no hizo la muerte..., creó al hombre incorruptible, a imagen de su propia naturaleza". Otro, de orientación y sentido comunitario: "Distinguíos por vuestra generosidad, aliviando a otros, buscando nivelación". Verdaderamente estamos hechos para la vida. Dios es amigo de la vida. Lo hizo todo bien. Ha inyectado en la creación toda su bondad. Además, ha metido gérmenes de salud y aspiraciones de inmortalidad en el interior de cada ser humano. Jesús, hombre-Dios-con-nosotros, es igualmente provocador de vida y de humanidad. Es particularmente sensible con todos los que sufren en el cuerpo o en el espíritu. El colectivo de los enfermos es el que más lo busca. Por tanto, nada de lo que suene a muerte ha de nublar la aspiración de vivir. Nuestra sensibilidad y la fe nos aseguran que la muerte, como destrucción, es hija del pecado y sólo la experimentan los que se dejan llevar por el pecado. El plan de Dios es rezumar salud, inmortalidad: nos creó para vivir en plenitud. El destino de todo ser humano es vivir. El otro mensaje se concentra en el compartir de bienes: Un gran desafío para los cristianos de todos los tiempos. En el seguimiento de Jesús entran de una manera sobresaliente la generosidad y el compartir. El propio Jesús es el mayor ejemplo, el cual, "siendo rico, por vosotros se hizo pobre, para que vosotros, con su pobreza, os hagáis ricos". Es una paradoja de gran acierto y de enorme sabiduría: Todos resultamos enriquecidos si elegimos voluntariamente ser pobres y compartir. ¡Qué gran pedagogía encierra la vida cristiana! Puntualicemos: no se trata de compartir hasta el límite de pasar estrechez, aunque en la generosidad no hay límites propiamente. San Pablo argumenta desde el criterio de la nivelación, para que nadie pase necesidad. Nosotros podemos distinguir tres niveles en el compartir: — El de los que dan lo que les sobra. Se puede decir que éstos comparten algo, porque hay quien no llega a este mínimo nivel. Pero a éstos no les duele lo que dan, porque se desprenden de lo que no les hace ninguna falta. — El de los que se privan de algo necesario o conveniente. — El de los que eligen ser pobres y, por eso, pasan necesidad y viven muy austeramente por la opción libre de ayudar a los demás. A éstos se les aplicaría la bienaventuranza del evangelio. ¿En cuál de estos niveles está cada uno de nosotros?

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