domingo, 22 de julio de 2018

Jesús dice a los discípulos: "Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco". En una primera consideración parece lógico: aunque el Reino de Dios apremia, aunque hay una multitud que anda como ovejas sin pastor, el descanso es imprescindible para el equilibrio y la mística del misionero. Pero no se trata de cualquier tipo de descanso; se trata de retirarse a meditar y orar serenamente. Jesús quiso enseñar a sus discípulos a conjugar la labor evangelizadora con el descanso necesario...

COMENTARIO: La imagen del pastor es un recurso utilizado con cierta frecuencia en la Biblia para comunicar mensajes fácilmente inteligibles. Por ejemplo, en las comunidades humanas las autoridades dejan a menudo mucho que desear. Harto de esta situación, el profeta Jeremías eleva la voz y critica el comportamiento de los dirigentes que no sirven al pueblo, sino que lo dividen y dispersan, mientras asegura que Dios se compromete para que la gente no esté desatendida: suscitará buenos pastores, de entre los que destacará uno del linaje de David. La tradición ha visto cumplida esta promesa en Jesús de Nazaret, el pastor admirable que dio la vida por las ovejas. De Él dice la carta a los Efesios que es nuestra paz, el reconciliador de los pueblos, el creador del hombre nuevo. Del Evangelio resaltamos un rasgo muy humano de Jesús: invita a sus discípulos a descansar en su compañía. Después de la campaña misionera, que contemplábamos el domingo pasado, Jesús dice a los discípulos: "Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco". En una primera consideración parece lógico: aunque el Reino de Dios apremia, aunque hay una multitud que anda como ovejas sin pastor, el descanso es imprescindible para el equilibrio y la mística del misionero. Pero no se trata de cualquier tipo de descanso; se trata de retirarse a meditar y orar serenamente. Jesús quiso enseñar a sus discípulos a conjugar la labor evangelizadora con el descanso necesario. Desde su experiencia de apartarse de vez en cuando al descampado o a la montaña, entiende el descanso como un retiro espiritual lleno de silencio habitado y contemplativo. El descanso del creyente comprometido es para orar más intensamente, para escuchar la propia conciencia, para evaluar la vida, para reforzar la espiritualidad y para potenciar el compromiso. Un descanso así es reconfortante, no es perder el tiempo. Como estamos en verano, merece la pena puntualizar algo con respecto a las vacaciones. Parecen un logro del Estado del bienestar y un avance social. Comentamos frecuentemente que es algo necesario. Pero nos podemos preguntar: ¿Nos ayudan a descansar? ¿Reconfortan a toda la persona, cuerpo y espíritu? ¿Facilitan que regresemos a nuestros compromisos con nuevo vigor y animación? Muchas veces no somos nosotros quienes planificamos el descanso, sino que nos viene planificado socialmente, tanto en los fines de semana como en las temporadas de vacaciones. Nos dejamos llevar de costumbres, de propagandas y terminamos consumiendo lo que la publicidad nos ha metido por los ojos. Descansar no siempre coincide con pasarlo bien, si después la persona entera no se encuentra en armonía, sino dispersa y frustrada. Resumiendo, el creyente comprometido necesita descansar con Dios. El descanso verdadero nunca es tiempo muerto. Desarrollado en clave religiosa, es decir, en comunicación íntima y serena con Jesús y con la Trinidad, templa, revitaliza, abre los ojos y la sensibilidad para ver mejor a la gente necesitada y para acercar más adecuadamente el mensaje evangélico. P.Hidalgo

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