sábado, 14 de julio de 2018
Los cristianos no nos podemos contentar con acudir al templo para rezar o reunirnos y nada más. Todos los cristianos somos misioneros por vocación bautismal. La experiencia de fe y de evangelio no nos pertenece exclusivamente; se nos ha dado para transmitirla y contagiarla, porque es saludable y ayuda a vivir...
COMENTARIO:
Es muy profunda la convicción del profeta Amós. Tiene claro, y así lo comunica, que no realiza la misión que Dios le confía como un profesional a sueldo, sino como un vocacionado. De oficio no es más que un pastor y cultivador de higos. Por vocación es profeta, porque Dios le ha impactado hasta la médula y le ha enviado a ser su mensajero en el pueblo de Israel. Amós, obediente a Dios, está decidido a cumplir responsablemente su vocación.
El himno con que comienza la carta a los Efesios es como un salmo de bendición con el que la comunidad reconoce y agradece la iniciativa de Dios, sus dones y el plan que ha proyectado realizar generosamente en cada persona y en el conjunto de la humanidad. Se trata de un resumen denso y precioso, profundo y dinámico, de lo que Dios ha soñado en relación con nuestra vida y destino. Ojalá lleguemos a desentrañar y a asimilar todo el contenido y la espiritualidad que encierra. En él nos podemos ver reflejados personal y comunitariamente.
En el Evangelio, como en el pasaje de Amós, resalta el envío, Jesús envía a los discípulos, de dos en dos, a la acción de evangelizar; y les da unos cuantos consejos muy concretos. De ello podemos sacar unas cuantas aplicaciones. Veamos:
- Jesús estaba convencido de que el plan de Dios debía llegar a la vida de la gente. Por tanto, había que salir a las calles, llegar a las familias, recorrer caminos, ir de pueblo en pueblo, y así acercar el Evangelio.
- Para evangelizar no hace falta mucho equipaje, ni muchas técnicas, ni muchos montajes o recursos, ni siquiera mucha inteligencia. Eso sí, se precisa mucha mística evangélica y mucho testimonio. El evangelizador comunica, ante todo, una experiencia teologal y una espiritualidad: la del Evangelio.
- Los enviados por Jesús no salieron propiamente a enseñar, sino a anunciar la conversión: a echar demonios y a curar a los enfermos. ¿Qué nos dice esto?
En conclusión, los cristianos no nos podemos contentar con acudir al templo para rezar o reunirnos y nada más. Todos los cristianos somos misioneros por vocación bautismal. La experiencia de fe y de evangelio no nos pertenece exclusivamente; se nos ha dado para transmitirla y contagiarla, porque es saludable y ayuda a vivir. Por tanto, lo nuestro es salir al encuentro de la gente y no tanto esperar a que la gente venga, dando por hecho que siempre estamos abiertos a la acogida. ¿Sentimos, como cristianos, que Jesús nos envía personalmente a anunciar el Evangelio? ¡Vamos a meditarlo!
P.Hidalgo
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