domingo, 14 de agosto de 2016

XX Domingo del Tiempo Ordinario El Evangelio de hoy nos puede parecer atrevido, radical y hasta desconcertante. No es normal ver a Jesús tan ardoroso... En realidad, no ha de extrañarnos tanto. Él es un decidido y un valiente, no un violento. No admite más violencia que la que uno se exige para ser fraterno. No, Jesús desea la paz; pero sabe que surge la división cuando uno no se vende por fidelidad a los planes de Dios...

COMENTARIO: Sabemos que los profetas, los "hombres de Dios", generalmente lo pasan muy mal. Es lo que destaca hoy el pasaje de Jeremías, a quien le hacen la guerra por transmitir las verdades de Dios. Lo llamativo es que lo quieren eliminar porque no busca el bien del pueblo, dicen. ¡Qué hipocresía! El verdadero testigo de Dios es el que más ama a la gente y quien más se compromete por su liberación. Pero, como canta las verdades, resulta incómodo, indeseable... Así será siempre. La fe es guerrera hasta el punto de provocar un bautismo de sangre. Los que han tomado en serio el seguimiento de Jesús, frecuentemente han padecido el enfrentamiento y la división. Muchas veces la familia no entiende que Dios sea nuestro valor absoluto. Sin embargo, hemos de amar a Dios sobre todas las cosas y hemos de obedecer sus planes, aunque ello sea causa de división. Jesús es especialmente claro y tajante: O conmigo o contra mí. No es posible una neutralidad ambigua. El pasaje de la carta a los hebreos insiste en el aspecto dinámico, purificador y batallador de la fe: hay que eliminar el pecado; hay que sobrellevar la cruz sin miedo a la ignominia; hay que soportar la oposición sin perder el ánimo: hay que pelear decididamente contra el mal, aunque uno termine, como testigo, en un charco de sangre. Los cristianos que viven así son los que entusiasman más y los que atraen, porque acercan la talla humanizadora de Jesús. El Evangelio de hoy nos puede parecer atrevido, radical y hasta desconcertante. No es normal ver a Jesús tan ardoroso... En realidad, no ha de extrañarnos tanto. Él es un decidido y un valiente, no un violento. No admite más violencia que la que uno se exige para ser fraterno. No, Jesús desea la paz; pero sabe que surge la división cuando uno no se vende por fidelidad a los planes de Dios. Hoy Jesús nos viene a decir que la revolución que proyecta y la redención que protagoniza, por designio de Dios Padre, no se podrá conseguir sin cruz y sin baño de sangre. Pero está decidido, aunque le cueste la vida. Su ejemplo nos ha de servir de acicate. Seguirlo entraña una guerra permanente de fidelidad. (P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.)

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