viernes, 1 de noviembre de 2019

1 de Noviembre Solemnidad de todos los Santos

Recuerdo que leyendo una revista, mis ojos se toparon con esta frase: "Una historia de la Iglesia sin escándalos, difícilmente será una historia verdadera". Impulsado por no sé qué resortes, pensé: "Y una historia de la Iglesia sin santos, difícilmente será también una historia verdadera". Porque los santos, con su recorrido humano a imagen de Jesús, son el mejor exponente de nuestra Iglesia, los que revelan y acercan el ideal de Jesús. La santidad es una vocación, un don del Espíritu, que conmueve desde los cimientos del ser y dinamiza hasta lo insospechado. Pero también es una tarea responsable por parte de cada uno, en colaboración con el Espíritu que actúa y ora en nosotros (cf. Rm 8,1-13.18-27). Dios quiere que seamos santos. Así nos soñó. Él mismo es el mejor modelo: Hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos (Mt 5,45). Pero decimos que la santidad es también una tarea y una responsabilidad, porque nadie nos puede suplir en esta dimensión, que es personal y, también, comunitaria. La santidad está al alcance de todos. Este valor ha de adornar la vida de todos los seguidores de Jesús y la de todos los hombres y mujeres, porque fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Nadie puede decir: "yo no tengo madera de santo"... Para alcanzar la santidad se nos ofrece el camino de las bienaventuranzas. Son motivaciones cargadas de razón, caminos de vida acertada, un resumen impresionante de las opciones y de las actitudes que hacen grande a Jesús. Para Él ser santo coincide con el cumplimiento de la voluntad de Dios. Así lo expresa en su oración. Por tanto, es más que un sentimiento o un deseo. El cumplimiento de la voluntad de Dios se manifiesta sobre todo con obras; la vida misma es el crisol de la santidad. Para nosotros la santidad se concreta, también, en el seguimiento de Jesús, en vivir con unas actitudes y unos compromisos semejantes a los suyos; entre otros, los que recogen las bienaventuranzas. He ahí el talante radical y característico de los hijos de Dios. La fiesta de hoy tiene un doble objetivo: Celebrar la santidad de Dios y la de tantos santos que embellecen la historia de la Iglesia, y avivar en nosotros el deseo de la santidad viviendo en la onda y al ritmo del Dios trinitario. P.Hidalgo

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