domingo, 14 de julio de 2019

Domingo 15º del Tiempo Ordinario - Hoy Jesús nos cuenta una parábola conmovedora, clara y directa como todas, pero expresiva hasta romper los esquemas del que pregunta. Aquel letrado iba con intenciones torcidas. Como persona estudiosa, sabía muy bien lo que decía la ley. Pero, aparentemente, tenía dudas sobre el prójimo. La parábola es altamente elocuente: El prójimo es toda persona que nos necesite, sea de nuestro pueblo, de nuestra mentalidad, de nuestra raza o de cualquier otra...

Comentario: Por condición espiritual y por fe los creyentes sabemos que Dios no pide imposibles. Sus mandamientos no son algo extraño a nuestra naturaleza. Llevamos su ley grabada en la conciencia y en el corazón. Dios no nos pide más que aquello que es lógico y coherente para nuestra sensibilidad. Obedecerle es bueno para nuestro equilibrio personal y relacional. Pero la gran motivación de Dios es Jesús, el primogénito de las criaturas nuevas, el primero en todo. Nadie ha testimoniado mejor que Él cómo es Dios. Por eso es la imagen de Dios invisible, su fotografía humana, una criatura sencilla, pero desbordante de plenitud. Hoy Jesús nos cuenta una parábola conmovedora, clara y directa como todas, pero expresiva hasta romper los esquemas del que pregunta. Aquel letrado iba con intenciones torcidas. Como persona estudiosa, sabía muy bien lo que decía la ley. Pero, aparentemente, tenía dudas sobre el prójimo. La parábola es altamente elocuente: El prójimo es toda persona que nos necesite, sea de nuestro pueblo, de nuestra mentalidad, de nuestra raza o de cualquier otra. ¡Qué chasco más amargo y qué sensación de antitestimonio nos dejan el sacerdote y el levita! Ellos, profesionales de la religión, dan un rodeo y no atienden al malherido. ¿Cómo se les quedaría la conciencia? ¿Se inventarían alguna justificación? Seguramente. El que ama a Dios, no se desentiende del prójimo y menos del prójimo necesitado; al contrario, el amor a Dios compromete. Por eso, un rasgo característico del creyente ha de ser la misericordia. Dios prefiere la misericordia a cualquier otro sacrificio. Y el creyente misericordioso es también creativo, decidido como el samaritano de la parábola: sabe encontrar soluciones. De acuerdo con este mensaje evangélico, procede preguntar: ¿Entra el prójimo en nuestros programas de vida? ¿Hasta qué punto el prójimo con dificultades ocupa nuestro interés, nuestra sensibilidad, nuestro tiempo, nuestra economía...? Si los cristianos no somos expertos en atender al prójimo, es que ni conocemos, ni amamos verdaderamente a Dios. Profundizando un poco más y viendo este asunto desde otro ángulo, hay que decir que ser prójimo es un valor y una decisión personal. Uno no es prójimo por mera cercanía física. Hay vecinos que están muy distantes, hasta el punto que se rechazan. Con esta parábola, Jesús nos invita a ser prójimos de verdad, es decir, a acercarnos por iniciativa propia a todos los que sufren. Ésa es la recomendación práctica y final: “Anda, haz tú lo mismo". En resumen, otra vez el Evangelio resalta que lo primero y esencial de la vida es el amor a Dios y al prójimo. Sorprendentemente no es el culto, ni la oración, ni saber muchas cosas... Todo esto es bueno y necesario; pero, sin amor, nada de esto tiene sentido. P.Hidalgo

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