domingo, 17 de junio de 2018

Las parábolas son un recurso de comunicación, frecuentemente utilizado por Jesús, para que el mensaje entre más directamente por los ojos y pueda ser mejor comprendido. En el relato de hoy Jesús se centra en el Reino de Dios, su gran pasión y el objetivo principal de toda su vida. Lo compara con unas semillas que van desarrollando poco a poco el potencial impresionante de vida y de fecundidad que llevan dentro. Se trata de un desarrollo silencioso, nada espectacular, pero constatable, como se puede apreciar en el desarrollo y crecimiento de cualquier planta...

Las parábolas son un recurso de comunicación, frecuentemente utilizado por Jesús, para que el mensaje entre más directamente por los ojos y pueda ser mejor comprendido. En el relato de hoy Jesús se centra en el Reino de Dios, su gran pasión y el objetivo principal de toda su vida. Lo compara con unas semillas que van desarrollando poco a poco el potencial impresionante de vida y de fecundidad que llevan dentro. Se trata de un desarrollo silencioso, nada espectacular, pero constatable, como se puede apreciar en el desarrollo y crecimiento de cualquier planta. Jesús se da por satisfecho si llegamos a entender lo que significa el Reino de Dios y si entramos libremente en su dinámica. Hoy nos viene a decir que este Reino no lo construyen los ambiciosos ni los soberbios, sino los sencillos, los desprendidos y solidarios, los que eligen ser pobres y los limpios de corazón. Todos estamos llamados a colaborar en el Reino de Dios y a apoyarlo con todas nuestras fuerzas. Pero no depende exclusivamente de nosotros; es un regalo. La semilla, dice Jesús, germina y va creciendo sin que el hombre que la echó en la tierra sepa cómo. Por tanto, siguiendo a San Pablo, hay que reconocer que ni el que planta ni el que riega son los principales, sino Dios mismo que hace crecer y conduce misteriosamente hacia la fecundidad. Reparemos que el Reino de Dios comienza por uno mismo. Nuestra primera responsabilidad es favorecer que su semilla se desarrolle al máximo en nuestro campo personal. Como nadie da lo que no tiene, lo primero que ha de hacer el testigo es abrirse de par en par a esta semilla de tan impresionante capacidad. Esto se logra por medio de la oración, es decir, viviendo la comunión con Dios. Si nos abrimos a la acción del Espíritu, iremos creciendo sin saber cómo. El Reino de Dios es favorable para todos. P.Hidalgo.

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